La Izquierda debate
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Ponencia a presentar en el Encuentro Internacional Civilización o Barbarie: Desafíos y problemas del mundo contemporáneo. Portugal, 2004
Alternativas y prioridadesMiguel Urbano Rodrigues
Serpa, Portugal, 24 de setiembre de 2004
Al final del siglo XX un viento de pesimismo sopló sobre el planeta. La
humanidad parecía someterse a la apatía. Cuando la Unión Soviética desapareció y
Rusia galopó hacia el capitalismo, la teoría del Fin de la historia corrió por
el mundo. En los EUA los intelectuales del sistema proclamaron la muerte del
comunismo y presentaron al neoliberalismo como la ideología definitiva.
Mas la euforia de las fuerzas oscurantistas duró poco. La cadena de protestas
contra el capitalismo globalizado, iniciada en Seattle, comenzó a señalar el
regreso de la esperanza. De repente, el panorama cambió.
No somos testigos de la muerte de las ideologías, sino de un renacimiento del
espíritu revolucionario, donde se destaca una reflexión creadora sobre el
marxismo.
Un poco por todo el planeta, luchas de nuevo tipo confirman que las revoluciones
del futuro próximo se forjarán en la resistencia a las contrarrevoluciones de la
era neoliberal.
Millones de explotados perciben que el capitalismo se ha convertido en un factor
de regresión absoluta de la humanidad. La gran mayoría rechaza el monstruoso
proyecto de sociedad que pretenden imponerle. El Forum Social Mundial y los
fórums sociales continentales y nacionales han confirmado que el sistema de
poder que aspira a la dominación universal y perpetua enfrenta una condena
creciente. Pero de esas grandiosas protestas también se transparenta que no
existe consenso respecto a las formas de lucha contra el sistema imperial,
particularmente en cuanto a la temática de las alternativas al neoliberalismo
globalizado.
La conciencia de que la humanidad enfrenta una crisis global sin precedentes
--que es simultáneamente social, económica, financiera, militar, cultural y
ambiental— todavía no es acompañada por una disponibilidad hacia las luchas
globales que traduzcan esa conciencia.
En la búsqueda de una respuesta, las cuestiones teóricas y las prácticas con
frecuencia se hallan intervinculadas en una tela laberíntica. La lucha contra la
escalada de terrorismo del estado imperial es prioritaria. Pero para derrotar el
engranaje que amenaza la propia continuidad de la vida es indispensable
comprender, ante todo, la estrategia y los mecanismos del sistema de dominación
opresor. El rechazo al proyecto imperial y a la globalización neoliberal debe
conducir a la conciencia de que ésta –como reconoce Thomas Friedman, ex-asesor
de Madeleine Albright- no pudiera funcionar sin un «puño invisible», la máquina
de guerra de los EUA, que la sustenta y viabiliza.
Mientras, la tentativa de prever el futuro y esbozar sus contornos es fuente de
problemas.
La aspiración es legítima. El viejo lema antinómico de Rosa Luxemburgo
«socialismo o barbarie» no pierde actualidad. Pero la reflexión crítica sobre
los errores que condujeron a la implosión de la URSS y al trágico derrumbe del
régimen nacido de la Revolución de Octubre del 17 se desvía del objetivo,
asumiendo aspectos negativos, cuando desemboca en ejercicios de futurología que
evidencian el desconocimiento de la historia, de las sociedades contemporáneas y
de la evolución del imperialismo.
La imprescindible reflexión sobre la transición del capitalismo al socialismo y
los fracasos de las revoluciones que se proponen encontrar respuesta a ese
desafío no deben ser confundidos con la elaboración de programas para la fase de
transición. Al invertir prioridades y tiempos históricos, en la tentativa de
explicarse lo que no se hizo o no se debió hacer, en el esfuerzo por esbozar el
perfil del socialismo con que sueñan, muchos teóricos de la «transición»
desarrollan un trabajo de escasa o nula utilidad.
Volveré al tema más adelante, pero desde ahora mismo quiero subrayar que todo
separa a esos hacedores de «programas para la transición» de intelectuales como
István Mészáros, Samir Amin.Georges Labica y Georges Gastaud quienes, a partir
de un conocimiento profundo del marxismo, han escrito trabajos importantes sobre
el problema de la transición al socialismo en sociedades donde él fracasó
dramáticamente.
Camaradas y amigos:
Este Encuentro Internacional se llama «Civilización o Barbárie». Por una
paradoja el sistema de poder que amenaza hundir el mundo en la barbárie pretende
ser el campeón del combate al terrorismo , presentandole como la primera
prioridad de su estratégia.
En la practica,sin embargo, su política de guerras dichas preventivas configura
una forma inédita de terrorismo de estado.Las agresiones militares de los EE UU
a pueblos como el iraqui y el afgán han contribuido, desde el 11 de setiembre,
para multiplicar y desiminar el terrorismo en escala mundial. En ultima análise
la política imperial neonazi de Washington es la responsable por la
proliferación de atentados terroristas de sectas de fanáticos fundamentalistas,
con desenlaces de tragédia como el de Ossétia del Norte.
Luchar contra el sistema de poder que tiene su polo en Washington es ,por lo
tanto, una necesidad ligada a la sobrevivencia de la humanidad.
En la crisis global que vivemos el frente principal en la confrontación con el
imperialismo es aquel donde el enemigo –en este caso el sistema de poder
planetario de los EUA- concentrando grandes fuerzas, actúa con más agresividad e
invierte más recursos materiales y humanos; el frente en que los desafíos por él
enfrentados y la resistencia encontrada le causan mayores dificultades, poniendo
en tela de juicio el mito de su invencibilidad.
Ese frente se sitúa actualmente en el Oriente Medio y en Asia Central, en el
triángulo Iraq-Afganistán-Palestina.
Hoy es evidente que la estrategia de los EUA en la región ha fracasado. Una
apabullante superioridad militar permitió a sus fuerzas armadas ocupar en pocas
semanas Afganistán e Iraq. Pero en ambos casos la resistencia de las poblaciones
ha impedido la ejecución de los llamados planes de reconstrucción, en realidad
de recolonización. Y no tanto por el millar de muertos y decenas de miles de
heridos solamente en Iraq. Para Washington, lo peor es la desmoralización
resultante de los ataques diarios, y la incapacidad de prever las acciones de
una Resistencia cada vez más organizada.
Fue imposible ocultar al pueblo de los EUA una serie de derrotas. La de Fallujah
fue la más chocante. Después de la muerte allí de cuatro mercenarios, el
gobierno Bush afirmó que la ciudad sería blanco de una punición ejemplar. Casi
un millar de civiles murieron durante el salvaje bombardeo a que Fallujah fue
sometida. Pero el Cuerpo de fusileros no logró retomar la ciudad. En una
tentativa de esconder el fracaso el Pentágono informó que retiraría sus fuerzas
después de un acuerdo que normalizara la situación en el área. En realidad
ocurrió una capitulación humillante. El comando norteamericano tuvo que pedir a
la Resistencia que autorizase la salida del material pesado de la ciudad y la
garantía de que sus tropas no serían atacadas durante la retirada. Hoy Fallujah
es una ciudad prácticamente liberada en Iraq. Por eso es bombardeada con
frecuencia.
En Najaf, Kerbala y Kufa los marines también han acumulado derrotas.
Durante un año Washington presentó las comunidades chiítas, mayoritarias en el
país, como predispuestas a la colaboración. Otra mentira. El levantamiento de
Moqtada Al Badr en Najaf funcionó como detonante de una ampliación de la
insurrección chiíta. Los EUA, después de semanas de lucha, tuvieron inclusive
que recurrir a la mediación del ayatollah Al Sistani para conseguir que Al Badr
y el ejército mahdi evacuasen el mausoleo de Ali en aquella ciudad santa del
chiísmo. Para, además, proseguir la lucha en otros lugares.
El golpe más duro que se infligió a la extrema derecha estadounidense ha sido,
sin embargo, la divulgación de las torturas provocadas a los prisioneros
iraquíes. Los media empezaron a llamar «abusos» a la tortura, pero
el artificio no funcionó. Se hizo claro que la soldadesca norteamericana, con la
complicidad del alto comando, recurría a métodos que solamente encuentran
precedente en los utilizados por las SS nazis en el III Reich alemán. El propio
secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, tenía conocimiento de lo que pasaba, y
en sus archivos acumulaba fotografías de las humillaciones sexuales infligidas a
prisioneros.
Los grandes diarios, incluyendo The New York Times, adoptaran una actitud
ambigua. De modo general presentaron la tortura como excepcional, subrayando que
suscitaría la adecuada respuesta de una justicia democrática, lo que es falso.
Crímenes similares venían siendo divulgados por intelectuales progresistas en
diferentes países. Sobre el tema escribieron cientistas sociales como el
canadiense Michel Chossudovsky, escritores como el australiano John Pielger y el
periodista británico Robert Fisk. Yo mismo hace dos años responsabilicé a
oficiales superiores del ejército de los EUA por crímenes abyectos cometidos
durante la guerra de agresión al pueblo de Afganistán. Recuerdo la matanza de
Mazar-i-Charif, el saqueo de Kandahar, y el corte de lenguas a prisioneros en
Seberghan.
La reciente transferencia de poderes en Bagdad a favor de un gobierno
provisional iraquí fue una mera operación cosmética. El procónsul Paul Bremer
regresó a Washington, pero el actual embajador John Negroponte -un veterano de
la CIA- continúa poniendo y disponiendo. El primer ministro Iyad Allawi es un
antiguo hombre de confianza de Saddam que trabajó después con la CIA y el MI-6,
el servicio de inteligencia británico. Él fue acusado por el diario australiano
Sidney Morning Herald de asesinar personalmente, a tiros en la nuca, a
prisioneros iraquíes en una escuadra de policía de Bagdad.
La complicidad de los aliados europeos de los EUA, de Rusia y de China permitió,
mientras tanto, que Washington alcanzase una victoria táctica. El Consejo de
Seguridad de la ONU, sometido a presiones muy fuertes en un momento en que la
ampliación de la Unión Europea debilitó el eje franco-alemán, aprobó en junio 8,
por unanimidad, una resolución, la 1546, capituladora.
El documento, violatorio de la Carta de la ONU, legitima la ocupación de Iraq al
reconocer al gobierno interino fantoche -instalado por Washington- como
representante de su pueblo hasta las futuras elecciones. Simultáneamente, el
Consejo de Seguridad pasó a designar a las tropas de ocupación como «fuerza
multinacional». En la práctica, la autotitulada coalición, inventada y comandada
por los EUA, ha adquirido así un estatuto de legitimidad que venía, sin éxito,
reivindicando hace mucho.
El carácter capitulador de la resolución 1546 no alteró, pese a todo, la
situación concreta existente. Koffi Annan, no obstante ser un Secretario general
sumiso, fue categórico al declarar que la Organización, en tiempo previsible, no
volvería a instalar en Bagdad una misión permanente. La memoria del ataque
contra su sede, en el que murió el brasileño Sérgio Vieira de Mello, desaconseja
el regreso.
La resolución no modificó tampoco el cuadro militar. Washington pretendía que
Francia, Alemania y Rusia enviasen tropas. Ahora Chirac y Schroeder aclararon
que eso no ocurrirá. La posición de Putin es más ambigua.
El rechazo al involucramiento de los tres países en la guerra iraquí presupone
una gran derrota de los EUA. Para el Pentágono, la presencia en el combate a la
insurrección de los ejércitos francés, alemán y ruso era considerada
fundamental. Rumsfeld y sus generales están conscientes de que el único aliado
que cuenta militarmente es Gran Bretaña. Las tropas italianas, polacas,
ucranianas, búlgaras, bielorrusas, rumanas, checas, eslovacas, bálticas y de
países de Asia Oriental y de América Latina no salen prácticamente de los
cuarteles. El devastador ataque al campamento de los italianos sirvió de
advertencia. Además, los gobiernos de Filipinas, de Honduras, de la República
Dominicana y de Nicaragua ya retiraron sus contingentes, siguiendo el ejemplo
español. Los ucranianos también van a salir.
La certeza del aislamiento (pues el único aliado real, repito, es el británico)
ha disipado las ilusiones del Pentágono.
La guerra de Iraq asume cada vez más los contornos de una guerra perdida. Tal
como ocurrió en Vietnam –aunque en un contexto muy diferente- la Resistencia ha
destruido la moral del ejército invasor. Cada uno de sus soldados, al conocer de
la muerte diaria de compañeros en una guerra absurda que no entiende, piensa que
el próximo puede ser él mismo. Más de 1500 soldados y oficiales ya han recibido
tratamiento psiquiátrico. El número de suicidios crece, y treinta militares, al
regresar a los EUA, han matado a sus mujeres e hijos.
Ha sido precisamente la conciencia de la desmoralización de las tropas de
ocupación lo que motivara la decisión de acelerar, en la medida de lo posible,
la sustitución de los militares que se encontraban en el país desde el inicio de
la invasión. Pero la sustitución de esos hombres está creando problemas muy
complejos.
El ejército de los EUA es hoy un cuerpo profesional muy diferente del que estuvo
en el horno vietnamita. En aquella época el problema de los efectivos no se
colocaba. Pero actualmente no es posible movilizar millones de hombres. Las
nuevas armas exigen fuerzas altamente especializadas. El ingreso en el ejército
implica un contrato, nace de un acto voluntario. De ahí la dimensión mucho menor
de las fuerzas armadas. En el caso del ejército, el total de las tropas
operacionales disponibles no alcanza probablemente –según Ignacio Ramonet- la
cifra de 250 000.
Más de la mitad se encuentra en Iraq, y algunas decenas de millares en
Afganistán y en bases militares localizadas en diferentes países. Teniendo
presente que parte de las tropas que participaron de la invasión ya ha sido
repatriada (y está desmoralizada), el Pentágono no sabe cómo responder al pedido
de refuerzos para Iraq. La reciente convocatoria de 6 500 reservistas y las
protestas que la medida provocó son reveladores de las limitaciones de la
gigantesca máquina militar de los EUA. Unos 15 000 hombres van a ser
transferidos a Iraq desde Corea del Sur y Haití.
La contratación de decenas de millares de mercenarios para tareas militares y
civiles en aquel país es reflejo de las crecientes dificultades del Pentágono.
El POLO DE AMÉRICA LATINA
En febrero p.p Colin Powell declaró que América Latina no es en este momento una
prioridad para los EUA. La confirmación la tuvimos en el recorte de 11% de las
asignaciones destinadas por el presupuesto federal a iniciativas en la región.
Sería sin embargo un error minimizar el significado del frente latinoamericano
en la batalla mundial contra el imperialismo. Washington persiste en una
política muy agresiva en la región. El triángulo Venezuela-Colombia-Cuba
concentra la atención de la Casa Blanca.
La victoria, por amplio margen, de Chávez en el referendo revocatorio del 15 de
agosto fue un acontecimiento político de significado continental. El pueblo
venezolano, asumiendo una vez más el papel de sujeto de la historia, volvió a
derrotar a las fuerzas unidas de la oligarquía y del imperialismo. Sin su
participación masiva no hubiera sido posible el triunfo alcanzado en la
confrontación con el engranaje golpista, que pretendía –tal como en el golpe de
11 de abril de 2002 y en el lock out petrolífero–, derribar al presidente
Hugo Chávez y destruir la Revolución bolivariana.
Venezuela emerge hoy en América Latina como un laboratorio social efervescente
en el cual se desarrolla una lucha de clases que, por su duración e intensidad,
el mundo no conocía desde las revoluciones rusas de 1917. En la patria de
Bolívar y Zamora se ha retomado un desafío: transformar radicalmente la sociedad
y liberarla de la dominación imperialista, optando por la vía llamada pacífica,
es decir, utilizando al efecto exclusivamente las instituciones creadas por la
burguesía para servir a sus objetivos, incompatibles con los del poder
revolucionario.
Los éxitos obtenidos por Chávez no deben llevar a subestimar las dificultades
del futuro inmediato. Conviene recordar que el poder económico de la burguesía,
con excepción del área del petróleo (y del acero), está prácticamente intacto.
El derrotero de la vía pacifica en Chile fue el sangriento golpe militar del 11
de setiembre de 1973, preparado con el apoyo del imperialismo norteamericano.
Pero, contrariamente a la chilena, la Revolución bolivariana no es una
revolución desarmada. La derrota de la intentona de abril de 2002 permitió el
aplastamiento de 150 generales y almirantes que representaban el espíritu del
cuerpo de oficiales tradicional, educado en las academias militares de la
burguesía y de los EUA. Hoy, la abrumadora mayoría del ejército está
identificada con el proyecto revolucionario, situación sin precedentes en
América del Sur.
Sin embargo, son muchas las interrogantes sin respuesta en Venezuela. La
victoria en el referendo, alcanzada en condiciones muy desfavorables, fue una
gran derrota del imperialismo. Mas la victoria del pueblo no puso fin a la
ofensiva contrarrevolucionaria, apoyada por un sistema mediático perverso. El
futuro de la Revolución bolivariana continua siendo imprevisible.
En Brasil y Argentina, la elección de presidentes cuyos proyectos preveían
transformaciones sociales de fondo, que implicaban una ruptura con las políticas
neoliberales anteriores de sumisión al imperialismo, generó enormes esperanzas.
La marcha de la historia no permitió su concreción. En ambos casos las políticas
adoptadas no responden a las aspiraciones populares.
No cabe en esta reflexión analizar el rumbo de Brasil y Argentina. Pero es
oportuno recordar que los gobiernos de Lula y Kirchner, con lenguajes y estilos
muy diferentes, lejos de utilizar las instituciones en beneficio de los
respectivos pueblos, desarrollan políticas que en lo fundamental no enfrentan la
lógica del capitalismo y sirven igual a sus intereses estratégicos. La sumisión
de Brasil a las políticas neoliberales es ostensiva, y en ocasiones humillante.
El profesor Ricardo Antunes,de la Universidad de Campinas ha definido bien la
situación creada al afirmar –cito- que «el gobierno Lula intenta ganar a las
clases dominantes para su proyecto y todavía no se ha percatado que él ha sido
ganado por las clases dominantes para el proyecto de ellas».
Mientras, el llamado «capitalismo normal» de Kirchner no involucra tampoco una
ruptura con los objetivos del neoliberalismo. No sin habilidad, el ex-gobernador
peronista de la Patagonia se esfuerza en la Casa Rosada por humanizar el
capitalismo, como si eso fuera posible. Pero su populismo engaña. Su popularidad
se mantiene a un nivel alto, mientras que la de Lula baja.
Por su parte, la sobrevivencia de las guerrillas en Colombia constituye una
pesadilla para el Pentágono. La lucha de las FARC-EP, sobre todo, confirma que
en determinadas situaciones históricas, geográficas y sociales excepcionales, la
lucha armada continua siendo posible en América Latina. Hace 39 años que la
oligarquía colombiana anuncia el fin de la guerrilla de Manuel Marulanda. Sin
éxito. En estas cuatro décadas el núcleo inicial de 47 hombres se transformó en
un ejército popular de 18 000 combatientes que lucha en 60 frentes, infligiendo
duras derrotas al más poderoso ejército da América Latina.
El Plan Colombia está en ejecución y, no obstante la ausencia de condiciones
para una intervención directa –inviable en el momento-, los EUA no han
renunciado a la idea de crear una fuerza interamericana que actuase contra las
guerrillas de las FARC y del ELN, acusadas de ser organizaciones terroristas. La
detención en Ecuador del comandante Simón Trinidad confirmó, además, la
existencia de complicidades profundas de varios servicios de inteligencia
latinoamericanos con la CIA.
Cuba es el tercer vértice del triángulo que preocupa a los estrategas
estadounidenses. El pueblo de la isla no se somete, no abdica del derecho de
construir el socialismo. En la perspectiva de Washington la sobrevivencia de su
revolución, que ha soportado el más prolongado bloqueo de que hay memoria,
ofrece un peligroso ejemplo para América Latina. Demuestra que es posible
resistir victoriosamente siguiendo un camino propio. Cuba es el único país del
hemisferio donde el derecho a la vida, a la salud, a la educación, a la cultura
es pilar de un concepto revolucionario de los derechos humanos que no es
farisaico como los de las democracias formales del mundo capitalista.
No creo, camaradas, que los EUA, empantanados en Iraq y Afganistán, estén en
condiciones de invadir Cuba. Pero el pueblo cubano, con fundamento, se siente
amenazado. En el contexto de una auténtica guerra no declarada, las últimas
medidas del gobierno Bush, reforzando el bloqueo e imponiendo sanciones
incompatibles con el derecho internacional, pretenden asfixiar económicamente la
patria de Martí y Fidel. Configuran una política definidora de un estado pirata.
De ahí la necesidad de ampliar la solidaridad con el heroico pueblo cubano.
A nivel continental, la lucha contra el ALCA permanece como objetivo
fundamental. Los EUA exigen que el «Acuerdo» por ellos concebido sea
implementado a inicios de 2005. Ante las resistencias encontradas, el proyecto
anexionista cambió de forma y procedimiento, mas su esencia se mantiene intacta,
como subrayara en La Habana el cubano Osvaldo Martínez.
En el panorama global, la traición del ecuatoriano Lucio Gutiérrez, hoy
totalmente sumiso a las órdenes de Washington, vino a alertar a las fuerzas
progresistas del continente sobre una realidad: en América Latina la conquista
de la presidencia por políticos con programas antineoliberales, electos con el
apoyo masivo de los trabajadores y de los intelectuales progresistas, no es, por
sí misma, garantía del cumplimento de los compromisos asumidos.
El oportunismo y la capitulación de los dirigentes populistas que suscitaran
grandes esperanzas no justifican, pese a todo, actitudes pesimistas. Del Río
Bravo a la Tierra del Fuego los pueblos de América Latina, con raras
excepciones, demuestran mayor disponibilidad para la lucha. Eso ocurre en Perú,
Bolivia, Uruguay, Paraguay, y en Chile, como en Brasil, y en países da América
Central.
Movilizar para acciones concretas, bien coordinadas, ese formidable potencial de
combatividad es la gran tarea a asumir por las organizaciones y partidos
revolucionarios del continente y por los movimientos sociales progresistas que
rechazan el discurso de los reformadores del capitalismo.
LUCHAS SOCIALES EN EUROPA
El polo europeo en la lucha global contra el sistema de poder que amenaza la
humanidad tiende a asumir también importancia creciente. Los estados de la Unión
Europea –al igual que Japón, Rusia, Australia, Nueva Zelandia y algunos de Asia
Oriental- están integrados en ese sistema. Sus gobiernos y clases dominantes
participan activamente de la explotación capitalista. Son parte de su engranaje.
Como beneficiarios de la globalización neoliberal, muchos de ellos participaron
en agresiones contra otros pueblos (Golfo, Somalia, Bosnia, Yugoslavia,
Afganistán, Iraq, etc.). Esa complicidad no impide que, en el ámbito de la OCDE
y del propio G-7, contradicciones complejas opongan permanentemente a estados e
transnacionales de Europa al sistema de poder estadounidense y a sus
transnacionales. La ampliación de la UE, con la entrada de países cuyos
gobiernos son en su mayoría satélites de Washington, ha profundizado esas
contradicciones que se expresan con frecuencia en conflictos comerciales y en
posiciones diferenciadas en la ONU. Esos conflictos son inseparables de la
crisis profunda del capitalismo y de la estrategia de dominación planetaria
liderada por la extrema derecha de los EUA.
En seminarios internacionales celebrados en Chile, en México y en Brasil llamé
la atención respecto al carácter estructural que la crisis del capitalismo
presenta hoy en los EUA. Son cada vez más transparentes las consecuencias de una
estrategia irracional en que el poder de las finanzas ha pasado a ser sustentado
por una política de terrorismo de estado. Siendo actualmente una nación parásita
que consume mucho más de lo que produce -en abril el déficit comercial sobrepasó
los 48 mil millones de dólares y en junio fue aún más elevado- los EUA, cuya
tasa de ahorro es muy baja– practican una política de saqueo de los recursos
naturales de otros pueblos. El déficit del presupuesto federal será este año,
según la Casa Blanca, superior a 445 mil millones de dólares, el mayor de
siempre.
El profesor Remy Herrera, de la Universidad de París 1, aquí presente en Serpa,
formuló en La Habana, en la VI Conferencia sobre problemas del desarrollo y de
la globalización, una pregunta oportuna: ¿podrán los EUA redinamizar la
acumulación de capital en el centro del sistema mundial a través de la guerra
imperialista casi permanente?
Su respuesta es negativa porque las destrucciones de capital son «insuficientes
para la acumulación capitalista».
La desvalorización del dólar con relación al euro –a pesar de que Europa
permanece en la frontera del estancamiento- no es una simple maniobra monetaria
para estimular las exportaciones. Esta vez refleja la gravedad de la crisis
estadounidense. Gigantescos déficits –sobre todo el del presupuesto y el
comercial-- asustan a los aliados europeos y asiáticos. La deuda externa, la
mayor del mundo, y la pública interna, alcanzan niveles alarmantes. El
endeudamiento de las familias americanas representa casi 85% del PIB.
El gigante tiene pies de barro y sus cómplices están conscientes de su
fragilidad.
Es natural que las luchas sociales en Europa Occidental estén en ascenso en un
momento en que la ampliación de la Unión Europea a 25 países traza la certeza de
un aumento de tensiones entre grandes y pequeños. El ingreso de países como
Polonia, Hungría y la República Checa, que se comportan como auténtica quinta
columna de los EUA, profundiza grietas y será fuente de nuevas situaciones de
conflicto.
Otro problema: el futuro ejército europeo, defendido con empeño por Francia y
Alemania y combatido por el Pentágono, continuará siendo un área de atrito. Como
prólogo, el debate sobre la creación de la llamada «fuerza de reacción rápida» y
de los battle groups anticipa fricciones inevitables. El tumor iraquí
contribuye a intensificarlas.
La hegemonía financiera y militar de Washington es todavía demasiado fuerte para
que los aliados europeos y Japón la desafíen abiertamente. Pero, ¿que acontecerá
–como pregunta Georges Gastaud– si las potencias capitalistas más importantes se
aproximan a los EUA, más frágiles económicamente de lo que parece? Se engañan,
responde el profesor francés, «los que imaginan que la era de las guerras
imperialistas pertenece para siempre al pasado, aunque hoy sea imposible prever
las formas que asumirían esos conflictos, menos imprevisibles en tanto la URSS
ya no existe para defender la paz».
Las fuerzas progresistas no solamente se oponen a la militarización de Europa,
cualquiera que sea el modelo, sino también a la Constitución Europea que, en la
práctica, institucionalizó el capitalismo, reduciendo las soberanías nacionales
a simples fachadas.
La movilización de los pueblos contra la Constitución no alcanza,
lamentablemente, el nivel que sería deseable, en parte por el desconocimiento de
las consecuencias de su aplicación.
Pero el agravamiento de la crisis del sistema llevará a una intensificación de
las luchas de significado antiimperialista. Cuanto más los EUA se afinquen en
Iraq mayores serán las dificultades de los gobiernos de la UE para camuflajear
sus divergencias sobre la estrategia de Washington respecto al Oriente Medio y
Asia Central.
Los factores negativos no deben, pese a todo, ser olvidados. En Europa
Occidental, tal como en América Latina, el nivel de organización y la capacidad
de movilización de las fuerzas que rechazan la globalización neoliberal y su
proyecto son muy insuficientes. No corresponden a la dimensión de la crisis.
El balance de los Fórums Sociales convida a la reflexión. La intervención de los
movimientos sociales desde Seattle ha suscitado polémicas fascinantes. Es
importantísima la contestación al proyecto de sociedad del neoliberalismo. Los
movimientos sociales han contribuido decisivamente al cambio de actitud de
millones de personas frente a situaciones que antes soportaban pasivamente. Al
pasar de una casi indiferencia a la contestación del sistema han colocado a éste
en la defensiva. El cuadro cambió.
Pero la convicción de que los movimientos sociales emergen colectivamente como
una vanguardia de vocación revolucionaria expresa una actitud romántica. He
llamado repetidamente la atención, sobre todo en el sitio web resistir.info
a los límites y peligros del espontaneismo movimientista cuando la
intervención de los movimientos sociales no tiene como complemento
imprescindible la participación intensa en la lucha de organizaciones y partidos
revolucionarios con proyectos bien definidos. No es sin aprensión –apenas un
ejemplo- que acompaño el giro de un partido como la Rifondazione Comunista, de
Italia, cuando afirma, a través de la palabra de Fausto Bertinotti, que «el
movimiento de los movimientos» (¿qué será eso?) funcionará como palanca de la
revolución de mañana. Los partidos tenderían con el tiempo a diluirse en ese
«movimiento de los movimientos». Aprensión similar es la provocada por la
adhesión de la mayoría de los partidos comunistas de Europa Occidental a un
proyecto de partido que pretende representar lo fundamental de las izquierdas
marxistas de varios países, pero que parece anunciarse más como una organización
empeñada en reformar el capitalismo. El rechazo a la adhesión a tal proyecto de
los Partidos Comunistas portugués y griego apunta un camino correcto.
Camaradas y amigos:
Creo útil recordar también aquí otra situación negativa. En los últimos años
tendencias que presentan matices neoanarquistas han favorecido los objetivos de
fuerzas y personalidades que, aunque declaran lo contrario, actúan como si fuese
posible una reforma profunda del capitalismo que lo humanice, lo que es una
imposibilidad absoluta.
Pienso concretamente en los trabajos y en la intervención polémica del irlandés
John Holloway, actualmente profesor en la universidad mexicana de Puebla, y del
italiano Toni Negri cuyas tesis sobre la problemática del poder y el
imperialismo me parecen peligrosamente desmovilizadoras.
El libro del primero, «Cambiar el mundo sin tomar el poder», publicado
inicialmente cuando era profesor en Edimburgo en Escocia, y editado después en
Argentina y Brasil, ha funcionado en América Latina como instrumento de
confusión, sobre todo en medios universitarios. El hecho de que Holloway se
declare plenamente identificado con las posiciones del subcomandante Marcos, del
EZLN, sobre el estado y la inutilidad de la lucha frontal contra el poder del
estado burgués, ha contribuido a confundir a amplias capas de la juventud. Cabe
recordar que Marcos se define como un rebelde, pero no como
revolucionario. Holloway, su gran admirador, se dice marxista, pero piensa y
escribe como un neoanarquista.
No menos llamado a confundir es el efecto de los mensajes contenidos en la obra
de Negri. Su discurso sobre la metamorfosis que identifica en el imperialismo,
que se habría diluido, actuando a través de múltiples polos diferenciados, es
absolutamente incompatible con la definición clásica del imperialismo de Lenin.
La historia en los últimos años ha desmentido esa tesis absurda. Pero Negri
insiste. Desmovilizadora es también su apología de la «no violencia» en un
momento en que la Resistencia iraquí enfrenta con heroísmo el terrorismo de
estado neofascista de los EUA. Negri siembra la confusión cuando es cada vez más
necesario un gran frente antiimperialista, el único por ahora posible.
ALTERNATIVAS Y PRIORIDADES
La cuestión de las alternativas la veo íntimamente ligada a la del frente de
lucha principal.
Fidel Castro, en el III Encuentro anti-ALCA, intervino en el debate para afirmar
que no habrá una alternativa, sino muchas, según la región, el país, el pueblo,
las condiciones objetivas y subjetivas. No se refería obviamente a alternativas
al proyecto anexionista imperial. Para él, en el hemisferio solamente hay una
alternativa al ALCA: la integración de las economías latinoamericanas. Fidel se
refería a las alternativas a las políticas de ajuste impuestas a América Latina
por el Consenso de Washington con los trágicos resultados conocidos.
Las falsas democracias latinoamericanas son regímenes caricaturescos y
opresores. Brasil necesita de un proyecto nacional (el actual gobierno abandonó
el esbozado en el programa del frente que lo eligió) que tendría que ser muy
diferente del argentino, como éste del uruguayo y del paraguayo. El de las
fuerzas progresistas de Chile presentará un perfil propio, tal como los de Perú,
Bolivia y de Ecuador. El de la Venezuela bolivariana se define día a día en
defensa de la revolución. La larga y heroica lucha de la insurgencia colombiana
pesará en las soluciones institucionales democráticas que el pueblo de Nariño
reivindica. En cada caso, en México, en América Central, en el Caribe, el
proyecto nacional, para obtener el apoyo de las masas, tendrá que partir de la
especificidad nacional.
La opinión emitida por Fidel Castro fue oportuna como elemento esclarecedor de
un debate que, por falta de rigor, inclusive en el empleo de la palabra
alternativa, es fuente de interpretaciones contradictorias.
Ya se ha hecho evidente que del Forum Social Mundial y los foruns continentales
no puede salir una alternativa global cualquiera al neoliberalismo porque en el
mundo actual es imposible presentar una alternativa de contornos definidos, bien
estructurada, de valor universal, al sistema que amenaza destruir el planeta.
La dualidad antagónica Socialismo o barbarie, tal como la presentan cientistas
sociales revolucionarios, expresa bien la situación de crisis existente. O el
capitalismo, en su fase senil, destruye la civilización, empujando a la
humanidad hacia la barbarie (o la extinción), o el capitalismo es erradicado, y
desaparece. En un pequeño artículo, Mészáros divulgó recientemente una carta en
que Paul Sweezy, en 1987, hacía transparente una lúcida percepción del rumbo
dramático de la historia, resultante del desespero del capitalismo, incapaz de
superar la crisis por él creada.
Pese a todo, sería entrar en el terreno de la especulación esbozar siquiera los
contornos del socialismo, o de los socialismos, que sucederán al capitalismo. El
estudio en profundidad del terremoto que llevó a la implosión de la URSS --una
tragedia para la humanidad--, apenas ha comenzado. Sabemos que el socialismo
real no correspondió al proyecto de Lenin, desfigurándolo. Pero el perfil del
socialismo de mañana no puede ser esbozado hoy. Lo más probable será la
aparición y convivencia de sociedades comunistas muy diferenciadas. Estamos
lejísimos del estado universal.
La controversia asume una gran actualidad porque intelectuales de izquierda
serios, respetados, algunos marxistas, afirman que la elaboración de una
alternativa teórica al neoliberalismo se presenta como tarea prioritaria,
debiendo preceder a la organización de la lucha frontal contra el imperialismo
cuyas condiciones serían creadas por la primera.
Repito lo ya dicho: la reflexión sobre el problema de la transición al
socialismo y los errores cometidos en la URSS es una tarea impostergable. En ese
campo, los trabajos, muy diferentes, de Mészáros, Samir Amin, Sweezy y Gastaud,
y también, mucho antes, de Bethelleim, son importantes, imprescindibles para la
comprensión del mundo unipolar en que vivemos y para la renovación creadora,
revolucionaria del marxismo, tal como la concebían Marx, Engels y el propio
Lenin.
Pero salir de ese terreno para formular proyectos que subordinen la lucha contra
el imperialismo, concediendo prioridad al debate teórico sobre la construcción
de la sociedad futura sería caer en la utopía, echar agua al molino del enemigo.
No son apenas diletantes de las ciencias sociales -- como el alemán-mexicano
Hanz Dieterich-- los que diseñan los contornos de la democracia participativa
como meta próxima y alcanzable, olvidando que entre ella y el presente se yergue
la muralla poderosa de un poder imperial de contornos neofascistas. Hoy en día,
gente más responsable sustenta que la transformación de la sociedad capitalista
se presenta como tarea inmediata que debe preceder la toma del poder político.
La teorización sobre la construcción del poder "de abajo para arriba",
subestimando la lucha contra el estado burgués, como la concibe el mexicano
Marcos, del EZLN, puede cautivar a intelectuales de izquierda y segmentos de la
juventud, pero no preocupa mucho a las clases dominantes. La convicción de que
la transición se puede realizar desde el interior del sistema, en plena vigencia
del capitalismo, sin siquiera colocar el problema del estado, del poder, es
ingenua. Sin que sus defensores asuman conciencia de eso, ellos están retomando,
en otro contexto histórico, con otro lenguaje, las viejas tesis reformistas de
Edward Bernstein. En la práctica, lo que proponen no es una nueva lógica
socialista y revolucionaria, sino la humanización del capitalismo. Lo que es
–insisto- una imposibilidad absoluta, por incompatible con la propia esencia del
sistema. El movimiento, contrariamente a lo que afirmaba Bernstein, no es todo,
sino casi nada, como sustentara Rosa Luxemburgo al desmontar las tesis
revisionistas y oportunistas. La meta de las grandes luchas de nuestro tiempo no
es el debilitamiento gradual del capitalismo, reformándolo dentro del sistema
;es su desaparecimiento.
Las pompas del discurso --en francés, portugués, inglés, español, italiano o
alemán-- en torno al llamado «socialismo democrático» no alteran la realidad :
transcurrido un siglo la socialdemocracia europea, en su teorización reformista,
no añadió prácticamente nada a las formulaciones de Bernstein.
En su libro «El poder de la ideología», István Mészáros, también aquí entre
nosotros, ya recuerda que –y cito- «Ningún acontecimiento o desarrollo nuevo
puede afectar de modo significativo la perspectiva estratégica de la
socialdemocracia occidental, orientada a la justificativa apologética de su
opción original -el camino de la reforma estrictamente gradual es el
rechazo categórico de la posibilidad de cambio revolucionario- y a la
confirmación apriorística de la perfección de la estrategia adoptada. Lo
último que esta perspectiva necesita, o pudiera traer a la superficie sin
destruirse, serían principios teóricos realmente nuevos y objetivos radicalmente
reorientados. En realidad, los «cambios graduales» legitimados de la teoría
socialdemócrata no son siquiera graduales en cualquier sentido de la palabra (es
decir, cambios adecuados para asegurar, aunque lentamente, la prometida
transición hacia una sociedad muy diferente, socialista), sino meramente
conciliatorios. Su premisa, admitida más o menos abiertamente, es la
necesaria exclusión de todo cambio estructural radical, por cualquier
medio (represivo o no) que el «orden constitucional» establecido tenga a
disposición.»
Además, los cambios graduales de la socialdemocracia reformista, introducidos en
Europa por vía parlamentaria desde inicios de siglo, pueden ser
constitucionalmente derribados también por vía legislativa. Y eso ha tenido
efecto sobre la égida de los gobiernos neoliberales. En Portugal el proceso se
desarrolló tanto por iniciativa de gobiernos del Partido Socialista como de
partidos de la derecha químicamente pura, empeñados unos y otros en destruir las
nacionalizaciones y la reforma agraria y en aniquilar conquistas de los
trabajadores, alcanzadas durante el período revolucionario del general Vasco
Gonçalves.
Los partidos revolucionarios no deben permanecer al margen de los procesos
electorales. Sería una actitud muy negativa. Pero su participación en los
parlamentos implica, para ser coherentes, el rechazo de cualquier tipo de
concesiones al sistema. Estas acostumbran a terminar en compromisos y hasta en
alianzas, como aquellas que condujeron a la desaparición del Partido Comunista
Italiano y a la actual descaracterización, por no decir decadencia, de los
Partidos Comunistas francés y español.
Vuelvo a citar a Mészáros:
«El cuadro de la orientación estratégica de la socialdemocracia occidental
presenta un fatídico nudo ideológico. Las insuperables limitaciones de la
política parlamentarista como tal para obtener el dominio de las fuerzas
controladoras del metabolismo social capitalista jamás serán siquiera
consideradas y mucho menos contestadas seriamente a partir de las
transformaciones en curso y de las nuevas posibilidades emergentes, y en
respuesta a ellas. Al contrario, a consecuencia de su coraza institucional
paralizadora, la teoría socialdemócrata es transformada en un ejercicio
manipulador de relaciones públicas con el objetivo de ser electo o de
permanecer en el cargo. De este modo la clase trabajadora, como agente social de
la alternativa socialista, se torna superflua y, en verdad, a causa de sus
aspiraciones radicales, totalmente embarazosa para el partido parlamentarista.
Por esta razón debe ser ideológicamente diluida hasta que se haga irreconocible»
(...)
Mészáros llama la atención a una evidencia olvidada: durante décadas de
permanencia en el poder, los partidos socialdemócratas escandinavos, al igual
que los de Francia, Alemania, Gran Bretaña no consiguieron (ni lo pretendieron)
realizar cambios estructurales en el orden económico capitalista. Se comportaron
como dóciles administradores del sistema.
LA SOLIDARIDAD INTERNACIONAL
La tarea principal de los partidos revolucionarios que luchan contra el
capitalismo globalizado debería consistir hoy en trabajar por el fortalecimiento
y ampliación de las fuerzas que combaten el imperialismo, hegemonizado por el
sistema de poder neonazi de los EUA.
Las condiciones objetivas son favorables en un momento en que el pueblo do Iraq,
en una resistencia que asume las proporciones de insurrección contra los
invasores, surge como héroe colectivo batiéndose por la humanidad entera.
Mientras tanto son enormes las dificultades a superar para que los pueblos tomen
conciencia de que la defensa del planeta depende como nunca antes de su
movilización solidaria con las víctimas de las agresiones imperiales. A los
efectos de una manipulación mediática perversa y alienante, concebida
científicamente, se suman las consecuencias paralizantes de la acción del
reformismo socialdemócrata. Las campañas tendientes a integrar la clase
trabajadora en el sistema, persuadiéndola de que solamente alianzas electorales
amplias pueden aproximarla a sus objetivos son anestesiantes. En Europa
Occidental, sobre todo, el espíritu combativo de los trabajadores ha descendido
acentuadamente en el último medio siglo. El rumbo de las cosas en Brasil y en
Argentina confirma que un populismo reformista en determinadas situaciones
neutraliza las mejores potencialidades combativas de las víctimas del sistema.
La solidaridad internacional solamente puede funcionar en el ámbito de una nueva
concepción estratégica de la lucha, orientada a una articulación organizacional
de acciones ambiciosas de la clase trabajadora. Tales acciones son objetivamente
favorecidas por el agravamiento de la crisis estructural del capitalismo.
En la imposibilidad, por ahora, de un plan mundial de lucha, las fuerzas
progresistas más lúcidas, en cada continente, en cada país, golpearían más el
sistema de poder ahí dominante mientras mayor sea su capacidad para articular y
ejecutar acciones concretas, de ámbito nacional e internacional, que contribuyan
a inviabilizar los proyectos del imperialismo y de las burguesías de él
dependientes.
La reconstitución de la solidaridad internacional, de acuerdo con las
transformaciones ocurridas en el mundo, es, por lo tanto, uno de los mayores
desafíos que se colocan ante las organizaciones y partidos revolucionarios.
En este contexto, la definición del frente de batalla principal y de los frentes
complementarios adquiere gran importancia, condicionando el tipo, la dimensión y
los fines de las iniciativas a promover.
Si admitimos que para el imperialismo estadounidense el frente prioritario se
localiza actualmente en Asia, en el área en la que el fracaso de su estrategia
contribuye más a profundizar la crisis interna del sistema, se impone una
conclusión : dinamizar la lucha contra la guerra ha pasado a ser la tarea
prioritaria de las fuerzas progresistas en todo el mundo.
Se trata de una lucha en que pueden participar decenas de millones de personas
con cosmovisiones muy diferentes.
La marea de la contestación asumió en febrero y marzo de 2003 --cuando más de 20
millones de personas salieron a las calles en grandes ciudades para condenar la
guerra--, proporciones gigantescas. Sin embargo, después de ocupado Iraq, la
protesta decayó bruscamente. Las masas no percibieron entonces que la ocupación
de Bagdad empezaría a señalar el comienzo de una larga guerra de liberación.
Es necesario que la marea de protestas vuelva a subir. El momento es muy
propicio para eso. La insurrección del pueblo iraquí ha desorientado a
Washington, que ha perdido la iniciativa, pasando a la defensiva en el plano
político, y sufriendo duros golpes en el terreno militar.
En el primer aniversario de la agresión a Iraq millones de personas volvieron a
tomar las calles en muchas ciudades. En Roma fueron casi tres millones, en
Barcelona 150 000, en Madrid 100 000. Es significativo que Italia y España, por
iniciativa de gobiernos de derecha, hayan enviado a Iraq importantes
contingentes militares.
Mas la jornada de protestas no tuvo, pese a todo, a nivel mundial, la amplitud
de las del año anterior.
En América Latina la participación popular fue debilísima.
La oportunidad de ampliar la solidaridad con Iraq -repito más de una vez- es
óptima. La insurrección popular asume allí proporciones que alarman a la Casa
Blanca y el Pentágono. El desenmascaramiento del nuevo gobierno títere y la
exigencia de la retirada de las tropas extranjeras encuentran cada vez mayor
receptividad a escala mundial. Es preciso insistir también en la denuncia de los
crímenes cometidos por las fuerzas de Gran Bretaña, de los EUA y de sus
satélites, y proseguir con el desmontaje de la campaña que presenta como
rebeldes y terroristas a los patriotas que resisten la ocupación. El simple
hecho de que Bush haga de la lucha contra el terrorismo el centro de su campaña
electoral envuelve una invitación a la reflexión. Es un deber recordar que las
guerras de agresión contra los pueblos de Iraq y de Afganistán resultaron, según
él, de la necesidad de combatir el terrorismo. Es importante que en todo el
mundo la clase trabajadora tome conciencia de que el terrorismo de Estado
estadounidense ha asumido ya contornos neofascistas.
Camaradas y amigos:
En Europa se estremecen los cimientos de una Unión Europea cuyos gobiernos, no
obstante las contradicciones de intereses existentes, actúan en lo fundamental
como cómplices del imperialismo.
En América Latina emocionantes luchas se perfilan en el horizonte. Las protestas
contra la guerra coinciden con la lucha contra el Plan Colombia y el Plan
Puebla–Panamá, tal como con la exigencia de cerrar las bases norteamericanas,
incluyendo la de Guantánamo. Esa exigencia tiende a asumir mayor amplitud en el
momento en que el Pentágono pretende reforzar su implantación militar en la
Amazonía y en América Central.
La jornada continental contra el ALCA será también un gesto de solidaridad con
aquellos que en Iraq, Afganistán y Palestina se baten contra el sistema. Lo
mismo se puede decir de la acción continental de solidaridad con aquellos que en
los EUA se manifestaron durante la Convención Republicana, contra la reelección
de Bush.
No es imposible que el senador Kerry, de ser electolo que parece pocxo probable-
decida, en una tentativa por blanquear la imagen de la democracia en su país,
hacer públicos documentos secretos altamente comprometedores para la
Administración Bush. Esa es una vieja práctica de los presidentes de los EUA:
denunciar crímenes de aquellos que los precedieron en la Casa Blanca.
Sería, sin embargo, una ingenuidad creer que un simple cambio de presidente
determinaría un giro de 180 grados en la política externa de los EUA. Kerry y su
compañero Edwards refutan el calendario de la guerra, la estrategia utilizada y
la metodología. La principal acusación a Bush es la de haber mentido al pueblo
de los EUA a partir de informaciones falsas, afirmando que Iraq poseía armas de
exterminio masivo. Pero Kerry no condena la agresión; la aprueba. Y en su
campaña ya ha advertido que defiende la permanencia en Iraq de las tropas de los
EUA. Es significativo que haya criticado ásperamente a Zapatero cuando el nuevo
gobierno de Madrid, respetando un compromiso asumido, decidió retirar las
fuerzas españolas de aquel país. Uno de sus objetivos es comprometer a Francia y
a Alemania en aquello que llama «la reconstrucción de Iraq».
El problema de los EUA -es útil tener eso presente- no es fundamentalmente el
del ocupante de la Casa Blanca. La raíz del mal está sobre todo en el sistema de
poder, en la estrategia imperial de dominación, inseparable del funcionamiento
de los engranajes del capitalismo globalizado, corroído por una crisis
estructural.
Camaradas, amigos:
La alternativa Socialismo o barbarie es, por sí misma, definidora de una época
simultáneamente trágica y fascinante. Si logramos frenar la marcha hacia el
abismo, los hombres y mujeres podrán, finalmente, caminar por las grandes
alamedas de acceso a un mundo que responda a las aspiraciones eternas de su
condición. Pero el desenlace es, por ahora, una incógnita. Dependerá de las
actuales generaciones. Es indispensable derrotar un monstruoso sistema de
dominación, un IV Reich en formación.
En esa batalla ecuménica la participación de organizaciones y partidos
revolucionarios de nuevo tipo asumirá enorme significado. Pero, ¿dónde están
ellos? –se pregunta. Admito que muchos van a definirse y crecer en el propio
proceso de lucha.
Entretanto, la tarea de crear condiciones para acelerar la crisis del sistema
imperial, a través de la movilización de los pueblos, exige esclarecer la
cuestión fundamental de la(s) alternativa(s). Insistir en la elaboración
inmediata de una alternativa teórica al neoliberalismo, de ámbito mundial,
solamente puede conducir a debates estériles, como ya afirmé. En la actual fase
histórica ese objetivo es utópico.
El consenso en torno a un proyecto de sociedad futura de pueblos de fuerzas
políticas y sociales distanciadas por ideologías y vivencias culturales muy
diferentes, cuando no antagónicas, es –no me canso de repetir tal evidencia- una
imposibilidad.
Pero la movilización mundial orientada hacia acciones de lucha –de ciudadanos
con ideologías y culturas diferenciadas- contra la guerra y el terrorismo de
estado que la promueve, esa es posible, como ya quedara demostrado en el ensayo
general de febrero de 2003. Llevar más lejos esas acciones, multiplicarlas,
ampliarles los objetivos en el decursar de la lucha, incluirlas en una
plataforma común, es el desafío mayor que enfrentan hoy los revolucionarios de
todas las nacionalidades.
La historia de la humanidad se presenta indisolublemente ligada a desafíos que
en apariencia se presentaban como insuperables. La Revolución francesa de 1789
nació como uno de esos desafíos. Lo mismo se verificó con la Revolución rusa de
octubre de 1917. Y ambas vencieron.
Nadie diría que en los años 60 Vietnam obligaría a los EUA a inclinar la cabeza
y retirarse, derrotados. Y eso ocurrió.
Hace pocos meses la idea de una insurrección popular en Iraq era recibida con
ironia. Hoy, ella es una realidad.
Soy optimista. La victoria está a nuestro alcance. Y a nivel mundial la juventud
y los intelectuales tienen un insustituible papel que desempeñar al lado de la
clase trabajadora.
Confío en la victoria final en defensa de la humanidad.