La contra-cumbre,
o la impotencia de la vieja política
Raúl J. Cerdeiras *
Nuestro país parece condenado a vivir sus anhelos de
políticas emancipativas bajo la obligación de tener que optar entre un populismo
trasnochado o un purismo ideológico marxista-leninista que hoy es un cadáver.
La reciente cumbre dejó un par de pinceladas que merecen ser reflexionadas. Fue
una foto que puede situarnos para seguir convencidos que hay una historia que ya
no va más y que sobran razones, ideas y prácticas novedosas que ya son de otro
palo y no de ese tronco podrido. Ensayemos una radiografía geográfica, puramente
distributiva, de lo que hoy hace ruido en la política nacional.
Digamos que en el Hotel Hermitage se concentraba el centro-derecha, el poder
real del Estado y los intereses económicos en danza. En las calles y frente a
las vallas, nuestra izquierda radical, el purismo doctrinario e intransigente.
No quiero poner el calificativo de "violentos" porque ese término es siempre una
acusación de la derecha, y de lo que se trata es de abrir otra vía política y no
de ser un alcahuete del poder. Y, en tercer lugar, en el estadio mundialista, la
contra cumbre, hegemonizada por la presencia y el discurso de Chávez, al que voy
a llamar el populismo del siglo XXI.
A decir verdad, estoy convencido que estas dos alternativas al poder político y
económico del capitalismo para nada han modificado sustancialmente lo que eran
hace 30 años. La real novedad -y de ninguna manera es un mérito de ellas- es que
ahora podemos detectar su total impotencia y eso es un merito de nosotros, de un
nosotros aún incipiente del que creemos formar parte y que debemos seguir
inventando. Una de las claves de esta esterilidad contestataria consiste en que
el andamiaje discursivo del que se valen se acopla perfectamente al objetivo
central de las políticas subordinadas al Estado y a la economía que consiste en
borrar de un plumazo y para siempre la idea de que la política es una invención
colectiva de los pueblos y no una respuesta subordinada a las necesidades
-por más apremiantes y justas que sean- de la gente.
En efecto, esencialmente encadenada al Estado y a la economía el socialismo y el
populismo crecieron al amparo del anticapitalismo y el antiimperialismo. Para el
marxismo ortodoxo el capitalismo era el enemigo principal, y para el populismo
lo era el imperialismo. Sus diferencias fueron tomando cuerpo en el conjunto de
estrategias que se derivaban de esa jerarquía de importancia para señalar al
"enemigo principal". Pero eso ya es historia pasada, y su incapacidad para
implementar políticas emancipatorias es reconocida de manera indirecta por ellos
mismos cada vez que declaran que el imperialismo, el imperio o lo que sea, es
cada vez más poderoso y hegemónico.
Lo que quiero destacar es que esa impotencia tiene el único poder del gozan los
impotentes que es el de reproducirse y repetir siempre lo mismo con algún que
otro maquillaje. Esa reproducción se vio escenificada en el montaje de la
llamada contra-cumbre. Y de ésta sólo quiero ocuparme de la manifestación
organizada para desembocar en el acto central llevado a cabo en el estadio y el
discurso político que lo sostuvo, el de Hugo Chávez. En consecuencia, de la
vieja, ortodoxa y cadavérica izquierda vernácula no me voy a ocupar. Sólo quiero
remarcar que ésta, para diferenciarse, se alimenta de la critica al populismo y
que el populismo, a su vez, siempre se empecina de encasillar a quienes lo
combaten de pertenecer o utilizar los argumentos de la izquierda doctrinaria. Es
necesario romper este círculo a partir de un pensamiento y una acción, este
nosotros oscuro del que hacía mención al comienzo, que tenga la capacidad de
trazar una nueva línea divisoria, que ponga de un lado a todo el pensamiento
político dominante de la derecha junto con sus oponentes contradictorios
que no hacen otra cosa que obedecer a las mismas reglas del juego que le propone
el enemigo que dicen combatir.
También voy a dejar de lado el acceso por la vía del humor. Porque el tren del
Alba, sus pasajeros y los personajes de la escenografía mundialista dan para
eso. Soy un convencido que un humor severo y desplegado con rigor, tiene una
efectividad vital sobre la subjetividad política de la gente. Pero no manejo ese
arte y sospecho que si me aventuro caería en lugares comunes. Pero ¡es necesario
que otros mejor dotados lo intenten!
Mi estrategia se desplegará en tres tiempos: 1. El discurso de Hugo Chávez; 2.
El silencio sintomático y 3. El alba del nosotros.
1.- El discurso de Hugo Chávez.
Una de las características del discurso populista de esta época es la mezcla
indiferenciada. Es cierto que la mezcla y la falta de rigor teórico siempre lo
acompañó como un ingrediente propio, pero antes era necesario un cierto cuidado
en la mención de los "mezclados" porque eso podría traer problemas en la
constitución de su identidad, vital para distinguirse de otros populismos y de
su archienemiga la izquierda "teoricista" a la que se la acusaba de estar "fuera
de la realidad" y ser orgánica al sistema. No sólo al comienzo, lleno de
algarabía y festejos, sino en su desarrollo y conclusión, Chávez abrió la bolsa
del populismo del siglo XXI y de allí salieron en una mágica unión personajes
tales como Marx, Evo Morales, Mao-tse-Tung, Jesucristo, Bonasso, Tupac-Amaru,
D’elía, el niño Lazarito, Perón, Fidel Castro, San Martín, Eva Perón, Rosa
Luxemburgo, ex combatientes de Malvinas, Pérez Esquivel, José Martí, Hebe
Bonafini, Bolívar, Martin Luther King, Chomsky, Miranda, Artigas, Che Guevara, y
siguen los nombres. Nada hay de malo en rendirle homenaje a personas que uno
cree han sido luchadores por alguna causa ligada a la liberación de los pueblos.
Pero este no era el caso, aquí el llamado a estos nombres, algunos vivos, otros
muertos, muchos incompatibles entre sí, estaba destinado a sostener un discurso
en el que entraban todos para disimular que nada nuevo se estaba en condiciones
de decir. Porque eso es lo que desplegó Chávez, el museo del pasado, de las
políticas muertas, apelando al golpe bajo y cautivante del prestigio que en su
momento tuvieron esas políticas sostenidas, por ejemplo, por una Rosa
Luxemburgo, un Che Guevara o un Mao. Muchas políticas de extrema derecha han
usado y usan ese método que consiste en tomar nombres prestigiosos entre los
pueblos para neutralizarlos y disfrazar así el carácter reaccionario de su
política. Sin ir más lejos el partido nazismo en Alemania se llamaba Nacional
Socialismo.
Confundir todo, para de esa manera siempre caer bien parado en cualquier
situación, oportunismo que le dicen, es el horizonte general en el que se va a
depositar el populismo del siglo XXI. Y después, lo que desgraciadamente ya
conocemos. Como buen populismo hay que adorar al pueblo, aparecer como un
interprete fiel de sus necesidades, ser comprensivo con su sufrimiento, un
humanismo revolucionario. ¿Y quién mejor que nadie ha entregado el amor a la
humanidad, nos ha redimido, hasta convertirse en el primer socialista?
Escuchemos a Chávez: "Yo, cristiano como soy, siempre he dicho que el primer
gran capitalista de nuestra era fue Judas Iscariote, que vendió a Cristo por
unas monedas, y el primer gran socialista de nuestra era se llamó Jesús, el
redentor, el Nazareno crucificado…" (aclaro que todas las citas de Chávez se
extraen de la Trascripción del Ministerio de Comunicación e Información -de
Venezuela- difundida por el Congreso Bolivariano de los Pueblos). Entonces, por
debajo de los gestos ampulosos del venezolano, aparecen los contenidos reales de
este populismo: la religión. ¿Esto es lo nuevo? Ese horizonte de mezclas
exóticas empieza a rendir sus frutos, puesto que si D’elía y Bonazzo comparten
el cartel con Marx y el Che, ¿por qué no llamarlo a Jesús para que se tome su
revancha contra Judas derrotando al capitalismo? Chávez subestima, como todo Amo
bueno, a la gente.
El otro ingrediente de todo populismo son las FuerzasArmadas.
Siempre el mismo argumento: nuestros ejércitos tienen un origen popular porque
se formaron en la lucha por la independencia de los pueblos de América, pero
después, dice Chávez: "el imperialismo norteamericano penetró las Fuerzas
Armadas de nuestros pueblos, y formaron dictadores y enseñaron a nuestros
soldados a torturar, a desaparecer y a arremeter a nuestros propios pueblos…".
Pero Hugo Chávez nos da una luz de esperanza, porque parece que algunos
ejércitos que habían sido penetrados por los yanquis no les ha gustado esa
penetración y se han rebelado, por ejemplo el de Venezuela. Dice su presidente:
"…yo pertenezco al ejército venezolano que retomó las banderas de Bolívar y se
unió al pueblo para hacer una revolución". Además, está confiado, porque así la
pudo ver "en los ojos de ese soldado el brillo de la conciencia", esa conciencia
que se despertó cuando se le acercó y le dijo: "no te olvides que ese fusil que
tienes en el pecho es para defender al pueblo argentino…" está confiado, decía,
que en la medida en que los pueblos sigan avanzando en el camino de la
liberación definitiva de América "seremos cada día más acompañados de nuestros
soldados que son y deben ser siempre parte del alma de un pueblo".
Por supuesto que el tercer elemento infaltable de este "novísimo" populismo será
la patria. Al respecto diremos que la invocación a los valores de la
patria tenían que ser llevados a la unión de las patrias. La patria grande. Los
Europeos han abierto con su unión aduanera primero y luego la Comunidad Europea,
el camino que siempre los americanos, con Bolívar a la cabeza, habían aspirado.
Por supuesto que esto tampoco implica agregar nada nuevo a la vieja retórica del
nacionalismo vernáculo sobre el tema. Lo que sí desorienta es que el discurso
termine con la muy recordada consigna de los años 60/70: "Patria o Muerte,
venceremos". Y desorienta porque si, como lo vamos a ver enseguida, el objetivo
de la Revolución Bolivariana es enterrar al capitalismo en nombre del socialismo
del Siglo XXI, no se entiende que la alternativa sea la patria o la muerte. Pero
no hay que ser demasiado profundo para percatarse que el populismo de este
hombre no tiene escala ni medida de ningún tipo y puede decir cualquier cosa,
puesto que ya abonó el campo con una mezcolanza de personajes, ideas y estilos
digna de la posmodernidad más audaz. Basta fecundar el confuso imaginario de la
patria con el socialismo para engendrar al capitalismo nacional y popular, o de
Estado, como también se lo llama.
Veamos entonces con qué se teje realmente este neo-populismo del Presidente
Chávez, aplaudido y ovacionado a rabiar por el público que fue en busca
del espectáculo y del discurso que quería escuchar. Y lo escuchó. Ese populismo
es un rejuntado reaccionario de una esencia inmaculada llamada pueblo, anudado
con la religión, articulado profundamente con las Fuerzas Armadas y envuelto en
el manto sagrado de la patria. Que anuncia finalmente un destino: la muerte, la
muerte de toda posibilidad de que los pueblos inventen ellos, sin tutelas, las
ideas y las acciones de nuevas políticas de emancipación en una ruptura profunda
con todo ese cementerio.
Sin embargo hay algo que inquieta a los poderosos, al capitalismo imperialista.
Algo que según Chávez ha hecho que los EE.UU ya estén preparando alguna forma de
eliminarlo personalmente o erradicarlo del poder y, realmente, ya lo intentaron
sin éxito hace dos años. Es que la Revolución Bolivariana ha proclamado enterrar
al capitalismo en nombre del socialismo del Siglo XXI, coronando de esa manera
la tarea que empezó Jesús hace exactamente 2005 años.
A decir verdad, la oposición -realmente mesurada- de EE.UU, sumada a la palabra
socialismo con la que adorna su discurso, son las únicas cartas de
triunfo que exhibe a su favor el presidente de Venezuela para que se lo tome en
serio. Por eso quiero aquí ser muy cuidadoso.
Debemos recordar que una de las características del populismo es la de ser
atacado simultáneamente por dos frentes: la derecha marcadamente liberal y
"democrática" y la izquierda ortodoxa organizada bajo la forma de partidos.
Incluso -y el peronismo fue en este caso emblemático- llegan a formar alianzas
para combatirlo. Asimismo, la derecha "totalitaria" y nacionalista, siempre
exhibe una pata en común con el populismo, lo mismo que la izquierda que, a
falta de obreros en sus filas, concede "aflojarse" un poco e ir a buscarlos al
nido populista. Esto siempre provoca, en el seno e la vieja política, una serie
de de alianzas y configuraciones estratégicas para la conquista del poder o para
"acumular poder", bastantes conocidas por todos. Esto se ve en especial en los
países llamados subdesarrollados, que son los lugares típicos en donde se gestan
los populismos en razón de la existencia de una burguesía "nacional" impedida de
desplegarse en libertad por la acción del imperialismo y da lugar a que la
cuestión nacional y de las patrias, presten un marco de cierta unidad para una
alianza táctica con los obreros y el pueblo explotado. De allí la formación de
los Frentes de Liberación Nacional y Social.
¿Por qué recordar todo esto? Justamente porque se recuerda lo que ya pasó. Lo
que se dijo en el párrafo anterior es un típico análisis basado en una
concepción de la política que nosotros declaramos muerta. Muerta para
involucrar a los pueblos en una nueva subjetividad rebelde y emancipadora, pero
bien viva para seguir funcionando como la alternativa del sistema para
conservar al sistema. Es un análisis típicamente "clasista" que sostiene que
la política es una simple expresión de la lucha de clases, de la economía, y
hace de los partidos y los movimientos que dirigen los partidos los lugares
exclusivos de la política, a la que se la dota de un solo objetivo: conquistar
el poder del Estado para luego "cambiar el mundo". ¿Habrá que recordar
nuevamente que todo eso se cayó estrepitosamente? ¿Tendremos que repetir una vez
más que esa gran invención política ya dejó su traza extraordinaria, y también
sus desastres, en el siglo XX, porque fue la subjetividad política con la que se
plasmaron las luchas emancipatorias de los pueblos? Pero ¡ya basta!
Llegó la hora de recordar a Marx cuando él, recordando a su vez a Hegel, decía
que la historia se da una primera vez como tragedia pero se repite como farsa.
La contra-cumbre del Alba: la farsa. Pero tengamos cuidado porque las políticas
de derecha, cuando se repiten, suelen ser más sutiles que las de izquierda
puesto que transforman a sus contendientes del pasado en la mano ejecutora de su
presente. Y todos sabemos que los socialismos en Europa y los populismos en los
países emergentes han llegado al poder para realizar la más despiadada tarea de
integrar y subordinar a sus países al reino unificado del neoliberalismo
mundial, tanto económica como militarmente.
Entonces, el colmo de la ingenuidad (¿ingenuidad?) es creer que vociferar la
palabra socialismo o contar con la oposición de los EE.UU, basta
para prestigiar a una política o a un gobernante con las virtudes de una nueva
aurora o de un venturoso porvenir. Hoy la palabra socialismo no significa nada,
incluso para Marx, Lenin y Mao el socialismo fue siempre una figura oscura y
difusa, una "transición" siempre resbalosa, puesto que lo que ellos fundaron fue
el comunismo, palabra, por otra parte, sintomáticamente sacada de
circulación por estos personajes y del lenguaje político contemporáneo ¿Por
qué?: porque fue el comunismo y no el socialismo la figura subjetiva de la
política de los revolucionarios desde el 1848. Lo que hoy sí podemos constatar
es que el Partido Socialista Obrero Español, con Felipe González a la cabeza,
cuando llegó al poder en España, produjo una verdadera revolución capitalista en
su país y, entre otros obsequios le regaló a EE.UU el ingreso de España a la
OTAN. Por supuesto que todos recordarán la preocupación y alarma que mostraban
los yanquis en aquella época ante la posibilidad de una España…socialista. ¡Por
favor! Nadie puede ignorar que desde hace 25 años lo que hizo Felipillo se
repitió en todos los lugares en donde un socialista o un populista agarraron el
poder.
Por otra parte, que EE.UU esté a favor o en contra de un gobierno tiene aún
menor entidad para calificar a una política o a un gobierno, que el desgastado
rótulo "socialista". Baste recordar que Hussein, que se declara laico y
socialista en medio del poder religioso de los fundamentalistas árabes, no es un
obstáculo para contar con el apoyo de EE.UU en su disputa contra Siria, e
incluso lo surte de pertrechos militares. Pero cuando los intereses estratégicos
o coyunturales de Norteamérica así lo exigieron no vaciló en acusar al mismo
personaje de ser su enemigo principal.
Pero Chávez tiene un problema adicional que, por ejemplo, no lo tiene en este
momento la izquierda principista. Y es que Chávez tiene el poder del Estado en
Venezuela y, además, se jacta que cuenta con unas fuerzas armadas totalmente
fundidas con su proyecto y no se cansa de repetir que el pueblo lo ha confirmado
con su voto nueve veces en los últimos siete años y que ha reducido a escombros
a la vieja rosca oligárquica de los partidos del sistema. ¿Entonces? En vez de
venir a gritar a Mar del Plata que hay que enterrar al capitalismo ¿Por qué no
lo hace en su país? Es que el socialismo para Chávez no es otra cosa que un
programa "progresista" de asistencialismo a las necesidades perentorias de la
gente más castigada, y el desarrollo de un capitalismo de Estado fuertemente
entrelazado con algunas multinacionales -REPSOL, por ejemplo- y sustentado en
una coyuntura internacional muy favorable derivada del conflicto en Medio
Oriente y que pone a Venezuela, cuyas reservas de petróleo son enormes, en una
posición estratégica importante frente a los tradicionales países dominantes.
Inútil esperar que del extenso discurso de Chávez en la contra-cumbre pudiera
salir algo que anuncie un nuevo comienzo, un Alba, una aurora, para las
políticas de emancipación. ¿Pero existe lo nuevo?
2. El silencio sintomático.
El 1 de enero de 1994, el mismo día en que México firmaba el NAFTA, que es
el ALCA para los países de EE.UU., Canadá y México, irrumpe en el Estado de
Chiapas, México, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Conmoción
en los centros del poder de esos países, y la confesión oficial de los
gobernantes de ese entonces fue que los Zapatista les aguaron el festejo.
Sin embargo han sido los grandes ausentes en el circo que armó Chávez y en sus
muchas horas de oratoria, ni una mención, ni una salutación, nada de nada.
Silencio, ese silencio que dicen "habla más que mil palabras". ¿Por qué ese
silencio? ¿Habrá pensado que bastaba con la parte de su discurso en el que
ensalzaba a Evo Morales (considerado por las organizaciones populares no
partidistas de los Altos de la Paz como un entregador de las luchas del pueblo
de Bolivia a cambio de la Presidencia vía las elecciones) que termina diciendo
"¡qué vivan los indios de América!"? No. Hay profundas causas para sostener ese
silencio, y es que la experiencia política en el pensamiento y la acción que
lleva delante de manera colectiva el movimiento zapatista está abriendo,
trabajosamente, ese nosotros que se instala a una distancia insalvable
de la "política" del populismo del siglo XXI. Es lo nuevo a distancia de lo
viejo. Es una apuesta al borde del abismo frente a las viejas certezas del orden
constituido. Los zapatistas han logrado trazar desde la particularidad de su
lucha una línea divisoria frente a la cual los tres escenarios de la Cumbre de
las Américas: el poder en el Hermitage, la vieja izquierda dogmática de los
partidos frente a las vallas y el populismo de Chávez en el estadio, quedan
sólidamente unidos y atravesados por una misma lógica.
Esta es la profunda razón del silencio: la impotencia no puede nombrar a aquello
que denuncia su esterilidad cadavérica.
También existió otra manera de silenciar mucho más sutil. Porque en Mar del
Plata también se dieron experiencias minoritarias de un número muy
grande de actividades y desenvolvimientos políticos alternativos. Pero Chávez,
que del poder del Estado y sus vericuetos sabe mucho, ya venía preparando el
acto desde hacía tiempo, con Maradona y su entrevista con Fidel Castro, y fue el
encargado, con la complicidad de todo el aparato mediático, de aplastar todo lo
que se dio por fuera del formato de "su" acto.
Pero ¿qué dicen los ignorados en el discurso de Hugo Chávez? Marcos, hablando
del Zapatismo dice: "Nuestra propuesta política es la más radical que hay en
México (y tal vez en el mundo, pero es pronto para decirlo). Es tan radical que
todo el espectro político tradicional (derecha, centro, izquierda y los otros de
uno y otro extremos) nos critican y nos deslindan de nuestro ‘delirio’".
Afirman que "no son las armas las que nos dan radicalidad; es la nueva
práctica política que proponemos y en la que estamos empeñados con miles de
hombres y mujeres…". Se proponen ser "una fuerza política cuyos
integrantes no desempeñen ni aspiren a desempeñar cargos de elección popular o
puestos gubernamentales en cualquiera de sus niveles. Una fuerza política que no
aspire a la toma del poder. Una fuerza que no sea un partido político".
Basta esto solamente para entender que el Zapatismo no podía estar en la
bolsa de los personajes y organizaciones que desparramó Chávez. Esta manera de
pensar-hacer la política trae consecuencias inéditas al momento de ser fieles a
su puesta en marcha. Trae también una riqueza de incertidumbre sobre sus propios
efectos. Despierta la inventiva de la gente. La del populismo es una política
del Estado, del Amo, del que viene a salvar al pueblo de su sufrimiento, el que
lo interpreta en sus anhelos y necesidades. De los partidos y movimiento que
ordenan, que bajan línea, que "conducen". En cambio, para el Zapatismo,
"nunca más apostaríamos nada a una institución del Estado ni a los partidos
políticos que se disputan su conducción" La nueva política no viene a
decirnos qué hay que hacer. Dicen los zapatistas: "El objetivo de la otra
campaña es escuchar a todas las personas" […] "no es ir a tirar línea, ni
promover la lucha armada. Es preguntar a la gente qué piensa" […] "un
espacio de escucha, uno nuevo, sin precedentes, muy otro como decimos los
zapatistas; un espacio que es lugar donde la palabra del otro nace, donde agarra
su modo, la manera de nombrar la injusticia, la explotación, el desprecio, la
represión, la discriminación, el dolor y también su manera de nombrar la lucha,
la resistencia, el no dejarse, no rendirse, volver una y otra vez sobre lo que
nos pertenece legítimamente: la democracia, la libertad y la justicia".
¿Podemos ver aquí una variante más de lo mismo o es la irrupción de algo
radicalmente distinto? El trío de posturas que describí en la geografía de Mar
del Plata ¿estaría dispuesto a construir su política a partir de lo que piensa
(¡ojo, leer bien, lo que piensa no lo que opina!) la gente?
¿Estaría dispuesto Chávez, en vez de hablar horas y horas para no decir nada
nuevo ni sustancial, a escuchar la manera en que la gente nombra la
injusticia, la explotación, la resistencia, la libertad, etc.? ¿Se enteró su
política de lo que piensa la gente? Seguro que tampoco se enteró que hay una
nueva consigna que recorre el mundo y que está destinada a personajes como él y
como Bush y que dice sencillamente: "no en nuestro nombre".
Este silencio sobre el Zapatismo, nada más y nada menos que en una cumbre de los
pueblos contra el ALCA, es sin duda el signo de lo viejo y de la impotencia.
Podríamos decir que el Chavismo es la política entendida como la quiere el
capitalismo: pura gestión del Estado, un programa de gobierno legitimado por el
voto de la gente cautiva de esta "democracia"; mientras que el Zapatismo es una
posibilidad que busca inventar con el pensamiento de la gente nuevas formas
políticas de emancipación.
Hay una incompatibilidad de fondo entre pensar la política como gestión de las
necesidades o pensarla como una invención colectiva en cada momento histórico de
la idea misma de emancipación. Ahora bien, en el discurso de Hugo Chávez hay una
perla que sirve para comprender esta distancia insalvable. Chávez cita una frase
que John Kennedy dijo en vísperas de lanzarse la Alianza para el Progreso hace
44 años atrás y que decía: "Hay una revolución en el Sur, y la causa de esa
revolución es el hambre, es la pobreza, no es el comunismo". Esta es la visión
del capitalismo, su manera de entender la política, es decir, la subjetividad
política que quiere imponer en el mundo: la lucha política de los pueblos no
es por ideas, por principios en los que se juega el destino colectivo de la
humanidad, sino que es la consecuencia de necesidades básicas insatisfechas. Los
pueblos no se levantan por el comunismo que es una idea, un pensamiento,
algo que afirma en acto la humanidad del hombre. No, para el yanqui los hombres
se mueven, igual que los animales, porque tienen hambre. De ahí que la política
se debe convertir en la administración de las necesidades y el equilibrio -según
muy variadas recetas- de la lucha entre intereses. La política debe subordinarse
a la economía, hay que desterrar la política como pensamiento. El cuerpo humano
está condenado al sufrimiento o al consumismo, jamás al pensamiento.
Como consecuencia de ello, nos recuerda el venezolano, Kennedy propuso la
Alianza para el Progreso que volcó 20.000 millones de dólares, no como un
préstamo a devolver sino como una inversión para erradicar el hambre y la
miseria de América Latina. Según ese plan, recuerda Chávez: "Kennedy propuso
reforma agraria, entrega de tierra a los campesinos […] cobrar impuestos a los
más ricos, para redistribuir los ingresos. Kennedy dijo -con una claridad
impresionante, desde su punto de vista, por supuesto- : ‘Los que le cierran
el camino a la revolución pacífica, le abren al mismo tiempo el camino a la
revolución violenta…’y llamó a los pueblos a hacer una revolución
pacífica". Momento delicado porque estaba hablando flanqueado por la
delegación cubana, así que aclaró las veces que pudo que él no era kennedysta ni
mucho menos, recordó la invasión a Cuba en la Bahía de los Cochinos, etc. y
siempre que lo citaba hacía una aclaración que rezaba: "desde su (el de
Kennedy)punto de vista, por supuesto". ¿A qué viene todo esto? A que en
definitiva la propuesta de Chávez es exactamente igual a la de Kennedy. Primero
empezó a tirar datos económicos de intercambios comerciales y convenios que
llevaba adelante su gobierno con otros de la región, indicando que si se hacían
algunas cuentas referidas a porcentajes de financiación, tiempo, tasas y
descuento de porcentajes, quedaba en limpio que Venezuela estaba prestando al
resto de los gobiernos dinero a un interés casi irrisorio. Por eso finalmente
propone a la contra-cumbre su proyecto "La Alianza Contra el Hambre" el "ALCHA".
Y no podía esperarse otra cosa. El populismo del Siglo XXI, que en definitiva es
el de siempre, pero ahora inofensivo y taponando toda nueva política de
emancipación, se presenta en el mismo dispositivo teórico (la política es un
medio para satisfacer las necesidades básicas) y práctico (una alianza para
combatir el hambre) que el que "con una claridad impresionante" aventuró el
imperialismo hace medio siglo. Chávez, envuelto en el torbellino de su "estar en
contra" nunca podrá percatarse que su constante y compulsiva aclaración cuando
citaba a Kennedy: "desde su punto de vista, por supuesto" intentaba recubrir la
inconfesable realidad: "desde su punto de vista, por supuesto" que es
idéntico al mío.
Por último quisiera señalar que ese gran ausente, muestra una novedad o, mejor
dicho, repone una virtud de las grandes políticas de emancipación, y que es la
de erradicar el número como criterio para decidir o valorar el
significado de cualquier política. Pero también, y en este caso es bien patente,
la de construir un tiempo propio, autónomo del ritmo del sistema. Como el
sistema intenta reducir la política a la economía, a un programa económico, es
el pulso del mercado y sus necesidades el que termina marcándole el compás a la
política. Y si a esto le sumamos el empeño de los manifestantes que marcharon a
Mar del Plata en ser los héroes de lo "anti", de lo "en contra", etc. veremos
sin dificultad que los acontecimientos que nos ocupan fueron siempre manejados
por el Amo.
En nuestro país, estaba todo triste y parado después de las elecciones del 23 de
octubre. Sabemos que no hay cosa más paralizante de las energías inventivas para
pensar-hacer la política que los dispositivos electorales que nos mandan elegir
y votar como el acto supremo de la vida política. No voy a repetir los
argumentos por los cuales considero que la "democracia" así presentada es la
ideología política del sistema mundial capitalista, y que hasta que no se ponga
en cuestión ese tema vamos a seguir encerrados en el mismo círculo. Pero vale la
pena recordar que todas las variantes políticas que se dieron cita en Mar del
Plata, cumplieron religiosamente y sin chistar el sacrosanto acto de ir y votar,
poniendo así el sello invisible, pero que entraña un cerrojo de hierro, que
sanciona la aprobación unánime de este sistema político. ¿Por qué no hubo la
misma energía para repudiar ese bochorno electoral? Pregunta ingenua la mía,
¡cómo van a ir contra las elecciones, la representación, los partidos, etc., si
ellos viven de eso! Pero vino Bush, y entonces salimos contra Bush; porque el
ALCA es un proyecto de EE.UU, salimos contra el ALCA; cuando estemos presionados
a firmar un acuerdo con los banqueros del FMI, saldremos a protestar contra el
FMI. El resultado de todo esto es que siempre giramos en torno a lo que
supuestamente queremos modificar. Así salimos de la esterilidad del voto
"democrático" y nos metemos en la esterilidad de un acto cuyo único contenido es
ratificar que estamos en contra.
Al final de este trabajo voy a aclarar que no se trata de estar en contra de los
que están en contra, pero de lo que no me cabe duda alguna es que si a un acto
político uno va sabiendo de antemano lo que quiere escuchar, y lo escucha, y si
al regresar nada nuevo se ha producido en la manera de pensar, si todo fue como
uno lo preveía, entonces, repito, no tengo ningún empacho en decir que eso es
políticamente estéril. Y quizás sea hora de reflexionar si no es mejor no hacer
nada cuando uno no tiene nada nuevo que ofrecer a seguir repitiendo
machaconamente lo mismo. Los zapatistas abren ciertos lapsos de "silencio" para
pensar en común lo que están haciendo o se proponen hacer.
Quiero coronar con dos citas de Marcos, una referida al número y la otra al
tiempo, para ir perfilando algunas ideas que se tejen del lado de este
nosotros, y que pueden ayudar a entender porqué el EZLN fue el gran ausente
de la cumbre de los pueblos y en especial del discurso de Hugo Chávez.
El número:
"La lógica mediática y la lógica cuantitativa de que una organización es
importante por el número de gente que tiene no pega con nosotros". El tiempo: "Habíamos aprendido que no debíamos nuncasujetarnos al tiempo del
poderoso, sino que teníamos que seguir nuestro propio calendario e imponerlo al
de arriba. Así lo seguimos haciendo. Por eso se desesperan con nuestro modo".
3. El alba del nosotros.
No soy ni somos zapatistas. Creo ver en esta inédita experiencia un horizonte
común y difuso a la vez, en donde compartimos unos pocos principios sobre los
que creo se puede pensar-hacer, hoy y aquí, un camino para reinventar una nueva
subjetividad política emancipativa. Este nosotros no debe construirse y
alimentarse en la simple oposición a las viejas políticas. Si nosotros
hiciéramos con la política de los viejos partidos de izquierda y del populismo
lo mismo que le criticamos que ellos hacen respecto a la política del sistema,
entonces seríamos una simple variante de aquello con lo que queremos romper. Y
nosotros aspiramos a romper en serio.
Es por eso que no estamos en contra de lo viejo, sino a distancia. La
distancia es un modo muy diferente del de la negación por oposición. Ponerse
a distancia significa la necesidad de marcar un lugar para que la
distancia tome cuerpo, se haga real. Si no se inventa ese lugar es imposible
medir la distancia. En cambio, la oposición nunca puede fundar un espacio
propio, nunca puede producir una distancia real, porque al menor intento
de separación pierde toda su fuerza y razón de ser puesto que se separa de la
misma fuente que lo alimenta. Con lo único que cuenta es con cierta libertad
para cambiar los personajes que ocupan los lugares de la estructura en la que
convive. Al que está arriba podrá ponerlo abajo, así vivirá la ilusión de que
está combatiendo al dispositivo, pero la esencia del dispositivo consiste
precisamente en mantener que siempre haya un lugar arriba y otro a bajo.
En lo que se refiere a la distancia la dificultad estriba en que no debe
pensarse como una exterioridad respecto a aquello de lo que quiere
distanciarse, sino que debe tratarse de una distancia inmanente. A los
efectos del tema que nos convoca quiere decir que el nosotros se ubica en
el interior mismo de la situación política y desde allí opera. Por
ejemplo, nosotros no haríamos jamás campaña contra la cumbre de los pueblos,
contra el repudio a Bush, etc. Haremos otra cosa o no haremos nada. Todo
dependerá de la potencia que vaya adquiriendo ese nosotros.
La fuerza de esta crítica al discurso populista de Chávez mide la distancia que
nuestra política pudo construir para no coincidir con su proyecto político. No
se alimenta del anti-populismo. Nosotros planteamos la política a distancia del
Estado, pero eso no significa estar en contra del Estado, ni afuera del Estado
ni ignorar el Estado. El sentido profundo de esa consigna consiste en que el
Estado impone una determinada manera de entender y practicar la política (la que
hoy hacemos sin darnos cuenta, como si fuera algo natural) pero nosotros
queremos otra. Nuevamente, dependerá de la potencia que pueda tener la invención
de esa otra que se producirá una distancia real con las políticas de
Estado. Siempre será en situación, es decir, ante un problema real planteado,
que se podrá medir la capacidad de una nueva política de marcar su distancia
con lo viejo.
En consecuencia nada tenemos que objetar y alentamos todas las medidas que tome
Chávez en Venezuela en caminadas a mejorar las condiciones de existencia del
pueblo venezolano. Para nosotros eso es una obligación y no una gracia,
teniendo en cuenta que desde 1789 los Estados modernos han declarado la igualdad
de todos los ciudadanos y eso conlleva la exigencia de que el Estado sea para
todos y no para algunos. Por el contrario, respecto a lo que mantenemos una
distanciairrenunciable es al pensamiento político populista del
Chavismo, en la medida en que intenta hacer pasar esas medidas como las pruebas
irrefutables del carácter supuestamente emancipador de su política. Para
nosotros esas medidas (por otra parte ínfimas respecto al potencial real del
Estado y la verborrea del enterrador del capitalismo) no tienen nada que ver con
la emancipación y si mucho con la gestión.
Resumiendo, para estar en contra no hay que inventar nada, el plato
siempre lo sirve otro; en cambio, si queremos practicar la política a
distancia, entonces si no se inventa nada nuevo la distancia será
inexistente. Nosotros queremos subvertir la política, esto quiere decir abrir
una distancia con la existente. Y esto no es fácil. Sin embargo esta
escritura es testimonio de que algo está pasando en la política. Es un efecto
real de un nosotros que va tomando cuerpo y que tiene sus señales débiles
y muchas veces no tan débiles. Incluso ese nosotros nos trae mensajes y
advertencias que dicen que deberá organizarse de una manera inédita, inédita e
incomprensible para la vieja política que ha confundido a la política con la
organización (el partido) a tal punto que cree que si la política no es de un
partido no es política. Ha fundido la política con el partido.
Los zapatistas parecen intuir algo parecido a esta aurora. Ellos creen que son
"el síntoma de algo más grande que está pasando en todo el mundo"[…]
"A todos corresponde ya definir esto y darle rumbo, se puede llamar como se vaya
a llamar, pero el Zapatismo como lo que ocurrió en 1994, en toda la guerra de
palabras que se ha llevado desde entonces, es el síntoma de algo más que está
pasando en Sudamérica, en Norteamérica, Europa, Asia, África y Oceanía".
Para entusiasmarnos aún más con este nosotros incipiente que recorre
el mundo, podemos constatar que nuestras dificultades parecen ser las propias a
toda situación cercana a un alumbramiento. Como se puede comprobar sin
dificultad alguna, el Manifiesto Comunista de 1848 es una crítica radical
a la política tal como se la había entendido hasta ese momento. Sin embargo,
Marx, en 1843 se encontraba desorientado respecto a la manera y el rumbo que
tomarían las "nuevas ideas". Escuchemos lo que le escribe en ese año a su amigo
Ruge: "Aún casi mayores que los obstáculos externos parecen ser las
dificultades internas. Pues si no media duda alguna en cuanto a ‘de dónde
venimos’, reina en cambio, gran confusión acerca de ‘hacia dónde vamos’. No sólo
se ha producido una anarquía general entre los reformadores, sino que cada cual
se ve obligado a confesar que no tiene una idea exacta de lo que se trata de
conseguir". Así es, es más fácil tener en claro aquello que ya no va más,
ese cadáver que nos reveló la contra cumbre de Mar del Plata, que el rumbo de lo
nuevo, de lo que hay que inventar.
* Director de la revista acontecimiento, integrante del Grupo
Acontecimiento.
Nota: Todas las citas del Zapatismo han sido sacadas de los números 16 y 29/30
de la revista acontecimiento.