COMPA�ERAS....
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Feminismo & Patriarcado: Repaso sociohist�rico
Una lucha, feminismo, y dos lacras, machismo y patriarcado
Por Lu�s Eust�quio Soares
Las ideolog�as del machismo y sus or�genes en el patriarcado como efecto de la sociedad de la soberan�a
El patriarcado surge al interior de la sociedad de la soberan�a. Esta tiene como epicentro el poder, supuesto trascendental, del soberano, definido por Agamben "como aqu�l que detenta la relaci�n entre la ley y la violencia". Un fil�sofo pol�tico y jurista del nazismo, Carl Schmitt, en Teolog�a pol�tica, defini� as� al soberano: "Es aqu�l que decide el estado de excepci�n", tal como el patriarcado, completar�amos. Para �ste �ltimo autor, teolog�a pol�tica significa una cosa: como una puerta giratoria, la interfaz entre lo divino y lo humano. El soberano es esa doble faz, al mismo tiempo. Dios y humano, lo que equivale a decir: el soberano se impone por la supuesta afirmaci�n de un origen divino y este inscribe en su lado humano la marca de una trascendencia �nica, traducida, tambi�n, como cultura superior, como educaci�n superior, como arte superior, en fin, como el centro s�smico del arist�crata o el poder del mejor, entre los mejores. A partir de este estatuto propio, en la base de su origen, nacimiento divino y educaci�n superior, el soberano, estando m�s all� de�, interviene en la ley divinamente humana por medio de la violencia de su estado de excepci�n permanente.
As�, la ley, aunque hist�rica, adquiere una dimensi�n sagrada constituida por el nacimiento superior, divino, de lo cual resulta el t�tulo del libro de Carl Schmitt, teolog�a pol�tica: otro nombre para la pol�tica teol�gica del estado de sitio impuesto por el soberano, ese guardi�n de la relaci�n entre la ley y la violencia. En medio de esta relaci�n, la de la violencia y la ley; la violencia divina, plenamente justificada en s�, y la ley, como deriva o efecto hist�rico sagrado de su origen trascendental, reside, en t�rminos de Agamben, la vida desnuda, objeto de la violencia del soberano, cuerpo individual/social que sostiene el estado de excepci�n soberano, por su estatuto opuesto, porque la vida desnuda, a diferencia del soberano, no tiene o tendr�a ni un origen divino ni, en consecuencia, una raz�n cultural/educacional superior. Como opuesto del doble estatuto soberano, el origen divino y la superioridad educacional, la vida desnuda no tendr�a el derecho al pleno ejercicio de la pol�tica ni de la educaci�n superior.
En este contexto, la vida desnuda no tendr�a el derecho, por lo tanto, ni a pol�tica ni a educaci�n superiores porque el presupuesto inverso es el de que la pol�tica s�lo podr�a ser plenamente ejercida por aqu�l que tendr�a un origen divino para tal, el soberano, porque detenta, es lo que se supone, una educaci�n superior derivada de una naturaleza divina. El estado de excepci�n permanente del soberano sobre y contra la vida desnuda, siempre una colectividad, se decreta como efecto del origen divino del soberano. La violencia, la pol�tica del soberano, es el nombre com�n, inmanente, que est� en la base del estado de sitio soberano, porque sin ella �ste dejar�a de ser el guardi�n de la vida desnuda. Con esto se quiere decir lo siguiente: el origen divino, el pleno derecho a la pol�tica, esto es, la decisi�n sobre el destino de la colectividad, es propio del soberano en funci�n de su doble estatuto, como nacimiento y educaci�n superiores, como son divinamente se�alados.
En este contexto, la violencia justifica el doble estatuto del soberano, siendo, pues, la garant�a de la teolog�a pol�tica de su existencia. Es por esto, si dialogamos con Walter Benjamin, considerando su ensayo Sobre un concepto de historia, que es posible afirmar, haciendo eco del pensador alem�n: "El estado de excepci�n en que vivimos es en realidad regla general" y lo es porque somos herederos de la tradici�n del oprimido.
Esta, en realidad, habla con respecto a una trans-historia de la tradici�n del oprimido. Por lo tanto, atraviesa los tiempos. De aqu� derivan tres axiomas hist�ricos:
1. La tradici�n del oprimido es el efecto de la sociedad de la soberan�a; el estado de excepci�n que la configura. Es regla general porque toda la colectividad es afectada por la relaci�n soberana entre la violencia y la ley. As�, el efecto de esta relaci�n es la vida desnuda colectiva, sacrificada e impedida de expresarse pol�ticamente porque no tendr�a origen divino ni educaci�n "divinizada", por supuesto, la mejor;
2. Es trans-hist�rica porque se actualiza de forma permanente, reinvent�ndose, teniendo en cuenta las �pocas y sus respectivas fuerzas productivas, con sus espec�ficas relaciones de producci�n. Estas definen un modelo espec�fico de estado de excepci�n; de divina violencia soberana en su aplicaci�n de la ley. De este axioma, se deduce lo siguiente: la sociedad de la soberan�a es la m�s antigua y la m�s actual;
3. El patriarcado es inmanente a la sociedad de la soberan�a. El soberano y el patriarcado son la cara y el coraz�n de un mismo proceso hist�rico implicado con un origen divino y una educaci�n divinizada;
4. Del anterior surge un axioma que es: el peor error anal�tico posible es la confusi�n corriente entre el patriarcado y la vida desnuda. Y ese error deriva de la confusi�n, configurada ideol�gicamente, entre el soberano y la vida desnuda.
Esta, como parte sacrificada de la sociedad de la soberan�a, pasa a ser el rostro del patriarcado, su refractario efecto ideol�gico, en la metonimia de la parte por el todo. La vida desnuda, as�, por ser la sacrificada, pasa a ser la caricatura del poder soberano.
Este axioma es en extremo importante, porque es la tarea principal del pensamiento y de la acci�n, en fin, de la praxis, separar la caricatura, efecto, de su causa, el origen. El reto puesto en todas las �pocas a la prohibida pol�tica de la vida desnuda y, por lo tanto, al prohibido pensamiento, acci�n y creaci�n de esta �ltima, es: identificar el perfil del soberano teniendo en cuenta las formas ideol�gicas derivadas del control que este ejerce sobre las fuerzas productivas y sobre las relaciones de producci�n, de una u otra �poca. De ah� deriva el argumento de que el patriarcado no se confunde con el rostro masculino en tanto tal, puesto que es el resultado general de un modelo social cuyo control soberano de las fuerzas productivas est� bajo el comando violento del guardi�n del estado de excepci�n.
El patriarcado es, pues, el propio estado de excepci�n. Confundirlo con un rostro, generalmente el masculino, s�lo servir� para generar confusi�n entre el soberano y la vida desnuda, puesto que en general el rostro del hombre en cuesti�n raramente adquiere el contorno, en cuanto a origen y su efecto, del rostro del soberano, constituy�ndose, por v�a de regla, como el rostro masculino de la vida desnuda, que no es otra cosa que la caricatura del patriarcado soberano, pero no su epicentro. As�, el hombre de la vida desnuda pasar�a a ser el rostro del patriarcado.
El efecto de esto es meramente cat�rtico, en general para las mujeres, la vida desnuda del patriarcado de ayer y de hoy, generando el siguiente equ�voco b�sico: la mujer como vida desnuda del patriarcado identifica en el hombre de la vida desnuda el rostro del patriarcado y tiende a combatirlo, trabajando, as�, indirectamente, para el verdadero patriarcado: el poder soberano que guarda la relaci�n entre la violencia y la ley de su �poca hist�rica. Las ideolog�as del patriarcado son, como falsa conciencia, ideolog�as que alimentan la confusi�n entre el soberano y la vida desnuda, tal como esta tiende a visualizar al patriarcado en el �mbito caricatural de su propio cuerpo sacrificado, como vida desnuda, teniendo en cuenta una funci�n cat�rtica cuidadosamente orquestada y manipulada por el soberano, ese guardi�n de la relaci�n entre la violencia y la ley. Existen tres modelos de sociedad y, por lo tanto, tres formas de ideolog�as del patriarcado y del machismo. El patriarcado de la sociedad de la soberan�a es el primer modelo.
La sociedad de la soberan�a es la base de todos los otros modelos societarios de trans-historia de la tradici�n del oprimido. Est� constituida por el siguiente sistema de polaridad:
1. Soberano y vida desnuda.
2. Violencia de la ley soberana y cuerpo individual/social sacrificado.
3. Dial�ctica entre visibilidad e invisibilidad.
El soberano s�lo lo es porque retira su violencia del secuestro del trabajo colectivo de la vida desnuda, retroaliment�ndose del esquema implicado con su supuesto origen divino y su, por efecto, supuesta educaci�n superior: la mejor pol�tica y la mejor formaci�n, se supone, rec�procamente. Una apor�a �un problema sin soluci�n en s� marca la relaci�n del soberano con la vida desnuda, pues esta, en su dimensi�n colectiva, sufriendo la violencia de un sistema de polaridad social soberano es al mismo tiempo parte del problema y parte de la soluci�n. Del primero, porque el soberano no existe en s�, retira su poder de la vida desnuda colectiva llen�ndose de fuerza para violentarla m�s y m�s. De la segunda, como parte de la soluci�n, la vida desnuda est� en la obligaci�n de eliminar al soberano transformando radicalmente la propia estructura social de la sociedad de la soberan�a, lo que significa, tambi�n, acabar consigo misma, como diva desnuda, reelabor�ndose completamente, en el proceso, a partir incluso de la producci�n de un acuerdo/arreglo social no soberano.
Para tal efecto, hay que adquirir conciencia de la dial�ctica de la visibilidad y de la invisibilidad, estructurales, en el �mbito de una sociedad de la soberan�a. Como l�gica de la contradicci�n, la dial�ctica, tesis y ant�tesis, en la sociedad de la soberan�a reproduce, sin cesar, la siguiente s�ntesis: exposici�n de la vida desnuda en su propia desnudez, comprendiendo esta como relaci�n entre vida y muerte.
La vida desnuda lo es porque, siendo vida, tiene su decadencia y muerte expuestas socialmente, como el ritual m�s inmanente de un sistema societario del estilo soberano. Los rituales de ejecuci�n en plaza p�blica, descritos, por ejemplo, por Michel Foucault en Vigilar y castigar, demarcan lo que est� en juego en una sociedad de la soberan�a: sacrificar el cuerpo del condenado exponiendo los detalles de su fragilidad y mortalidad a trav�s de diversas t�cnicas de matar, siempre definidas por el objetivo de volverse visibles y carne desnuda torturada de la v�ctima sentenciada por la ley soberana, con especial predilecci�n por el desmembramiento de brazos, piernas, cabeza, v�sceras. Exponiendo a la visibilidad p�blica el sacrificio de los condenados individuales, es la propia condena de la vida desnuda colectiva que es expuesta, en el campo de su visibilidad, teniendo en cuenta la siguiente sentencia colectiva: el sacrificio permanente de la vida desnuda. Los pasos de la pasi�n de Cristo son un ejemplo cabal del ritual de ejecuci�n de la vida desnuda.
Condenar a alguien a cargar su propia cruz, por kil�metros, hasta el lugar de la crucifixi�n, simplemente quiere decir, para la sociedad como un todo, que el destino de la vida desnuda es "cargar su propia cruz hasta la muerte", en nombre del soberano. Surge de ah� la dial�ctica de la visibilidad y de la invisibilidad: entre m�s se expone visiblemente la vida desnuda, en su propio sacrificio, individual/colectivo, m�s fuerza trascendental adquiere el soberano, m�s destaca, as�, su origen divino y su educaci�n supuestamente superior, como la mejor, lo mejor. As�, el poder invisible/trascendental del soberano se vuelve visible a trav�s de la tortura ritualizada, expuesta p�blicamente, de la vida desnuda, condenada a la visibilidad de su propia condena como vida desnuda; a visibilizarse como desnudez de vida matable (como dir�a Agamben).
La sociedad de la soberan�a y la violaci�n patriarcal
La sociedad de la soberan�a es el origen del patriarcado y como tal es tambi�n el origen del machismo. El juego entre la invisibilidad soberana y la visibilidad de la vida desnuda se expande por toda la sociedad, determinando la relaci�n, por ejemplo, entre hombres y mujeres, entre heterosexuales y no heterosexuales; entre etnias "soberanas" y etnias condenadas a la vida desnuda. Es siempre el mismo dilema que se vuelve la base de la cultura soberana: invisibilidad del soberano y visibilidad sacrificada de la vida desnuda. En la relaci�n entre hombres y mujeres, �stas tienden a ocupar el papel de vidas desnudas a ser sacrificadas por el poder soberano masculino derivado y justificado por la sem�ntica dominante de la sociedad de la soberan�a: la invisibilidad del soberano y la visibilidad de la vida desnuda.
Siendo aqu�l que guarda la relaci�n entre la violencia y la ley, el soberano s�lo lo ser�, como hombre, si ocupa el lugar estructural que est� convocado a ocupar: el de aqu�l que s�lo podr� relacionarse con una mujer si activa su poder soberano sobre ella, concebida culturalmente �en la cultura de la sociedad de la soberan�a� como vida desnuda para ser sacrificada. Esta es una cuesti�n estructural de la sociedad de la soberan�a. Bajo el punto de vista de la vida desnuda femenina, la salida es una sola: militar, de ah� la relevancia del feminismo, para que los hombres adquieran conciencia pol�tica de sus condiciones, tambi�n, de vidas desnudas, en otros campos, como el econ�mico o el cultural, por ejemplo. Sin esta concientizaci�n de clase, la clase de las vidas desnudas, de nada servir� denunciar la violencia masculina contra las mujeres, simplemente porque la sem�ntica del estupro, por violaci�n, es la que alimenta y retroalimenta la sociedad de la soberan�a.
Es la sociedad de la soberan�a que requiere ser destruida y para tal efecto las mujeres necesitan de los hombres para esa tarea descomunal. Resulta de ah� la importancia fundamental de la categor�a de clase. No es una categor�a superior a las dem�s. Debe funcionar como eje com�n de la lucha contra la sociedad de la soberan�a, teniendo en cuenta la siguiente referencia: �somos todos vidas desnudas, un�monos! La ideolog�a que est� en la base del machismo, por lo tanto como su origen, es el poder soberano: es la sociedad de la soberan�a y su apor�a marcada por la relaci�n entre soberano y vida desnuda. La sociedad de la soberan�a es ella misma, en su pleno funcionamiento, la propia violaci�n colectiva, ese otro nombre para la mujer, como vida desnuda.
El machismo en la sociedad de la soberan�a disciplinaria
La sociedad de la soberan�a no termin� cuando emergi� la disciplinaria. Esta surge en el �mbito de la civilizaci�n burguesa y tiene como epicentro la primera y segunda revoluciones industriales, defini�ndose estructuralmente, a escala mundial, a partir, sobre todo, de la segunda. La estructura de la sociedad disciplinaria, como se�ala Michel Foucault en Vigilar y castigar, est� constituida por m�ltiples instituciones disciplinarias: la c�rcel, la escuela, la familia, el ej�rcito, el hospital, la f�brica, el sanatorio, manejados como subconjuntos del estado disciplinario soberano. Cada instituci�n disciplinaria, al mismo tiempo, dilata y reproduce la sociedad de la soberan�a, renovando su sistema sem�ntico, en cuanto al origen, Dios; y en cuanto al efecto de ella (la soberan�a), la educaci�n.
Los sistemas de invisibilidad del soberano y de visibilidad de la vida desnuda contin�an vigentes, aunque con nuevos aderezos, gestos, ret�ricas, en la sociedad disciplinaria soberana. Cada instituci�n disciplinaria trae en s� el soberano como guardi�n de la relaci�n entre la violencia y la ley: el padre en la familia, el profesor en la escuela, el psiquiatra en el sanatorio, el m�dico en el hospital, el patr�n en la f�brica, el presidente en el gobierno: aunque, la verdad, en este �ltimo caso sea que antes que �l est�n hoy los empresarios, los due�os de los medios, los esbirros del capital transnacional estadounidense. La vida desnuda por excelencia del machismo en la sociedad disciplinaria soberana es la familia monog�mica disciplinaria.
El padre soberano de esta instituci�n ejerce un papel de soberano disciplinario en su interior, sea en lo que dice respecto a la mujer/madre; o respecto a la formaci�n de los hijos. Liberarse del cautiverio disciplinario de la patriarcal familia monog�mica es en extremo importante primero que todo para las mujeres, aunque por s� sola no sea la resoluci�n del problema del patriarcado, ni del machismo. Este, el patriarcado, como interfaz del poder soberano, tambi�n est� esparcido en todas las instituciones disciplinarias. Existen siempre pa�ses-soberanos-machistas en la escuela �pronto en el sistema de ense�anza y en el conocimiento�, en el sanatorio, en la f�brica, pronto en el mercado de trabajo; en la c�rcel, etc. Este existir nunca es definido por rostros espec�ficos, sino por el propio Estado disciplinario soberano que administra el conjunto de las instituciones disciplinarias. Luchar contra el machismo al interior de la sociedad disciplinaria depender�, en este sentido, de combatirlo, en su principio b�sico: la disciplina soberana. Esta se constituye como dispositivo omnipresente en las instituciones soberanas disciplinarias. Hay un tipo de disciplina soberana-patriarcal en cada espacio de la sociedad disciplinaria, pero poco anticipa "levantar/bajar la cabeza" dentro de estos espacios sin ir al n�cleo del asunto, el Estado disciplinario soberano.
El Estado disciplinario soberano tiene dos configuraciones b�sicas: el Estado-Naci�n disciplinario soberano, investido del reto de transformar a todos sus miembros en ciudadanos disciplinarios soberanos: pronto en principios del patriarcado y del machismo, esa dos lacras socio-pol�ticas, como vida desnuda disciplinaria soberana; 2. El Estado soberano disciplinario mundial, bajo la forma de imperialismo disciplinario soberano. Poco ayudar� tambi�n combatir al Estado disciplinario soberano, en el cual se vive como vida desnuda la ciudadan�a disciplinaria soberana, si esta lucha no tiene como objetivo primero que todo las tecnolog�as de dominaci�n del imperialismo mundial disciplinario soberano. Este, como gestor del capitalismo mundial disciplinario soberano, produce y reproduce el perfil disciplinario patriarcal, como vida desnuda. Sin conocer este modelo de dominaci�n mundial del imperialismo mundial soberano, actuando en su propio Estado, el riesgo de volverse un juguete del imperialismo mundial disciplinario soberano es muy grande.
La ideolog�a del machismo en la sociedad disciplinaria soberana viene, as�, del imperialismo mundial soberano, coordinado, desde la II Revoluci�n Industrial �y desde la I� por los pa�ses de Europa central. De ah� es posible decir que el epicentro del machismo, en este periodo, proviene del imperialismo mundial disciplinario soberano europeo. El peor error para el feminismo, al interior de este modelo social, deriva de la rostrificaci�n del machismo bajo el signo del padre disciplinario soberano, en el �mbito de la vida desnuda m�s caricatural de este espacio: el padre, o hijo, desempleado convertido en lumpen por el estado disciplinario soberano.
El lumpen disciplinario soberano que vagabundea por las calles disciplinarias y vuelve a casa "violando" a la esposa e infiernizando la vida de los hijos, es la caricatura de un modelo estatal disciplinario soberano coordinado por el imperialismo europeo soberano, epicentro de las ideolog�as del machismo mundial disciplinario soberano, como ideolog�a administrada al interior de la divisi�n internacional del trabajo disciplinario soberano. Por m�s repetitivo que sea este lenguaje y por m�s estructural que parezca, es as� que �l se instala en el cotidiano, produciendo sus efectos a escala planetaria, los cuales no son semejantes en todos los lugares del mundo, porque los Estados perif�ricos disciplinarios soberanos son ellos mismos vidas desnudas de esta tecnolog�a de dominaci�n mundial, no siendo casual que tender�n a ser considerados como estados b�rbaros, dictatoriales, aunque, hay que decirlo con todas las letras, jam�s son el rostro del verdadero patriarcado disciplinario soberano.
�Habr� que hacer un croquis de ellos, a los que se pretende dominar recurriendo a los m�todos m�s criminales, por ejemplo, el mal llamado Golpe Suave de Gene Sharp, dada la decisi�n unilateral de los USA y abUSA? Saber identificar en la caricatura el efecto de su origen es fundamental para las fuerzas revolucionarias del planeta y, en este caso, tambi�n, para las fuerzas feministas, siendo el error m�s com�n de las mujeres �y no s�lo� la denuncia, con el dedo en ristre, de la caricatura, muchas veces a partir del sistema de valores producido por la invisibilidad del imperialismo disciplinario soberano, lo que por s� mismo constituye al mismo tiempo una farsa y una tragedia, que es como siempre se produce/reproduce la historia.
La sociedad del control integrado
La sociedad disciplinaria soberana ya no es el modelo dominante, hoy. Infelizmente, la mayor�a de las fuerzas de resistencia, incluso en el plano del combate al machismo �pero tambi�n en el del combate al racismo, a la opresi�n de clase y dem�s formas de violencia�a�n no se actualiz� teniendo en cuenta el uso de pr�cticas de resistencia y alternativas que puedan interactuar dial�cticamente con las tecnolog�as de poder de la sociedad del control integrado, apropi�ndose plenamente de estas para reprogramarlas en nuevas bases.
Este es sin duda el mayor problema de las vidas desnudas de la Tierra, en la actualidad. Mal conseguimos entender las formas de producci�n y reproducci�n del patriarcado y del machismo �de la opresi�n de clase contra las vidas desnudas� de la sociedad disciplinaria soberana, cuando emerge, entonces, la sociedad del control integrado, causando mucha confusi�n entre los diversos segmentos de la vida desnuda, violent�ndolas y manipul�ndolas a trav�s de tecnolog�as de dominaci�n m�s eficaces, de alcance molecular y cosmol�gico. �Y qu� es la sociedad del control integrado?
Es un modelo social planetario dominante que, por medio de tecnolog�as de alcance cosmol�gico y molecular incorpora las t�cnicas de dominaci�n producidas al interior de la sociedad disciplinaria para, dilatando y actualizando como nunca la estructura b�sica de la sociedad de la soberan�a, afirmarse como fuerza patriarcal dominante del presente. Su advenimiento ritual, como forma t�pica de tortura de la sociedad de la soberan�a, ahora de alcance medi�tico planetario, se dio con el lanzamiento de dos bombas at�micas en dos ciudades del Jap�n, Hiroshima y Nagasaki, en agosto 1945, cuando la II Guerra Mundial ya hab�a acabado. Los medios de informaci�n (ya no de comunicaci�n) se volvieron la verdadera plaza p�blica mundial de la sociedad del control integrado: la llamada Industria Cultural, que produce un sinn�mero de artefactos culturales, reeditando casi al infinito la sociedad de la soberan�a, la era de la sociedad del control mundial.
As�, la destrucci�n integral de Hiroshima y Nagasaki fue un ritual de sacrificio, transmitiendo sin cesar por los medios de la sociedad del control integrado, para esbozar, en este contexto, su modelo de violencia patriarcal planetaria contra la vida desnuda mundial, anclada en las tecnolog�as at�micas y, al mismo tiempo, en las tecnolog�as satelitales cosmol�gicas. Las tecnolog�as moleculares son las de uso cotidiano, vinculadas a las Nuevas Tecnolog�as de Comunicaci�n e Informaci�n (NTCI). Las cosmol�gicas, sat�lites, aviones no tripulados o drones, por ejemplo, est�n implicadas con las primeras por medio de un sistema mundial de interacci�n virtual estilo IN/OUT o feedback en el cual y por medio del cual los humanos se volvieron sus "obreros" confesionales puesto que, al accionarlo, por ejemplo, con el uso de las redes sociales, a trav�s de una llamada telef�nica, un e-mail, dicen al sistema qui�nes son y c�mo se comportan, port�ndose como si fuesen libres, pero ratific�ndose de hecho como vidas desnudas de este nuevo modelo de patriarcado mundial.
Y, �en qu� se distingue este modelo de control molecular/cosmol�gico del disciplinario? Si el sistema disciplinario dilataba y multiplicaba, por tabla, el rostro del soberano, institucionalmente, teniendo en cuenta la doxa, u opini�n, patriarcal del soberano en la figura del jefe, del patr�n, del padre, del m�dico, del profesor, del psiquiatra, el actual funciona como una especie esdr�jula de "democratizaci�n" de la sociedad de la soberan�a, una vez que cada individuo aislado puede constituirse, y efectivamente lo hace, como virtual soberano, a decretar el estado de excepci�n en el poder que cree que detener sea escoger o aceptar un amigo, sea al bloquear supuestos enemigos en una red social como, por ejemplo, Facebook. As�, la palabra de orden de la sociedad del control integrado es la subjetividad cosificada del individuo aislado y su efecto es el soberano que decreta, como resultado de la fisura at�mica, el estado de excepci�n molecular planetario, al menos como ilusi�n �ptica en el nuevo arreglo/acuerdo soberano contempor�neo, porque, m�s all� del ilusionismo virtual, este modelo tiene un gestor mundial: el imperialismo mundial de la sociedad del control integrado, administrado por EE.UU en sustituci�n del imperialismo disciplinario soberano europeo, vuelto reh�n del modelo estadounidense.
La disciplina del modelo del imperialismo europeo no pasa, hoy, de una nueva forma de confesi�n antes de la oratoria de las NTCI bajo el control-audici�n del "padre" imperialismo gringo, situaci�n que pone, con las debidas jerarqu�as de siempre, en similares condiciones tanto a los europeos como a los dem�s habitantes del planeta Tierra, incluidos los confesables ciudadanos estadounidenses, inscribiendo confesiones para todos los gustos, lo que permite aqu� un par�ntesis. La confesi�n es un atributo de la vida desnuda, desde la sociedad de la soberan�a en cuanto tal. Al ser sacrificada en plaza p�blica la vida desnuda nada m�s hac�a, a pesar de s� misma, que confesar su condici�n de vida matable, al mismo tiempo sagrada y profana; sagrada, porque su matabilidad funcionaba y funciona como "la hostia consagrada" del poder soberano; profana, porque s�lo se vuelve sagrada si fuera objeto ritual de tortura y profanaci�n del y en el estado de excepci�n soberano. Si el soberano es el origen del patriarcado y del machismo, esas dos lacras socio-pol�ticas, la sociedad del control integrado los ampl�a a escala at�mica produciendo el efecto virtual-tecnol�gico de la ilusi�n (cada subjetividad, un soberano) que transforma cada persona en un potencial machista de la sociedad del control integrado: o en un potencial racista, y as� en adelante, independiente de su g�nero y de su etnia y de su clase, como vida desnuda.
La ideolog�a del machismo dentro de la sociedad del control integrado reside en la creencia misma de que se es libre en su interior sin combatirla a partir incluso de su interior. As� como la sociedad disciplinaria dictaba el perfil del soberano, multiplic�ndolo en la din�mica de la disciplina institucional machista, la sociedad del control integrado produce al machista del control, que eleva a escala de la fisura at�mica al patriarcado, para m�s all� de la rostrificaci�n de la sociedad disciplinaria soberana. Esto significa que el sistema confesional actual tiende a identificar como machistas los rostros de la caricatura del machismo producido al interior de la sociedad disciplinaria soberana: el refugio lumpen del desempleado como vida desnuda de este modelo gerenciado por el imperialismo disciplinario europeo.
Este es el peor error que el feminismo puede cometer, en la actualidad: identificar la caricatura del machismo de la sociedad disciplinaria soberana como el rostro a ser denunciado, con el dedo en ristre. Esta situaci�n nos se�ala como doblemente anacr�nicos, porque el verdadero origen del machismo actual es la creencia de que somos libres usando las NTCI sin resistir ni producir alternativas para eliminar de la faz de la Tierra al poder soberano, ahora atomizado, radiactivamente. El machismo contempor�neo es el mediador IN/OUT de la sociedad del control integrado, siempre y cuando no est� claramente dispuesto a ser su cortocircuito.
Conclusi�n sobre una lucha (desigual), el feminismo
El capitalismo es una violaci�n general contra m�s de 2/3 de las mujeres. �C�mo se puede ser feminista sin luchar contra el fin de las relaciones burguesas de la prostituci�n? (1) La TV Globo es puro artificio. Usa el caso de un actor de su veta para estimular el feminismo burgu�s, mientras el capital viola a m�s de 2/3 de las mujeres, intensificando su voracidad en el golpe. Y el discurso hip�crita prosigue: "Abus� de una, abus� de todas". Mentira, mentira, mentira. �Sabe c�mo vive la empleada de su casa? �Ya fue a una zona de la periferia? �Ya se indign� con los gringos que prostituyen a las mujeres brasile�as, colombianas y mexicanas? �Es una mujer miserable si no se deja abusar de usted? �No es estupro? �La pobreza femenina afecta a la mayor�a absoluta por lo menos? �Esto no va con usted? Est�n desvi�ndote de la lucha de clases.
Este desv�o es la violaci�n permanente contra las mujeres del mundo. En pleno golpe dentro del golpe, lo que es igual a estupro dentro del estupro, la ficci�n de follet�n nos es arrojada a la cara, como un pene de un violador, para que no veamos el r�o rojo de sangre de los verdaderos due�os del golpe: �plim, plim, plim!
(De Rosa Luxemburg Aleksandra Kollont�i Friedrich Engels Michel Foucault Iara Iavelberg y Lucas Musar para la Arqueolog�a del futuro)
Nota:
(1) http://traductorasparaaboliciondelaprostitucion.weebly.com/blog/marx-y-la-cuestion-de-la-prostituci�n
Traducido por Luis Carlos Mu�oz Sarmiento