"Los movimientos
anti-guerra han fracasado totalmente"
La polémica Chomsky / Blankfort
Silvia Cattori
Red Voltaire
Es
un hecho que Tel Aviv y Washington son socios en el Medio Oriente. La
importancia de ese vínculo en la política colonial de Washington es, sin
embargo, tema de debate en el seno del movimiento antiimperialista. Para el
periodista judío y antisionista estadounidense Jeffrey Blankfort la influencia
israelí ocupa un lugar central en la política estadounidense y los movimientos
antiguerreristas fracasan porque son incapaces de comprender la importancia de
ese grupo de influencia. Desarrollando un enfoque radical sobre el asunto, que
llega incluso a negar la dimensión energética de la guerra contra Irak,
Blankfort revela al menos varias pistas interesantes sobre la influencia
sionista en Estados Unidos. Reproducimos hoy la entrevista que le concedió a la
periodista Silvia Cattori.
Jeffrey Blankfort es periodista estadounidense y productor de programas
radiales en las cadenas KPOO, de San Francisco; KZYX, de Mendocino, y KPFT/Pacifica,
de Houston. Su compromiso con la lucha política a favor de los palestinos y por
la creación de un Estado único binacional en Palestina desde los años 70 hizo
que los movimientos sionistas estadounidenses lo consideraran como uno de sus
archienemigos pero le valió también críticas por parte de un sector de la
izquierda estadounidense, reagrupada alrededor de Noam Chomsky, que le reprocha
su «obsesión por el grupo de influencia». Jeffrey Blankfort fue redactor del
Middle East Labor Bulletin y cofundador del Labor Committee of the Middle
East. Fue también miembro fundador de la Nov. 29 Coalition on Palestine.
Silvia Cattori: Washington y Tel Aviv intensifican sus amenazas contra
Irán. En su opinión, ¿es un interés nacional específico de Israel el
debilitamiento, e incluso la destrucción, de numerosos países árabes vecinos?
¿En qué medida logra Israel orientar la política de Estados Unidos en el sentido
de emprender nuevas agresiones en el Medio Oriente? Jeffrey Blankfort: Mi posición, expuesta por demás en un artículo, es la
siguiente: la guerra contra Irak no fue una guerra por el petróleo sino una
guerra concebida por los neoconservadores y el grupo de influencia pro israelí
en Estados Unidos, en beneficio de Israel. Su objetivo era situar a Israel en
una posición preponderante en el Medio Oriente, en el marco de un plan tendiente
a perfeccionar el control mundial estadounidense. Era ese el llamado del
documento intitulado «Project for a New American Century» (Proyecto para un
nuevo siglo americano), o PNAC [1].
Y aunque cierto número de eminentes personalidades, tanto del mundo político
como de los sectores de la defensa, hayan dicho que se trataba de una guerra
declarada y librada al servicio de Israel, el movimiento antiguerrerista se negó
obstinadamente a tomar esa posibilidad en cuenta. En este mismo momento, el
único componente de la sociedad estadounidense que está tratando de empujar a la
administración de Estados Unidos a un enfrentamiento militar con Irán resulta
ser el establishment sionista, o el grupo de influencia, si prefiere usted
llamarlo así –se trata de organizaciones como el AIPAC (American Israel Public
Affairs Committee) [2],
así como de otras organizaciones judías– cuyo principal objetivo es impedir que
Irán logre dotarse de armas nucleares. La izquierda y el movimiento
antiguerrerista están tan obcecados por la imputación de todos los males al
imperialismo estadounidense, por un lado, y por su pánico a dar lugar a lo que
podría ser una forma de supuesto «antisemitismo», por otro, que han exonerado a
Israel de toda implicación (lo que aún siguen haciendo); mientras que otros, aún
manteniéndose dentro del consenso, no han dejado de implicarlo.
De esa forma, al no haber tenido que pagar precio alguno por haber empujado a
Estados Unidos a la guerra contra Irak –y no me refiero solamente a la actual
guerra sino también a la guerra del Golfo, en 1991– ahora se disponen a hacer lo
mismo contra Irán. ¡Hasta para un grupo de influencia se trata de un
comportamiento absolutamente único, absolutamente sin precedentes!
– En otras palabras, ¿Estados Unidos estaría actuando en función de los
intereses de Israel? ¿No se opone esa tesis a la que sostienen Chomsky y la
izquierda en general, que estiman que es Estados Unidos el que utiliza a Israel,
que no hay convergencia de intereses entre Israel y Estados Unidos, y que Israel
desempeña simplemente el papel de «gendarme» como pago por los favores de
Estados Unidos en el Oriente Medio? Jeffrey Blankfort: Es cierto, Chomsky tiende a simplificar la política
estadounidense echándole la culpa de todo a las élites y a todo el que esté en
la Casa Blanca, aunque ocultando cuidadosamente el papel del Congreso. Chomsky y
sus amigos agitan, directa o indirectamente, el espectro del antisemitismo, o el
de la incitación al antisemitismo, y el resultado es que todo el mundo se calla.
Bueno, tenemos que saber que Chomsky, que fue sionista durante su juventud
–vivió en Israel, tiene amigos allá e incluso pensó establecerse allí
definitivamente– reconoció en 1974 que eso podía estar influyendo en sus
análisis y sus posiciones, y quiso que sus lectores lo supieran. Así lo escribió
en 1974. Sin embargo, son pocos los lectores de Chomsky que lo saben hoy día. No
saben que Chomsky fue sionista y que llegó incluso a estudiar la posibilidad de
radicarse en Israel. De hecho, en años no ha dicho nunca una palabra sobre
Israel, aunque ha hablado sobre el papel de Estados Unidos en América Latina y
en Vietnam. Fue un amigo común, el Dr. Israel Shahak, quien convenció a Chomsky
de abordar públicamente el tema de la manera en que Israel trata a los
palestinos. Es interesante comprobar que la obra más importante de Chomsky sobre
la cuestión israelo-palestina, The Fateful Triangle [El triángulo fatal]
empieza, de hecho, por una defensa de Israel. O sea que, aunque reconoce todos
los crímenes israelíes contra los palestinos, ¡acusa principalmente a Estados
Unidos por permitir que se cometan! Permítame decirle que ese tipo de defensa
podría servirle a Pinochet, en Chile, o a cualquier otro dictador aupado por
Estados Unidos en cualquier otro lugar del mundo, para ser exonerado de la
responsabilidad fundamental de sus crímenes y hacerla recaer en Estados Unidos…
Yo no estoy de acuerdo con eso… Y la mayoría de los que comprenden la situación
tampoco está de acuerdo cuando tienen que analizar esa manipulación.
Algunos de mis amigos, que también son amigos de Chomsky, lo han reconocido;
están de acuerdo conmigo. Yo diría que el problema consiste en que, como colegas
académicos, se sienten incómodos en criticar a Chomsky, sobre todo teniendo en
cuenta los constantes ataques de que es objeto por parte de la derecha.
[Chomsky] ha defendido a mucha gente que era atacada y, de esa manera, se ha
ganado su lealtad. También ha servido de tutor a bastantes investigadores e,
irónicamente, es Chomsky quien ha llevado a mucha gente a adoptar un compromiso
político… Esa gente leyó a Chomsky y se entusiasmó con la acción política. ¡Sólo
después se dan cuenta –con suerte– que Chomsky no sólo abre puertas sino que
también las cierra!
– ¿Lo cual quiere decir que Chomsky concede al grupo de influencia pro
israelí menos importancia de la que en realidad tiene? ¿Ha sostenido Chomsky
alternativas injustas hacia los palestinos en aras de proteger a Israel, país
con el que mantiene un vínculo afectivo? ¿Es ese el único caso en que Chomsky
defendió lo indefendible? Jeffrey Blankfort: Sí, en lo esencial. Sobre la mayoría de los demás
temas es más abierto. Pero sobre ese tema en particular, se niega de plano a
conversar. En 1991, tuvimos un intercambio que se publicó en un diario de
izquierda de Nueva York, The National Guardian, y un amigo de Nueva York
quiso organizarme un debate con Chomsky sobre la cuestión del grupo de
influencia israelí durante la Conferencia de Investigadores Socialistas (Socialist
Scholars Conference). Chomsky se negó escribiendo que «eso no aportaría
nada ». Después de su negativa, le pregunté a un profesor de California,
Joel Benin, a quien conozco bien y que defiende las posiciones de Chomsky, si
estaría dispuesto a participar en un debate conmigo. También se negó dándome
exactamente la misma respuesta: «¡Eso no aportaría nada!»
– ¿Y en cuanto a Irán, que hoy está en la mirilla, Chomsky minimiza también,
según la opinión de usted, el papel del grupo de influencia que actúa en Estados
Unidos a favor de Israel? Jeffrey Blankfort: En lo tocante a Irán, parece que Chomsky y los demás
siguen sin querer ver la campaña que el grupo de influencia está desarrollando
para llevarnos a una nueva guerra –una guerra que sería muchísimo más
catastrófica que el actual desastre de Irak.
Existe, en Estados Unidos, una coalición de doce organizaciones comunitarias
judías que se identifica a sí misma como «Una Voz por Israel» (One Voice for
Israel), y que se creó en 2002 para responder a la publicidad negativa que
la destrucción de Jenin significó para Israel. Todos los años, durante una
especie de apoteosis que llama «Take-5», esa federación se las arregla
para que un millón de mujeres judías llamen por teléfono a la Casa Blanca
simultáneamente. Otro día llaman al Congreso. Cada vez que lo hacen bloquean la
central telefónica del Capitolio. Es una forma de demostrar su poder...
El 22 de febrero van a llamar al presidente Bush para decirle lo que ellas creen
se debe hacer en cuanto a Irán y al desarrollo nuclear de ese país, sea civil o
militar. Ese tipo de operación sigue teniendo lugar, permanentemente, pero el
movimiento antiguerrerista, o la izquierda, no estiman que sea un problema. ¡Si
saben que existe! El profesor Chomsky me escribió (a mí y a otros) que ese
asunto no le interesa...
Hace ya dos años, cuando la misma persona que lo había invitado a debatir
conmigo (en 1991) le preguntó a Chomsky si estaba interesado, él se negó
invocando mi «obsesión por el grupo de influencia». Incluso escribió que se
niega a leer el artículo que escribí sobre él. No es el tipo de respuesta que se
espera de un intelectual. Me parece curioso que acepte con gusto debatir con
Alan Dershowitz,
porque es realmente fácil, y que se niegue sin embargo a debatir con alguien de
izquierda. Por lo menos sobre ese tema… ¡Y es de eso que habría que hablar no de
otra cosa!
– ¿Piensa usted que exista en otros países algo equivalente al AIPAC? Jeffrey Blankfort: El AIPAC es algo muy particular. Aunque es un grupo de
influencia declarado y registrado como favorable a Israel no está obligado a
registrarse como grupo de influencia extranjero, lo cual lo sitúa en una
posición absolutamente única en Estados Unidos. En cada audiencia del Congreso
que tenga que ver con las cuestiones del Medio Oriente, usted podrá ver
empleados del AIPAC participando.
Ningún otro grupo de influencia, en particular ningún grupo de influencia
extranjero, tiene ese privilegio. También son ellos quienes redactan las leyes
que el Congreso adopta seguidamente, como por ejemplo el reciente decreto «Sobre
la rendición de cuentas por Siria y la soberanía de Líbano» (Syrian
Accountability and Lebanese Sovereignty Restoration Act) [3],
adoptado hace dos o tres años, que debía llevar a la situación que vemos hoy en
el Líbano y Siria, decreto que fue redactado par el AIPAC, que llegó incluso a
jactarse de ello poco después.
La izquierda es la única pretende no saber nada de eso. También está en el sitio
web del AIPAC, así como en sus publicaciones impresas. El AIPAC propone también
jóvenes y brillantes estudiantes judíos para que hagan pasantías en las oficinas
de los parlamentarios en el Congreso. Le piden a un congresista que los reciba y
le dicen: «Tenemos un joven que quisiera hacer una pasantía en el Capitolio,
nuestros jóvenes pueden hacer una pasantía de un año y harán un trabajo eficaz
en su oficina… » ¿Ustedes creen que haya muchos congresistas que se nieguen
a aceptar un secretario que no cobra?
Esa organización –AIPAC– tiene también una fundación especial que organiza
viajes gratuitos a Israel para los miembros del Congreso. El año pasado más de
cien congresistas fueron a Israel por esa vía, sin que les costara un centavo,
con todos los gastos pagos por esa fundación. Es bueno saber que hay un gran
debate alrededor de esos viajes gratis pagados por diferentes grupos de
influencia, pero no creo eso signifique el menor problema para las maniobras del
AIPAC. Si hay medidas drásticas, el Congreso hará una excepción cuando se trate
de Israel...
Lo curioso es que los estadounidenses tenemos un país vecino, al sur, que se
llama México. México es mucho más importante para Estados Unidos, para nuestra
economía, y hay además en Estados Unidos muchas más personas de origen mexicano
que judíos… Miles de mexicanos y de mexicano-estadounidenses trabajan aquí, son
responsables del cultivo y la cosecha de los productos agrícolas de Estados
Unidos. Sin embargo, no hay delegaciones del Congreso que vayan a visitar
México, y México no habla constantemente de la importancia fundamental de
México… Si los congresistas estadounidenses van a México, es de vacaciones. Sin
embargo, aquí, en Estados Unidos, se recalca siempre la importancia de Israel.
Hay dos razones muy simples: el dinero y la intimidación. El Partido Republicano
se apoyó durante años en ricos protectores judíos para obtener la mayoría de las
contribuciones financieras que recibe. No es el propio AIPAC el que reparte
dinero. No, el AIPAC coordina todo eso y le dice a usted a quién hay que darle
dinero. Supongamos que usted es un donante judío y quiere hacer algo para
contribuir a la causa de Israel. El AIPAC le dirá dónde depositar su dinero. Así
vemos que existen a través de Estados Unidos cerca de 40 Comités de Acción
Política, o PAC (Political Action Committee), cuya única razón de ser es
proporcionar dinero a los candidatos a las elecciones estadounidenses (a todos
los niveles) que apoyen a Israel. Aquí, en California, tenemos un «Comité de
Californianos del Norte por el Buen Gobierno». En St. Louis, Missouri, usted
encontrará el comité «St-Louisans for Good Government». El más importante es el
National PAC, o NPAC. También tiene el Hudson Valley Political Action Committee,
el Desert Caucus, etc.
Si usted se atiene a la razón social de esos comités, no logrará hacerse la
menor idea de cuál es su utilidad, mientras que los demás grupos de influencia
anuncian claramente sus objetivos. ¿Por qué no tenemos ningún «Comité de judíos
partidarios de Israel»? ¿Sería más claro, no? Sin embargo hay algo más grave
aún, para los demócratas, y para una parte de los republicanos, y es el dinero
que reciben de personalidades judías sionistas. Por ejemplo, en 2002, un israelí
de origen egipcio, Haim Saban, que vino a Estados Unidos y ganó miles de
millones de dólares con un programa de televisión para niños que se transmitía
el sábado por la mañana, donó 12,3 millones de dólares al Partido Demócrata, o
sea a penas un millón y medio menos que los comités de acción política de los
fabricantes de armas que hicieron donaciones, pero a ambos partidos
estadounidenses...
Y no se trata de un benefactor entre tantos otros. Ese mismo Haim Saban fue
quien fundó la Institución Saban, ante la Brookings Institution [4],
que se ocupa de los asuntos israelíes. Es también uno de los financistas del
AIPAC y paga fiestas, en Washington, durante las cuales el AIPAC entrena
estudiantes de secundaria y estudiantes universitarios para la difusión de
propaganda pro israelí. Las universidades estadounidenses son los principales
campos de batalla de los movimientos judíos que se dedican al cabildeo a favor
de Israel, y que se unieron en el seno de la Israel Campus Coalition, que cuenta
con 28 asociaciones, entre ellas el AIPAC, y cuya única y primordial
preocupación es Israel.
Actualmente, uno de los principales objetivos del grupo de influencia es lograr
que las universidades pongan fin a sus campañas de retirada de Israel. Los
cabilderos pro israelíes también tratan de influir en la nueva generación de
líderes de la comunidad judía, que están realizando actualmente sus estudios,
para llevarlos a contribuir con la propaganda a favor de Israel.
– Para ayudar a los palestinos a obtener justicia sería necesario al menos
que quienes los apoyan –o pretenden hacerlo– digan la verdad. Lo que sucede da
la impresión que no se dice la verdad ni siquiera en el seno de ese grupo. ¿Cree
usted que la solidaridad fracasó en Estados Unidos, como en Europa, porque la
dirige gente que está ahí para frenar la crítica contra Israel? ¿Piensa que la
influencia de Chomsky se ejerció en ese sentido? Jeffrey Blankfort: Aquí, en Estados Unidos, el movimiento pro palestino
es totalmente ineficaz, desde hace mucho tiempo, y es por varias razones. Una de
ellas es que se niega a reconocer el papel del grupo de influencia pro israelí.
Es como si usted se estuviera preparando para jugar un partido de football.
Usted se pone los zapatos apropiados pero, en vez de ir para el estadio, ¡se va
para el centro comercial! Si cuando suene el silbato, usted ni siquiera está en
la cancha ¿cómo va a ganar el partido?
O sea, usted tiene de un lado, el grupo de influencia más poderoso de Estados
Unidos, y del otro, el movimiento de solidaridad con los palestinos que no se
preocupa en lo más mínimo del anterior, aparte de alguna que otra protesta
ocasional frente al AIPAC… Una de las razones es que ese movimiento de
solidaridad está influido por grupos marxistas, que siempre están desfasados,
que viven en otra época, en un pasado donde los grupos de influencia no
desempeñaban ningún papel. ¡Hay militantes políticos que me dicen bastante a
menudo que hablar del grupo de influencia «no es marxista» o que hablar del
grupo de influencia «no es socialista»! Yo les digo que es un elemento que
existe, una realidad y que eso es lo importante. Por otro lado, hay muchísimos
antisionistas judíos, de estilo inimitable, que ocupan posiciones como
dirigentes en el movimiento pro palestino, que afirman que denunciar al grupo de
influencia conduce al antisemitismo.
Esos son lo que yo llamo «judíos excepcionalistas», que rechazan toda crítica
dirigida contra actos realizados colectivamente por otros judíos, como el
cabildeo a favor de Israel, ¡lo que en la práctica los hace muy difíciles de
diferenciar de los sionistas confesos!
Le voy a decir lo que sucede: cada vez que oigo a esa gente negar la existencia
del grupo de influencia, ¡me recitan palabra por palabra el dogma chomskyano sin
citarme siquiera el nombre de Chomsky!
¡Chomsky ejerce sobre ellos una influencia tan crítica, tan poderosa, que no
pueden hacer otra cosa que identificarse con él!
Chomsky se pronunció públicamente contra la desinversión del Massachusetts
Institute of Technology (MIT), donde él trabaja, y logró aniquilar, de tanto
edulcorarla, una resolución de desinversión en Israel. Se opone a toda sanción
contra Israel, se opone a la eliminación de las relaciones, ¡nunca ha sacado de
la manga una propuesta de acción para cambiar la situación mundial que vaya más
allá de «escribirle al redactor jefe»!
Nunca menciona al Congreso, nunca menciona las comisiones presupuestarias. Si
llega a mencionar la ayuda a Israel en el Congreso, jamás dirá: «¡Ustedes
tienen que parar eso!» La mencionará como si fuera un hecho que se toma o se
deja, como si dijera: «Hoy está lloviendo » o «Está bonito el día».
Yo le escribí sobre el asunto y su respuesta no fue especialmente amistosa...
Desde 1988 hasta 1995 estuve publicando una revista, el Middle East Labor
Bulletin, que tuvo a Chomsky entre sus suscriptores. Yo escribía una sección
especial, dedicada al grupo de influencia israelí en el Congreso, en la que
revelaba los nombres de los congresistas que estaban con el grupo y mencionaba
las fuentes, en su mayoría de la prensa sionista. Todo lector de la revista
disponía de pruebas ampliamente suficientes del control del grupo de influencia
israelí sobre el Congreso de Estados Unidos.
Recientemente volví a leer ciertos números de aquella revista, publicados hace
20 años. ¡Podría haberlos escrito hoy! Así Chomsky no puede hacerse ahora el que
no sabe. Pienso simplemente que sus tempranas lecciones de catequismo sionista y
sus temores en cuanto al porvenir de los judíos siguen tan presentes en su mente
que es como un niño que se niega a admitir la verdad. Da lástima.
Pertenece a esa categoría de gente que llamamos, en Estados Unidos, «gatekeepers»
(guardianes del serrallo)… También es un «gatekeeper» en lo tocante a otro tema
fundamental: les hechos del 11 de septiembre de 2001. Él descarta de un manotazo
las numerosas preguntas que han aparecido alrededor de la versión oficial de la
administración Bush sobre los atentados del World Trade Center. Chomsky afirma
que no hay ninguna razón seria para poner en duda la versión de los atentados
del 11 de septiembre que cuenta Bush. También la mayoría de las críticas que le
dirigen [a Chomsky] provienen de personas que han investigado los atentados del
11 de septiembre, mientras que él se obstina a repetir el mantra según el cual
«lo que nos contó la administración Bush es la verdad». O sea, el papel
que Chomsky desempeña actualmente en la arena internacional es, en mi opinión,
un papel reaccionario.
También dice, por otro lado, muchas cosas que están bien, con las que estoy de
acuerdo y repito una vez más que mucha gente dice que Chomsky los llevó a
preocuparse por la política. Él encendió la chispa en bastante gente. Pero, en
este momento –quizás se trate de una situación dialéctica– está apagando la
chispa o, por lo menos, está orientado a sus émulos en la dirección incorrecta…
– ¿La denuncia que hace usted de las tesis de Chomsky –tesis que ignoran la
influencia del AIPAC y de otras organizaciones similares en las guerras
estadounidenses del Medio Oriente y el impacto negativo de estas tesis en los
movimientos de solidaridad– es compartida en Estados Unidos por muchos otros
intelectuales? Jeffrey Blankfort: Yo pertenezco a una minoría, pero tengo una lista
importante de gente con la que me comunico por correo electrónico, y también
dirijo una estación de radio –en realidad tengo dos. Los sionistas han tratado
de hacerme callar, pero no lo lograron...
Una de las formas que tienen de intimidar a la gente consiste en utilizar las
diferentes organizaciones judías. Cada una de éstas desempeña un papel
específico. Particularmente importante entre esas asociaciones es la Anti-Defamation
League (ADL), que tiene como misión principal la de difamar, intimidar y espiar
a la gente que critica a Israel. Estoy entre los que han sido objeto de ese
espionaje y sé de lo que hablo...
Uno de sus agentes se infiltró en nuestra organización, la Comisión de Trabajo
sobre el Medio Oriente (Labor Committee on the Middle East), de la que
fui uno de los cofundadores, en 1987. Después supimos que estaban espiando a
cientos de asociaciones de todo el espectro político, y a miles de personas
individualmente. Para ser exacto, ¡más de 600 asociaciones y nada menos que 12
000 personas!
Yo logré obtener el expediente que estaban preparando contra mí y comprobé que
me habían espiado ilegalmente. Así que les puse pleito.
Acudí a los tribunales junto con otros dos militantes y, al cabo de dos años,
los tipos de la ADL aceptaron un arreglo amigable que no implicaba que les
firmara un compromiso de silencio. Quizás sea por eso que no paro de hablar de
ellos.
El tipo que me espiaba por cuenta de la ADL trabajaba también para los servicios
secretos sudafricanos. En Estados Unidos teníamos un enorme movimiento
antiapartheid. En la práctica, el grupo de influencia israelí y Sudáfrica
estaban en la misma página de la guía telefónica, eran aliados realmente muy
cercanos, aliados en todos los aspectos, socialmente, culturalmente y
políticamente. Era algo que, desgraciadamente, el movimiento antiapartheid no
quiso –tampoco él– tener en cuenta, una vez más, debido a las presiones
sionistas...
Tiendo a decir que el problema para la creación de un verdadero movimiento
político en Estados Unidos consiste en que ese movimiento se encuentra, desde el
principio, bloqueado, de un lado, por los sionistas, y del otro, por el rechazo,
como el de Chomsky, a hablar abiertamente del sionismo y del papel que desempeña
éste aquí, en Estados Unidos.
Volvamos atrás, a 1988, a una época en que, durante los primeros meses de la
primera Intifada, el movimiento antiintervencionista se negaba a apoyar la
exigencia de que Israel pusiera fin a la ocupación del territorio palestino. Un
líder de los indios estadounidenses me dijo en aquel entonces que el principal
problema del movimiento estadounidense era que había en él demasiados sionistas
liberales. Y es verdad. Nunca cito el nombre de aquel militante indio porque si
lo hiciera público, enseguida lo acusarían de antisemitismo...
Se me acusó de ser de los judíos que desarrollan un «odio hacia sí mismos», de
ser antisemita… y no sé qué más. Pero no me importa porque considero que la
acusación de antisemitismo es el primer recurso de la perfidia. El patriotismo
es el refugio final de la perfidia, pero el antisemitismo es el primero… ¡En
este país ha sido utilizado para hacer callar a mucha gente honesta! Esa es una
de las razones por las que estoy en contra de todas esas organizaciones
específicamente judías que se vanaglorian de estar a la vanguardia de la lucha
por Palestina. Lo que pasa es que hay muchos judíos antisionistas, o que afirman
serlo, que dicen: «Como judíos antisionistas tenemos que ser los líderes,
para que los demás vean que no todos los judíos apoyan a Israel»...
Yo estoy totalmente en contra de eso porque los contribuyentes estadounidenses
pagan sus impuestos y, por consiguiente, ¡apoyan a Israel! O sea, en definitiva
¡es un problema estadounidense! Y, al hacer valer que es absolutamente necesario
que los líderes del movimiento sean judíos, que hay judíos antisionistas, que
hay judíos que hacen esto, que otros judíos hacen aquello… ¿qué le están
diciendo en realidad a los no judíos? Les están diciendo: «Si podemos hacer
esto es porque somos judíos». Han estado haciéndolo desde hace tanto tiempo…
¡y no funciona!
Así que cuando Jeff Blankfort habla, el que se expresa no es un judío. Es un ser
humano. Por eso, en 1970, cuando fui por primera vez al Medio Oriente (al Líbano
y Jordania), no le dije a la gente que era judío. ¡El que fue allá no fue Jeff
Blankfort el judío sino Jeff Blankfort el periodista!
No había que ser sudafricano para estar en contra del apartheid. No había que
ser nicaragüense para estar en contra de los Contras, ni había que ser
vietnamita para estar contra la guerra de Vietnam… ¿Qué tiene que ver el ser
judío con el hecho de denunciar lo que los israelíes están haciendo sufrir a los
palestinos? En realidad, los judíos deberían ser extremadamente prudentes en lo
que se refiere al papel de dirigentes. Ese no es el papel de los judíos o de los
que se identifican como judíos. La ironía es la gente que más se cita, que más
se expresa sobre este asunto en Estados Unidos son todos judíos que, a fin de
cuentas, quieren proteger a Israel...
Chomsky, por supuesto, es el más importante de todos. Entonces, critican a
Israel porque es importante, lo menos que se puede hacer. Pero desvían la
responsabilidad principal hacia Estados Unidos y, al hacerlo, aunque no
absuelven a Israel, no dejan por ello de protegerlo contra toda medida de
respuesta en forma de sanciones, de boicots y de ruptura de vínculos…
– Acaba usted de decir que usted mismo fue acusado de antisemitismo. El
presidente de Venezuela, Hugo Chávez, por ejemplo, fue acusado recientemente por
los diarios franceses Libération y Le Monde de haber tenido
expresiones «antisemitas». ¿No cree usted que esa acusación se ha hecho más
difícil de explotar ante una opinión pública que ha descubierto que estaba
siendo objeto de manipulaciones políticas? Jeffrey Blankfort: Aunque la gente dijera algo sobre eso en privado, no
lo dirían públicamente. Yo ayudo a veces a obtener entrevistas de palestinos y
de israelíes progresistas para los medios de difusión de la región del Gran San
Francisco y, diría yo, hace varios años, las cosas eran más abiertas, más libres
que hoy en las radios de gran audiencia. En 1982, logré que se entrevistara en
el talk show de mayor audiencia de San Francisco a un soldado israelí, un
reservista, que se negaba a hacer su servicio en el Líbano. Aquel hombre dijo la
verdad sobre la guerra del Líbano, que no eran los palestinos los que estaban
bombardeando aquel país. Durante la segunda hora del programa, que estaba
saliendo al aire para todo el territorio estadounidense, llamó a la estación un
oyente con un fuerte acento extranjero y preguntó: «¿Quién es el responsable
que está dejando hablar a ese comunista en la radio?»
El conductor del programa le respondió que era él mismo, aunque en realidad
había sido el productor quien había intervenido para que mi amigo saliera al
aire. Poco después, aquel conductor, uno de los conductores radiales más
populares de San Francisco, fue substituido por un sionista que todavía está en
ese puesto y que es tan sionista que todo los años, cada vez que se celebra en
San Francisco la fiesta nacional israelí, es él el maestro de ceremonias…
En la radio, entre las principales estaciones, usted encontrará, entre los
propietarios o los que toman las principales decisiones, gente que son
evidentemente sionistas. Por ejemplo, el presidente de CBS News, Leslie Moonves,
es un sobrino en segundo grado de David Ben Gurión. La mayoría de la gente no
puede (o no quiere) creerme cuando hablo de la influencia sionista en los medios
de difusión. Yo leo la prensa judía, que no para de publicar información sobre
eso, información que no aparece sin embargo en la gran prensa. Es en la prensa
judía donde encuentro la mayor parte de mis datos, y cuando los verifico, esa
prensa es fidedigna… Hay una publicación especialmente útil sobre ese tema. Se
trata de Forward, un semanario que es el equivalente del Wall Street
Journal, destinado a los judíos, ya que contiene mucha información que no
aparece en ninguna otra parte.
Lo más simpático es que la mayoría de la gente que conozco, que lucha por los
palestinos en Estados Unidos, ¡nunca ha leído la prensa judía! Para mí, si usted
no lee la prensa judía sionista, usted no es serio. En efecto, en este país no
podemos hacer nada de manera directa en cuanto a lo que está pasando en
Palestina. Pero, lo que sí podemos hacer en Estados Unidos es luchar contra el
apoyo que tiene Israel en este país, denunciar al grupo de influencia israelí y
socavar las posiciones de Israel en Estados Unidos. Únicamente debilitando el
apoyo de que goza Israel en nuestro país, en Estados Unidos, podemos fortalecer
la posición del pueblo palestino.
– ¿No hay acaso mucha gente, conmovida por la desgracia de palestinos e
iraquíes, que está cada día más consciente de que los medios de difusión
mienten? Jeffrey Blankfort: Bueno, usted sabe… claro, los diarios nos mienten,
pero incluso aunque hay más información en Internet, ésta no siempre es
confiable tampoco –incluso de nuestro lado–, y tenemos que estar atentos a no
tragarnos todo lo que vemos en Internet simplemente porque nos guste creerlo…
En la región de la bahía de San Francisco tuvimos, no hace aún mucho tiempo,
siete u ocho diarios. ¡Hoy quedan apenas dos… y medio! Aquellos diarios se
convirtieron en especies de tabloides al estilo de la peor prensa británica. Su
única ambición era mantenerse a flote y no hundirse por culpa de la televisión…
Al contrario de lo que sucede en Europa, en Estados Unidos la calidad de la
televisión es deplorable, y los estadounidenses son verdaderamente adictos a la
televisión. Son igualmente adictos a todos los equipos electrónicos portátiles,
como los walkmans CD y MP3, y, desde hace uno o dos años, a los célebres iPod.
Eso no augura nada bueno. Además, la escena política está totalmente cerrada, no
hay prácticamente ninguna posibilidad de acceder a ella.
Tenemos dos partidos, que se parecen prácticamente en todo. ¡Son las dos alas
del Partido Capitalista! Uno compra a la gente: el Partido Demócrata. El otro la
destruye: el Partido Republicano. Ambos debaten (o más bien, hacen como si
debatieran) sobre asuntos de política interna. Pero se abrazan cuando se trata
de Israel. Por ejemplo, puede haber mujeres congresistas que luchan por el
derecho al aborto. ¡Y se unen a las congresistas más derechistas, a las que más
violentamente se oponen al aborto, cuando se trata de apoyar a Israel! ¡De eso
no se habla nunca, ni siquiera se menciona, en el seno de la izquierda! Es
realmente deprimente porque no veo mucha evolución, aunque hubo algunas
protestas con motivo de reuniones del AIPAC local. Pero no se relaciona
claramente al grupo de influencia israelí y al Congreso con lo que pasa en
Israel/Palestina. Y no veo que la situación esté mejorando mucho. No sé si va a
producirse una reacción ni de qué forma. Por el momento, no vislumbro un futuro
muy brillante...
– Si no cambia la orientación de los medios de difusión y si el grupo pro
israelí sigue ejerciendo su influencia sobre nuestros países, ¿no cree usted que
Israel va a sentirse más cómodo para atacar a Irán y, más tarde, a Siria? Jeffrey Blankfort: Los neoconservadores arrastraron a Estados Unidos a la
guerra en Irak. El padre del actual presidente, el primer George Bush, estaba en
contra de esa guerra, al igual que las compañías petroleras. Y a pesar de lo
catastrófico de esta guerra, desde todo punto de vista, no han tenido que pagar
políticamente ningún precio, simplemente porque sólo unos cuantos publicistas
aislados –entre ellos una minoría de editorialistas de izquierda, y ningún
representante del movimiento antiguerrerista en nuestro país– han escrito
artículos denunciando eso. Esas mismas fuerzas están empujando hoy a Estados
Unidos hacia la confrontación con Irán. Aunque no creo esta llegue a producirse,
únicamente porque Estados Unidos está empantanado en Irak. Además, si algún día
Estados Unidos tuviese que atacar a Irán, las tropas iraquíes, entrenadas por
Estados Unidos, muy pro iraníes y vinculadas a dos partidos, SCIRI y al-Da’wa
(fundados ambos en Irán en 1982, y que combatieron del lado iraní contra Sadam
Husein) replicarían seguramente, e Irak estallaría aún más de lo que ya ha
empezado a hacerlo.
Por eso pienso que Estados Unidos no atacará a Irán, aunque todo el mundo aquí
parece pensar que sí. Si Estados Unidos ataca a Irán será la prueba final de que
el grupo de influencia sionista ejerce un control total sobre la política
estadounidense, y no creo que las cosas hayan llegado a ese punto, por ahora.
Es interesante lo que está pasando: en este momento, Bush está débilitado; los
republicanos lo abandonan, ha perdido muchos partidarios en el Congreso; va a
lograr el nombramiento de su favorito, Alito, a la Corte Suprema, pero el AIPAC
criticó a ese candidato porque le parece poco enérgico en lo tocante a Irán. El
AIPAC criticó al tal Alito, acusándolo de haber sido incapaz de llevar a Irán
ante el Consejo de Seguridad de la ONU, aún sabiendo perfectamente que si
Estados Unidos hubiese logrado hacer comparecer a Irán ante el Consejo de
Seguridad, no por ello habría logrado obtener la mayoría necesaria contra ese
país… Circulan muchas especulaciones según las cuales Israel va a atacar Irán,
aunque Estados Unidos vacile, porque se trata de un año electoral, y porque
Israel sabe bien –al igual que el grupo de influencia israelí en Estados Unidos–
que haga lo que haga Israel, en esa coyuntura, será aplaudido por el Congreso.
Por tanto, corremos el riesgo de encontrarnos ante el mismo escenario que en el
caso de Irak...
Es interesante anotar que los periódicos, las radios y las cadenas de televisión
observan efectivamente que los congresistas no criticarán nunca a Israel en un
año electoral, pero no explican nunca el porqué… La izquierda, bajo la dirección
de Chomsky, hace como si ni siquiera estuviese al tanto de la existencia de
algún problema.
La ironía es que, si usted lee la gran prensa, se encuentra mucha más
información sobre lo que pasa, en lo tocante al grupo de influencia, que si lee
la prensa de izquierda, en el estado lamentable en que esta se encuentra
actualmente. Es importantísimo leer el diario The Forward porque explica
lo que pasa en cuanto al grupo de influencia. Ese diario cubrió recientemente la
investigación dirigida contra el AIPAC, que la izquierda, una vez más, ignora
deliberadamente. Algunos preguntan: «Si el AIPAC es tan poderoso como dicen
¿cómo es que está siendo investigado?» Mi respuesta es que hay gente, en
Washington, en los servicios de inteligencia, que tienen sus propias razones
para estar extremadamente inquietos ante la «israelización» de la política
exterior de Estados Unidos.
Y esa gente, que trabaja o que trabajó en Washington, viene lidiando desde hace
mucho con el grupo de influencia pro israelí. La izquierda, de nuevo, no
participa en esa lucha, desgraciadamente. Por tanto, sí hay gente en Washington
que sabe lo que trama Israel, que sabe lo que hace en Washington el grupo de
influencia israelí y que quiere parar eso.
– Volviendo a lo que lo separa a usted de Chomsky sobre el tema palestino,
¿se puede decir que usted quiere que los palestinos ganen mientras que Chomsky
quiere que los israelíes no pierdan? Jeffrey Blankfort: Yo no lo diría así, pero pienso que son los palestinos
quienes tienen que decidir el porvenir en Israel y en Palestina, y que Chomsky
se preocupa principalmente por el futuro de Israel y el bienestar de los judíos.
Él se opone a la solución de un solo Estado. Para mí, el Estado único es la
única solución posible. Pero no desarrollaré aquí mi argumentación porque no nos
corresponde a nosotros decidir eso.
Ciertamente, yo doy la prioridad a los palestinos y él se la da indudablemente a
los israelíes.
Ahí reside, efectivamente, la diferencia fundamental entre nosotros.
Muchas gracias.
*Entrevista realizada por Silvia Cattori el 11 de febrero de 2006. La
transcripción del inglés es de Claudine Faenhdricht y la traducción del inglés
al francés de Marcel Charbonnier. Esta traducción es copyleft.
[1]
Ver sobre este tema «L’Institut américain
de l’entreprise à la Maison-Blanche»,
Voltaire, 21 de junio de 2004.
[2]
Ver sobre el tema «Les fondamentalistes
pour la guerre», por Thom Saint-Pierre,
Voltaire, 3 de abril de 2003.
[3]
«Le Syria Accountability Act»,
Voltaire, 19 de septiembre de 2003.
[4]
Ver sobre el tema «La Brookings
Institution, think tank des bons sentiments»,
Voltaire, 30 de junio de 2004