En la era del capitalismo postfordista global, de la Tercera
Revolución Industrial, de la biotecnología y del biopoder imperial, el
movimiento político-social lanzado sin política por la CTA debe redescubrir y
redefinir la política y lo político, primero como una acción colectiva
que pone a las palabras, los discursos, las consignas y las emociones en línea
directa con la acción autónoma, con la praxis transformadora, y
segundo, como un movimiento político y un movimiento de política que pone el
debate y la definición de la acción política por encima de lo
político-electoral. La primacía de lo político-social por sobre lo
político-partidario debe ser la gran bandera histórica del nuevo
movimiento contrahegemónico. El movimiento está más allá y más acá de
las palabras y más allá y más acá de los partidos políticos y del Estado,
porque su ética es la acción concreta, su fe es una fe combativa
y su horizonte y su perspectiva son más amplios que los tradicionales, y
porque está cerca, con y para los trabajadores, con sus necesidades,
con sus luchas, con sus valores, sus dudas, sus miedos y con sus esperanzas.
Los militantes populares debemos entonces iniciar y/o apurar el éxodo
hacia una nueva forma –absolutamente distinta- de entender y hacer política.
El movimiento entiende la relación local-latinoamericano-global como una
interrelación dinámica y compleja que debe ser encaminada políticamente hacia
la emancipación a través del desarrollo de una transversalidad autónoma
plural antagonista.
No le queda otra al movimiento y a las luchas. La repetición y el eterno
retorno de sus lugares comunes ideológicos, sus acciones sectoriales
defensivas de retaguardia sólo servirán para terminar de debilitar y destruir
el poder que les queda a las viejas y nuevas organizaciones del campo popular,
y para terminar de hambrear, empobrecer y embrutecer a los sectores populares.
Nuestro objetivo político es llevar al movimiento por un camino
realmente contrahegemónico, federal, popular, pluralista, latinoamericano y
globalifóbico, altermundialista. Sólo un contrapoder político-social en
acción puede realizar nuestros sueños y conquistar –para todos- un futuro
distinto.
Tal como afirma el educador zapatista John Holloway, para conquistar hoy
una vida social distinta debemos desarrollar un antipoder político-social
amplio, autónomo, solidario e inteligente que nos permita ser tan fuertes como
para disolver el poder político-económico-ideológico hegemónico y
afirmar nuestra política. Se trata de cambiar completamente la correlación
de fuerzas. Así, se puede hoy cambiar el mundo sin tomar el poder.
Debemos salir de una idea simplista y esclerótica del movimiento político,
social y cultural, porque en un primer plano, el movimiento debe entender
las luchas sociales como directamente políticas y es por eso que hablamos
de lo político-social autónomo y alternativo como lo auténticamente
político. En este sentido, la línea del movimiento debe ser la acción directa,
la iniciativa popular, la consulta popular y la democracia directa, tal como
ya se vienen dando las luchas a nivel nacional, regional y global. El caso de
los zapatistas mexicanos, de los indígenas bolivianos, de los sin tierra de
Brasil, el plebiscito en Uruguay para defender el agua potable y el hecho
histórico del plebiscito de Chávez para afirmar la revolución bolivariana son
ejemplos válidos que han demostrado hartamente su eficacia política. La
democracia directa es la palanca de desarrollo del poder constituyente de las
multitudes populares, del poder que tienen los trabajadores, el proletariado
social, para constituir una realidad económica, política, social, cultural y
moral distinta. El movimiento es entonces, esencialmente el encuentro
autónomo de distintas organizaciones político-sociales en y para la
acción directa y la democracia directa. El movimiento es un encuentro abierto
y horizontal de militancia social (político-social) que, al debatir su
política, empieza a constituirse como un movimiento de poder popular.
La praxis autónoma es la utopía en acción.
Los tiempos del movimiento deben ser los tiempos del encuentro autónomo y
de la reorientación de las luchas cotidianas de los trabajadores y de los
pobres, por eso nuestra política debe ser de acción directa y de democracia
directa: porque los pobres, los desnutridos, los chicos con hepatitis y los
enfermos no pueden esperar ni respetar los tiempos de los sindicatos
conservadores, de los partidos políticos y de la democracia representativa
liberal y electoral. El tiempo biopolitizado y permanente de la liberación
debe oponerse al tiempo hegemónico del Estado, los partidos y el mercado.
Las fábricas recuperadas por los trabajadores, los foros sociales, los
paros y las movilizaciones, las acciones autónomas y solidarias de la
multitud, la Asamblea por la Vida y la Asamblea Pedagógica, las retenciones
con asambleas docentes son claramente hechos políticos mucho más políticos
y democráticos que la "política" del Estado, de los partidos y del
capital. Se trata de agrandar, desplegar, afirmarse y despegar
en este camino.
El movimiento político, social y cultural ya está en marcha, porque hay
una multitud de militantes haciendo cosas distintas. El problema es que están
aislados, limitados, divididos y fragmentados. Se trata de encontrar,
coordinar, conectar y potenciar las luchas. Esta debe ser su política.
En un segundo plano de la dinámica del movimiento, cada militante
tiene la libertad de hacer o no una opción político-partidaria. El movimiento
puede debatir también qué condiciones ético-políticas exige a sus
militantes. Puede también alentar la formación de frentes político-electorales
democráticos, sin subordinar ni someter las organizaciones del movimiento a lo
político-partidario y forzando al frente político-partidario a respetar un
plataforma o un programa político mínimo transitorio elaborado o alentado por
el movimiento. Pero en la era de la globalización capitalista postmoderna y en
la era de la crisis estructural de los partidos y de la representación
política tradicional, empujar al movimiento a la lógica y a los tiempos de
los partidos, es llevarlo y llevarnos a todos a la eutanasia política y
social.
Un sujeto político colectivo no es sólo su idea, es su estrategia y
sus tácticas; o sea, que un sujeto político es su política, su acción
política concreta y real. La subjetividad o la subjetivación es la política
–la acción, el hacer- de la subjetividad. La concienciación es la
conciencia (política) con organización (–o sea con una estrategia- política).
Traduciendo políticamente hoy los conceptos de partido, derribe y gobierno
provisional por los de movimiento político-social (contrapoder popular),
disolución del poder, y estrategia, releamos este párrafo de Lenin: "Si el
pueblo se ha divorciado del gobierno y las masas han adquirido conciencia de
la necesidad de establecer un nuevo orden de cosas, un partido que se ha
impuesto como fin derribar al gobierno reemplazará al antiguo, al que haya
sido derribado. Surge el nuevo problema del gobierno provisional
revolucionario. Para resolverlo plenamente, el partido del proletariado
consciente debe dilucidar: primero, la significación del gobierno
provisional revolucionario en la revolución que se está desarrollando y en
toda la lucha del proletariado en general; segundo, su actitud frente
al gobierno provisional revolucionario; tercero, las condiciones precisas de
la participación (de los militantes populares, hacemos la aclaración,
MC) en este gobierno; cuarto, las condiciones de la presión sobre dicho
gobierno desde abajo, en el caso de que no participe en el mismo (la
militancia popular). Sólo dilucidando todas cuestiones, la conducta política
del partido en este sentido será una actitud de principio, clara y firme" (V.I.LENIN,
Dos Tácticas, 1905).