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La Izquierda debate

 

El reinado del poder confuso
Am�rica Latina en la trampa progresista

Jorge Beinstein
jorgebeinstein@yahoo.com

Cart�n lleno, la ola progresista est� a punto de cubrir lo esencial de la geograf�a latinoamericana, si L�pez Obrador llega a imponerse en M�jico, la vieja derecha neoliberal habr� quedado reducida a unos pocos remanentes de los a�os 1990. Sin embargo desde el punto de vista de los intereses econ�micos dominantes en la regi�n muy poco ha cambiado, tampoco se han producido mejoras en el plano social, el proceso de concentraci�n de ingresos y empobrecimiento masivo continua su marcha. Aunque se han producido mutaciones decisivas en las ret�ricas oficiales, ahora plagadas de alusiones humanistas y de cr�ticas a las multinacionales o al FMI (que no se dan por aludidos y prosiguen su labor). �Que es en realidad el progresismo latinoamericano?, �que rasgos definen a un gobierno como tal?, �en que se diferencia de los reg�menes anteriores?, �como puede ser que en Washington, donde gobierna la extrema derecha, no aparezca ni la menor se�al de preocupaci�n por estos cambios?.

Fronteras borrosas

Ensayar una tipificaci�n del centroizquierda regional no es tarea sencilla, pululan se�ales h�bridas, contradictorias, discursos opuestos a los hechos, promesas incumplidas. Sus fronteras son borrosas, en ciertos casos es dif�cil establecer si algunos de sus integrantes realmente pertenecen o no al espacio, su heterogeneidad ideol�gica y de origen pol�tico es desconcertante. Lula fue un dirigente obrero partidario del socialismo aunque apenas lleg� al gobierno aclar� que no era un hombre de izquierda, Kirtchner fue en la d�cada pasada un decidido gobernador de provincia neoliberal, amas� su primera fortuna durante la dictadura militar, pero ahora ha decidido borrar ese pasado, se proclama progresista y recuerda lejanos nebulosos antecedentes en la "izquierda peronista" (y aplica una pol�tica favorable a la hegemon�a de las multinacionales). Bachelet es al mismo tiempo "heredera" del partido socialista de Salvador Allende y firme defensora del sistema econ�mico forjado bajo la dictadura de Pinochet. Y tanto ella como Tabar� Vazquez (de vieja trayectoria en la izquierda y acompa�ado por funcionarios ex tupamaros) est�n entre los m�s fieles aliados de los Estados Unidos.
Algo que los marca a casi todos es su dedicaci�n prioritaria a las manipulaciones medi�ticas, el mundo ilusorio de los medios de comunicaci�n es la "tierra firme" cuya din�mica sobredetermina buena parte de sus actos, toda esa venta y reventa de ilusiones cubre un pragmatismo pr�ximo a la amoralidad absoluta. Su com�n denominador es un cierto izquierdismo "cultural" (moderado) combinado con pol�ticas econ�micas conservadoras que preservan las reformas neoliberales de los a�os 1980-1990. Aunque en materia de pol�tica internacional en algunos casos van m�s all� de los discursos y practican un juego que afloja los tradicionales lazos de sujeci�n al Imperio y anuda v�nculos con otros sistemas de poder. En fin, la r�pida decrepitud de las privatizaciones los lleva a veces a reasumir el control p�blico de alg�n sector enajenado en ruinas, lo que les permite animar unos pocos shows nacionalistas (muy acotados).
Tanto juego confuso despista a quienes los eval�an siguiendo patrones de otras �pocas, entre otras cosas, porque una de sus fuentes (medi�ticas) de legitimaci�n es la utilizaci�n inescrupulosa del pasado, en especial de la memoria (remodelada) de rebeld�as populares extinguidas. Ejemplos: un alto funcionario uruguayo que hace varias d�cadas era un joven rebelde tupamaro se escuda en esos antecedentes para justificar alg�n acto de corrupci�n gubernamental o la aceptaci�n "realista" del saqueo realizado por empresas multinacionales, Kirchner rinde una y otra vez homenaje a las v�ctimas de la dictadura mientras obedece fielmente la �ltima exigencia del FMI y salda por anticipado la megadeuda argentina con ese organismo (al mismo tiempo le arroja alguna cr�tica), un funcionario del gobierno de Brasil recuerda su lejano combate contra el despotismo militar mientras Lula decide el remate 13 millones de hect�reas de tierras amaz�nicas o el env�o de tropas a Haiti.

El nuevo contexto global

La observaci�n de los recientes cambios en el contexto global nos puede ayudar a entender al progresismo latinoamericano. En poco menos de un lustro los Estados Unidos han perdido la imagen de superpotencia imbatible y ahora afloran alianzas, polos de distinto peso que toman distancia del Imperio y que a veces lo enfrentan, la fantas�a del planeta norteamericanizado se va esfumando. Emerge China, que pese a su dependencia comercial del mercado norteamericano enfrenta a la estrategia estadounidense en numerosos pa�ses y temas decisivos del comercio global (suministro de materias primas, inversiones, etc.). En el coraz�n de Asia se est� conformando una alianza econ�mico-pol�tica entre Rusia, China e Ir�n, contratos multimillonarios de venta de petr�leo y gas, inversiones en infraestructura, venta de armas, programas de cooperaci�n tecnol�gica, etc., van tejiendo una tupida red entre esos tres pa�ses, atrayendo a numerosos estados de la periferia y desplazando intereses occidentales. India juega cierto juego propio oscilando entre los Estados Unidos y las naciones emergentes de Asia, la Uni�n Europea mantiene su amistad hist�rica con el Imperio pero en una suerte de distanciamiento suave, muy prudente, manifestando a veces sus desacuerdos. El empantamiento de los Estados Unidos en Irak y Afganistan y sus crecientes dificultades econ�micas (superdeudas p�blica y privada, d�ficits comerciales y financieros, etc.) demuestran sus debilidades estrat�gicas, la enfermedad del gigante incita a las fieras circundantes a pegarle mordiscos, robarle alguna presa o alejarse de su influencia.
La hegemon�a aplastante de los a�os 1990 no es sustituida por otra forma de polarizaci�n dura (como fue la bipolaridad en la �poca de la Guerra Fr�a) sino por una situaci�n muy original (no tiene paralelo en la era moderna) de despolarizaci�n que le abre el paso a una suerte de multipolaridad floja de futuro incierto. Mientras la superpotencia declina no emergen centros dominantes de reemplazo. Amplios espacios del sistema mundial aparecen as� sumergidos en un capitalismo difuso, sin control imperialista fuerte (por parte de potencias declinantes o emergentes).
Adem�s el marco de esta transformaci�n no es una nueva prosperidad general del capitalismo sino su crisis prolongada que ahora tiende a agudizarse.
Impulsadas por esta realidad numerosas burgues�as perif�ricas (especialmente en Latinoam�rica) combinan interpenetraciones financieras y productivas extra norteamericanas con gestos de independencia frente el Imperio. Esto podr�a hacernos recordar al mundo de los a�os 1930 cuando la oligarqu�a argentina (y algunas otras de la regi�n) mezclaba su tradicional anglofilia con acercamientos hacia Alemania o Estados Unidos y alentaba a muchos de sus pol�ticos, militares e intelectuales al acercamiento con las "nuevas ideas" (el fascismo) en detrimento de las "viejas" (el liberalismo decimon�nico). Pero el paralelo es en buena medida falso, este es otro planeta, en el plano ideol�gico no asistimos a tentativas de recambio de los paradigmas burgueses sino al desprestigio de los existentes sin renovaciones culturales (capitalistas) a la vista. Desde el punto de vista econ�mico no declina un viejo Imperio (Inglaterra) acosado por otros m�s j�venes, m�s bien constatamos el deterioro del gran barco estadounidense y el probable hundimiento por arrastre de sus aliados y rivales.

Independencias moderadas

Las peque�as maniobras por cuenta propia del Mercosur (liderado por Brasil) deben ser inscriptas en este nuevo contexto, tambi�n el galimat�as de Evo Morales que luego de su victoria electoral pudo exhibir el apoyo de Cuba y Venezuela, pero tambi�n de Espa�a y la Uni�n Europea, el visto bueno de Bush, la amistad de China e India y la decisi�n del FMI de perdonar la deuda boliviana.
La autonomizaci�n prudente respecto de los Estados Unidos por parte de algunos gobiernos progresistas suele combinarse con la aplicaci�n de pol�ticas econ�micas reaccionarias, de consolidaci�n del subdesarrollo, Lula, Kirchner y Tabar� Vazquez son tres buenos ejemplos de eso. Evo Morales en Bolivia con su proyecto de "capitalismo andino-amaz�nico", m�s all� de sus desbordes verbales aparece objetivamente como un renovador de la Bolivia burguesa (atrapada por las redes empresarias multinacionales) ampliando el espectro de relaciones carnales con el capitalismo global, lo que seguramente, de lograr algunos �xitos en sus objetivos, implicar� cambios importantes en las relaciones internas de poder.
Sin embargo las audacias "patri�ticas" o "sociales" del progresismo son muy limitadas porque a diferencia de los a�os 1930 hoy el capitalismo como realidad mundial es b�sicamente un gran depredador financiero, su "cultura" no es la de la gran industria militarizada o de otro signo sino la de los negocios especulativos de corto plazo, los golpes de mano financieros, el saqueo veloz de pa�ses. Nada m�s lejos del capitalismo global del siglo XXI que los proyectos de reconversi�n productiva (recomposiciones semicoloniales, industrializaciones perif�ricas, etc.). Ello incluye a la degeneraci�n gangsteril de las (lumpen)burgues�as locales.
Algunos gobiernos progresistas suelen referirse a sus antepasados nacionalistas burgueses (Getulio Vargas en Brasil, Peron en Argentina)... nada que ver. As� como la prostituci�n no es una forma de liberaci�n de la mujer, la diversificaci�n de negocios a escala internacional tampoco es la independencia de la sociedad perif�rica. Cada nuevo amo-inversor aporta sus propias perversiones, la degradaci�n deja de tener una �nica referencia externa para extenderse a un fluctuante abanico de aves de rapi�a.
El neoliberalismo latinoamericano fue la expresi�n de una doble decadencia (pese a sus invocaciones al milenio de prosperidad de la econom�a de mercado); decadencia del capitalismo mundial que ingresaba de lleno en la era de la hipertrofia financiera, y del capitalismo regional que dejaba atr�s sus �ltimas ilusiones productivistas (de industrializaci�n acelerada, de modernizaci�n agraria, etc.) para ingresar en el parasitismo de la mano de Menem, Salinas de Gortari o Fujimori. Ahora el progresismo expresa una doble degradaci�n mayor, en el plano internacional marcado por el delirio militarista del Imperio, su profundo deterioro institucional y econ�mico, y el resquebrajamiento pol�tico y social de la Uni�n Europea (con bajas tasas de crecimiento), una megacrisis energ�tica a la vista, etc. Y en el nivel regional la tentativa de gesti�n de la agon�a neoliberal.

Realismo norteamericano

Pero esos modestos espacios de autonom�a son tambi�n el resultado de la flexibilidad de la diplomacia norteamericana. Iron�as de la historia, la era "dem�crata" de Clinton coincidi� en Am�rica Latina con gobiernos de "derecha" , la �poca ultraconservadora de Bush coincide con la extensi�n del progresismo. Es que los a�os 1990 fueron los de las grandes reformas privatistas, la recolonizaci�n se consum� en ese momento, ahora ya no queda casi nada por privatizar, estos no son tiempos de "reformas" neoliberales sino de preservaci�n del sistema, de gobernabilidad, afectada por las consecuencias catastr�ficas de aquellos cambios (explosi�n de la indigencia, crisis de los servicios p�blicos desnacionalizados, desprestigio de los elencos pol�ticos, del sistema judicial, en suma; de la institucionalidad burguesa). En la mayor�a de los pa�ses las camarillas abiertamente neoliberales no est�n en condiciones de gobernar, su presencia en el poder provoc� desde fines de la d�cada pasada sublevaciones populares como en Bolivia, Ecuador o Argentina o el crecimiento de movimientos sociales amenazantes como en Brasil. La alternativa conservadora viable pas� a ser el progresismo.
Por otra parte el Imperio consagrado a una gigantesca operaci�n de conquista y control militar en Asia Central y Medio Oriente no est� en condiciones de abrir un segundo mega frente militar en Am�rica Latina, menos a�n cuando en el espacio asi�tico est� sufriendo serios reveses.
Ambos motivos han llevado a la diplomacia norteamericana a una estrategia de "retaguardia flexible" en Am�rica Latina contemporizadora con ciertos discursos altaneros y una que otra picard�a sin consecuencias graves (por ahora), el realismo pol�tico ha prevalecido, los halcones de Washington tuvieron que auto controlar sus delirios fascistas.

Debilidades y equ�vocos convergentes

El progresismo no es el resultado del ascenso de nuevos sistemas de poder sino el producto de diversas debilidades y equ�vocos convergentes. En primer lugar aparecen las burgues�as locales, transnacionalizadas, sin otro proyecto que la reproducci�n del parasitismo, sin partidos pol�ticos conservadores medianamente estables y respetados (crisis de legitimidad). Luego las fuerzas armadas que no se han recompuesto de sus pasados dictatoriales, entrelazadas con redes mafiosas y diversos sistemas de corrupci�n y acotadas, en parte desestructuradas por la estrategia que los Estados Unidos aplic� en la regi�n desde los a�os 1980 (logrando debilitar a los estados latinoamericanos). En tercer lugar el Imperio ha perdido fuerza global y en consecuencia ya no est� en condiciones de imponer sus decisiones en un ciento por ciento. En cuarto t�rmino las otras potencias (Uni�n Europea, China, Jap�n) intervienen en la regi�n con distinta grado de incidencia pero en ning�n caso se perfilan como fuerzas imperialistas dominantes.
A todo lo anterior que podr�amos denominar "debilidad de los de arriba" debemos asociar una dualidad compleja en "los de abajo". A lo largo de la d�cada actual estallaron rebeliones, se extendi� una multiplicidad de formas de protesta, de organizaciones sociales, que en algunos casos apuntaron m�s all� del neoliberalismo. En Bolivia por ejemplo a mediados del a�o pasado el pueblo insurgente exig�a un "gobierno obrero y popular", en Argentina el reclamo popular entre fines de 2001 y comienzos de 2002 era "que se vayan todos" (jueces, pol�ticos, transnacionales...), en Ecuador las movilizaciones sociales derribaron varios presidentes. Sin embargo esas rebeld�as no lograron destruir los sistemas de poder... las masas avanzan, golpean, desbordan, amenazan, acosan pero finalmente se repliegan o bien demuestran su incapacidad para superar la crisis. Es en ese punto donde las instituciones del sistema logran recomponerse y frenan el descontento, el poder burgu�s sobrevive, aunque para ello se ve obligado vestir una nueva indumentaria que adorna con vistosos apliques "izquierdistas" y s�mbolos extra�dos del folclore popular, mientras arroja al basurero a unos cuantos pol�ticos desprestigiados.
Uno de los instrumentos de esa renovaci�n pol�tica es la incorporaci�n al sistema de poder de cuadros y estructuras sociales de izquierda que abandonan seg�n distintos ritmos viejos principios para ingresar en el universo de los "cambios posibles", es decir �nfimos, superficiales. El PT de Brasil o el Frente Amplio de Uruguay realizaron un largo camino de integraci�n a las instituciones, cada paso hacia arriba, cada victoria electoral los iba comprometiendo m�s y m�s con la gobernabilidad del r�gimen (el proceso no constituy� ninguna novedad, repet�a antiguas comedias reformistas). En Argentina se trat� de una sucesi�n de cooptaciones de cuadros ablandados por la adversidad (o su "recuerdo" deformado) desde los 1980 con Alfonsin, incluso bajo Menem y por supuesto desde la llegada de Kirchner.
El panorama es completado por una suerte de equ�voco que ayuda a la reproducci�n de la farsa. Cuba, una vieja revoluci�n que resiste exitosamente al acoso imperial y Venezuela, una revoluci�n nueva en plena b�squeda de caminos postcapitalistas, burlan en parte la tentativa de aislamiento regional al que los quiere someter la Casa Blanca, anudando acuerdos y abrazos amistosos con algunos de los gobiernos progresistas, aprovechando los espacios entreabiertos de autonom�a. Esas maniobras est�n plagadas de desprolijidades, zancadillas, efectos positivos y pasos en falso. Los Estados Unidos no pueden oponerse de manera brutal a dicho juego porque corren el riesgo de acorralar m�s de lo conveniente a sus amigos progresistas y a veces se hacen los distra�dos (no siempre), por su parte los gobiernos progresistas emplean a fondo las im�genes cubano-venezolanas en su empresa de captura y domesticaci�n de la izquierda, aunque a veces cometen torpezas, por ejemplo ciertas maniobras (por encargo) de desestabilizaci�n de esos pa�ses (as� fue el "caso Hilda Molina" donde el gobierno de Kirchner intent� crearle problemas interno-externos a Cuba seguramente en coordinaci�n con el Departamento de Estado norteamericano).

La izquierda empantanada

El progresismo pudo desplegar su arte de la confusi�n con un alto grado de impunidad (hasta el presente) porque en numerosos casos manipul� o margin� a una izquierda culturalmente floja que no pudo superar formas ideol�gicas fracasadas, obsoletas, y comprender plenamente las transformaciones producidas en el �ltimo cuarto de siglo. Como no sald� te�ricamente sus cuentas con el pasado permiti� que los sistemas de poder pudieran aprovechar esa grieta para bloquear su desarrollo, recapturar desbordes populares, neutralizar o devorar a muchas de sus estructuras nuevas o viejas. Ello plantea "temas" cuyo tratamiento excede los limites de esta nota pero que de todos modos es �til enunciar alentando de ese modo un debate estrat�gico ineludible. Primero, el bloqueo ideol�gico (1) que le impide a la izquierda convertirse en catalizadora de las rebeld�a populares y promover el avance de pr�cticas aut�nomas (2) articuladas, impulsando el desborde revolucionario de los de abajo, acosando, desestructurando al Poder burgu�s apuntando a su destrucci�n. Prisionera de los paradigmas jacobinos victoriosos con la Revoluci�n Rusa y luego sensiblemente deformados, no puede superar el anquilosamiento aparatista que le ha impedido conectar positivamente con la nueva pluralidad popular. Producto de la �ltima modernizaci�n capitalista (y de su crisis) donde irrumpen miles de organizaciones, iniciativas, ensayos de ruptura, de reconstrucci�n cultural, de supervivencia, ejerciendo un alto nivel de desconfianza ante las estructuras jer�rquicas, centralizadas de manera autoritaria. El desaf�o es construir concretamente, sobre el terreno de las confrontaciones antisistema, izquierdas revolucionarias cuya meta no sea el control de la insurgencia (con la esperanza ilusoria de conducirla a la victoria) sino su impulso, su promoci�n democr�tica. Tal vez eso fue lo que falt� en Bolivia en las dos �ltimas sublevaciones (dej�ndole la v�a libre al reformismo), tambi�n se not� dicha carencia en la Argentina de 2001-2002. probablemente no con vista a una revoluci�n en el corto plazo sino para el inicio de un proceso de desestabilizaci�n prolongada y creciente del r�gimen. No se trata de una adaptaci�n a los nuevos tiempos sino de una mutaci�n cultural apoyada en la critica radical del autoritarismo.
En segundo lugar, la reinstalaci�n superadora del proyecto revolucionario, diferenci�ndolo no solo de las ilusiones reformistas sino tambi�n de los gradualismos basistas que eluden el tema del Poder, es decir la confrontaci�n integral con el sistema. No se trata de elaborar construcciones autistas sino respuestas revolucionarias a la crisis del capitalismo (incluyendo su reciente conformaci�n neoliberal pero profundizando la revuelta m�s all� de la misma hasta llegar a las ra�ces del r�gimen). Esta no es �poca de reconfiguraci�n positiva del mundo burgu�s (como lo fue la era keynesiana) sino de su decadencia, evidente en Am�rica Latina donde las estructuras sociales elitizadas y controladas por mecanismos de saqueo no permiten "mejoras" duraderas. Y mucho menos desarrollos integradores de capitalismos nacionales, populares, "serios", etc., desde el cuento kirchnerista del capitalismo nacional y popular o la exageraci�n folclorica de Evo Morales y su capitalismo andino-amaz�nico. hasta el de la gesti�n astuta de lo existente apuntando a su modificaci�n en el largu�simo plazo (Bachelet, Tabar� Vazquez, Lula).
En tercer lugar, el enfrentamiento, la ruptura total, sin conciliaciones de ning�n tipo con el espectro progresista. Que debe dejar de ser considerado el mal menor o el amigo inconsecuente para ubicarlo en el campo de los enemigos del pueblo. Ello implica una compleja construcci�n te�rica y pr�ctica de la confrontaci�n con el sistema de poder y su estructura institucional, el desarrollo de fuerzas populares extra institucionales.
Si la funci�n hist�rica del progresismo es postergar, corromper, trabar el desborde del potencial insurgente de las bases populares, el rol de la izquierda revolucionaria deber�a forjarse en torno de la articulaci�n de vastas operaciones de destrucci�n del orden establecido, de liberaci�n de la energ�a social aprisionada por las estructuras burguesas, la palabra clave es Revoluci�n.

(1) utilizo el t�rmino "ideolog�a" en el peor sentido de la palabra, es decir conciencia falsa, reduccionista, simplificadora de la realidad que se autoproclama comprensi�n total (sin contradicciones) de la misma.
(2) es decir "autopraxis", liberadora de los oprimidos y destructora del Poder opresor, tal como Marx empleaba el concepto.

Fuente: lafogata.org

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