VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
La Izquierda debate

 

La Estrategia de la aurora

Pedro Cazes Camarero
Noviembre de 2005

Primera parte: una Teoría de la Aurora

Resumen: La aparición del trabajo inmaterial, su generalización como trabajo general concreto, la aparición del neoproletariado, la exterioridad creciente de la burguesía respecto de la producción, la aparición de la crisálida del modo de producción autónomo en el seno de las formaciones sociales con hegemonía capitalista, la autoconstrucción de redes fractales autónomas multijerárquicas, la extinción de los partidos leninistas por evaporación del sujeto interpelado, la categoría de fetichismo como clave heurística, el reemplazo del intelectual orgánico por la intelectualidad de masas, el "general intellect" impregnando el proceso social en su conjunto, el comunismo positivo se convierte en una consigna para la acción.

1. Comencemos con una cita jugosa

"… el trabajo inmediato se ve reducido cuantitativamente a una proporción más exigua, y cualitativamente a un momento sin duda imprescindible, pero subalterno frente al trabajo científico general, a la aplicación tecnológica de las ciencias naturales por un lado, y por otro frente a la fuerza productiva general resultante de la estructuración social de la producción global, fuerza productiva que aparece como don natural del trabajo social (aunque [sea, en realidad, un] producto histórico). El capital trabaja, así, en favor de su propia disolución como forma dominante de la producción."

"El medio de trabajo vuelve autónomo al trabajador, lo pone como propietario. La maquinaria -en cuanto capital fixe- lo pone como no autónomo, como objeto de la apropiación".

"
. En la medida, sin embargo, en que la gran industria se desarrolla, la creación de la riqueza efectiva se vuelve menos dependiente del tiempo de trabajo y del cuanto de trabajo empleados, que del poder de los agentes puestos en movimiento durante el tiempo de trabajo, poder que a su vez -su powerful effectiveness- no guarda relación alguna con el tiempo de trabajo inmediato que cuesta su producción, sino que depende más bien del estado general de la ciencia y del progreso de la tecnología, o de la aplicación de esta ciencia a la producción. (El desarrollo de esta ciencia, esencialmente de la ciencia natural y con ella de todas las demás, está a su vez en relación con el desarrollo de la producción material.)

El trabajo ya no aparece tanto como recluido en el proceso de producción, sino que más bien el hombre se comporta como supervisor y regulador con respecto al proceso de producción mismo. (Lo dicho sobre la maquinaria es válido también para la combinación de las actividades humanas y el desarrollo del comercio humano.)"


"Tan pronto como el trabajo en su forma inmediata ha cesado de ser la gran fuente de la riqueza, el tiempo de trabajo deja, y tiene que dejar, de ser su medida y por tanto el valor de cambio [deja de ser la medida] del valor de uso. El plustrabajo de la masa ha dejado de ser condición para el desarrollo de la riqueza social, así como el no-trabajo de unos pocos ha cesado de serlo para. el desarrollo de los poderes generales del intelecto humano. Con ello se desploma la producción fundada en el valor de cambio, y al proceso de producción material inmediato se le quita la forma de la necesidad apremiante y el antagonismo. Desarrollo libre de las individualidades, y por ende no reducción del tiempo de trabajo necesario con miras a poner plustrabajo, sino en general reducción del trabajo necesario de la sociedad a un mínimo, al cual corresponde entonces la formación artística, científica, etc., de los individuos gracias al tiempo que se ha vuelto libre y a los medios creados para todos El capital mismo es la contradicción en proceso, [por el hecho de] que tiende a reducir a un mínimo el tiempo de trabajo, mientras que por otra parte pone al tiempo de trabajo como única medida y fuente de la riqueza. Disminuye, pues, el tiempo de trabajo en la forma de tiempo de trabajo necesario, para aumentarlo en la forma del trabajo excedente; pone por tanto, en medida creciente, el trabajo excedente como condición -question de vie et de mort- del necesario. Por un lado despierta a la vida todos los poderes de la ciencia y de la naturaleza, así como de la cooperación y del intercambio sociales, para hacer que la creación de la riqueza sea (relativamente) independiente del tiempo de trabajo empleado en e11a. Por el otro lado se propone medir con el tiempo de trabajo esas. gigantescas fuerzas sociales creadas de esta suerte y reducirlas a 1os límites requeridos para que el valor ya creado se conserve como valor".

"La naturaleza no construye máquinas, ni locomotoras, ferrocarriles, electric telegraphs, selfacting mules, etc. Son éstos, productos de la industria humana: material natural, transformado en órganos de la voluntad humana sobre la naturaleza o de su actuación en la naturaleza. Son órganos del cerebro humano creados por la mano humana; fuerza objetivada del conocimiento. El desarrollo del capital fixe revela hasta qué punto el conocimiento o knowledge social general se ha convertido en fuerza productiva inmediata, y, por lo tanto, hasta qué punto las condiciones del proceso de la vida social misma han entrado bajo los controles del general intellect y remodeladas conforme al mismo. Hasta qué punto las fuerzas productivas sociales son producidas no sólo en la forma del conocimiento, sino como órganos inmediatos de la práctica social, del proceso vital real."


[Karl Marx,"Fragmento sobre las Máquinas" Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858 (1972). Vol. 2, pp. 216-230. Siglo XXI, México. Traducción del alemán de Pedro Scaron. Subrayado de Pedro Cazes Camarero]


2. La puesta al día de la teoría marxista y la impotencia de los ideólogos capitalistas

El llamado "siglo del movimiento obrero" fue testigo de muchos intentos de enterramiento de Marx, quien no cesaba de resucitar. Sin embargo, inclusive los propios marxistas comprobamos ahora que muchas de sus reflexiones teóricas se volvieron anacrónicas. Por supuesto, pueden continuar siendo defendidas de modo fanático, pero eso sería exactamente lo contrario de lo prescripto por el mismo Marx. Queda por preguntarse qué es lo que ha sobrevivido, que constituye la mayor parte. Como veremos más adelante, ciertos aportes marxianos algo olvidados comienzan a recobrar actualidad. Y constatemos, además, comparativamente, que los discursos pseudo-modernizadores, apologéticos del capitalismo, resultan impotentes para manejar los problemas que se avecinan. El "siglo corto" transcurrido entre 1917 y 1989 ha sido el período de incubación de una crisis de escala titánica, aún no completamente desplegada, y que sólo podrá enfrentarse con transformaciones sociales profundamente revolucionarias. En tanto, los ideólogos de la burguesía sólo ofrecen una modernización de orden tecnológico y proclamas acerca del "fin de la historia".
El motivo por el que ciertos aspectos del marxismo, hoy todavía defendidos por la "vieja izquierda", se han convertido en anacrónicos e inaplicables, es que no representan una crítica global del modo de producción capitalista, sino una crítica acotada a ciertas etapas de la evolución del mismo, que deberían superarse sin salir forzosamente del sistema. Sin embargo, a Marx y sus contemporáneos, que percibían al aún joven capitalismo como un bloque, esas limitaciones propias de la inmadurez del modo de producción se les aparecían como intrínsecas.

3. El modo de producción capitalista se fue desarrollando de modo desigual.

Mientras que, en la época de Marx, el capitalismo ya había mostrado en Gran Bretaña sus notas principales y por lo tanto reconocibles, ello ocurría en mezcla con formas precapitalistas en la propia Europa Occidental, y con la hegemonía de los modos de producción precapitalistas en las formaciones económico-sociales del resto del mundo, que ni siquiera había sido mayormente convertido en colonias todavía. De tal modo, en la mirada de la época, la idiosincrasia del capitalismo se identificaba con las formas de la etapa que estaba atravesando. Por lo tanto, criticar esa etapa aparecía, para la izquierda de entonces, como la crítica del propio modo de producción capitalista en su conjunto, cuando en realidad sólo se reducía al reclamo de correcciones en su interior. Así por ejemplo es el caso del sufragio universal o las ocho horas diarias de trabajo. Las formas aristocráticas con que los burgueses trataban al proletariado, asimismo, eran en el fondo anacronismos precapitalistas, ya que la igualdad contractual o jurídica entre explotador y explotado, aunque obviamente ficticia, constituía un presupuesto del capitalismo maduro (o sea su forma lógica: "aquello que exhibe madurez y forma clásica").

Ante el carácter tímido y conservador de la burguesía de su época, Marx y Engels pensaron en la posibilidad de que algunas tareas modernizadoras propias del capitalismo fueran tomadas por el movimiento obrero, pero siempre advertidos de que ello terminaría profundizando al capitalismo como sistema. Pasados casi dos siglos, la maduración prevista por Marx, Engels y los demás clásicos del socialismo científico, la combinación del desarrollo desigual capitalista, en lo esencial ha sido completada, por lo menos en los países centrales. Si ése fuera todo el programa del marxismo, habría que darle la razón a la derecha y constatar su agotamiento. Sin embargo, existen además una serie de tesis marxianas que cuestionan al capitalismo globalmente, como sistema, aunque sus contemporáneos tuvieron dificultades para entenderlas en toda su profundidad debido a que estaban muy adelantadas para la época y además formuladas en terminología filosófica. Esos aportes marxianos los examinaremos más adelante.

4. Decadencia y caída del socialismo real

Otro motivo de la dilación para que esos temas teóricos salieran a la palestra es que, durante los últimos cien años, tanto las naciones de la periferia como los países del "socialismo real" de Europa Oriental, tuvieron que esforzarse para resolver los problemas del desarrollo económico desde una base material muy débil, en competencia con un capitalismo occidental nucho más desarrollado. Así, los aspectos profundamente revolucionarios de la crítica marxista global al capitalismo desaparecieron completamente de la discusión, perdidos entre el leninismo y la teoría de la liberación nacional.
Como explica Lenin, los marxistas tenían que hacer las veces de la burguesía. Además (en el socialismo real) como burocracias estatales, los partidos obreros marxistas no sólo tuvieron que asumir las tareas burguesas, sino que tuvieron que expandir la propia clase obrera que era casi inexistente. En los países de socialismo real el modo de producción hegemónico era el capitalismo, bajo la forma del capitalismo de estado. Por lo tanto, aquello que aparecía como "prácticas radicalizadas" de ese marxismo, y que incluía en ocasiones hasta el enfrentamiento militar con los países centrales, como en la guerra de Corea o la de Vietnam, consistía en una competencia con occidente que en el fondo era intercapitalista, o sea dentro del sistema. El examen de las críticas globales y radicalizadas del marxismo al modo de producción capitalista, quedaron nuevamente postergadas. Además, las formas de dictadura revolucionaria asumidas en la periferia aterrorizaron a la socialdemocracia occidental, lo cual fue una justificación extra para que abandonaran explícitamente al marxismo y se deslizaran a un desarrollismo no revolucionario.
La intención emancipadora de construir un "hombre nuevo" socialista se fue desplazando, bajo los regímenes stalinistas, al objetivo de obtener una participación creciente en el mercado mundial. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos realizados y de sus éxitos iniciales, el "segundo mundo" se hundió. En un contexto de capitalismo de estado, la débil base de acumulación de capital no le permitió suficiente inversión. En un único mercado mundial, capitalista, sufrieron un creciente deterioro de los términos de intercambio y finalmente debieron capitular como economías nacionales autónomas. Cuando la Unión Soviética se desmoronó en 1989, ese suceso fue interpretado como una victoria de la economía de mercado. El marxismo como alternativa histórica al capitalismo parecía fracasado.

Sin embargo, no fue la alternativa histórica lo que fracasó, sino solamente la modernización reparadora de la periferia, como la denomina Robert Kurtz. En una palabra, lo que fracasó con el llamado "socialismo real" no es otra cosa que una modalidad del capitalismo sistémico (básicamente el capitalismo de estado) que aplicó, para desarrollarse, las críticas marxianas destinadas a modernizar el capitalismo del siglo XIX. Cualquier intento de exhumar éstas para ponerlas en práctica en la actualidad se dirige al fracaso, debido a que el capitalismo tardío de los países centrales ha superado hace rato esas expectativas. No se nos escapan las notables diferencias entre las formaciones sociales del "socialismo real" y aquellas en las que están hegemonizadas por las empresas privadas. Pero "la identidad de fondo entre ambos ha sido probada prácticamente por el hecho de que ese socialismo real sólo ha podido fracasar según los criterios capitalistas porque éstos también eran los suyos"(Cfr. Kurtz).

5. La crisis del capitalismo monopolista tardío y las dificultades para su percepcion

Pocos años después de la "caída del Muro", el mundo capitalista también se apresta a hundirse en una crisis más seria todavía que la del stalinismo. Es vana la esperanza de superarla siguiendo las recetas del Consenso de Washington, con un simple cambio político, institucional e ideológico, huyendo de la intervención estatal y profundizando la acción del mercado. El capitalismo occidental no está en condiciones de integrar a los retrasados históricos en un sistema mundial único bajo su conducción. Sometida a la presión de patrones de productividad globalmente unificados y alineados con los de las regiones más desarrolladas, gran parte de la humanidad no logra existir bajo las formas sociales capitalistas, e incluso ello ocurre en el interior de los países capitalistas centrales.
Esta nueva crisis ya no puede ser superada bajo las formas de conciencia vigentes hasta ahora. Es imposible formular una propuesta emancipatoria dentro de las categorías teóricas del capitalismo tardío: las dogmáticas del valor, la mercancía y el dinero, en las cuales se manifiesta la forma capitalista del "trabajo", y ya alcanzó todos los aspectos de la vida: el arte, la religión, el amor, etc. Esta situación no está normada por reglas externas, sino por la dificultad de pensar fuera de ese contexto. El capitalismo ha impulsado a las fuerzas productivas más allá del concepto de "ganancia", pero ni burgueses ni trabajadores logran superar fácilmente el obstáculo epistemológico que les impide imaginarlo. Marx percibió que las categorías teóricas mencionadas más atrás, y otras de la misma naturaleza, no constituyen una propedéutica de la economía política, sino temas legítimos que pueden ser considerados objetivos del análisis científico. La supuesta "ciencia económica" burguesa considera, por ejemplo, que la transformación del capital-dinero en plusvalía constituye un fenómeno semejante al regido por las leyes de la naturaleza, y no una relación específica de categorías sujetas a la crítica.

6. El concepto marxiano de "fetichismo" y su potencia explicativa

El concepto de "fetichismo", introducido por Marx, opera esta transformación de los fantasmas axiomáticos en temas científicos
. El capitalismo aparece como un sistema racional, pero en él las abstracciones generadas por la praxis humana, como la mercancía y el dinero, se emancipan y se oponen a las personas de modo tal que la racionalidad capitalista se manifiesta como una construcción absurda. El dispositivo heurístico con que Marx convierte "aquello tan obvio que no debe ser mencionado", el "fetiche", lleva el análisis teórico de las categorías a un nivel de abstracción superior, apto para describir todas las formaciones sociales que se sucedieron hasta hoy. El concepto de "fetiche" otorga auto-conciencia a la sociedad y a partir de su introducción, potencialmente, la misma es libre para escoger sus metas y tareas. La historia como "historia de la lucha de clases", se transfigura así en la historia como "historia de los medios fetichistas para obliterar la percepción de la realidad": desde la religión hasta la mercancía. La ubicuidad del fetiche permite a los movimientos autónomos emerger, por vez primera, como un proceso decisorio social auto-consciente, ajeno y más allá del mercado y del estado.

7. Una nueva estrategia marxista para el siglo XXI

Las formas políticas de la izquierda del siglo XX se han vuelto anacrónicas. Las tecnologías digitales han permitido el tejido en red de los fragmentos individuales de trabajo intelectual, el cual se ha visto sometido a la producción de valor.
Es preciso edificar una estrategia fundada en la autoorganización del neoproletariado, es decir del trabajo estructurado en la red como subjetividad política en acción. A la globalización neoliberal deberá oponerse una nueva globalización alternativa a la del capital: la globalización autónoma del trabajo neoproletario autoorganizado en red.

8. El papel de los intelectuales en el partido leninista clásico

Para Lenin, quien escribía a comienzos del siglo XX, los intelectuales no son una clase social, ya que no tienen intereses propios para defender, y por lo tanto pueden convertirse en instrumentos de la conciencia revolucionaria; en cambio, los obreros, que sí son portadores de un interés social, no pueden pasar de la fase puramente económica a la fase política autoconciente si no es a través de la forma política de "partido", que les transmite la herencia filosófica. Así, la dimensión colectiva de la actividad de los intelectuales comunistas se identifica siempre, para el leninismo, con el partido, y son definidos como intelectuales orgánicos. Así, el intelectual de la tradición moderna, que no ha sido puesto todavía a trabajar en la red digital, no puede tener acceso a la dimensión colectiva si no es a través del partido.

9. La "intelectualidad de masas" como sujeto político hegemónico

A fines del siglo XX, como consecuencia de la escolarización de masas y de la transformación científico-técnica de la producción, el rol de los intelectuales cambió profundamente. Paolo Virno habla de "intelectualidad de masas" para referirse a la formación de la subjetividad social ligada a la masificación de las competencias intelectuales en la sociedad industrial avanzada. Ya en los años '60 la corriente del "operaismo" italiano (Tronti, Panzieri, Negri, Alquanti) abandonó la noción leninista del partido como "intelectual colectivo", cuestionando la propia noción de "intelectual" y proponiendo un reexamen de la noción marxiana de "general intellect" (ver más atrás el fragmento "Sobre las Máquinas" de los Grundrisse).
En la sociedad capitalista tardía están desplegadas las siguientes dimensiones:
1. "General Intellect":
1.1. El trabajo se transforma íntegramente en "trabajo inmaterial";
1.2. La fuerza de trabajo se convierte en "intelectualidad de masas".
2. "Sujeto Social":
La "intelectualidad de masa" puede transformarse en un sujeto social políticamente hegemónico (Ref. Negri y Lazzarato).
La tradición marxista-leninista olvidó el concepto de "general intellect" durante el período de las grandes revoluciones proletarias, pero en el capitalismo tardío esta noción irrumpe como la fuerza productiva central. En la actualidad (2005), con el despliegue maduro de la red informática global, el "general intellect" impregna el proceso social en su conjunto y tanto la concepción leninista de "partido" como la noción gramsciana de "intelectual orgánico" (que se funda en la adhesión de los intelectuales a la ideología marxista-leninista) se vuelven anacrónicas.
El partido revolucionario leninista tenía como modelo la organización de la fábrica "fordista", articulada verticalmente: gerentes, administradores, capataces y obreros. El análogo del papel de la patronal (consejo de administración, etc.) en el partido leninista era el comité central y el secretariado del partido. Para el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas de la época de Lenin ese modelo mostró una gran eficacia.
En las grandes empresas del capitalismo tardío, el trabajo del neoproletariado implica creciente capacidad para escoger entre diversas alternativas, y también mayores responsabilidades respecto de las exigencias, más sencillas, de las viejas fábricas "fordistas". Se multiplican las interfases, tanto entre nodos de la red laboral, como entre funciones y jerarquías. El trabajo inmaterial ocupa un papel estratégico en la organización de la producción global y atraviesa la misma de tal modo que el conjunto se reorganiza a su alrededor, y tiende a volverse explícitamente hegemónico.
En el obrero calificado, con empleo efectivo, este modelo de trabajo inmaterial ya se encuentra constituido; entre los jóvenes precarizados o desocupados es una virtualidad, pero que contiene todas las características de la subjetividad productiva post-industrial.
Aunque obviamente las otras formas del trabajo no han desaparecido, el trabajo intelectual las hegemoniza y se ha convertido en la forma general del trabajo humano. Ya no constituye una función separada del trabajo productivo, creador de valor. Como afirma Franco Berardi, el trabajo intelectual es "una función transversal a todo el proceso social, consistente en la creación de interfaces tecnolinguísticas que hagan posible la fluidez del proceso y su capacidad recombinante".
Este modelo superador de la organización del trabajo que presenta el capitalismo tardío tiene varias consecuencias: primero, el proletario que es interpelado por la organización revolucionaria es muy distinto que el de la época de Lenin, lo cual genera la necesidad de cambios importantes en las forma del discurso y en la organización "partidaria", porque el modelo leninista, vertical, disciplinado y autoritario, ya no es capaz de contener al nuevo sujeto revolucionario; segundo, porque (como veremos más adelante) la naturaleza misma de la revolución ha sufrido cambios; tercero, porque el neoproletariado es capaz de llegar por sus propios medios a la conciencia política "para sí", superando la conciencia "en sí", exclusivamente económica y sindical, sin la intervención obligada del partido revolucionario; cuarto, porque las formas de organización posfordista del trabajo (en red multijerarárquica) proporcionan un modelo muy apropiado para la organización revolucionaria de nuevo tipo que vendrá a reemplazar al partido leninista clásico.
Así, ya no se trata, ante todo, de articular instancias de representación política, sino de tejer una red global de intercambio de conocimientos y de producción, basada en valores, que serán autónomos respecto de la ganancia capitalista, y en cambio orientados a la utilidad social. Los intelectuales no encuentran ya el lugar de la acción política fuera de su práctica cotidiana: el programador o el médico deben hacer de tales, no de revolucionarios profesionales, como exigía el leninismo, a fin de llevar la conciencia revolucionaria a los trabajadores "desde afuera". El intelectual debe, ante todo, reorientar su propio campo de conocimiento y acción.
Este proceso ya tiene su corta historia, escasamente conocida. Desde el comienzo de los años '90, Internet hizo posible un amplísimo proceso de autoorganización de los usuarios, impregnados de una ideología acrítica, llena de optimismo neoliberal, ya que se sentían libres para desplegar sus pequeños emprendimientos capitalistas. Aunque parezca insólito, en la segunda mitad de la década, Internet se convirtió en el campo de batalla de una feroz lucha de clases. Los monopolios explotaron crecientemente la inteligencia colectiva. Las empresas "punto-com" fueron el laboratorio de lanzamiento de un modelo productivo y de un mercado, pero las grandes emporesas informáticas arrebataron a los micro empresarios los instrumentos de su autoorganización y los encerraron en una condición subordinada. El mercado fue conquistado y asfixiado por los monopolios del mundo virtual, los cuales se fusionaron con el grupo dominante de las finanzas, el petróleo y la industria militar. La globalización democrática de Internet se vio asfixiada por la dictadura del gran capital. Las esperanzas de altas retribuciones alimentadas por el neoproletariado que se afanaba en la red, contrastaron fuertemente con el hecho de su marginalización. La clase obrera virtual, aspirante a empresaria, segura de sí misma, se ha visto así obligada a reconocerse a sí misma como neoproletariado: dotado, eso sí, de medios intelectuales superiores, depositarios del saber en el que se funda la sociedad capitalista; pero en el fondo, productores de plusvalía que les arrebata la patronal. De imaginarios yuppies felices pasaron a reconocerse como trabajadores explotados. En ese descubrimiento se funda la autoorganización del trabajo neoproletario.

Como resultado de la presión democrática y de las necesidades del capitalismo tardío, la enseñanza se masificó y los saberes se fueron integrando en el proceso de producción. Por primera vez en la historia, la función intelectual se reconoció a sí misma como sujeto político de masas. Inicialmente, allá por 1968, el movimiento intentó interpretar su papel de acuerdo con las categorías del marxismo-leninismo, concibiéndose como una vanguardia política. Sin embargo, ya por entonces Hans-Jurgen Krahl sostenía que "la nueva composición social del trabajo intelectualizado no puede ser organizada según las categorías políticas y organizativas del movimiento obrero tradicional".

Las teorías tradicionales de la conciencia de clase ignoran el papel metaeconómico, es decir, constitutivo de la riqueza y la cultura, que ejerce la subjetividad productiva, especialmente en el capitalismo tardío. La separación de la "esfera económica" respecto de la "esfera de la conciencia", tenía un fundamento real cuando el trabajo productivo estaba netamente separado del trabajo intelectual, pero paulatinamente perdió su significado cuando el trabajo intelectual fue subsumido en el proceso global de la producción, en la que intervienen también factores extraeconómicos. Las esferas emocional, ideológica y linguística condicionan la productividad social. La aplicación de la ciencia y la técnica al proceso productivo ha alcanzado, incluso, un estadio de desarrollo tal que ya amenaza con hacer saltar el sistema, porque ha inducido una nueva modalidad en la socialización del trabajo productivo, que no tolera ya las forma de objetivación impuestas por el capital al trabajo mismo.
Krahl afirmaba, en 1970, que el leninismo, como modelo organizativo, es inadecuado para las metrópolis. Franco Berardi agrega hoy (2005) que ello es verdad especialmente cuando la composición social del trabajo adquiere forma de red. En la forma de trabajo protoindustrial, el obrero es conciente de su oficio pero carece de conciencia alguna del sistema de saberes que estructura a la sociedad en su conjunto. En esa etapa existe una gran brecha entre ese trabajo y el trabajo intelectual. Cuando el obrero-masa irrumpe en la escena, desarrolla su sociabilidad en una forma inmediatamente anticapitalista. La brecha entre trabajo intelectual y trabajo material se cierra parcialmente. Y la separación desaparece por completo cuando nos hallamos frente a la forma mentalizada del trabajo social, cuando cada operador intelectualizado se convierte en portador de ciertos conocimientos específicos y de una percepción del sistema social que abarca el conjunto de los procesos productivos.

10. La "intelectualidad de masa" es la nueva subjetividad.

En los textos citados de los "Grundrisse" Marx muestra, con un vocabulario algo sesgado hacia la economía, que la cuestión de la subjetividad se relaciona con una transformación radical de la articulación del sujeto con la producción. El neoproletario se autonomiza tanto respecto del tiempo de trabajo que intenta imponer el capital, como respecto de la misma explotación, o sea como capacidad productiva individual y colectiva. La vieja categoría de "trabajo" es, en realidad, incapaz de dar cuenta de lo que hace el "trabajo inmaterial". La diferencia nítida existente en las etapas iniciales del capitalismo entre "tiempo de trabajo", "tiempo de reproducción" y "tiempo libre" comienza a desaparecer cuando el trabajo inmaterial se convierte en la forma hegemónica del trabajo: aparece como "tiempo global" y el trabajo ya no se reproduce en forma de explotación, sino en forma de producción de subjetividad. Se constituye una nueva "subjetividad autónoma" alrededor de la "intelectualidad de masa". De tal modo, la tendencia es la siguiente: los sujetos productivos, en el capitalismo tardío, no se constituyen en torno a los dictados autocráticos del burgués, sino ante todo se constituyen autonómicamente. Los capitalistas se adaptan a esta situación, abandonando su rol histórico de fuente de la organización. Por supuesto que su reacción no va a ser de felicidad, pero, al mismo tiempo, el empresario concreto nota cómo su poder sobre la unidad productiva se vuelve puramente formal, y el contenido del proceso productivo pertenece crecientemente al modo de producción autónomo: a la cooperación social del trabajo inmaterial.
A partir de 1968, los estudiantes tienden paulatinamente a representar de modo permanente y cada vez más vasto el "interés general" de la sociedad, y en los espacios abiertos por ellos irrumpe después el movimiento obrero; aunque inicialmente los estudiantes interpretaron su situación en términos clásicos de vanguardia marxista-leninista, en el fondo ellos mismos forman parte del neoproletariado, y con una autonomía importante sobre las imposiciones del capital que les permite un desenvolvimiento subjetivo con varios grados adicionales de libertad. Los movimientos de estudiantes y de género son independientes del trabajo y por lo tanto, no son estrictamente políticos, en tanto que no plantean el tema del poder. El movimiento de 1968 y de los años sucesivos constituyó el surgimiento de una nueva subjetividad. La "intelectualidad de masa" se constituye independientemente como un proceso de subjetivación autónoma que establece su relación con el capital en base a su autonomía y no necesita pasar por la organización del trabajo para imponer su fuerza (Ref. Negri y Lazzarato).

11. El comunismo como consigna para la acción: el capital fijo se transforma en producción autónoma de subjetividad

Deleuze trata de comprender cómo la interfase comunicacional se inserta en lo interno de su actividad. Está relacionado con una hipótesis central de los Grundrisse: el capital fijo se transforma en producción autónoma de subjetividad. Al percibir de modo autoconsciente que forma parte de una red productiva que permantemente toma decisiones y construye conocimientos, el neoproletario incorporado como capital fijo se autonomiza subjetivamente. La subjetividad es un ingrediente de indeterminación absoluta, por lo que se convierte en potencialidad absoluta: no solamente la eclosión de riqueza social ha generado las bases materiales de la emancipación humana, sino que el capitalismo, en su seno, ha construido el modo de producción autónomo también en la interioridad del trabajador. El empresario capitalista se vuelve innecesario. La producción se vuelve externa al capitalista. El comunismo se ha hecho posible en acto.
El nuevo tipo de trabajo abstracto, autónomo y hegemónico, ya no precisa más del capital como elemento articulador. Por ende, por más que subsistan las contradicciones entre obreros y patrones, lo determinante es el proceso autónomo de subjetividad alternativa, de organización independiente de los trabajadores. Los sindicatos, a partir de esta constatación, al igual que todos los otros lugares institucionales y políticos como los parlamentos, pueden ser empleados como lugares de comunicación y acumulación de fuerzas, pero con una gran desconfianza respecto de su capacidad de representación.

12. La organización revolucionaria y la naturaleza de la revolución

El propio concepto de revolución se modifica
. Sigue siendo una ruptura radical, pero subordinada a las nuevas reglas de constitución ontológica de los sujetos, que no requiere más que su propia fuerza para ser real. Ahora bien: de todo lo expuesto no debería sacarse como conclusión que la irreversibilidad de los cambios producidos y la tendencia enérgica de los cambios por producirse, terminarán indefectiblemente con el capitalismo de manera espontánea. La organización revolucionaria continúa siendo necesaria, al igual que el arte de la política. Porque los procesos históricos no son mecánicos y el gran cambio podrá ser lento, difícil y doloroso para las grandes mayorías, o bien relativamente rápido, fácil e indoloro, según la sabiduría que apliquen los líderes de la revolución. La organización revolucionaria ha sido relevada de una de sus grandes tareas estratégicas, consistente en convertir las vanguardias sociales en vanguardias políticas. El poder no es solamente el detentado por el Estado, sino, crecientemente, el construido desde la base por el modo de producción autónomo. Pero el Estado no se evapora, como sí lo hace la presencia del capitalista en el liderazgo de la producción. La destrucción del Estado como superestructura independiente constituye una de las tareas principales de la organización revolucionaria.

Examinando la secuencia histórica de los modos de producción en las formaciones económico-sociales, vemos que el esclavismo existió mucho tiempo en forma subordinada en el seno de las sociedades teocráticas de regadío, hasta que el desarrollo del modo mercantil del esclavismo lo convirtió en hegemónico. Del mismo modo ocurrió con el feudalismo en el seno de la sociedad esclavista en proceso de disgregación. El modo de producción capitalista se construyó asimismo durante siglos en el seno del capullo feudal hasta que la burguesía se sintió con la fuerza para arrebatar el poder político. Décadas atrás, cuando estudiábamos "La Ideología Alemana", algo "nos hacía ruido" en el momento en que constatábamos que no ocurría nada parecido con el socialismo en el interior de la matriz capitalista. No había una crisálida socialista acurrucada y creciendo entre nosotros. Al capitalismo había que derrocarlo y, sobre las ruinas, construir desde la nada un nuevo modelo de sociedad. Eso parecía cuando menos un poco extraño. Suponía también una grave dificultad. Esa situación ha cambiado. La crisálida autonómica está allí creciendo y a la vista. El modo de producción autónomo es la forma universal concreta del socialismo.

Continúa: La forma nacional de la globalización neoproletaria. La Técnica de la Aurora: la red multijerárquica y su rol en la extinción del Estado.

Bibliografía Consultada

Deleuze
, Gilles- Postdata sobre las sociedades de control.
Krahl, Hans-Jurgen-"Tesis sobre la inteligencia Técnico-científica" en: Sozialistische Korrespondenz-info, N° 25, 1969.
Krahl, Hans-Jurgen- "Constitución y lucha de clases".
Kurtz, Robert -Las lecturas de Marx en el siglo XXI
Lazzarato, Mauricio; Negri, Antonio-Trabajo material y subjetividad
Lenin, Vladimir-¿Qué hacer?
Marx, Karl-El Capital, Tomo 1
Marx, Karl-Grundrisse, Tomo 2
Marx, Karl y Engels, Federico-La Ideología Alemana
Negri, Antonio; Hardt, Michael-Multitud
Berardi, Franco -Del intelectual orgánico a la formación del Cognitariado