Los intelectuales:
diez puntos a favor de la integración.
Luis Britto
La Jiribilla
1- ¿Qué es un intelectual?
Un intelectual es alguien cuyo trabajo consiste más en la integración de signos
y de símbolos que en la manipulación de objetos físicos. Además utiliza el
conocimiento adquirido en eso para intervenir en la esfera social.
Las disquisiciones sobre si el intelectual tiene o no responsabilidad social son
vacuas. El manipulador de signos que no interviene en lo social no es
intelectual, es simplemente un especialista, un contabilista que está contando
números; pero no la realidad. Einstein, que abre las puertas de la era atómica,
primero pide que se haga una bomba atómica para detener el fascismo y luego pide
que no se use el arma atómica en otra guerra, es un intelectual. Está
interviniendo en campos sociales que teóricamente no son los de su especialidad
pero que sí son de su condición de ser humano. Eso es un intelectual.
2- ¿Existe una responsabilidad social del intelectual?
Sí. Todos tenemos una responsabilidad como seres humanos. Sin embargo, esa
responsabilidad es directamente proporcional a nuestros poderes. Cualquiera
tiene responsabilidad por la palabra que dice, la cual puede insultar, herir,
agraviar; pero el que tiene la posibilidad de multiplicar esa palabra en un
libro de cinco mil ejemplares tiene 5 mil veces más responsabilidad. El que
tiene acceso a la columna de un periódico y multiplica su voz 360 mil veces,
tiene 360 mil veces esa responsabilidad. El que accede a una emisora de
televisión que llega a varios millones de personas, tiene varios millones de
responsabilidades.
En ese sentido no es que tenga o no responsabilidad. La palabra es un hecho
social, es lo que une y a la vez desune y destruye a las sociedades. Mas, en ese
caso hay una multiplicación de la responsabilidad: a medida que aumenta el
ámbito de extensión, el alcance del intelectual adquiere poderes sobrecogedores.
3- ¿Cuál ha sido la responsabilidad de los intelectuales en América Latina y
cuál debe ser?
‘América Latina y el Caribe’, tal como la conocemos, es una creación
intelectual. Es inventada, pensada por un caballero llamado Lebrija que le
propuso a los reyes católicos una gramática, un manual de coordinación de signos
y símbolos, al cual calificó como un instrumento de imperio para las tierras que
se iban a conocer. A través de la pluma de ganso, el papiro o los pergaminos mal
hechos, la catequesis y todos los instrumentos sangrientos, se creó una
comunicabilidad cultural desde el Río Grande hasta la Patagonia, una obra
verdaderamente prodigiosa y pasmosa teniendo en cuenta la limitación de medios,
pues casi no se utilizó la imprenta y solo fue autorizada en algunas provincias
y virreinatos pocas décadas antes de la independencia. La realidad es que eso
existe, y es lo que permite que nos llamemos latinoamericanos desde la cuenca
del Caribe hasta la Patagonia, en las Alturas del Perú, el Altiplano y Bolivia
—y que, no obstante, hayamos heredado la inmensa cantidad de idiomas, culturas,
etc. Tenemos una comunicabilidad que sirve para nosotros como esa latinidad que
fue el fundamento de ese otro hecho cultural que llamamos Europa.
Por un lado está el idioma y por otro el conjunto de valores de la cristiandad
popular: La cristiandad mezclada con deidades indígenas pasadas de contrabando,
deidades africanas metidas por la puerta trasera: un sincretismo extraordinario.
Ese es nuestro lema y debemos conservarlo y multiplicarlo hasta hacer de eso de
nuevo una unidad política, económica y social. Esa es la tarea, diría yo, de los
intelectuales.
4- ¿Cómo podemos emprender esta tarea?
En primer lugar debemos ocuparnos del instrumento primordial de la catequesis:
debemos recrear culturas. Tenemos que defender el castellano y las otras
lenguas. El castellano por ejemplo, como en Puerto Rico, donde hablarlo es un
compromiso y una defensa, la defensa de nuestra lengua, de hacerla cada vez más
rica, tratar de decir cosas más útiles, más interesantes, más expresivas.
Recrear nuestra vinculación con el castellano de España, además, porque tenemos
una herencia cultural con ellos. Establecer ese vínculo, ese vaivén que existió
con Rubén Darío y el Modernismo, y luego con los grandes autores del Boom. Hay
que lograr esa unidad viviente.
Asimismo debemos mirar hacia nosotros. Gran ejemplo: Brasil acaba de dictar una
ley, voluntad de Estado de considerar al castellano primer lenguaje a ser
enseñado aparte del portugués en las escuelas brasileñas. Debemos reciprocar. No
hay cosa más dulce e inteligible que el portugués americano, el brasileño. Casi
todo brasileño culto habla portuñol, que es un castellano perfectamente
inteligible y musical, mientras que nosotros, oh vergüenza, no lo logramos. Es
una obligación para nosotros salvar esa mínima frontera que nos separa de la
mitad de nuestro ser latinoamericano, del país continente que es Brasil. Además
de eso debemos mantener la integridad de las lenguas indígenas, que en muchos de
nuestros países llegan al sesenta por ciento de la población, y luchar por que
en ella haya una educación intercultural bilingüe que permita a los indígenas
tanto desarrollar su tradición en las lenguas originarias, como tener acceso al
castellano cuando lo deseen, y al portugués del Brasil y todas las otras
lenguas.
5- Los intelectuales en América Latina en aras de la integración, debemos luchar
por una profunda reforma de los programas académicos de toda Nuestra América.
Parece inconcebible que en la Facultad de Derecho de la Universidad de
Venezuela, siendo un país petrolero, no se enseñe Derecho de hidrocarburos y de
mina. En la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Venezuela no se enseña
Ingeniería del Petróleo, y en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales no
se enseña economía petrolera. Tenemos absolutamente que reformar nuestros planes
de estudio para volverlos a nuestra realidad.
¡Cuántos de los programas de estudio de nuestros países carecen de una Historia
de América Latina! O si la cuentan, en muchos de los casos está totalmente
tergiversada. Pero lo peor es que en la mayoría no existe.
Tiene que existir en todos los programas de educación, en todos los niveles, el
estudio de nuestras realidades, nuestras culturas, nuestra historia, nuestra
economía, nuestra sociedad, nuestra realidad política. Conjuntamente eso tiene
que ser compensado con un sistema de intercomunicabilidad que nos vaya
constituyendo verdaderamente como la nación que somos. Estos programas deben, en
lo posible, buscar algún tipo de información de tal manera que haya una especie
de validación automática de los estudios de una frontera a otra. No hay
diferencia en nuestros rublos; pero cuando llegamos al sector académico, nos
encontramos con una muralla superior a la muralla china. Esa tiene que ser una
de las tareas a ser cumplidas íntegramente para lograr una integración.
6- Esa tarea también pasa por lo siguiente: la constitución de institutos de
estudios latinoamericanos. En Estados Unidos existen cerca de 300 institutos de
estudio sobre América Latina, que escudriñan todo lo que hacemos. ¿Cuántos de
estos institutos tenemos en América Latina?
Tenemos muchas fantasías, pero cosas como por ejemplo Casa de las Américas en
Cuba, el Instituto de Historia del Caribe, la Fundación Jetulio Vargas en
Brasil, son muy escasas. En Venezuela se fundó con grandes intenciones el
Instituto Rómulo Gallegos, mas, por falta de presupuesto, hubo una especie de
estrangulamiento voluntario para que no llegara a ser el gran instituto que
tenía la idea de ser. Tiene que haber en cada país varios institutos de
investigación latinoamericanos que sirvan de fomento y estudio de la nación
latinoamericana y del Caribe, que sean centros de recolección, de intercambios
de experiencias, de promoción, de publicaciones de libros, de películas, etc.
Esa es una tarea que tiene que ser cumplida en todos lados.
7- Pasando a un elemento institucional, se necesitan convenios diplomáticos.
Apenas tenemos pequeños convenios; pero tiene que haber, desde ya, una especie
de gran acuerdo que realmente establezca la intercomunicabilidad libre de los
bienes en América Latina; el intercambio libre de películas, libros,
grabaciones, obras de arte, siempre que no formen parte de nuestro patrimonio
que ha sido profundamente saqueado a lo largo de décadas; y que además arregle
de una manera categórica y por voluntad internacional los problemas que ya he
señalado de validez de los estudios, etc. Toda esa serie de elementos deben ser
categorizados desde leyes diplomáticas.
8- Los intelectuales debemos tener una activa militancia en organizaciones que
multipliquen y divulguen nuestro refuerzo. Estamos hablando en este caso de
redes como la Red en Defensa de la Humanidad, pero muchas otras. El intelectual
vive en una especie de rito de aislamiento pues en realidad es cierto que la
creación, necesariamente, es un momento de soledad, y eso en ocasiones nos lleva
a la idea de que las ausencias no existen y que los demás intelectuales, mucho
menos.
9- También hay especies de periódicos culturales que son como agencias de
censura, con listas ocultas de intelectuales que no se mencionan nunca. Lo
cierto es que entonces debemos tener una militancia dentro de ese tipo de
organizaciones encaminadas a la acción social, política y cultural, y diría
también: una militancia dentro de los medios de comunicación.
A veces el intelectual menosprecia los medios; pero el deber es tener la
militancia en los medios que tengan mayor difusión en cada época. Cuando
Dostoievski y Honorato de Balzac escribieron novelas y publicaron en los
periódicos fueron considerados mucho menos que escritores, fueron despreciados
unánimemente porque utilizaron un medio de comunicación tan vulgar. Ese medio de
comunicación fue el vehículo de las grandes obras maestras del siglo XIX, porque
hubo quien se atrevió a utilizarlo. En la medida en que nos abran la puerta
debemos entrar el pie, y luego la rodilla, colarnos y estar allí hasta que nos
boten con las listas de proscripción, que son meritorias. Uno debe ser un
intelectual que ni se veta ni lo vetan. El intelectual no debe censurarse ni
quedarse tranquilo cuando lo censuren, debe ser más fuerte que el odio y colar
su mensaje a través de las formas más diversas. Ese sentido excita la
creatividad. No hay nada como estar en un aparato clandestino en que todo está
vetado para comenzar a inventar cosas.
10- Finalmente diría lo siguiente. A una red como Red en Defensa de la Humanidad
corresponde replantear el papel del intelectual. El intelectual quiere pensarse
a sí mismo como la persona que lo sabe todo y va a llevarselo a las masas. Por
el contrario, nosotros que vemos las cosas desde adentro sabemos que no sabemos
nada. Somos intelectuales porque queremos aprender, y justamente lo que está
sucediendo en América Latina y el Caribe actualmente es un fenómeno prodigioso
que reinicia otro ciclo revolucionario dentro de la humanidad. Es el auge de los
movimientos sociales. La sociedad se ha puesto en marcha, sin partidos, sin
dirigencias, a veces sin programas; está logrando efectos, demoliendo las
políticas del fondo monetario, tumbando gobiernos, aceptando reformas sociales
por sí misma, defendiendo las aguas.
Los intelectuales tenemos que acercarnos a ese movimiento. Tratar de entender
qué sucede, cómo se organiza. Yo siempre digo que la cuarta guerra mundial
empezó en Venezuela el 27 de febrero de 1989 cuando todo el pueblo, sin
conducción, sin programa, se rebeló a escala nacional contra un programa del
Fondo Monetario Internacional. Allí empezó otra etapa dentro de los asuntos
mundiales.
Debemos intentar extender esos movimientos sociales, tratar de convertirnos en
portavoces de ellos y tratar de lograr la reconstitución de las sociedades
poniendo a los partidos políticos y al Estado al servicio de estos movimientos,
y la economía y los sectores económicos al servicio de ese bloque social.
También debemos intentar comprender, facilitar, intercomunicar, servir de vía de
comunicación y legitimación a la expresión de ese movimiento.
Tenemos una prodigiosa y bellísima tarea que es la de asistir al alumbramiento
de un mundo. América Latina y el Caribe es una realidad ya creada por la cultura
y con la cultura debe adquirir tonos de realidad cada vez más categórica,
innegable, palpable e indetenible.
Intervención en la Mesa Redonda:"La Cultura en Defensa de la Humanidad: La
responsabilidad social del escritor", celebrada en la XV Feria Internacional del
Libro de La Habana, febrero de 2006.