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La Izquierda debate

 

La Estrategia de la aurora

Pedro Cazes Camarero
Noviembre de 2005

Primera parte: una Teor�a de la Aurora

Resumen: La aparici�n del trabajo inmaterial, su generalizaci�n como trabajo general concreto, la aparici�n del neoproletariado, la exterioridad creciente de la burgues�a respecto de la producci�n, la aparici�n de la cris�lida del modo de producci�n aut�nomo en el seno de las formaciones sociales con hegemon�a capitalista, la autoconstrucci�n de redes fractales aut�nomas multijer�rquicas, la extinci�n de los partidos leninistas por evaporaci�n del sujeto interpelado, la categor�a de fetichismo como clave heur�stica, el reemplazo del intelectual org�nico por la intelectualidad de masas, el "general intellect" impregnando el proceso social en su conjunto, el comunismo positivo se convierte en una consigna para la acci�n.

1. Comencemos con una cita jugosa

"� el trabajo inmediato se ve reducido cuantitativamente a una proporci�n m�s exigua, y cualitativamente a un momento sin duda imprescindible, pero subalterno frente al trabajo cient�fico general, a la aplicaci�n tecnol�gica de las ciencias naturales por un lado, y por otro frente a la fuerza productiva general resultante de la estructuraci�n social de la producci�n global, fuerza productiva que aparece como don natural del trabajo social (aunque [sea, en realidad, un] producto hist�rico). El capital trabaja, as�, en favor de su propia disoluci�n como forma dominante de la producci�n."

"El medio de trabajo vuelve aut�nomo al trabajador, lo pone como propietario. La maquinaria -en cuanto capital fixe- lo pone como no aut�nomo, como objeto de la apropiaci�n".

"
. En la medida, sin embargo, en que la gran industria se desarrolla, la creaci�n de la riqueza efectiva se vuelve menos dependiente del tiempo de trabajo y del cuanto de trabajo empleados, que del poder de los agentes puestos en movimiento durante el tiempo de trabajo, poder que a su vez -su powerful effectiveness- no guarda relaci�n alguna con el tiempo de trabajo inmediato que cuesta su producci�n, sino que depende m�s bien del estado general de la ciencia y del progreso de la tecnolog�a, o de la aplicaci�n de esta ciencia a la producci�n. (El desarrollo de esta ciencia, esencialmente de la ciencia natural y con ella de todas las dem�s, est� a su vez en relaci�n con el desarrollo de la producci�n material.)

El trabajo ya no aparece tanto como recluido en el proceso de producci�n, sino que m�s bien el hombre se comporta como supervisor y regulador con respecto al proceso de producci�n mismo. (Lo dicho sobre la maquinaria es v�lido tambi�n para la combinaci�n de las actividades humanas y el desarrollo del comercio humano.)"


"Tan pronto como el trabajo en su forma inmediata ha cesado de ser la gran fuente de la riqueza, el tiempo de trabajo deja, y tiene que dejar, de ser su medida y por tanto el valor de cambio [deja de ser la medida] del valor de uso. El plustrabajo de la masa ha dejado de ser condici�n para el desarrollo de la riqueza social, as� como el no-trabajo de unos pocos ha cesado de serlo para. el desarrollo de los poderes generales del intelecto humano. Con ello se desploma la producci�n fundada en el valor de cambio, y al proceso de producci�n material inmediato se le quita la forma de la necesidad apremiante y el antagonismo. Desarrollo libre de las individualidades, y por ende no reducci�n del tiempo de trabajo necesario con miras a poner plustrabajo, sino en general reducci�n del trabajo necesario de la sociedad a un m�nimo, al cual corresponde entonces la formaci�n art�stica, cient�fica, etc., de los individuos gracias al tiempo que se ha vuelto libre y a los medios creados para todos El capital mismo es la contradicci�n en proceso, [por el hecho de] que tiende a reducir a un m�nimo el tiempo de trabajo, mientras que por otra parte pone al tiempo de trabajo como �nica medida y fuente de la riqueza. Disminuye, pues, el tiempo de trabajo en la forma de tiempo de trabajo necesario, para aumentarlo en la forma del trabajo excedente; pone por tanto, en medida creciente, el trabajo excedente como condici�n -question de vie et de mort- del necesario. Por un lado despierta a la vida todos los poderes de la ciencia y de la naturaleza, as� como de la cooperaci�n y del intercambio sociales, para hacer que la creaci�n de la riqueza sea (relativamente) independiente del tiempo de trabajo empleado en e11a. Por el otro lado se propone medir con el tiempo de trabajo esas. gigantescas fuerzas sociales creadas de esta suerte y reducirlas a 1os l�mites requeridos para que el valor ya creado se conserve como valor".

"La naturaleza no construye m�quinas, ni locomotoras, ferrocarriles, electric telegraphs, selfacting mules, etc. Son �stos, productos de la industria humana: material natural, transformado en �rganos de la voluntad humana sobre la naturaleza o de su actuaci�n en la naturaleza. Son �rganos del cerebro humano creados por la mano humana; fuerza objetivada del conocimiento. El desarrollo del capital fixe revela hasta qu� punto el conocimiento o knowledge social general se ha convertido en fuerza productiva inmediata, y, por lo tanto, hasta qu� punto las condiciones del proceso de la vida social misma han entrado bajo los controles del general intellect y remodeladas conforme al mismo. Hasta qu� punto las fuerzas productivas sociales son producidas no s�lo en la forma del conocimiento, sino como �rganos inmediatos de la pr�ctica social, del proceso vital real."


[Karl Marx,"Fragmento sobre las M�quinas" Elementos fundamentales para la cr�tica de la econom�a pol�tica (Grundrisse) 1857-1858 (1972). Vol. 2, pp. 216-230. Siglo XXI, M�xico. Traducci�n del alem�n de Pedro Scaron. Subrayado de Pedro Cazes Camarero]


2. La puesta al d�a de la teor�a marxista y la impotencia de los ide�logos capitalistas

El llamado "siglo del movimiento obrero" fue testigo de muchos intentos de enterramiento de Marx, quien no cesaba de resucitar. Sin embargo, inclusive los propios marxistas comprobamos ahora que muchas de sus reflexiones te�ricas se volvieron anacr�nicas. Por supuesto, pueden continuar siendo defendidas de modo fan�tico, pero eso ser�a exactamente lo contrario de lo prescripto por el mismo Marx. Queda por preguntarse qu� es lo que ha sobrevivido, que constituye la mayor parte. Como veremos m�s adelante, ciertos aportes marxianos algo olvidados comienzan a recobrar actualidad. Y constatemos, adem�s, comparativamente, que los discursos pseudo-modernizadores, apolog�ticos del capitalismo, resultan impotentes para manejar los problemas que se avecinan. El "siglo corto" transcurrido entre 1917 y 1989 ha sido el per�odo de incubaci�n de una crisis de escala tit�nica, a�n no completamente desplegada, y que s�lo podr� enfrentarse con transformaciones sociales profundamente revolucionarias. En tanto, los ide�logos de la burgues�a s�lo ofrecen una modernizaci�n de orden tecnol�gico y proclamas acerca del "fin de la historia".
El motivo por el que ciertos aspectos del marxismo, hoy todav�a defendidos por la "vieja izquierda", se han convertido en anacr�nicos e inaplicables, es que no representan una cr�tica global del modo de producci�n capitalista, sino una cr�tica acotada a ciertas etapas de la evoluci�n del mismo, que deber�an superarse sin salir forzosamente del sistema. Sin embargo, a Marx y sus contempor�neos, que percib�an al a�n joven capitalismo como un bloque, esas limitaciones propias de la inmadurez del modo de producci�n se les aparec�an como intr�nsecas.

3. El modo de producci�n capitalista se fue desarrollando de modo desigual.

Mientras que, en la �poca de Marx, el capitalismo ya hab�a mostrado en Gran Breta�a sus notas principales y por lo tanto reconocibles, ello ocurr�a en mezcla con formas precapitalistas en la propia Europa Occidental, y con la hegemon�a de los modos de producci�n precapitalistas en las formaciones econ�mico-sociales del resto del mundo, que ni siquiera hab�a sido mayormente convertido en colonias todav�a. De tal modo, en la mirada de la �poca, la idiosincrasia del capitalismo se identificaba con las formas de la etapa que estaba atravesando. Por lo tanto, criticar esa etapa aparec�a, para la izquierda de entonces, como la cr�tica del propio modo de producci�n capitalista en su conjunto, cuando en realidad s�lo se reduc�a al reclamo de correcciones en su interior. As� por ejemplo es el caso del sufragio universal o las ocho horas diarias de trabajo. Las formas aristocr�ticas con que los burgueses trataban al proletariado, asimismo, eran en el fondo anacronismos precapitalistas, ya que la igualdad contractual o jur�dica entre explotador y explotado, aunque obviamente ficticia, constitu�a un presupuesto del capitalismo maduro (o sea su forma l�gica: "aquello que exhibe madurez y forma cl�sica").

Ante el car�cter t�mido y conservador de la burgues�a de su �poca, Marx y Engels pensaron en la posibilidad de que algunas tareas modernizadoras propias del capitalismo fueran tomadas por el movimiento obrero, pero siempre advertidos de que ello terminar�a profundizando al capitalismo como sistema. Pasados casi dos siglos, la maduraci�n prevista por Marx, Engels y los dem�s cl�sicos del socialismo cient�fico, la combinaci�n del desarrollo desigual capitalista, en lo esencial ha sido completada, por lo menos en los pa�ses centrales. Si �se fuera todo el programa del marxismo, habr�a que darle la raz�n a la derecha y constatar su agotamiento. Sin embargo, existen adem�s una serie de tesis marxianas que cuestionan al capitalismo globalmente, como sistema, aunque sus contempor�neos tuvieron dificultades para entenderlas en toda su profundidad debido a que estaban muy adelantadas para la �poca y adem�s formuladas en terminolog�a filos�fica. Esos aportes marxianos los examinaremos m�s adelante.

4. Decadencia y ca�da del socialismo real

Otro motivo de la dilaci�n para que esos temas te�ricos salieran a la palestra es que, durante los �ltimos cien a�os, tanto las naciones de la periferia como los pa�ses del "socialismo real" de Europa Oriental, tuvieron que esforzarse para resolver los problemas del desarrollo econ�mico desde una base material muy d�bil, en competencia con un capitalismo occidental nucho m�s desarrollado. As�, los aspectos profundamente revolucionarios de la cr�tica marxista global al capitalismo desaparecieron completamente de la discusi�n, perdidos entre el leninismo y la teor�a de la liberaci�n nacional.
Como explica Lenin, los marxistas ten�an que hacer las veces de la burgues�a. Adem�s (en el socialismo real) como burocracias estatales, los partidos obreros marxistas no s�lo tuvieron que asumir las tareas burguesas, sino que tuvieron que expandir la propia clase obrera que era casi inexistente. En los pa�ses de socialismo real el modo de producci�n hegem�nico era el capitalismo, bajo la forma del capitalismo de estado. Por lo tanto, aquello que aparec�a como "pr�cticas radicalizadas" de ese marxismo, y que inclu�a en ocasiones hasta el enfrentamiento militar con los pa�ses centrales, como en la guerra de Corea o la de Vietnam, consist�a en una competencia con occidente que en el fondo era intercapitalista, o sea dentro del sistema. El examen de las cr�ticas globales y radicalizadas del marxismo al modo de producci�n capitalista, quedaron nuevamente postergadas. Adem�s, las formas de dictadura revolucionaria asumidas en la periferia aterrorizaron a la socialdemocracia occidental, lo cual fue una justificaci�n extra para que abandonaran expl�citamente al marxismo y se deslizaran a un desarrollismo no revolucionario.
La intenci�n emancipadora de construir un "hombre nuevo" socialista se fue desplazando, bajo los reg�menes stalinistas, al objetivo de obtener una participaci�n creciente en el mercado mundial. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos realizados y de sus �xitos iniciales, el "segundo mundo" se hundi�. En un contexto de capitalismo de estado, la d�bil base de acumulaci�n de capital no le permiti� suficiente inversi�n. En un �nico mercado mundial, capitalista, sufrieron un creciente deterioro de los t�rminos de intercambio y finalmente debieron capitular como econom�as nacionales aut�nomas. Cuando la Uni�n Sovi�tica se desmoron� en 1989, ese suceso fue interpretado como una victoria de la econom�a de mercado. El marxismo como alternativa hist�rica al capitalismo parec�a fracasado.

Sin embargo, no fue la alternativa hist�rica lo que fracas�, sino solamente la modernizaci�n reparadora de la periferia, como la denomina Robert Kurtz. En una palabra, lo que fracas� con el llamado "socialismo real" no es otra cosa que una modalidad del capitalismo sist�mico (b�sicamente el capitalismo de estado) que aplic�, para desarrollarse, las cr�ticas marxianas destinadas a modernizar el capitalismo del siglo XIX. Cualquier intento de exhumar �stas para ponerlas en pr�ctica en la actualidad se dirige al fracaso, debido a que el capitalismo tard�o de los pa�ses centrales ha superado hace rato esas expectativas. No se nos escapan las notables diferencias entre las formaciones sociales del "socialismo real" y aquellas en las que est�n hegemonizadas por las empresas privadas. Pero "la identidad de fondo entre ambos ha sido probada pr�cticamente por el hecho de que ese socialismo real s�lo ha podido fracasar seg�n los criterios capitalistas porque �stos tambi�n eran los suyos"(Cfr. Kurtz).

5. La crisis del capitalismo monopolista tard�o y las dificultades para su percepcion

Pocos a�os despu�s de la "ca�da del Muro", el mundo capitalista tambi�n se apresta a hundirse en una crisis m�s seria todav�a que la del stalinismo. Es vana la esperanza de superarla siguiendo las recetas del Consenso de Washington, con un simple cambio pol�tico, institucional e ideol�gico, huyendo de la intervenci�n estatal y profundizando la acci�n del mercado. El capitalismo occidental no est� en condiciones de integrar a los retrasados hist�ricos en un sistema mundial �nico bajo su conducci�n. Sometida a la presi�n de patrones de productividad globalmente unificados y alineados con los de las regiones m�s desarrolladas, gran parte de la humanidad no logra existir bajo las formas sociales capitalistas, e incluso ello ocurre en el interior de los pa�ses capitalistas centrales.
Esta nueva crisis ya no puede ser superada bajo las formas de conciencia vigentes hasta ahora. Es imposible formular una propuesta emancipatoria dentro de las categor�as te�ricas del capitalismo tard�o: las dogm�ticas del valor, la mercanc�a y el dinero, en las cuales se manifiesta la forma capitalista del "trabajo", y ya alcanz� todos los aspectos de la vida: el arte, la religi�n, el amor, etc. Esta situaci�n no est� normada por reglas externas, sino por la dificultad de pensar fuera de ese contexto. El capitalismo ha impulsado a las fuerzas productivas m�s all� del concepto de "ganancia", pero ni burgueses ni trabajadores logran superar f�cilmente el obst�culo epistemol�gico que les impide imaginarlo. Marx percibi� que las categor�as te�ricas mencionadas m�s atr�s, y otras de la misma naturaleza, no constituyen una proped�utica de la econom�a pol�tica, sino temas leg�timos que pueden ser considerados objetivos del an�lisis cient�fico. La supuesta "ciencia econ�mica" burguesa considera, por ejemplo, que la transformaci�n del capital-dinero en plusval�a constituye un fen�meno semejante al regido por las leyes de la naturaleza, y no una relaci�n espec�fica de categor�as sujetas a la cr�tica.

6. El concepto marxiano de "fetichismo" y su potencia explicativa

El concepto de "fetichismo", introducido por Marx, opera esta transformaci�n de los fantasmas axiom�ticos en temas cient�ficos
. El capitalismo aparece como un sistema racional, pero en �l las abstracciones generadas por la praxis humana, como la mercanc�a y el dinero, se emancipan y se oponen a las personas de modo tal que la racionalidad capitalista se manifiesta como una construcci�n absurda. El dispositivo heur�stico con que Marx convierte "aquello tan obvio que no debe ser mencionado", el "fetiche", lleva el an�lisis te�rico de las categor�as a un nivel de abstracci�n superior, apto para describir todas las formaciones sociales que se sucedieron hasta hoy. El concepto de "fetiche" otorga auto-conciencia a la sociedad y a partir de su introducci�n, potencialmente, la misma es libre para escoger sus metas y tareas. La historia como "historia de la lucha de clases", se transfigura as� en la historia como "historia de los medios fetichistas para obliterar la percepci�n de la realidad": desde la religi�n hasta la mercanc�a. La ubicuidad del fetiche permite a los movimientos aut�nomos emerger, por vez primera, como un proceso decisorio social auto-consciente, ajeno y m�s all� del mercado y del estado.

7. Una nueva estrategia marxista para el siglo XXI

Las formas pol�ticas de la izquierda del siglo XX se han vuelto anacr�nicas. Las tecnolog�as digitales han permitido el tejido en red de los fragmentos individuales de trabajo intelectual, el cual se ha visto sometido a la producci�n de valor.
Es preciso edificar una estrategia fundada en la autoorganizaci�n del neoproletariado, es decir del trabajo estructurado en la red como subjetividad pol�tica en acci�n. A la globalizaci�n neoliberal deber� oponerse una nueva globalizaci�n alternativa a la del capital: la globalizaci�n aut�noma del trabajo neoproletario autoorganizado en red.

8. El papel de los intelectuales en el partido leninista cl�sico

Para Lenin, quien escrib�a a comienzos del siglo XX, los intelectuales no son una clase social, ya que no tienen intereses propios para defender, y por lo tanto pueden convertirse en instrumentos de la conciencia revolucionaria; en cambio, los obreros, que s� son portadores de un inter�s social, no pueden pasar de la fase puramente econ�mica a la fase pol�tica autoconciente si no es a trav�s de la forma pol�tica de "partido", que les transmite la herencia filos�fica. As�, la dimensi�n colectiva de la actividad de los intelectuales comunistas se identifica siempre, para el leninismo, con el partido, y son definidos como intelectuales org�nicos. As�, el intelectual de la tradici�n moderna, que no ha sido puesto todav�a a trabajar en la red digital, no puede tener acceso a la dimensi�n colectiva si no es a trav�s del partido.

9. La "intelectualidad de masas" como sujeto pol�tico hegem�nico

A fines del siglo XX, como consecuencia de la escolarizaci�n de masas y de la transformaci�n cient�fico-t�cnica de la producci�n, el rol de los intelectuales cambi� profundamente. Paolo Virno habla de "intelectualidad de masas" para referirse a la formaci�n de la subjetividad social ligada a la masificaci�n de las competencias intelectuales en la sociedad industrial avanzada. Ya en los a�os '60 la corriente del "operaismo" italiano (Tronti, Panzieri, Negri, Alquanti) abandon� la noci�n leninista del partido como "intelectual colectivo", cuestionando la propia noci�n de "intelectual" y proponiendo un reexamen de la noci�n marxiana de "general intellect" (ver m�s atr�s el fragmento "Sobre las M�quinas" de los Grundrisse).
En la sociedad capitalista tard�a est�n desplegadas las siguientes dimensiones:
1. "General Intellect":
1.1. El trabajo se transforma �ntegramente en "trabajo inmaterial";
1.2. La fuerza de trabajo se convierte en "intelectualidad de masas".
2. "Sujeto Social":
La "intelectualidad de masa" puede transformarse en un sujeto social pol�ticamente hegem�nico (Ref. Negri y Lazzarato).
La tradici�n marxista-leninista olvid� el concepto de "general intellect" durante el per�odo de las grandes revoluciones proletarias, pero en el capitalismo tard�o esta noci�n irrumpe como la fuerza productiva central. En la actualidad (2005), con el despliegue maduro de la red inform�tica global, el "general intellect" impregna el proceso social en su conjunto y tanto la concepci�n leninista de "partido" como la noci�n gramsciana de "intelectual org�nico" (que se funda en la adhesi�n de los intelectuales a la ideolog�a marxista-leninista) se vuelven anacr�nicas.
El partido revolucionario leninista ten�a como modelo la organizaci�n de la f�brica "fordista", articulada verticalmente: gerentes, administradores, capataces y obreros. El an�logo del papel de la patronal (consejo de administraci�n, etc.) en el partido leninista era el comit� central y el secretariado del partido. Para el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas de la �poca de Lenin ese modelo mostr� una gran eficacia.
En las grandes empresas del capitalismo tard�o, el trabajo del neoproletariado implica creciente capacidad para escoger entre diversas alternativas, y tambi�n mayores responsabilidades respecto de las exigencias, m�s sencillas, de las viejas f�bricas "fordistas". Se multiplican las interfases, tanto entre nodos de la red laboral, como entre funciones y jerarqu�as. El trabajo inmaterial ocupa un papel estrat�gico en la organizaci�n de la producci�n global y atraviesa la misma de tal modo que el conjunto se reorganiza a su alrededor, y tiende a volverse expl�citamente hegem�nico.
En el obrero calificado, con empleo efectivo, este modelo de trabajo inmaterial ya se encuentra constituido; entre los j�venes precarizados o desocupados es una virtualidad, pero que contiene todas las caracter�sticas de la subjetividad productiva post-industrial.
Aunque obviamente las otras formas del trabajo no han desaparecido, el trabajo intelectual las hegemoniza y se ha convertido en la forma general del trabajo humano. Ya no constituye una funci�n separada del trabajo productivo, creador de valor. Como afirma Franco Berardi, el trabajo intelectual es "una funci�n transversal a todo el proceso social, consistente en la creaci�n de interfaces tecnolingu�sticas que hagan posible la fluidez del proceso y su capacidad recombinante".
Este modelo superador de la organizaci�n del trabajo que presenta el capitalismo tard�o tiene varias consecuencias: primero, el proletario que es interpelado por la organizaci�n revolucionaria es muy distinto que el de la �poca de Lenin, lo cual genera la necesidad de cambios importantes en las forma del discurso y en la organizaci�n "partidaria", porque el modelo leninista, vertical, disciplinado y autoritario, ya no es capaz de contener al nuevo sujeto revolucionario; segundo, porque (como veremos m�s adelante) la naturaleza misma de la revoluci�n ha sufrido cambios; tercero, porque el neoproletariado es capaz de llegar por sus propios medios a la conciencia pol�tica "para s�", superando la conciencia "en s�", exclusivamente econ�mica y sindical, sin la intervenci�n obligada del partido revolucionario; cuarto, porque las formas de organizaci�n posfordista del trabajo (en red multijerar�rquica) proporcionan un modelo muy apropiado para la organizaci�n revolucionaria de nuevo tipo que vendr� a reemplazar al partido leninista cl�sico.
As�, ya no se trata, ante todo, de articular instancias de representaci�n pol�tica, sino de tejer una red global de intercambio de conocimientos y de producci�n, basada en valores, que ser�n aut�nomos respecto de la ganancia capitalista, y en cambio orientados a la utilidad social. Los intelectuales no encuentran ya el lugar de la acci�n pol�tica fuera de su pr�ctica cotidiana: el programador o el m�dico deben hacer de tales, no de revolucionarios profesionales, como exig�a el leninismo, a fin de llevar la conciencia revolucionaria a los trabajadores "desde afuera". El intelectual debe, ante todo, reorientar su propio campo de conocimiento y acci�n.
Este proceso ya tiene su corta historia, escasamente conocida. Desde el comienzo de los a�os '90, Internet hizo posible un ampl�simo proceso de autoorganizaci�n de los usuarios, impregnados de una ideolog�a acr�tica, llena de optimismo neoliberal, ya que se sent�an libres para desplegar sus peque�os emprendimientos capitalistas. Aunque parezca ins�lito, en la segunda mitad de la d�cada, Internet se convirti� en el campo de batalla de una feroz lucha de clases. Los monopolios explotaron crecientemente la inteligencia colectiva. Las empresas "punto-com" fueron el laboratorio de lanzamiento de un modelo productivo y de un mercado, pero las grandes emporesas inform�ticas arrebataron a los micro empresarios los instrumentos de su autoorganizaci�n y los encerraron en una condici�n subordinada. El mercado fue conquistado y asfixiado por los monopolios del mundo virtual, los cuales se fusionaron con el grupo dominante de las finanzas, el petr�leo y la industria militar. La globalizaci�n democr�tica de Internet se vio asfixiada por la dictadura del gran capital. Las esperanzas de altas retribuciones alimentadas por el neoproletariado que se afanaba en la red, contrastaron fuertemente con el hecho de su marginalizaci�n. La clase obrera virtual, aspirante a empresaria, segura de s� misma, se ha visto as� obligada a reconocerse a s� misma como neoproletariado: dotado, eso s�, de medios intelectuales superiores, depositarios del saber en el que se funda la sociedad capitalista; pero en el fondo, productores de plusval�a que les arrebata la patronal. De imaginarios yuppies felices pasaron a reconocerse como trabajadores explotados. En ese descubrimiento se funda la autoorganizaci�n del trabajo neoproletario.

Como resultado de la presi�n democr�tica y de las necesidades del capitalismo tard�o, la ense�anza se masific� y los saberes se fueron integrando en el proceso de producci�n. Por primera vez en la historia, la funci�n intelectual se reconoci� a s� misma como sujeto pol�tico de masas. Inicialmente, all� por 1968, el movimiento intent� interpretar su papel de acuerdo con las categor�as del marxismo-leninismo, concibi�ndose como una vanguardia pol�tica. Sin embargo, ya por entonces Hans-Jurgen Krahl sosten�a que "la nueva composici�n social del trabajo intelectualizado no puede ser organizada seg�n las categor�as pol�ticas y organizativas del movimiento obrero tradicional".

Las teor�as tradicionales de la conciencia de clase ignoran el papel metaecon�mico, es decir, constitutivo de la riqueza y la cultura, que ejerce la subjetividad productiva, especialmente en el capitalismo tard�o. La separaci�n de la "esfera econ�mica" respecto de la "esfera de la conciencia", ten�a un fundamento real cuando el trabajo productivo estaba netamente separado del trabajo intelectual, pero paulatinamente perdi� su significado cuando el trabajo intelectual fue subsumido en el proceso global de la producci�n, en la que intervienen tambi�n factores extraecon�micos. Las esferas emocional, ideol�gica y lingu�stica condicionan la productividad social. La aplicaci�n de la ciencia y la t�cnica al proceso productivo ha alcanzado, incluso, un estadio de desarrollo tal que ya amenaza con hacer saltar el sistema, porque ha inducido una nueva modalidad en la socializaci�n del trabajo productivo, que no tolera ya las forma de objetivaci�n impuestas por el capital al trabajo mismo.
Krahl afirmaba, en 1970, que el leninismo, como modelo organizativo, es inadecuado para las metr�polis. Franco Berardi agrega hoy (2005) que ello es verdad especialmente cuando la composici�n social del trabajo adquiere forma de red. En la forma de trabajo protoindustrial, el obrero es conciente de su oficio pero carece de conciencia alguna del sistema de saberes que estructura a la sociedad en su conjunto. En esa etapa existe una gran brecha entre ese trabajo y el trabajo intelectual. Cuando el obrero-masa irrumpe en la escena, desarrolla su sociabilidad en una forma inmediatamente anticapitalista. La brecha entre trabajo intelectual y trabajo material se cierra parcialmente. Y la separaci�n desaparece por completo cuando nos hallamos frente a la forma mentalizada del trabajo social, cuando cada operador intelectualizado se convierte en portador de ciertos conocimientos espec�ficos y de una percepci�n del sistema social que abarca el conjunto de los procesos productivos.

10. La "intelectualidad de masa" es la nueva subjetividad.

En los textos citados de los "Grundrisse" Marx muestra, con un vocabulario algo sesgado hacia la econom�a, que la cuesti�n de la subjetividad se relaciona con una transformaci�n radical de la articulaci�n del sujeto con la producci�n. El neoproletario se autonomiza tanto respecto del tiempo de trabajo que intenta imponer el capital, como respecto de la misma explotaci�n, o sea como capacidad productiva individual y colectiva. La vieja categor�a de "trabajo" es, en realidad, incapaz de dar cuenta de lo que hace el "trabajo inmaterial". La diferencia n�tida existente en las etapas iniciales del capitalismo entre "tiempo de trabajo", "tiempo de reproducci�n" y "tiempo libre" comienza a desaparecer cuando el trabajo inmaterial se convierte en la forma hegem�nica del trabajo: aparece como "tiempo global" y el trabajo ya no se reproduce en forma de explotaci�n, sino en forma de producci�n de subjetividad. Se constituye una nueva "subjetividad aut�noma" alrededor de la "intelectualidad de masa". De tal modo, la tendencia es la siguiente: los sujetos productivos, en el capitalismo tard�o, no se constituyen en torno a los dictados autocr�ticos del burgu�s, sino ante todo se constituyen auton�micamente. Los capitalistas se adaptan a esta situaci�n, abandonando su rol hist�rico de fuente de la organizaci�n. Por supuesto que su reacci�n no va a ser de felicidad, pero, al mismo tiempo, el empresario concreto nota c�mo su poder sobre la unidad productiva se vuelve puramente formal, y el contenido del proceso productivo pertenece crecientemente al modo de producci�n aut�nomo: a la cooperaci�n social del trabajo inmaterial.
A partir de 1968, los estudiantes tienden paulatinamente a representar de modo permanente y cada vez m�s vasto el "inter�s general" de la sociedad, y en los espacios abiertos por ellos irrumpe despu�s el movimiento obrero; aunque inicialmente los estudiantes interpretaron su situaci�n en t�rminos cl�sicos de vanguardia marxista-leninista, en el fondo ellos mismos forman parte del neoproletariado, y con una autonom�a importante sobre las imposiciones del capital que les permite un desenvolvimiento subjetivo con varios grados adicionales de libertad. Los movimientos de estudiantes y de g�nero son independientes del trabajo y por lo tanto, no son estrictamente pol�ticos, en tanto que no plantean el tema del poder. El movimiento de 1968 y de los a�os sucesivos constituy� el surgimiento de una nueva subjetividad. La "intelectualidad de masa" se constituye independientemente como un proceso de subjetivaci�n aut�noma que establece su relaci�n con el capital en base a su autonom�a y no necesita pasar por la organizaci�n del trabajo para imponer su fuerza (Ref. Negri y Lazzarato).

11. El comunismo como consigna para la acci�n: el capital fijo se transforma en producci�n aut�noma de subjetividad

Deleuze trata de comprender c�mo la interfase comunicacional se inserta en lo interno de su actividad. Est� relacionado con una hip�tesis central de los Grundrisse: el capital fijo se transforma en producci�n aut�noma de subjetividad. Al percibir de modo autoconsciente que forma parte de una red productiva que permantemente toma decisiones y construye conocimientos, el neoproletario incorporado como capital fijo se autonomiza subjetivamente. La subjetividad es un ingrediente de indeterminaci�n absoluta, por lo que se convierte en potencialidad absoluta: no solamente la eclosi�n de riqueza social ha generado las bases materiales de la emancipaci�n humana, sino que el capitalismo, en su seno, ha construido el modo de producci�n aut�nomo tambi�n en la interioridad del trabajador. El empresario capitalista se vuelve innecesario. La producci�n se vuelve externa al capitalista. El comunismo se ha hecho posible en acto.
El nuevo tipo de trabajo abstracto, aut�nomo y hegem�nico, ya no precisa m�s del capital como elemento articulador. Por ende, por m�s que subsistan las contradicciones entre obreros y patrones, lo determinante es el proceso aut�nomo de subjetividad alternativa, de organizaci�n independiente de los trabajadores. Los sindicatos, a partir de esta constataci�n, al igual que todos los otros lugares institucionales y pol�ticos como los parlamentos, pueden ser empleados como lugares de comunicaci�n y acumulaci�n de fuerzas, pero con una gran desconfianza respecto de su capacidad de representaci�n.

12. La organizaci�n revolucionaria y la naturaleza de la revoluci�n

El propio concepto de revoluci�n se modifica
. Sigue siendo una ruptura radical, pero subordinada a las nuevas reglas de constituci�n ontol�gica de los sujetos, que no requiere m�s que su propia fuerza para ser real. Ahora bien: de todo lo expuesto no deber�a sacarse como conclusi�n que la irreversibilidad de los cambios producidos y la tendencia en�rgica de los cambios por producirse, terminar�n indefectiblemente con el capitalismo de manera espont�nea. La organizaci�n revolucionaria contin�a siendo necesaria, al igual que el arte de la pol�tica. Porque los procesos hist�ricos no son mec�nicos y el gran cambio podr� ser lento, dif�cil y doloroso para las grandes mayor�as, o bien relativamente r�pido, f�cil e indoloro, seg�n la sabidur�a que apliquen los l�deres de la revoluci�n. La organizaci�n revolucionaria ha sido relevada de una de sus grandes tareas estrat�gicas, consistente en convertir las vanguardias sociales en vanguardias pol�ticas. El poder no es solamente el detentado por el Estado, sino, crecientemente, el construido desde la base por el modo de producci�n aut�nomo. Pero el Estado no se evapora, como s� lo hace la presencia del capitalista en el liderazgo de la producci�n. La destrucci�n del Estado como superestructura independiente constituye una de las tareas principales de la organizaci�n revolucionaria.

Examinando la secuencia hist�rica de los modos de producci�n en las formaciones econ�mico-sociales, vemos que el esclavismo existi� mucho tiempo en forma subordinada en el seno de las sociedades teocr�ticas de regad�o, hasta que el desarrollo del modo mercantil del esclavismo lo convirti� en hegem�nico. Del mismo modo ocurri� con el feudalismo en el seno de la sociedad esclavista en proceso de disgregaci�n. El modo de producci�n capitalista se construy� asimismo durante siglos en el seno del capullo feudal hasta que la burgues�a se sinti� con la fuerza para arrebatar el poder pol�tico. D�cadas atr�s, cuando estudi�bamos "La Ideolog�a Alemana", algo "nos hac�a ruido" en el momento en que constat�bamos que no ocurr�a nada parecido con el socialismo en el interior de la matriz capitalista. No hab�a una cris�lida socialista acurrucada y creciendo entre nosotros. Al capitalismo hab�a que derrocarlo y, sobre las ruinas, construir desde la nada un nuevo modelo de sociedad. Eso parec�a cuando menos un poco extra�o. Supon�a tambi�n una grave dificultad. Esa situaci�n ha cambiado. La cris�lida auton�mica est� all� creciendo y a la vista. El modo de producci�n aut�nomo es la forma universal concreta del socialismo.

Contin�a: La forma nacional de la globalizaci�n neoproletaria. La T�cnica de la Aurora: la red multijer�rquica y su rol en la extinci�n del Estado.

Bibliograf�a Consultada

Deleuze
, Gilles- Postdata sobre las sociedades de control.
Krahl, Hans-Jurgen-"Tesis sobre la inteligencia T�cnico-cient�fica" en: Sozialistische Korrespondenz-info, N� 25, 1969.
Krahl, Hans-Jurgen- "Constituci�n y lucha de clases".
Kurtz, Robert -Las lecturas de Marx en el siglo XXI
Lazzarato, Mauricio; Negri, Antonio-Trabajo material y subjetividad
Lenin, Vladimir-�Qu� hacer?
Marx, Karl-El Capital, Tomo 1
Marx, Karl-Grundrisse, Tomo 2
Marx, Karl y Engels, Federico-La Ideolog�a Alemana
Negri, Antonio; Hardt, Michael-Multitud
Berardi, Franco -Del intelectual org�nico a la formaci�n del Cognitariado
 

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