Economía
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Las patentes que matan
Raoul Jennar
MichelCollon.info
Traducido del francés para Rebelión por Felisa Sastre
Desde principios de este año, países como Sudáfrica, India, Kenia o Tailandia
ya no tienen derecho a fabricar medicamentos genéricos libres de patentes. En
efecto, el 31 de diciembre acababa un periodo de 10 años, considerado
transitorio, para la aplicación a los países en desarrollo del Acuerdo sobre los
Derechos de Propiedad Intelectual en el Comercio (ADPIC, en su sigla francesa).
Estos países ya no pueden disponer libremente de los medicamentos aparecidos a
partir de 1995.
El ADPIC establece en veinte años la duración de la patente de los medicamentos
que, antes de la firma de este Acuerdo, variaba entre 5 y 15 años según los
países. Durante veinte años se prohíbe a cualquier empresa farmacéutica fabricar
genéricos de las nuevas sustancias, lo que excluye a las personas con ingresos
modestos del acceso a los nuevos tratamientos, y la salud se reserva para
quienes pueden pagar.
El ADPIC es uno de los Acuerdos negociados en el marco de la Ronda de Uruguay,
firmados en 1994 y gestionados por la Organización Mundial del Comercio (OMC).
La paradoja de este acuerdo es que establece protecciones en nombre de la lucha
contra el proteccionismo. Puesto en marcha por una institución que convierte el
libre cambio, el acceso al mercado, la privatización de todas las actividades,
la competencia y la concurrencia en el principio y fin de las relaciones
humanas, protege a los propietarios de las patentes. Ciertas disposiciones del
ADPIC se refieren explícitamente a los productos farmacéuticos, como si las
medicinas fueran una mercancía; como si un medicamento tuviese como fin
principal servir a la rentabilidad de las empresas farmacéuticas; como si los
tratamientos terapéuticos no debieran estar al margen de las reglas del mercado.
Ante este argumento, los defensores del ADPIC contestan que las patentes y los
ingresos que les producen son indispensables para financiar la investigación y
el desarrollo. Es el argumento típico de las industrias farmacéuticas y de sus
grupos de presión pero olvidan reconocer que menos del 10 por ciento de la
investigación médica se dedica a las enfermedades que afectan al 90 por ciento
de la población mundial. Apenas un uno por ciento de los nuevos medicamentos que
aparecen en el mercado tienen relación con esas enfermedades.
El ADPIC ha tenido una consecuencia inmediata: el que los precios de las
medicinas se disparen. Pero de lo que se trata no es del comercio sino de la
salud como un indicador real de desarrollo. Once millones de personas mueren al
año por enfermedades infecciosas sin haber tenido acceso a los medicamentos
esenciales, es decir 30.000 diarias. Dos mil millones de seres humanos no tienen
acceso a la asistencia sanitaria básica porque resulta demasiado costosa. En
resumen, el derecho a la salud de la mayoría va por detrás de los beneficios de
unos cuantos.
El efecto directo del ADPIC finalmente se reconoció durante la reunión
ministerial de la OMC en Doha, en noviembre de 2001: la reglamentación de las
patentes tiene una repercusión directa en el precio de las medicinas. Los
ministros expresaron el deseo de que el ADPIC "no impidiera a los Estados tomar
medidas para proteger la salud pública" y afirmaron que el ADPIC no debía
impedir "que se protegiese la salud pública, y en particular la fomento del
acceso a todos los medicamentos". Expresaron, asimismo, el deseo de que no se
planteara ninguna queja contra un país que, disponiendo de la capacidad de
producción farmacéutica, hubiera recurrido al aprovechamiento de la "licencia
obligatoria" (es decir la producción de medicamentos genéricos sin
consentimiento del propietario de la patente), y autorizaba la fabricación de
medicinas de calidad a bajo precio. El asunto sólo afectaba a unos pocos países:
Sudáfrica, Brasil, India, Kenia, Tailandia...en cuanto a la inmensa mayoría de
los países que sufren numerosas enfermedades mortales y que no disponen de
industria farmacéutica, un acuerdo firmado el 31 de agosto de 2003, les permitía
recurrir a "importaciones paralelas" (el derecho a importar medicamentos del
país donde son más baratos, sin autorización del propietario de la patente).
Pero este Acuerdo impone tantas condiciones que resulta impracticable.
Ahora que han acabado las exenciones para los países del Sur que tienen
capacidad de producción farmacéutica, ¿para qué sirven los compromisos que
favorecían a quienes no pueden producir medicamentos, que dependen en su
totalidad de ellos y que no podrán conseguir medicamentos genéricos? Las
patentes matan a los enfermos.
Mientras que la OMC va a celebrar su VI Conferencia ministerial a mediados de
diciembre, es necesario resaltar que el acceso a los medicamentos esenciales
sigue coartado por el ADPIC a pesar de los documentos de 2001 y 2003 para
interpretarlos. Muy por el contrario, se ve el sistemático rechazo de esas
interpretaciones por parte de los países ricos. Éstos, cada vez que negocian un
acuerdo de libre intercambio bilateral, introducen en él disposiciones que
aumentan la protección de las patentes más allá de las previsiones del propio
ADPIC. En lugar de ampliar la flexibilidad del ADPIC en este campo vital del
acceso a las medicinas, la Unión Europea- es decir, los 25 gobiernos, entre
ellos el nuestro- y Estados Unidos tratan de que desaparezca.
Y lo que es más fundamental, diez años después de la entrada en vigor del ADPIC,
que prometía un crecimiento de la Investigación y Desarrollo gracias a la
protección de las patentes, estamos muy lejos de conseguirlo. Tal como lo señala
el Dr. Karim Laouabdia, uno de los responsables de Médicos Sin Fronteras
internacional, "en lo relativo a las necesidades de los países en desarrollo,
las promesas no se han cumplido. El sistema de patentes se suponía que iba a
estimular la innovación pero no existe mecanismo alguno para orientar esa
innovación y el sistema se mueve por la búsqueda de beneficios".
La posibilidad de que los países que no pueden producir medicamentos genéricos
los importasen se introdujo en el Acuerdo de 2003 mediante una derogación
provisional de lo dispuesto en el ADPIC. Para activar esta derogación, los
países importador y exportador deben hacerlo al mismo tiempo, notificarlo a la
OMC y demostrar que cumplen las numerosas condiciones impuestas en 2003. Así
que, a lo largo de estos dos años pasados no se ha presentado ninguna
notificación a la OMC. Como lo confirman en MSF "no existe la más mínima prueba
de que este acuerdo funcione de forma efectiva". Lo que en resumen, significa
que no se ha aportado solución alguna al problema del acceso a los medicamentos
esenciales. Nada ha cambiado: mientras tanto, 30.000 personas mueren cada día
por no haber podido recibir los cuidados que necesitaban.
Frente a esta tragedia, los países africanos no quieren ya soluciones
provisionales que no funcionan y exigen que se adopte en Hong Kong, durante la
próxima reunión de ministros, una reforma del ADPIC que aporte una solución
definitiva que permita la fácil exportación e importación de los genéricos. Los
países africanos han presentado en la OMC una propuesta detallada que supone un
documento de base para la negociación.
El 25 de octubre, en el curso de una reunión del Consejo del ADPIC en la
Organización Mundial del Comercio, Estados Unidos se ha negado a que la
modificación del ADPIC vaya más allá de unos simples retoques técnicos de los
acuerdos de 2003 imposibles de llevar a la práctica. La Unión Europea ha
adoptado la misma posición, y lo mismo han hecho Australia, Japón, Nueva Zelanda
y Suiza. En sentido contrario, Brasil, China, India, Jamaica y Filipinas han
apoyado la propuesta africana.
Hace unos días, la Comisión Europea ha confirmado al Parlamento europeo los
aspectos esenciales de la posición que defiende Europa en esta materia: "La
Comisión no ve la necesidad de una reunión especial en la OMC para examinar si
las actuales normas sobre patentes de la OMC son suficientes para solucionar las
necesidades de los países en desarrollo en relación con la salud pública. El
ADPIC, la declaración de Doha y la resolución del 30 de agosto de 2003 ofrecen
la suficiente flexibilidad para permitir a los miembros de la OMC la protección
de la salud pública y la promoción del acceso a los medicamentos". Es decir, una
desestimación completa de la demanda de los países más afectados.
Una vez más, la OMC no puede ocultar lo que es en realidad: el lugar donde los
países más ricos se esfuerzan en imponer su ley a la totalidad del planeta.
Y de nuevo, la Unión Europea, en sentido contrario a su generosa retórica que ya
no engaña a nadie, no se pone del lado de los más débiles. Nuestros 25 gobiernos
apoyan a una Comisión europea que sólo sirve a los intereses de las empresas
farmacéuticas. Poco importan los millones de vidas sacrificadas en el altar de
los beneficios.
Sin una decisión de modificar el ADPIC para que puedan acceder a los
medicamentos aquellos que tienen necesidad de ellos, es preferible que en Hong
Kong no se tome decisión alguna. Eso es lo más importante porque se trata de la
vida o de la muerte.
Raoul Marc Jennar es investigador en el URFIG y en la Fundación
Copérnico.