La Izquierda debate
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Nueva mirada al comunismo en Latinoamérica
Blanche Petrich
La Jornada
En 1993, recién disuelta la Unión Soviética, el nuevo presidente ruso Boris
Yeltsin nombró a un general del ejército rojo, Dimitri Volkogonov, al frente de
los enormes archivos secretos que por décadas habían resguardado los
entretelones de la historia de los movimientos comunistas de todo el mundo, en
Moscú. Parte de la historia del Partido Comunista Mexicano también estaba ahí,
cautiva de la burocracia soviética.
Investigadores de todo el mundo, pero sobre todo de la CIA y agencias similares,
académicos conservadores, historiadores convencidos de la superioridad del
capitalismo, caían en esa época como langosta sobre los anaqueles del archivo
recién abierto. Y más que una divulgación objetiva de esa compleja historia,
empezaron el saqueo y la manipulación.
Elvira Concheiro, ex militante del PCM y estudiosa de ese movimiento, fue
enviada por el antiguo líder Arnoldo Martínez Verdugo a recuperar documentos
históricos del hoy extinto partido de la hoz y el martillo. Volkogonov, quien
con el tiempo se hizo historiador y publicó sus versiones de marcado corte
anticomunista sobre Trotsky, Stalin, Lenin y el "imperio soviético",
administraba la apertura con el sesgo de la intención política del nuevo
régimen. "Pude presenciar cómo empezaban a aparecer documentos que inculpan a
militantes de todo el mundo como empleados de la KGB; sale cantidad de
información que sólo narra los horrores del régimen, toneladas de textos que dan
fe del fracaso de las revoluciones. Documentos de gran valor se vendían en
dólares y se usaban para falsear la historia del comunismo."
En los noventa centenares de libros fueron publicados en Europa y Estados Unidos
con material de estos archivos que era seleccionado y desclasificado con toda la
intención de argumentar a favor de lo que entonces se presentaba como el triunfo
del Occidente capitalista en la llamada guerra fría.
Pero Concheiro encontró, entre el oportunismo del viejo asesor de Yeltsin y la
ambición de los archivistas que veían en ese montón de papeles una pequeña
fuente de dólares, a otros empleados que entendieron la necesidad de rescatar el
valor de esas historias. Como fue el caso de aquella bibliotecaria, ya anciana,
que apenas saber que Concheiro venía de México, la llamó a gritos en español:
"¡Ven, que te voy a leer algo!" Y empezó a leer en voz alta una página al azar
del diario que escribió Alexandra Kolontai, la primera embajadora de la
historia, "la bolchevique enamorada", recién llegada a México en 1928. Eran sus
primeras impresiones en el recorrido de tren de Veracruz a la capital.
Elvira Concheiro, doctora en historia y académica del Centro de Investigaciones
Interdisciplinarias de Ciencias y Humanidades de la UNAM, hace este breve
paréntesis sobre los archivos secretos soviéticos para llegar al punto de
partida de la entrevista. "En general los comunistas latinoamericanos, pero en
particular los mexicanos, no hemos contado aún nuestra historia. En Estados
Unidos y Europa hay grandes cantidades de estudios sobre la materia. Aquí son
pocos. Existe el Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Social que fundó
Arnoldo Martínez Verdugo y que publica la revista Memoria; hay algunos
historiadores, investigadores, pero trabajan aislados, de manera marginal."
Para saldar ese vacío, ella y otros investigadores -Massimo Modonesi, Horacio
Crespo y Ricardo Melgar- concibieron y organizaron el coloquio internacional El
comunismo: otras miradas desde América Latina, que abre este lunes y concluye el
11 de noviembre con un homenaje a Adolfo Sánchez Vázquez.
"Si no hacemos un ajuste de cuentas con nuestra historia difícilmente vamos a
poder superar el horror del capitalismo que estamos viviendo hoy", sostiene.
Confía en que durante el debate de esta semana surja un boceto de lo que ha sido
la historia de los movimientos comunistas de América Latina, "un bagaje con toda
su riqueza, pero también con sus errores y horrores". Afirma que en esta región
la izquierda socialista y comunista tiene como ventaja una perspectiva "menos
amarrada ideológicamente", con sociedades muy movilizadas y vitales y con
aportes como el de la Revolución Cubana, que partió de una visión heterodoxa,
lejos del verticalismo del PCUS soviético.
"Es un esfuerzo académico que busca remediar la ausencia de estudios serios y
rigurosos sobre esta materia. A los investigadores latinoamericanos nos ha
sobrado ideología, pragmatismo, improvisación y rollo."
Reconoce que se trata de una experiencia histórica muy ajena, lejana en el
tiempo y en su comprensión, de las nuevas generaciones.
"Sí hay una brecha generacional. Los chavos ven esa historia, si acaso, como una
utopía irrealizable. Ni siquiera la caída del Muro de Berlín y la disolución del
bloque socialista son un referente. Pero esa historia, aunque la desconozcan,
también les pertenece. Ellos deben saber que aprender esos experimentos puede
ayudar a superar lo de hoy. Pero no para repetir la historia, sino para hacer
algo diferente. A final de cuentas, 200 años después de las primeras ideas
comunistas, la igualdad y la no explotación son nuestra motivación central.
"Lo que quisiéramos romper -agrega- es la brecha generacional. "A los jóvenes es
a quienes dedicamos este coloquio. Estos que ignoran, por ejemplo, que en Europa
y en América Latina, en décadas pasadas, la intelectualidad -con excepciones,
claro- pasó por los movimientos comunistas y socialistas y por la literatura
marxista. No queremos ocultar que ocurrieron cosas terribles, que hubo un
Stalin, un Pol Pot en Camboya, Albania. Pero queremos que las nuevas
generaciones recuperen en toda su riqueza lo profundo y trascendente que hubo en
las revoluciones rusa, china, vietnamita. Todo eso nos lo están arrebatando con
una visión maniquea."
Concheiro no admite que sea un pensamiento desfasado: "En este momento de gran
dinamismo, todos los grandes movimientos sociales de América Latina se
reivindican como anticapitalistas, pero no hay una revisión del movimiento
comunista, aunque hay un rencuentro con Marx. Esta revisión es necesaria".
Lo que los organizadores esperan del Coloquio, concluye, es que se despierte el
entusiasmo para que esta discusión, que es una asignatura pendiente, arraigue y
continúe. El objetivo final es la fundación de una red de estudios sobre el
socialismo y el comunismo en América Latina, "un punto de encuentro para quienes
reconstruyen lo que fue el comunismo y también lo que no fue".