Economía
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Metástasis de la crisis financiera
Alejandro Nadal
La Jornada
La idea de que la crisis financiera que atraviesa Estados Unidos se debe a
una anomalía en un segmento del sistema de préstamos hipotecarios es equivocada.
Los créditos hipotecarios irresponsables y de mala calidad no hubieran sido
capaces de generar por sí mismos esta crisis. Hay conexiones profundas en el
sistema financiero que explican por qué podríamos estar presenciando el
estallido de la peor catástrofe financiera desde 1930.
Los créditos hipotecarios de mala calidad se originaron en la competencia
interbancaria para dominar el mercado estadunidense. En esa lucha los bancos
recurrieron a colocar créditos hipotecarios irresponsables, sin análisis de
historial crediticio, sin comprobación de ingresos, sin enganche, etcétera. Pero
lo esencial es que esas prácticas fueron utilizadas en 60 por ciento del total
de los créditos hipotecarios en Estados Unidos en los dos últimos años. De ahí
que el colapso del mercado hipotecario sea generalizado. Y los efectos en el
mercado hipotecario no residencial (centros comerciales, oficinas) ya se están
haciendo sentir. El problema se agrava porque las mismas prácticas
irresponsables se extendieron a los créditos al consumo: tarjetas de crédito,
financiamiento de compras de automóviles y hasta créditos de colegiaturas
universitarias.
Pero quizás la conexión más importante con el sistema financiero se encuentra en
las prácticas de las aseguradoras llamadas monolínea y en la bursatilización de
los títulos hipotecarios. Por su calificación triple A en el mercado, las
aseguradoras monolínea prestan una garantía para los emisores de bonos a cambio
de una prima. Ese mecanismo reduce el costo del financiamiento para el emisor,
mientras el adquirente de los bonos siente que tiene un respaldo de primera
calidad.
Hoy estas aseguradoras sufren pérdidas colosales al trabajar con paquetes
bursatilizados respaldados (o contaminados) por hipotecas de mala calidad. Por
eso, dos de ellas han perdido su calificación triple A, con graves repercusiones
sobre todo el sistema financiero, afectando bonos corporativos y de gobiernos
municipales en todo el territorio estadunidense, aunque no estuvieran
relacionados en primera instancia con el mercado hipotecario. Hoy varias
aseguradoras monolínea están al borde de la insolvencia, lo que arrastraría al
sistema financiero estadunidense a una catástrofe.
Las aseguradoras monolínea y las operaciones de bursatilización de paquetes de
créditos fueron consideradas innovaciones para distribuir y reducir el riesgo.
Pero hoy son el vehículo de una metástasis que amenaza todos los componentes del
sistema financiero. La calificación a la baja de las monolíneas obligará a los
bancos a incorporar en sus estados financieros el deterioro de numerosos
instrumentos, lo que reducirá más el crédito para toda la economía. Por otra
parte, la bursatilización de paquetes de créditos infectados por la mala calidad
serán la pieza clave en la correa de transmisión que acabará por contaminar todo
el sistema financiero, en Estados Unidos y en el mundo.
En síntesis, los mecanismos supuestamente diseñados para reducir el riesgo de
una crisis sistémica son precisamente los que hoy constituyen la peor amenaza
para la integridad del sistema financiero, bancario y no bancario. Lo peor es
que no hay posibilidades de un rescate ni de una respuesta de política
macroeconómica adecuada.
La crisis financiera en Estados Unidos agravará la recesión, haciéndola más
larga y profunda que las anteriores. También la extenderá a todo el planeta, en
combinación con la peor crisis financiera en siete décadas. Todo eso a pesar de
los rebotes "espectaculares" (e irracionales) en los mercados bursátiles del
mundo, como los de ayer. Después de la tormenta, cuando el polvo se asiente,
veremos que la economía y el sistema financiero globales habrán sufrido
transformaciones profundas. Y la secuela pavorosa de quiebras, desempleo y
desigualdad marcará el adiós definitivo a la retórica feliz sobre las virtudes
de la globalización.