La Izquierda debate
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Los intelectuales del nacionalpopulismo
José Antonio Fortes
Revista Laberinto
Hoy, cuando la socialdemocracia vuelve a usufructuar el control de los aparatos
de gobierno del Estado, podemos decirlo. Ya no hay duda. Bajo el poder político
del nacionalpopulismo (1996/primavera 2004), la producción de panfletos de
apología y propaganda del bloque histórico hegemónico burgués reaccionario
alcanzó todos los objetivos y obtuvo ganancias y beneficios muy superiores a los
previstos en los planes de dirección del dominio ideológico de clase.
La situación así lo exigía. La estrategia populista había obtenido su victoria
democrática por mayoría absoluta, y había que legitimar su larga marcha, había
que cerrar el proceso y proclamar el fin de todas las operaciones, esto es, "el
fin de las ideologías", la superación definitiva e irretornable de la lucha de
clases, inexistente ahora y también en cada una de las fases del programa
acometidas en la irresistible (por victoriosa) ascensión del populismo. Y así,
con una fuerte, dura, estricta lógica de legitimación bifurcada para el ataque y
la defensa de clase, el trabajo unitario de la sección historicista de sus
intelectuales orgánicos deja de lado las tareas de los ideólogos de la causa y
no duda en acometer las faenas divulgativas, dentro de una conjunta campaña de
socialización de la propia historia interna y de los principios que cohesionan
sus fuerzas, mueven a la acción, y constituyen la única y exclusiva materialidad
ideológica y social hecha a su imagen y semejanza en la España contemporánea,
que no hay otra, que no puede ni podrá haber otra, sino esa historia e historia
final de esta victoriosa "España Una, Grande y Libre".
En primer lugar está la mítica de los orígenes. El "annus mirabilis" de 1902
como el tiempo en que todo empezó a organizarse, lejos las incertidumbres de un
proceso de "crecimiento, innovación y cambio social", esto es, de "modernización
económica" que, a partir de ese año de "la coronación de Alfonso XIII", se abre
de modo inequívoco hasta hoy, sin que para nada importen los costes políticos ni
sociales; antes al contrario, éstos se minimizan, y ni siquiera quedan
contabilizados como daños colaterales (en su lógica y argumentos), sino como
hechos invisibles por más que necesarios. Empecinadamente encubren la violencia
de clase y de Estado
[1]
Cfr. E. González Calleja, La razón de la fuerza. Orden público, subversión y violencia política en[2]
Citaré sólo "el Austral del mes", La modernización económica en[3]
A. Astorga, noticia de la conferencia de Julián Marías en "el ciclo de la Academia de la Historia sobre el reinado del Monarca Alfonso XIII", ABC (25 de junio 2002): 45.[4]
Cfr. I. Sánchez Cámara, "La mirada serena", ABC Cultural (25 mayo 2002): 17; ABC (20 julio 2002): 6, 3, 49; El Mundo (4 junio 2002): 2, 49; El País (4 junio 2002): 34. Cfr. El País (7 noviembre 1998): 40.[5]
La tragedia "personal" de todos estos está en que el olvido y el silencio se ensañan con ellos, e incluso a veces se ensañan cuando han cumplido la "misión" y el servicio para los que se les requiere. Así, en el caso de don Julián Marías. Ya en prensa el presente volumen de Textos Intempestivos, de nuevo aparece el patético lamento del "hijo", Javier Marías, que lleva más de diez años clamando en el desierto de los poderes de clase para que a su "señor padre" le rindan el homenaje que sí recibieron "sus compañeros de generación", los intelectuales orgánicos del fascismo en España, los "Laín, Cela, Torrente, Rosales, Maravall, Aranguren, Tovar y otros". Cfr. Javier Marías, "Pero me acuerdo", El País Semanal (13 junio 2004): 114. Cfr. "Laín rinde homenaje a la generación de 1940 al cumplir 90 años. José María Aznar [Presidente del Gobierno del Partido Popular, esto es, el nacionalpopulismo] preside una cena en honor del académico y ensayista", El País (18 febrero 1998): 40[6]
Imposible borrar la frase, dogma y consigna de José Antonio Primo de Rivera, Jefe de Falange Española: "A los pueblos no los han movido nunca más que los poetas, y ¡ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!"; pronunciada por primera vez en el discurso de la fundación de Falange Española, el partido fascista en España, en el Teatro de la Comedia de Madrid el día 29 de octubre de 1933; pero, frase, dogma y consigna, como otras muchas joseantonianas, repetida hasta su socialización y aun vulgarización durante el dominio del fascismo de Estado, años 40 de postguerra y mediados los 50.[7]
Para la denuncia de sólo parte de todo ello, cfr. C. Alonso de los Ríos, La verdad sobre Tierno Galván, Madrid: Muchnik, 1997; G. Morán, El maestro en el erial, Barcelona: Tusquets, 1998; J.A. Fortes, La magia de las palabras (del intelectualismo fascista en España), Granada: I&CIL, 2002 (2ª ed. 2003).[8]
Cfr.: VV.AA., Real Academia de la Historia, Venticinco años de reinado de S.M. Don Juan Carlos, Madrid: Espasa Calpe, 2002;[9]
J.M. González Páramo, "Franco, transición y concenso", El Rotativo (19 mayo 2004): 2.[10]
J. Andrés-Gallego, "Anticlericalismo y libertad de conciencia", El Cultural (12 junio 2003): 26, dedicado al libro homónimo de Álvarez Tardío, publicado precisamente por el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales con el subtítulo de "Política y religión en la II república española (1931-1936)", que es lo que propiamente se explica en sus páginas".[11]
Cfr. J. Tusell, "Bochornosa TVE", El País (22 febrero 2003): 26. Cfr. los lugares más duros y beligerantes, en los aparatos ideológicos de EL Mundo y la Cope, que sobrepasan las viejas posiciones de ABC.[12]
Francisco Umbral, Premio Cervantes 2000, publicitado y vendido como "La modernidad gana el premio": "La escritura de Umbral, una auténtica revolución del español en el último cuarto de siglo, recibió ayer el Premio Cervantes, la mayor recompensa de las letras hispanas. Fue, como él dijo, ‘una victoria de la innovación y el progresismo frente a la vieja cultura’" (El Mundo, Documentos, 13 diciembre de 2000; El Cultural, 13-19 diciembre 2000). Ni más ni menos, que todo lo contrario: una escritura, la de Umbral, más que requetevieja, de reciclado tras reciclado, a contar desde el remedo de Cela, más toda la parafernalia fascista, pues no tiene otro mérito y trabajo que el de intertextualizar (esto es, copiar y remedar) los panfletos literarios del fascismo de combate, del fascismo de guerra y sobre todos ellos del fascismo de Estado, que se extienden y recorren como "literatura" oficial todo el dominio orgánico del fascismo en España.[13]
J. Rodríguez Puértolas, "Umbral y los fascistas", El País Babelia (10 septiembre 1994): 11.