La Izquierda debate
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7 ideas sobre política, democracia y construcción del sujeto revolucionario a principios de siglo
Joan Tafalla
Rebelión
(Intervención en el Convenio de la Rete dei Comunisti, del 24 de septiembre en Roma sobre Hegemonía y política en la época del conflicto de clase global")
1.- Comunismo en el siglo XXI.
Parto de la hipótesis (podéis llamarlo deseo, si queréis) de que en el siglo XXI
el comunismo será de nuevo un gran movimiento social de masas de carácter
planetario. De que volverá a ser el más peligroso enemigo del sistema
capitalista. De que saldrá el carácter marginal en que se ha sumido (con
excepciones de mérito) tras los grandes cambios del escenario político y social
mundial experimentados desde mediados de los años setenta.
1989 fue solo una epifenómeno de esos grandes cambios. Fue la expresión concreta
de un proceso mucho más profundo y complejo: los cambios en las formas de la
producción producidos por la oleada mundial de la lucha de clases de los años
sesenta-setenta, acabaron en una derrota del movimiento obrero en occidente, y
modificaron profundamente su composición de clase, y mostraron las limitaciones
del socialismo burocratizado del este para competir con el capitalismo.
Para hacer realidad la hipótesis y/o deseo expresado más arriba, no es
suficiente la voluntad de los comunistas que aún permanecemos organizados en
diversas y dispersas organizaciones que parecen los restos del naufragio de una
formidable flota que antaño fuera el terror de los mares. Para hacer realidad
esa hipótesis, la nostalgia de los viejos y buenos tiempos es un estorbo.
Para hacer realidad esa hipótesis es preciso acertar en el diagnóstico de lo
acontecido y trabajar con arreglo al principio de realidad. Para hacer realidad
esa hipótesis es preciso que las condiciones objetivas (más preñadas de
comunismo que nunca) se correspondan con la lenta, laboriosa, capilar,
acumulación de fuerzas, interna al movimiento de clase, democrático y
antiimperialista.
También para es preciso que hagamos de pontífices (en el sentido que le daba el
Luckács maduro: constructores de puentes entre generaciones[1]) con el fin de
poder trasladar el patrimonio de la tradición a los nuevos movimientos. Una
tradición que no sólo ha sufrido una cesura intergeneracional y la más
prolongada campaña anticomunista de la historia, si no que además debe ajustar
cuentas con algunas experiencias del Novecientos que no han servido para
afianzar el socialismo en el mundo y que, a pesar de su autoproclamada
ortodoxia, eran no sólo una heterodoxia, si no, a veces una verdadera novedad
absoluta respecto a las idea de Marx. Por eso es doblemente importante la tarea
de construir puentes entre las actuales generaciones y la tradición
democrático-revolucionaria de Marx.
En esta intervención me atendré solamente al problema de la relación entre
comunismo y democracia y a la tarea de la transmisión de la tradición
democrático-revolucionaria interrumpida.
2.- Comunismo y democracia.
Históricamente considerada, la reivindicación democrática es idéntica a la
reivindicación del socialismo. Así lo afirmaba Engels en 1845: "La democracia de
hoy día es el comunismo"[2] y Lenin en 1916:"… es imposible un socialismo
victorioso que no realizase la democracia integral, del mismo modo que el
proletariado no puede preparar la victoria sobre la burguesía si no desarrolla
una lucha revolucionaria, amplia y consecuente, por la democracia"[3]. Por
ejemplo.
En los siglos XVIII, XIX y parte del XX, para las clases dominantes, tanto para
la aristocracia feudal como para la burguesía ascendente, la democracia era
sinónimo de "anarquía" o de comunismo (ley agraria lo llamaban en Francia o "levellers",
o sea niveladores en Inglaterra).
En el breve periodo en el que el proletariado accedió al poder en la revolución
francesa (Engels)[4], la democracia surgió como movimiento entre los sans-culottes
y los jacobinos. Surgió no como forma institucional o de estado sino como
movimiento de las clases trabajadoras y populares urbanas y como movimiento
campesino. Ambos movimientos eran democráticos, atendiendo a su composición de
clase, y eran autónomos respecto del proyecto de la burguesía de establecer un
sistema económico social capitalista y un sistema político
liberal-representativo. El desarrollo de la lucha de clases saldó el tema con la
consolidación del capitalismo como modo de producción y de la burguesía como
clase dominante. Pero ese fue un resultado concreto de la lucha de clases y no
era preciso que acabase de ese modo.
De los entrañas de estos movimientos democráticos, de clase y revolucionarios
autónomos con respecto de la burguesía surgió el comunismo. El hilo conductor
entre Mably, Rousseau, Robespierre, Babeuf, Buonarroti, Blanqui y Marx y Engels
está plenamente establecido históricamente[5].
En 1848 la conquista de la democracia era identificada por el Manifiesto
Comunista como la "elevación del proletariado a clase dominante"[6]. Nada nuevo
bajo el sol: Aristóteles ya lo dijo en su Política, aunque con una intención de
clase opuesta a la de Marx y Engels[7]. Por otra parte el Manifiesto afirma que
los comunistas forman parte del movimiento democrático[8].
La Comuna de Paris fue un intento heroico y profético para implantar una
democracia proletaria. Por otra parte, fue la última aparición pública de la
tradición democrática- republicana francesa. Engels caracterizó la Comuna como
la "forma por fin encontrada" de la dictadura del proletariado[9]. Dictadura del
proletariado que no era concebida de otro modo que como un periodo corto y
excepcional para establecer la democracia o poder del proletariado.
Los soviets rusos y húngaros y los consejos obreros italianos y alemanes fueron
experiencias democráticas ligadas directamente a la lucha por el socialismo en
unos casos y a la construcción del mismo en el caso en que hubo victoria. No
puedo detenerme en las razones de la burocratización y de la construcción de
socialismos de estado férreamente centralizados y negadores de la teoría de Marx
y de Lenin sobre el estado y la democracia. Un análisis que no se puede regir si
se quiere contribuir al relanzamiento del comunismo.
La conclusión es simple: la lucha por la democracia es un elemento estratégico
de la lucha por el socialismo. No es posible el socialismo sin democracia ni la
democracia sin socialismo.
3.- Marx y Lenin y la teoría del estado.
Existe una leyenda respecto a la ausencia o pobreza de la teoría del estado y de
la democracia en Marx (que, según esta concepción, habría sido un gran
economista, pero un pésimo político) y en Lenin (que o bien era un "terrorista"
para algunos, o bien no habría tenido tiempo para elaborar una teoría coherente
sobre el tema, estando, como estaba tan absorbido por la lucha política
revolucionaria). Esta leyenda, que tiene un carácter de moneda de curso legal
entre los entendidos, es falsa.
Bobbio ha sido uno de los máximos defensores de esta tesis, que usó para
combatir eficazmente la influencia del marxismo en Italia[10]. Contrariamente a
esta tesis, se puede demostrar que hay en Marx una sólida teoría sobre la
democracia y el estado. Una teoría que no sale de ningún despacho ni de la
imaginación de un cerebro utópico presta a ser aplicada a la primera ocasión en
cualquier circunstancia. Se trata de una teoría que entronca con la tradición
democrático-republicana y que se elabora progresiva y paralelamente al
desarrollo de la lucha de clases y del movimiento obrero en el que Marx
intervenía activamente. Engels además tiene extensos desarrollos sobre este tema
en su obra, que es menos conocida que la de Marx[11].
Por su parte, Lenin se esforzó por seguir la tradición. Y lo hizo en el marco de
la propia revolución rusa de 1917. Rosa Luxemburgo no se equivocaba cuando
afirmo que: "Los bolcheviques son los herederos históricos de los "levellers"
ingleses y de los jacobinos franceses". Así pues aunque algunos "leninistas" lo
hayan negado, existe una sólida teoría del estado y de la democracia en Lenin.
La encontramos en el "Cuaderno Azul" sobre el marxismo y el estado, (elaborado
en Zürich a principios de 1917), la encontramos en "El Estado y la Revolución",
donde resume con maestría de propagandista sus estudios previos en el cuaderno
Azul y la encontramos en el Lenin del Tomo 45 de sus obras completas donde
reflexiona sobre el imparable proceso de burocratización de la revolución rusa y
propone soluciones que, por desgracia fueron desoídas[12].
Para resumir este punto, diré que para Lenin la democracia debía ser el
resultado de una alianza de masas que pusiera en movimiento a la mayoría de la
sociedad, que implicaba la asunción de las metas y los fines que elabora cada
sector social subalterno, en lucha por constituirse en soberano siempre que no
sean contradictorios con los fines y los intereses de los demás. El grupo social
o clase que asumiese la iniciativa de proponer un proyecto tal, sería el nuevo
sector dirigente. A eso llamaba Lenin hegemonía. Se trataba de construir un
bloque aliado de intereses comunes, que empujase a las clases subalternas a la
acción política permanente y al establecimiento de un nuevo régimen o poder
político popular.
Pero, ¿que os voy a contar yo, en el país de Gramsci, sobre conceptos tan
queridos a Lenin como hegemonía, alianza obrero-campesina, análisis de las
correlaciones de fuerzas, acumulación de fuerzas, etc. que tan bien supo
utilizar el comunista sardo en la Tesis de Lyon o en la cuestión meridional?
4. - Liberalismo frente a democracia.
"Cuando hago servir una palabra- dijo Humpty Dumpty con tono despreciativo-
esta palabra significa exactamente aquello
que yo quiero que signifique, ni más ni menos"
Alicia en el país de las maravillas
La cuestión es si damos la razón a Humpty-Dumpty o no. La cuestión es si
aceptamos que sea el quien marque la norma o no.
La burguesía y el capitalismo no han sido nunca democráticos. La filosofía
política consustancial al mercado capitalista es el liberalismo y no la
democracia. Aceptar la apropiación indebida (hurto) que la burguesía realiza del
concepto democracia es nuestro pecado y nuestra penitencia. Los sistemas
electorales de matriz liberal no son democráticos, si no instrumentos
oligárquicos de dominación. Llamémoslos de una voz por su nombre.
Es cierto que la reivindicación del sufragio universal realizada por el
movimiento obrero europeo durante el siglo XIX, que era una reivindicación
revolucionaria (cuestión en la que estaban de acuerdo los obreros y los
burgueses), cuando se consiguió se transformó en una instrumento para la
consolidación del poder capitalista. Pero no es la primera ni la última vez que
una reivindicación democrática puede ser integrada en el sistema. Ello no dice
nada a favor o en contra del sufragio universal si que nos explica como acabó
una batalla concreta en la eterna lucha de clases.
Pero el capitalismo desvirtuó el sufragio universal desde el mismo momento en
que lo adoptó como forma de dominación política. El sistema de partidos
políticos, la existencia de una clase política con intereses comunes en diversos
partidos y representante orgánica de las clases dominante es una de ellas. Una
clase que usurpa la representación popular y por tanto al soberanía nacional. Se
trata de un sistema que habiendo surgido de la reivindicación obrera y
democrática, se ha transformado en un mecanismo antidemocrático.
¿Debemos renunciar a nuestro concepto de democracia? ¡Debemos regalarle el
concepto al enemigo? Desde mi punto de vista, caeríamos en una estúpida
complicidad si, llevados por un reduccionismo estéril, acabásemos diciendo que
Bush, Aznar, Berlusconi o Giscard d’Estaing son los demócratas y que nosotros no
lo somos.
5 .- Representación frente a democracia.
"La democracia es un estado en el que el pueblo soberano,
guiado por leyes que son obra suya, hace por sí mismo
todo lo que puede hacer, y mediante
delegados todo lo que no puede hacer por sí mismo".
Robespierre Sobre los principios de moral política, 5 de Febrero
de 1794
La democracia siempre ha desconfiado de la representación. La democracia siempre
ha tratado de priorizar la participación ciudadana y reducir la delegación a lo
mínimo, siguiendo la tradición griega y de la republica romana. Rousseau criticó
con dureza el sistema representativo inglés, por secuestrar la soberanía
popular. Esta crítica del modelo representativo y liberal estuvo presente en las
elaboraciones de la democracia jacobina, que supo encontrar la formula para
hacer realidad en un país de 25 millones de habitantes aquello que el propio
Rousseau pensaba que solo se podía hacer en un marco reducido: por ejemplo una
polis griega, o en Ginebra.
En la democracia jacobina es el conjunto del pueblo quien legisla. El legislador
solo adopta el papel técnico de redactor de las leyes mandatadas por el pueblo.
La reducción de los mandatos, el control popular de los electos, la posibilidad
de revocarlos, el derecho de petición eran otros tantos eslabones de controlar y
reducir la representación a lo mínimo necesario[13]. En el capitalismo, sin
control democrático y sin mandato del soberano, los representantes dejan de
representar y pasan a ser una clase aparte con intereses diferentes a los de sus
comitentes o mandatarios, y con privilegios que estimulan su pase a la gestión
de los intereses de las clases dominantes. Eso es lo que en lenguaje reciente se
ha llamado cooptación.
En los países del socialismo burocrático este fenómeno de descontrol de los
delegados acabó constituyendo una capa privilegiada que regía un estado
fuertemente centralizado y que lejos de disolverse en la sociedad se fortaleció
hasta límites incompatibles con la promesas de la teoría y con el propio
desarrollo del socialismo. Todo ello acabó con la credibilidad del sistema y con
la identificación popular con el socialismo.
La teoría de Marx y de Lenin sobre la democracia, alimentándose de la tradición
democrático republicana contenía numerosas indicaciones para reducir la
representación a lo mínimo posible y para transformar realmente al pueblo en
soberano. Pocas de esas indicaciones fueron seguidas en la construcción del
socialismo en la URSS y en otros países tras 1930.
6.- La democracia como movimiento.
"En las luchas de hoy, el socialismo del mañana"
Pintada en un muro de Paris, mayo de 1968.
Existe una relación estrecha e indisoluble entre los objetivos y los
instrumentos. No se puede luchar para superar la alienación con instrumentos
organizativos alienantes. No se puede luchar por la democracia con métodos
antidemocráticos. O sea, para no inducir a confusión con métodos elitistas y de
delegación sin control.
La democracia ( es decir poder real y control por la base, formas rotatorias de
de responsabilidad, rendimiento de cuentas permanente, posibilidad de revocación
de cargos, limitación estricta de mandatos, ausencia de privilegios para los
representantes…) es la alternativa frente a las formas burocráticas de
organización ( que van de arriba abajo, primando las estrategias electorales,
con " dictadura de los permanentes" sobre el conjunto de la militancia…).
Las formas concretas y viables de la democracia surgirán (están surgiendo) como
fruto de un largo proceso de experiencia e indagación colectivas en base al
método de "acierto y error". Históricamente ha sido así: las secciones de la
revolución jacobina fueron una creación de las masas sans-culottes, así como la
Comuna o los soviets. El papel de los comunistas nunca puede ser sustituir o
limitar estas formas organizativas de la democracia, si no aceptar sus acuerdos
y contribuir a estabilizarlas, a darles continuidad y visión global. Como por
otra parte dijera el Manifiesto Comunista.
A donde queremos llegar es a la idea de que la democracia no es solo una forma
de estado ni unos procedimientos como pretende Norberto Bobbio. La democracia no
es procedimiento, si no sustancia. La democracia no es institución, si no
movimiento. Henri Lefebvre lo definió ya en 1960: "El grado de democracia, o más
bien el grado de democratización de la vida pública y social, es exactamente
proporcional a la intensidad de la lucha por la democracia. La democracia no es
otra cosa que la lucha por la democracia. La lucha por la democracia es el
movimiento mismo… No hay democracia sin lucha contra el propio estado
democrático, que tiende a consolidarse como un bloque, a afirmarse como una
totalidad, a volverse monolítico y a instalarse sobre la sociedad de la que ha
salido"[14]. Luckács insistió en su celebre libro de 1967 en la idea de la
democracia sobre este proceso de democratización[15].
7.- La construcción del nuevo sujeto democrático- revolucionario.
"Lo llaman democracia y no lo es"
Consigna en las manifestaciones en
España el día 13 de marzo de 2004
Así pues no hay democracia sin movimiento democrático. Sin demos, proletariado,
precariado, o como queramos llamarlo, no hay democracia. Sin bloque social, sin
alianzas entre las clases subalternas, sin construcción de un proyecto social y
político apto, no para gestionar los presupuestos del estado actual, sino para
transformar la sociedad, no hay movimiento democrático.
Creo que estaremos de acuerdo con la afirmación de que tras años de derrota y de
destrucción del proletariado como clase con perfil y proyecto político propios,
en los últimos diez años hemos vivido un crescendo del movimiento. Ponemos la
fecha de inicio en Seattle, pero en nuestros respectivos países (España e
Italia) hemos asistido a un ascenso de las movilizaciones de masas, con
capacidad de plantear una negativa a los planes del imperialismo y de los
gobiernos respectivos, muy importante. No hablaré de las movilizaciones de
vuestro país con Florencia y Génova, puesto que sobre esto sólo he venido a Roma
para escuchar y aprender. No hablare del NO en el referéndum francés que como se
ha analizado es básicamente un no de clase y un no democrático. No conozco
suficientemente el caso.
Si que os hablaré de la movilizaciones desarrolladas en España, en Barcelona
contra al cumbre del Banco Mundial en 2001, y sobre todo, de las movilizaciones
por la paz en febrero de 2003, y tras el atentado del 11 de marzo de 2004, las
movilizaciones por la verdad de los días 12 y 13, y de la decisión de un millón
y medio de abstencionistas de izquierdas de ir a votar para echar a un gobierno
quasi-fascista y proimperialista. Estas movilizaciones desbordaron a todos.
Desde luego a los partidos del centroizquierda, que las observaron sin
entusiasmo y a remolque de los acontecimientos. Pero también a todos los grupos
de la izquierda mas de clase, a las vanguardias diversas que normalmente forman
el esqueleto del movimiento por la paz y del movimiento antiglobalización, que
en muchas ocasiones no han comprendido el sentido más profundo de esta inmensa
oleada democrática.
Este desbordamiento, esta participación masiva, esta capacidad de incluso usar
el voto de forma instrumental para echar un gobierno sin ser partidarios del que
le va a suceder, muestran un movimiento fuerte, con continuidad, que no esta ni
estará comprendido en las estructuras regulares (muy minoritarias y a veces
grupusculares) de los movimientos sociales.
Me parece que este movimiento en Catalunya y en el conjunto del estado español
es un síntoma de una realidad emergente: las clases subalternas, el demos el
proletariado metropolitano, como queramos llamarlo empiezan a moverse y a dar
muestras de una gran potencialidad. Nuestro deber es estudiar este fenómeno,
además de participar en el mismo. Nuestro deber es aprender del mismo,
recordando con humildad revolucionaria, que "el educador debe ser educado"[16].
Nuestro deber sería apoyar resueltamente el programa del movimiento social,
estimular todas las nuevas formas de socialización emergentes, contribuir al
desarrollo de una identidad de clase antagonista, estabilizar aquellas formas
organizativas del movimiento parezcan mas adecuadas para su constitución de
clase.
Nuestro deber sería tratar de cumplir aquella máxima situada el final de El
manifiesto que dice: "…los comunistas apoyan por doquier todo movimiento
revolucionario contra el régimen social y político existente".