Economía
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¿Se detendrá la espiral alcista petrolera?
Roberto Pérez Betancourt
Argenpress
El petróleo, principalísima fuente de energía que hace girar a los habitantes
del mundo en todas direcciones, ocupa a legiones de expertos en desentrañar el
devenir en dos áreas vitales para la economía: las reservas y los precios del
bien llamado oro negro.
¿Se detendrá la espiral alcista del petróleo? Es la pregunta clave de
productores y consumidores, mientras potenciales inversionistas consultan
oráculos, esperanzados en hallar respuestas.
No se trata de adivinar, sino de abrir los ojos a las realidades que a partir de
la llegada del siglo XXI se asomaron al panorama económico mundial para golpear
fuertemente a escépticos y anunciar que el petróleo barato pasaba a ser solo
referencia histórica.
¿Y qué dicen los analistas? Ellos enumeran una serie de hechos objetivos que a
su juicio han determinado la multiplicación del precio en el mercado
internacional, que se aproximó a los 70 dólares el barril (159 litros) en el año
2005, hasta los actuales niveles, oscilantes entre 40 y 50, según procedencia y
calidad.
Ese equilibro se establece en virtud de la saturación actual de las reservas por
parte de los principales consumidores y su relación con los niveles de
producción.
Obviamente es una estabilización sobre cuerda floja, pues bastaría apenas una
noticia detonante para revitalizar la espiral alcista.
Entre los factores de progresiva influencia en los elevados precios del crudo
hay que citar el impetuoso desarrollo de la economía de China e India, traducido
en la creciente demanda del hidrocarburo en el mercado mundial.
China ocupa actualmente el segundo lugar entre los consumidores a escala global,
superada solo por el insaciable Estados Unidos, donde queman diariamente uno de
cada cuatro barriles que entrega el planeta.
Otro elemento es la declarada producción límite por parte de los grandes
vendedores como la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP),
integrada por Arabia Saudita, Argelia, Emiratos Arabes Unidos, Indonesia, Irán,
Irak, Kuwait, Libia, Nigeria, Qatar y Venezuela, además de Rusia y Noruega, que
no están adscriptas a ella.
La oferta tiene un techo, difícil de expandir por dos razones elementales: la
primera es la voluntad de los mismos productores de mantener altos los precios,
que les ha proporcionado extraordinarias utilidades en los últimos años, y la
segunda es el tope real de la tecnología activa para la extracción y la
refinación del crudo.
La agresión de Estados Unidos contra Irak ha sido un factor de merma en las
exportaciones de ese país, y las amenazas guerreristas de la superpotencia a
naciones como Irán y Venezuela -entre las principales productoras-, determina
especulaciones y demanda extra en procura de reservas estratégicas por parte de
los consumidores.
La inestabilidad social en otras regiones de Africa, como en Nigeria, a la que
no es ajena la intencionalidad del gobierno norteamericano, se suma al panorama
descrito.
Se añade las afectaciones ambientales que inciden en la extracción, como los
huracanes en el Caribe, y la insuficiente capacidad de refinación respecto de la
demanda de gasolina, que dispara su precio.
Súmase la evidente disminución del surgimiento de petróleo ligero en los
yacimientos activos, de acuerdo con reportes estadísticos, lo que obliga a los
refinadores a trabajar con superiores cantidades de crudos pesados, de mayor
contenido de azufre, con las consecuentes afectaciones tecnológicas.
La mayoría de los analistas apuesta por una disminución discreta de los precios,
basándose en declaraciones de Estados Unidos en el sentido de que tiene repletas
sus reservas, aunque calculan que a finales de año la demanda global crecerá en
1,6 millones de barriles diarios.
Para hacer frente a ese incremento, la OPEP y otros grandes productores
proyectan exprimir más sus pozos, sobre la base de inversiones calculadas en 200
mil millones de dólares.
Como vemos, la pregunta sobre la espiral de los precios tiene respuestas que
pueden aproximarse temporalmente a la verdad.
Lamentablemente no existe esa certidumbre cuando se indaga sobre cuánto petróleo
le resta por entregar al gran almacén subterráneo del planeta.
Pero expertos geólogos, magnates petroleros y simples personas con sentido común
sí conocen que cada barril que se extrae del subsuelo disminuye la limitada
reserva global y acerca el instante de la gran noticia.