Economía
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Las convulsiones del mercado y la crisis económica
Chris Harman *
En Lucha
La seriedad de las convulsiones que empezaron en el mercado financiero en
agosto, fueron tratadas como un pánico de corto alcance que se resolvería
después de que la Reserva Federal de los EEUU bajara una tasa de interés el 18
de agosto. Pero otros, incluyendo apologistas puros del capitalismo como Martin
Wolf del Financial Times, vieron que se reflejaban problemas más profundos. "Las
crisis de crédito de hoy", escribió Wolf el 22 de agosto, "es más que un síntoma
de un sistema financiero defectuoso. Es también síntoma de una economía global
desbalanceada".
Hubo poca disputa acerca de la causa inmediata del pánico. Durante la
recuperación de la recesión del 2000-2002 en los EEUU aquellos con dinero
(antiguos bancos, nuevos grupos financieros e individuos ricos con unos pocos
millones en efectivo disponible) encontraron que podían expandir su riqueza
pidiendo préstamos con tasas de interés bajas para prestar a aquellos preparados
a pagar intereses más altos. Uno de los principales grupos dispuestos a pagar
estas tasas más altas eran las secciones más pobres de la población desesperada
para obtener algo para vivir y aquellos que fueron previamente vistos como no
confiables para obtener dichos préstamos. Mientras los precios de las casas
continuaron subiendo, ellos parecían un grupo seguro para prestarles, ya que
existía siempre la posibilidad de adueñarse de sus casas en caso de que fallaran
en pagar a tiempo. Este tipo de préstamos se conoció como "mercado de hipotecas
de alto riesgo".
A la par de esto aparecieron otros tipos de préstamos especulativos –apostando
al incremento de los precios de los bienes de cambio (particularmente
combustible y metales) y más recientemente la venta de acciones para conseguir
capital. Enormes cantidades se obtuvieron en préstamo para comprar firmas
gigantes asumiendo que esa "reestructuración" a través de revoques y rellenos
produciría los beneficios extra necesarios para cubrir los pagos de la deuda.
Lo que estaba involucrado en cada caso no era solo un proceso de préstamos, sino
una cadena mucho más complicada de créditos para prestar. Así que aquellos que
prestaron en el mercado de hipotecas pedirían prestado en otros mercados para
poder hacerlo, y aquellos que les dieron el dinero a su vez harían lo mismo.
Cada etapa invlucraba la vieja técnica del "apalancamiento", prestar sumas mucho
más grandes de lo que podía ser devuelto inmediatamente en la asunción de que
sumas más grandes estarían disponibles para cuando se necesitara devolverlo.
El último año la economía de los EEUU empezó a estancarse. A medida que los
beneficios cayeron, las firmas se deshicieron de los trabajadores que habían
tomado hace dos o tres años. Cientos de miles de americanos pobres no pudieron
con los crecientes pagos de hipotecas y el crédito en un extremo de la cadena no
pudo ser pagado. Cuando las expropiaciones que siguieron llevaron a que bajaran
los precios de las casas, el "colateral" que supuestamente había garantizado los
préstamos cayó en valor de la misma manera. De repente 400 billones de dólares
en préstamos no eran pagables.
En cada vínculo de la cadena de créditos y préstamos, los hipotecarios, los
fondos de inversión y los bancos descubrieron que no podían cubrir
inmediatamente lo que habían pedido prestado. No era solo un problema para los
intermediarios hipotecarios pequeños. El gigante banco americano Bears Stearns
tuvo que salirse del negocio para detener a dos fondos de inversión conectados
con él que estaban por quebrar, dos bancos estatales alemanes tuvieron que ser
intervenidos para mantenerlos a flote. Entonces salió a la luz que Barclays
tenía "varios cientos de millones de dólares expuestos en deudas fallidas,
creadas por su división de inversiones" y, como vimos en la prensa, que el
quinto prestamista hipotecario más grande de Gran Bretaña, Northern Rock, era
dependiente de los préstamos de emergencia del Banco de Inglaterra para devolver
el dinero de los ahorristas que hacían cola en sus puertas.
Las cadenas de créditos y préstamos especulativos son tan viejas como el
capitalismo. Son características del punto en el ciclo recesión-boom-recesión
donde la recuperación alimenta la creencia de que no hay límite para la
expansión. Y siempre han llevado a pánicos subrepticios cuando parecía que esta
visión podía ser errónea. Así fue con el crash de Wall Street de 1929 (un
resultado de la especulación alrededor de los inmuebles y el valor de las
acciones), el crash del mercado de bonos de octubre de 1987, y la crisis
asiática y el pánico de fondos de inversión de hace diez años.
No necesariamente llevan a repercusiones inmediatas para la economía como un
todo. La especulación financiera es una actividad parasitaria, una o más capas
removidas del proceso real de creación de beneficios y acumulación basada en la
explotación del trabajo productivo. Como dice el poema (del inglés): "las
grandes pulgas tienen pulguitas en sus espaldas que las muerden / y las
pulguitas tienen unas más pequeñas, y así ad infinitum". La muerte del parásito
pequeño no necesariamente daña al más grande.
El daño inmediato como el que causa el pánico financiero al sistema es que pone
en riesgo las cadenas no especulativas de crédito y préstamo que acompaña la
mayor parte de los actos de compra-venta, incluyendo la compra de plantas,
equipos y materias primas para la producción real. Si las compañías que
supuestamente eran confiables hasta hace poco tiempo no pueden pagar sus deudas,
cada capitalista se cuestionará si las compañías con las que hacen negocios
tendrán la capacidad de pagar. Será probable que demanden efectivo para sus
tratos, y unas tasas de interés mucho más altas por cada crédito que acepten
dar. Dos días después que rompiera la crisis, el Financial Times reportaba:
"Cientos de compañías americanas enfrentan costos marcadamente más altos en el
crédito a corto plazo usados para sus operaciones del día a día… Ejecutivos y
analistas de Wall Street dicen que una implosión violenta del crédito puede
forzar a varias compañías a reducir su exposición al mercado corporativo de 200
billones de dólares en bonos del tesoro… Un amplio rango de compañías,
incluyendo Walt Disney, ITT, Heinz y Motorola, tienen contraídos préstamos
multimillonarios."
Un "aplastamiento del crédito" estaba rompiendo algunas de las cadenas de
préstamo que unían producción y ventas a través del sistema. En orden de
repararlas la Reserva Federal de EEUU y el Banco Central Europeo ofrecieron
asistencia a cualquier banco de los grandes que enfrentara problemas. Esto se
suponía que iba a frenar el pánico inmediato. Sí sirvió para removerlo de los
titulares de todos los periódicos excepto los especializados y permitió que los
mercados de valores se recuperaran por un tiempo. Pero lo que no restauró
completamente fue la confianza general en el sistema de crédito. Los
comentaristas escribieron de "cadáveres ocultos" –firmas hipotecarias, bancos y
fondos de inversión que estaba siendo mantenidos callados acerca de las enormes
sumas que tenían en préstamos inciertos.
Uno de esos cadáveres ocultos era el Northern Rock, "el brindis de una cena
ostentosa donde fue celebrado con aprobación por sus habilidades para la
innovación financiera" allá por enero, como recordaba el Financial Times el 15
de septiembre. Más cadáveres estaba por emerger en las semanas siguientes, a
medida que los precios de las casas en los EEUU (y probablemente en Gran Bretaña
también) hacían cada vez más difícil recuperar su dinero a aquellos que lo
habían prestado. Y por lo tanto hubo predicciones de que la crisis llevaría a
que cayeran las tasas de crecimiento tanto en dicho país como en el resto del
mundo.
Subyacientes a las preocupaciones enfrentadas por las instituciones financieras
había problemas mucho más profundos. El masivo crecimiento de créditos y
préstamos que condujo al pánico de agosto tiene sus raíces en el mismísimo
carácter de las recuperaciones de las crisis asiáticas del 97-98 y la recesión
de los EEUU en 2000-2002.
El efecto de la crisis asiática fue hacer que tanto gobiernos como compañías en
la región mantuvieran los gastos bien por debajo de los ingresos. Atrapados una
vez por fluctuaciones repentinas en el sistema mundial, quisieron fondos en
exceso para protegerse la próxima vez. Así que en vez de invertir todas sus
ganancias se guardaron una parte. China es el caso más notorio. Casi el 50% del
producto nacional toma la forma de "ahorros" (incluido el dinero que queda luego
de gastos como salarios). Nueve décimas de esto, 45% de producto, es acumulado
para producir más, pero un décimo es ahorrado. Usualmente esto significa
prestarle al Tesoro de los EEUU (comprando bonos del tesoro), así como también
ayudar a financiar el presupuesto del gobierno estadounidense, o prestarle a los
bancos norteamericanos que a su vez le prestan a los consumidores
norteamericanos. En efecto cientos de billones de dólares cada año cruzan el
Pacífico para financiar préstamos en los EEUU.
Hasta la recesión norteamericana de 2001-2002 algunos de los préstamos fueron
disfrutados por firmas de dicho país para invertir. Pero ahora ellas también,
habiendo sido tomadas por los repentinos altibajos de su propio sistema, no
están invirtiendo ya todos los beneficios que obtienen sino que en vez de eso
"ahorran" una porción depositándola en el sistema bancario. Como lo puso Martin
Wolf, "por un período de seis años el negocio en EEUU invirtió menos que sus
ganancias retenidas. Los negocios se han convertido en fuentes netas de las
finanzas, ya no sus usuarios". Algo de estos créditos han ido a parar a los
trabajadores norteamericanos y la clase media, permitiendo que la gente comprara
cosas que de otra manera no habrían podido pagar: "las familias en EEUU… se han
hundido todavía más en el déficit financiero… Para 2006 habían incurrido en un
déficit financiero del 4% del PBI".
La preocupación principal de aquellos como Martin Wolf no es si el sistema
financiero se ha vuelto independiente de la producción real. Es el que la
expansión de la producción real ha empezado a depender del préstamo masivo por
parte de los consumidores norteamericanos desde que ni en Asia oriental ni del
este ni los EEUU todos los beneficios están siendo invertidos en una forma que
puedan absorber toda la producción luego de que los trabajadores han gastado sus
salarios. Habría enormes cantidades de producción a lo largo del mundo que no
podría ser vendida, y por tanto un enorme derrumbe, si no fuera por los
préstamos que habilitan a las familias norteamericanas vivir más allá de sus
medios (y las británicas también, aunque son mucho menos importantes para el
sistema mundial).
Un verdadero entendimiento de qué está pasando no puede, de cualquier modo, ser
completo si simplemente se enfoca, como hacen los escritores más pesimistas en
las páginas de negocios de los grandes medios, en los "desequilibrios" entre
ahorro e inversión a nivel internacional. Los desequilibrios son en sí mismos un
producto de algo mucho más profundo.
Por más de tres décadas el capitalismo ha sido incapaz de producir tasas de
ganancias suficientemente altas para sostener la inversión necesaria que
mantenga o incluso expanda el sistema. Y por lo tanto sucedieron las crisis
recurrentes de los 70s, los 80s, los 90s y principios del 2000.
La respuesta del capital en todos lados fue tratar de recuperar rentabilidad
presionando sobre los salarios, los servicios sociales y la carga de trabajo. Un
reporte reciente de la Organización para el Desarrollo y la Cooperación
Económica (ODCE), su Reporte de Empleo 2007, muestra que la parte del PBI que va
a parar a salarios está cayendo a lo largo del mundo capitalista avanzado. La
recuperación de la recesión estadounidense, por ejemplo, incluye a firmas que
han recuperado algunas de sus pérdidas del 2000-2002 a través del ataque a su
fuerza de trabajo: presionando hacia abajo los salarios hasta hace un año y pico
e incrementando la producción sin retomar en sus puestos a los trabajadores
despedidos durante la recesión. La negativa de China para incrementar el valor
del yuan (moneda china) respecto al dólar realmente equivale a mantener baja la
capacidad de los trabajadores y campesinos chinos para comprar bienes con
precios internacionales (incluso aquellos que salen de las fábricas y granjas
chinas).
El impacto global de tales presiones sobre los trabajadores ha sido el restaurar
cerca de la mitad de la pérdida de rentabilidad del sistema de los 60s y 70s.
Pero el otro lado de esto ha sido también restringir el mercado para productos
que dichos salarios pueden comprar. Esto deja una brecha entre la producción y
el consumo final que solo puede ser llenada por un incremento proporcional en la
inversión. Esto no ha pasado porque la recuperación en la tasa de ganancias no
ha sido suficiente para tirar hacia delante al sistema como una vez lo hizo. La
acumulación a través del mismo está funcionando a un nivel más bajo que en
cualquier punto de las décadas de los 80s y 90s, sin contar los 70s, más allá
del boom de la economía china. Hay un agujero mundial en la demanda de bienes,
lo que hasta ahora ha sido llenado por un préstamo masivo por parte tanto del
gobierno estadounidense como de los consumidores de dicho país.
Tony Cliff solía decir que el sistema está atrapado entre dos peligros: la
"Escila" de las tasas de ganancias decrecientes y la "Caribdis" de la
sobreproducción (Escila y Caribdis eran los dos monstruos marinos entre los que
tuvo que navegar Odiseo en la saga de Homero). De ahí que la manera en que los
EEUU obtienen préstamos se haya vuelto tan central –y tan peligrosa la
"implosión del crédito".
Así que ¿qué pasará luego? Los gobiernos y bancos centrales han intervenido en
un intento de restaurar la confianza en el sistema financiero. Al neoliberalismo
como ideología puede no gustarle, pero la acumulación capitalista como práctica
lo demanda. Las firmas gigantes del mundo y los bancos todavía dependen de los
estados para ayudarlos a salir de los momentos de crisis, y los estados todavía
se apuran a cumplir.
Aunque en el proceso, algunas veces se han escuchado argumentos amargos. El
Banco de Inglaterra estuvo públicamente en desacuerdo con los primeros
movimientos hechos por la Reserva Federal norteamericana y el Banco Central
Europeo –sólo para hacer un movimiento similar él mismo en el momento en que una
compañía británica estuvo seriamente amenazada. Chris Giles del Financial Times
observó, "nunca la reputación y credibilidad de Mervyn King, el director del
banco, ha colgado de un hilo tan fijo". Esto no puede ser un desenlace
bienvenido por Gordon Brown, quien ha puesto tal fe en el criterio
"independiente" del banco.
Hay aquellos financieros, industriales y economistas que creen que sin
intervención una nueva recesión es inevitable. Se les oponen aquellos que
sostienen que la intervención solo fomentará que las instituciones financieras
se arriesguen todavía más con malos préstamos, en la asunción de que los bancos
centrales siempre los salvarán, y esto llevará a una crisis todavía peor en un
par de años. Entre estos dos campos hay voces muy preocupadas. Preocupadas
porque la lógica de intervención es tal que los bancos centrales toman la
responsabilidad de todos los préstamos necesarios para mantener alejado al
sistema de la recesión, pero que a la vez la no intervención significaría mucho
más convulsión de lo que hayamos visto hasta ahora.
Hay un problema adicional para la Reserva Federal esta vez. Bajar las tasas de
interés norteamericanas para hacer más llevadera la crisis de crédito haría que
algunos de los fondos extranjeros actualmente depositados en los EEUU se fueran
a otra parte. El valor del dólar en el cambio internacional ya ha estado cayendo
y algunos comentaristas temen que tasas más bajas podrían hacer que colapse.
Esto reduciría la habilidad de los EEUU para proveer un mercado capaz de
absorber la sobreproducción a nivel mundial.
Hay todavía demasiados datos desconocidos en la situación para hacer
pronósticos. Pero una cosa es segura. Cada gran crisis en las pasadas tres
décadas ha visto que la economía repentinamente toma la forma concentrada de
políticas.
Los gobiernos y los bancos centrales no pueden simplemente mantenerse aparte
cuando "sus" grandes capitales corren el riesgo de una extinción repentina. Pero
ninguno puede intervenir sin el riesgo de que las cosas se pongan peor para su
punto de vista. El resultado, inevitablemente, será una lucha interna entre (y
dentro) de las clases dirigentes nacionales –así como una nueva amargura entre
amplios sectores de la clase trabajadora y la clase media mientras ven que sus
casas y sus ahorros están en peligro.
* Chris Harman es miembro del Comité Central del Socialist Workers Party (Gran
Bretaña) y editor de International Socialism Journal.