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Hacia una sociedad civil globalizada: La de abajo o la de arriba
François Houtart
El concepto de Sociedad Civil esta muy de moda hoy en día. Su acepción es tan
amplia que permite todas las interpretaciones y a la vez abarca todas las
ambivalencias. Cuando el Banco Mundial habla de Sociedad Civil, se refiere a
algo completamente distinto a la realidad expresada mediante el mismo término,
por el Foro de los Pobres de Tailandia o el Movimiento de Campesinos sin Tierra
en Brasil. Es entonces muy necesario realizar un análisis, mas allá de las
consignas pues, de hecho, la Sociedad Civil es el terreno de las luchas sociales
y por tanto el de la definición de los retos colectivos. Antes de entrar en la
manera de construirla y de conquistar los espacios públicos, reflexionemos sobre
su contenido.
I. ¿Qué es la Sociedad Civil?
El concepto ha evolucionado mucho en la Historia. En el renacimiento se opuso al
de Sociedad Natural, significando un orden social organizado, superior, en
consecuencia civilizado y racional. El filósofo inglés Locke incluía en ella al
Estado y para Adam Smith se trataba de todo lo que era socialmente construido,
comprendidos el mercado y el Estado. Para Hegel, era el espacio social situado
entre la familia por una parte y el Estado por otra. Marx, haciendo contrapeso,
la definió como el conjunto de las relaciones sociales, donde las relaciones
económicas condicionaban el resto. Para Antonio Gramsci existen dos realidades
que abarcan las relaciones económicas, la Sociedad Política y la Sociedad Civil,
esta última constituida por las instituciones que reúnen a los individuos y
están destinadas a producir un consenso: la escuela, los medios de comunicación
de masas, las instituciones religiosas, etc. podríamos decir que en esta última
concepción la Sociedad Civil se sitúa entre el Príncipe y el Mercader, entre el
Estado y el Mercado.
Esta breve alusión a la evolución histórica del concepto ha tenido como único
objetivo mostrar los cambios de sentido según las concepciones emanadas de la
sociedad. Ningún concepto es inocente, sobre todo cuando sirve para definir el
funcionamiento de los colectivos humanos. En efecto, cuando examinamos las
diferentes tomas de posición contemporáneas, descubrimos tres grandes
orientaciones: una concepción burguesa de la sociedad civil, la de arriba; una
concepción que yo llamaría angélical, la que la define como el reagrupamiento de
todos los buenos y al fin, una concepción popular, la de abajo.
1) La concepción burguesa de la sociedad civil
Para la burguesía, la Sociedad Civil es un elemento esencial de su estrategia de
clase. En efecto, para esta clase, la Sociedad Civil es el terreno de desarrollo
de las potencialidades del individuo y por tanto el espacio de ejercicio de las
libertades, siendo la principal de ellas la libertad de empresa, considerada
además como la fuente de todas las otras libertades. Es entonces la empresa el
pilar fundamental de la Sociedad Civil. A esta última se articulan las grandes
instituciones de carácter ideológico que juegan un papel de reproducción social:
la escuela, las religiones, los medios masivos, así como el conjunto del sector
no mercantil (servicios públicos privatizados) y sobre todo las organizaciones
voluntarias destinadas a suplir las carencias del sistema. En una perspectiva
tal, el papel del Estado está limitado a tres funciones; proporcionar un marco
jurídico que garantice la propiedad privada y el ejercicio de la libre empresa,
asegurar el funcionamiento de la reproducción social (educación, salud?) y
proteger a los individuos. Volvemos a encontrar la expresión de Michel Camdessus
cuando hablaba de las tres manos: la mano invisible del mercado, la del Estado,
destinada a organizar las reglas del juego y la de la caridad, que se ocupa de
aquellos que quedan excluidos.
La lógica implacable de este pensamiento se incorpora a la de la economía
capitalista de mercado. En efecto, para esta última, el mercado es un hecho
natural y no una relación construida socialmente. Es necesario entonces
garantizar su funcionamiento en la mayor de las libertades posibles, sin
obstáculos, sobre todo de parte del Estado, y en función de una ética interna
estricta, lo que permitirá al mercado cumplir con su función de regulador
universal de las interrelaciones humanas.
Pero el mercado no es disociable de la producción ya que son bienes y servicios
los que se intercambian. Y esto vale aún hoy, cuando el valor de cambio gana
ventaja sobre todo el resto y que el carácter especulativo del capital
financiero parece otorgarle total autonomía. En el caso de la economía
capitalista, las relaciones sociales de producción establecen un vínculo de
clase sometido inexorablemente a la ley de la competencia. Entonces, en la
concepción burguesa, reforzar la sociedad civil significa favorecer la libertad
de empresa, dinamizar los actores sociales empresariales, reducir el lugar del
estado y finalmente reproducir la relación social que asegura la dominación de
clase, hoy mundializada. Y como esa relación social, tanto de producción como de
intercambio, es vista como natural, por supuesto no hay alternativas.
De esto resulta una estrategia muy coherente de cara a la Sociedad Civil. Se
trata de impulsar una red de instituciones, concediendo un status privado a los
aparatos ideológicosy promoviendo organizaciones voluntarias no contestatarias.
Esto permite canalizar institucionalmente la demanda social de grupos y de
clases debilitadas y fragmentarlos. Resulta entonces relativamente fácil el
cooptar algunas de las organizaciones voluntarias, religiosas o laicas,
principalmente en acciones de alivio de la pobreza.
Los efectos de la puesta en marcha de esta concepción de la Sociedad Civil de
arriba son notables. Como el mercado se convierte en la norma universal del
funcionamiento de las relaciones humanas, no solo el estructura el campo de
consumo, sino también el de la cultura. Esto provoca una serie de
desplazamientos: de lo político hacia el mercado, del desarrollo al crecimiento,
del ciudadano al individuo consumidor del compromiso político hacia los
referentes culturales ( etnia, genero, religion?). La Sociedad Civil se
despolitiza, pues frente al mercado la política es cada vez mas virtual. Los
movimientos sociales buscan su identidad exclusivamente en su propio campo, en
ruptura con la tradición política. Ciertas ONGs cultivan una ideología
ferozmente anti-estado. Los movimientos religiosos se multiplican centrados en
la salvación individual y desprovistos de proyección social.
Es necesario entonces estar muy concientes de lo que significa la Sociedad Civil
en la concepción burguesa. La similitud de vocabulario no debe engañarnos.
Cuando el Banco Mundial, el Foro Económico Mundial de Davos o ciertos
gobernantes hablan de Sociedad Civil, esta no tiene nada que ver con lo que los
movimientos sociales presentes en Seattle, Praga o Porto Alegre significan. Pero
antes de pasar a la concepción popular de la Sociedad Civil, quisiéramos abordar
otra manera de ver compartida por numerosos medios que nos son próximos.
2) La concepción «angelical» de la Sociedad Civil
En esta perspectiva la sociedad civil esta compuesta por las organizaciones
generadas por los grupos sociales desfavorecidos, por las ONGs, por el sector no
comercial de la economía y por las instituciones de interés común, educativas,
culturales y de salud. Es una especie de tercer sector, autónomo con relación al
estado, y suceptible de hacerle contrapeso. En resumen, se trata de la
organización de los ciudadanos, de todos los que desean el bien y que pretenden
cambiar las cosas en un mundo de injusticias.
Es cierto que en este marco de pensamiento los objetivos perseguidos por los
componentes de la Sociedad Civil responden a necesidades verdaderas, pero esta
concepción no desemboca en un cambio de orden en las relaciones sociales. Es
como si la sociedad estuviera compuesta de una colección de individuos agrupados
en estratos superpuestos y que reivindican un lugar equivalente. El no
reconocimiento de la existencia de relaciones sociales creados por la
organización capitalista de la economía, caracteriza esta lectura de la Sociedad
Civil, a pesar de que la reproducción de estas relaciones desiguales es
indispensable para el mantenimiento del sistema.
Este tipo de concepción de la Sociedad Civil permite sin duda encabezar los
combates sociales. En efecto, los abusos del sistema son denunciados, pero esto
no desemboca en una crítica de su lógica. Por esta misma razón, se convierte
facilmente en receptáculo de ideologías anti-estado, interclasistas,
culturalistas, utópicas en el sentido negativo del término y al tiempo que
manifiesta el deseo de cambiar los paradigmas de la sociedad, resulta ineficaz a
largo plazo.
Por determinadas vias, esta concepción coincide con la concepción burguesa de la
Sociedad Civil y es por eso que las instituciones que comparten esa visión de la
Sociedad Civil son con frecuencia objeto de cooptación por parte de las empresas
transnacionales, el Banco Mundial, la OCDE o el Fondo Monetario Internacional.
3) La concepción analítica o popular de la Sociedad Civil
El término analítica significa aquí una lectura de la Sociedad Civil en términos
de relaciones sociales, lo cual es ya un acto político. En efecto, esto
significa que la Sociedad Civil es el espacio donde se construyen las
desigualdades sociales y que existen en su seno instituciones y organizaciones
que representan intereses de clase muy divergentes. No será suficiente entonces
cambiar los corazones para transformar automáticamente las sociedades, aun si lo
primero es importante. Es necesario crear otras relaciones de poder.
Sin duda, las relaciones sociales del capitalismo ya no son iguales en su forma
a como eran en el Siglo XIX europeo y esto tiene efectos importantes sobre la
Sociedad Civil. La relación directa capital-trabajo es desregulada por la
orientación liberal de la economía. Estas son minoritarias en las sociedades del
Sur, donde el conjunto de las poblaciones están directamente integradas en el
capitalismo a través de los mecanismos macroeconómicos de las políticas
monetarias, la deuda, el precio de las materias primas?las nuevas tecnologías,
la concentración de las empresas, la mundialización del mercado, la volatilidad
del capital financiero y muchos otros factores, no han roto la lógica del
capitalismo pero han contribuído a difundir sus efectos en el espacio y en el
tiempo. Hay cada vez menos fronteras y las protecciones sociales resisten
dificilmente a los poderes de decisión que están fuera del control de los
estados. Además, el tiempo no cuenta para las transacciones financieras, a la
vez que sus consecuencias sociales se extienden por largos períodos.
La relación social del capitalismo es ahora menos visible, mas difusa, y afecta
las modalidades de las luchas sociales. Existen hoy poblaciones pobres sin lucha
de clases correspondientes, trabajadores que se definen en primer lugar como
consumidores, grupos sociales debilitados por el sistema económico y que
reaccionan en función de sus pertenencias de casta (los Dalits de la India), de
etnia, de género, sin necesariamente hacer el vínculo con las lógicas económicas
que son la fuente de su precariedad. Las luchas particulares se multiplican,
pero la mayor parte del tiempo quedan fragmentadas geográficamente o
sectorialmente, frente a un adversario cada vez más concentrado.
El mercado impone entonces, a la Sociedad Civil, relaciones de desigualdad. Los
grupos dominantes actúan mundialmente utilizando a los estados, no con el fin de
redistribuir las riquezas o proteger a los mas débiles, sino para controlar a
las poblaciones (migraciones, movimientos sociales, Sociedad Civil popular) y
servir al mercado. Los mecanismo son diversos y con frecuencia progresivos, van
de las políticas monetarias a los tratados de libre comercio, de las reformas
jurídicas a las de la enseñanza, de la privatización de la seguridad social a la
de los servicios de salud, de la disminución de los subsidios a la investigación
social a la reducción del apoyo a las organizaciones populares, de la supresión
de la publicidad para la prensa de izquierda al control de las comunicaciones
telefónicas, del debilitamiento de los sectores progresistas de las
instituciones religiosas a una puesta bajo tutela de las ONGs. En resumen, un
ordenamiento y a la vez domesticación del estado y de los órganos de la ONU y un
control de la Sociedad Civil, que alienta el dinamismo y la pluralidad a
condición de no cuestionar de manera eficaz la relación social capitalista.
Pero sobre la base de ese tipo de análisis, se desarrolla una conciencia social
mas profunda. Existe en efecto una sociedad civil «de abajo», la cual es
expresión de los grupos sociales desfavorecidos u oprimidos, que poco a poco
experimentan y descubren las causas de su situación. Es esta Sociedad Civil la
que esta en la base de las resistencias que se organizan hoy y que poco a poco
se mundializan. Es ella quien reivindica un espacio público organizado al
servicio del conjunto de los seres humanos y no de una minoría. Es quien quiere
transformar en ciudadanos a quienes han sido reducidos a ser sólo productores o
consumidores, a aquellos que se debaten en la angustia de las economías
informales, a los que forman la «masa inútil» para el mercado globalizado.
II. Las características de la sociedad civil «de abajo»
La importancia de los sucesos que vivimos no debe hacernos olvidar la historia.
Los movimientos sociales no surgieron ayer. Las historias de los diversos
pueblos están jalonadas por las resistencias al capitalismo, al colonialismo y a
las guerras de conquista de los mercados. Durante casi dos siglos, el movimiento
obrero constituyó el paradigma de las luchas sociales. Las sublevaciones
campesinas estremecieron las sociedades, sobre todo en el momento de la
introducción del capitalismo agrario. Innumerables pueblos autóctonos, que hoy
llamamos las primeras naciones, se opusieron a su destrucción cultural y física
frente a la expansión mercantil o la conquista de sus territorios. Los
movimientos feministas reaccionaron desde el siglo XIX frente al carácter
específico de la explotación de la mujer en el trabajo y contra su exclusión de
la ciudadanía. Entonces ¿cuál es la novedad?
Un primer elemento nuevo es la aparición en el panorama de las resistencias de
los movimientos ecologistas. La destrucción del medio ambiente ha provocado
numerosas reacciones. Ella es el fruto de una relación de mercado con la
naturaleza; no fue siquiera detenida por un socialismo que definió rápidamente
sus objetivos en función del desarrollo de las fuerzas productivas para alcanzar
al capitalismo, y se agravo considerablemente en los treinta últimos años, en el
transcurso de la fase neoliberal de la acumulación capitalista. Cada vez más,
los movimientos de defensa de la naturaleza vinculan la lógica económica y los
problemas ecológicos, aunque esto no es así aún en todos los casos.
En el transcurso de la guerra fría se dieron a conocer numerosos movimientos
pacifistas y este es otro aporte original. Estos movimientos se adherian a
tradiciones antibelicistas que databan de finales del siglo XIX, en nuestros
días experimentan un cierto estancamiento, pues los conflictos están localizados
fuera de los grandes centros de la mundialización, pero sucesos como la guerra
del golfo o la de Kosovo, han reavivado las memorias y nos recuerdan que el
imperialismo económico no puede funcionar sin un brazo armado, llámese este OTAN
o Plan Colombia.
En fin, la multiplicación de las ONGs, a veces un vocablo nuevo para una
realidad preexistente, desemboca hoy en una nebulosa de organizaciones cuya
fuente se sitúa en la Sociedad Civil, lo cual es también una característica de
nuestro tiempo. Su realidad es híbrida y ambivalente, desde las que son
organizadas por el sistema dominante, hasta las que se dejan instrumentalizar,
pasando por las que se identifican con las luchas sociales y expresan realmente
la solidaridad Norte-Sur.
Antiguos movimientos sociales de orden sindical o político, nuevos movimientos
definidos que atraviesan las relaciones de clase, todos inevitablemente marcados
por estos últimos ( mujeres, pueblos indígenas, la paz, la defensa del medio
ambiente, la identidad cultural?) ONGs, organizaciones voluntarias, todo
constituye una verdadera proliferación de iniciativas dentro de la cual es a
veces difícil ver con claridad. Y mientras tanto, para que la Sociedad Civil «de
abajo» pueda actuar con eficacia, tanto a nivel de cada nación como en el ámbito
mundial, son necesarios criterios de juicio.
El pensamiento postmoderno se encuentra muy cómodo ante esta situación,
interpretándola como el fin de lo que llama «los grandes relatos» asimilando el
estudio de las sociedades a la linguística, con lo que pretende expresar el fin
de los sistemas y de las grandes estructuras, con las correspondientes
explicaciones de conjunto. Todo eso es reemplazado por la historia inmediata, la
intervención del individuo en su entorno directo, la multiplicación de los
«pequeños relatos», es decir de las iniciativas particulares. En reacción a una
modernidad prometeica, a un discurso totalizante, se cae en una lectura
atomizante de la realidad, que se percibe como fragmentada, inexplicable en su
génesis, insignificante en relación a unconjunto histórico o contemporáneo, en
resumen, una sociedad civil que es una suma de movimientos y organizaciones,
para la cual la simple multiplicidad sería suficiente para enfrentar un orden
totalitario de naturaleza política o económica. Que suerte para el capitalismo
mundializado que ha logrado construir las bases materiales de su globalización
como sistema gracias a las tecnologías de la comunicación y de la informática,
ver como se desarrolla una ideología que anuncia el fin de los sistemas. Nada
podría resultarle mas funcional. Por muy fundamental que sea la crítica de la
modernidad promovida por el capitalismo, el aporte del postmodernismo no puede
ayudarnos a nanalizar la Sociedad Civil contemporánea, ni contribuir a
dinalizarla como fuente de resistencia y de luchas eficaces. La fragmentación de
estas últimas revela a la vez consecuencias y estrategias del sistema
capitalista.
El criterio de análisis de múltiples iniciativas que componen la Sociedad Civil
«de abajo» será su carácter antisistémico, es decir la medida en la cual cada
uno de los movimientos sociales o las organizaciones no gubernamentales,
contribuyen a cuestionar, en el dominio que les es propio, la lógica del sistema
capitalista, los campesinos sin tierra rechazados mas que nunca cuando la tierra
se convierte en capital, los pueblos autóctonos como primeras víctimas de los
programas de ajuste estructural, las mujeres bajo el peso de una pobreza que
agrava las relaciones patrialcales, las clases medias fragilizadas por las
políticas monetarias y las transacciones financieras especulativas, la
organización de la salud desvirtuada por la mercantilización del sector, los
niños expulsados de las escuelas por la concepción elitista de la educación, o
aún la política social aplastada por el peso de la deuda externa, los
patrimonios culturales desechos por una americanización sistemática, los medios
de comunicación domesticados por los intereses económicos, los investigadores
limitados por las exigencias de la rentabilidad, el arte reducido a su valor de
cambio, la agricultura dominada por las multinacionales de la química o del
agronegocio, miles de especies animales y vegetales en extinción y en fin, el
medio ambiente degradado por un desarrollo definido exclusivamente en términos
de crecimiento.
Esta situación exige, de los movimientos y organizaciones de la Sociedad Civil
«de abajo», trabajar por la deslegitimación del sistema económico. No se trata
solamente de condenar sus abusos, lo que hacen no solamente las instancias
éticas, como las iglesias cristianas o los voceros de las grandes religiones,
sino también ciertos representates del sistema que saven que esas prácticas
ponen en peligro el sistema capitalista mismo. Es necesario denunciar la lógica
que conduce su construcción y sus prácticas y que desemboca necesariamente en
contradicciones sociales y en la imposibilidad de responder a funciones
esenciales de la economía, es decir asegurar las bases materiales de la vida
física y cultural de toda la humanidad.
En fin, se trata de salir en busca de alternativas, y no de paliativos que
puedan, a corto término, aliviar las situaciones de miseria, ni de medidas
irreales que, como las lianas de los bosques tropicales, vuelven a tomar altura
en una o dos estaciones. No se trata de alternativas al interior del sistema,
como la tercera vía tan apreciada en los medios reformistas que persiguen la
ilusión de humanizar el capitalismo. Se trata de la conquista de una
organización postcapitalista de la economía, en realidad un proyecto a largo
plazo, pero indispensable, y que a la vez toma una dimensión utópica (el tipo de
sociedad que se quiere construir), de proyectos a mediano plazo y de objetivos a
corto plazo, cuya elaboración es la verdadera tarea de la Sociedad Civil "de
abajo".
III. ¿Que sociedad civil y cuales espacios públicos construir frente a la
mundialización de las relaciones sociales capitalistas?
Entonces surge la pregunta: ¿que sociedad civil queremos promover, cuales
espacios públicos reivindicamos frente a la mundialización de las relaciones
sociales capitalistas? Las pautas están claras, aun si la acción no es fácil y
si el adversario es poderoso. Podemos revelas cinco orientaciones principales,
de las cuales las primeras parten de la definición misma de la Sociedad Civil
"de abajo" y de la conquista de los espacios públicos al nivel que sea, y la
última concierne a las convergencias.
La primera es la búsqueda de una acción sistemática, que reagrupe todos aquellos
que en diversos dominios de la vida colectiva contribuyen a construir una
economía diferente, una política diferente, una cultura diferente, con altas y
bajas, con éxitos y fracasos, aciertos y errores. La sociedad civil de abajo
tiene igualmente necesidad de sus intelectuales para redefinir constantemente
con los movimientos sociales sus retos y objetivos. Ella debe formular su propia
agenda, para no estar a la zaga de los medios de decisión mundiales. Deberá
producir sus expresiones y su cultura, como muchos otros movimientos lo han
hecho en el pasado. El Otro Davos, transcurrido en Porto Alegre, Zurich y otros
lugares, es una de las formas.
Un segundo componente de la Sociedad Civil "de abajo" es que esta es portadora
de utopías, las cuales movilizan, reavivan la esperanza, se construyen en el
terreno concreto de las luchas sociales, que no se agotan por sus traducciones
concretas y que se mantienen como un faro tanto en la existencia de las
colectividades como en la de los individuos. Utopías de las que son portadoras
tanto por las grandes tradiciones humanistas laicas como las religiosas. No
ignoremos, como fue el caso frecuentemente en el pasado, las enormes reservas de
utopías que traen los grandes movimientos religiosos cuando estos no son
vendedores de ilusiones, cuando no se agotan en las lógicas institucionales al
identificar la Fe con los aparatos eclesiásticos y la búsqueda de poder, sino
cuando inspiran y motivan los compromisos sociales, cuando destacan el carácter
liberador de sus teologías, cuando llaman la atención sobre la ética de los
comportamientos individuales tan importantes para la construcción de una nueva
sociedad. No rechacemos, sino por el contrario reivindiquemos, los grandes
ideales socialistas, sacudidos sin duda por experiencias dramáticas, pero
necesarios más que nunca frente a la barbarie.
En tercer lugar, la Sociedad Civil "de abajo" debe caracterizarse por la
búsqueda de alternativas a todos los niveles, tanto el de la grandes conquistas
políticas como el de la vida cotidiana, el de las organizaciones internacionales
y las Naciones Unidas y el de la vida cotidiana de los empobrecidos, el de la
vida material y el de la cultura, el del respeto a la naturaleza y el de la
organización de la producción, el del desarrollo y el del consumo. Es un reto
considerable, que exige un largo trabajo, pero cuyas premisas ya están
establecidas.
El cuarto aspecto es la conquista de los espacios públicos. Esto es, la
articulación con la política. Sin esta última, la acción queda estéril o al
menos limitada. Se trata en efecto de construir una relación de fuerza que
permita desembocar en decisiones. Esta es la condición del establecimiento de
una verdadera democracia, que aún incluyendo la dimensión electoral, no se
limite a esta y cubra el conjunto del espacio público, incluidos sus aspectos
económicos. Esto supone una cultura política y un aprendizaje, que no siempre
los movimientos sociales han emprendido, frente a una verdadera desvalorización
de lo político. Es probable además que en el futuro, la nueva relación de
fuerzas sea construida por una pluralidad de organizaciones políticas que actúen
concertadamente.
En fin, quinta perspectiva, las convergencias. Mundializar las resistencias y
las luchas es un objetivo inmediato. No de manera abstracta y artificial, sino
muy concreto. La gran multiplicidad de movimientos, su fragmentación, puede ser
un obstáculo, en la medida en que estos están atomizados, pero puede ser una
fuerza si en lugar de constituir una simple suma, entran en una convergencia
funcional, como sucedió en Seattle, en Washington, Bangkok, Praga, Niza y Davos.
El año 2000 ha sido el de las convergencias. Los siguientes serán los de su
consolidación. Será necesario mientras tanto dotarlas de medios de operar, tanto
en el plano del análisis, para percibir bien los retos, los objetivos y los
métodos, por la producción de un estado del mundo visto por sus pueblos, como en
el plano de la intercomunicación por medio de la construcción progresiva de un
inventario de movimientos sociales y de sus redes. Esta es la tarea que el Foro
Mundial de las Alternativas se propone llevar adelante.
En conclusión, podemos decir que la afirmación de la sociedad civil pasa en
primer lugar por su definición, la "de abajo". Ella sólo podrá ser mundializada
en la medida en que exista localmente, pues las convergencias suponen una previa
existencia. Las modalidades concretas de la acción son numerosas a nivel local e
internacional. Ellas sólo podrán ser definidas por los actores comprometidos en
diversos campos, el de la organización de las relaciones sociales, el de las
comunicaciones, el de la cultura, el del medio ambiente. El Foro Social Mundial
es un espacio privilegiado para hacerlo, en el seno de sus numerosos grupos de
trabajo. Hemos tratado de reflexionar sobre los fundamentos, los retos y los
objetivos, falta por determinar los medios. El compartir con los movimientos mas
experimentados en cada dominio nos permitirá acercarnos progresivamente.
Conquistar los espacios públicos, como lo hacemos en Porto Alegre, es ya
construir la Sociedad Civil de abajo a escala mundial.
Foro Mundial de las Alternativas