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Muere Rosa Parks, heroína
del movimiento antisegregacionista en EE UU
El desafío del autobús, Alabama
1955
La evocación a Parks llega cuando la tragedia de Nueva Orleans recuerda que persiste aún la desigualdad social
Eusebio Val
La Vanguardia
Muy frescas aún las imágenes de desamparo de la población afroamericana tras
el huracán Katrina, Estados Unidos rindió ayer homenaje a Rosa Parks,
heroína del movimiento antisegregacionista e icono nacional. La antigua
costurera, que se rebeló contra siglos de injusticia racial con el simple gesto
de aferrarse a su asiento en un autobús, falleció por causas naturales en su
domicilio de Detroit (Michigan). Tenía 92 años.
Parks hizo historia el 1 diciembre de 1955 al negarse a ceder su plaza a un
pasajero blanco en Montgomery (Alabama), donde regían estrictas normas de
discriminación racial. Su atrevimiento le costó la cárcel y una multa de 14
dólares. Pero el coraje que demostró fue un revulsivo para el incipiente
movimiento pro derechos civiles estadounidense. Los ciudadanos afroamericanos de
Montgomery organizaron con éxito un boicot de los autobuses municipales que se
prolongó casi 13 meses. No importó que algunos tuvieran que andar varias decenas
de kilómetros cada día para acudir a su trabajo. La lucha por la dignidad
merecía el sacrificio.
El boicot a los autobuses catapultó a la fama a un joven predicador baptista, el
reverendo Martin Luther King, que llegaría a ser premio Nobel de la Paz antes de
caer asesinado en 1968. El reto desencadenado por Parks se tradujo en la
abolición de las reglas segregacionistas en el transporte público de Alabama y,
en 1964, en la aprobación por el Congreso de la ley de Derechos Civiles, que
prohibía la discriminación racial. La ruta hacia esos avances fue turbulenta y
violenta.
Durante muchos años circuló la versión errónea de que el humilde acto de
desobediencia civil de Parks se debió a que le dolían los pies aquel día tras su
larga jornada laboral en unos grandes almacenes. En realidad, se trató de una
conducta deliberada, fruto de su concienciación y su activismo en el primer
movimiento pro derechos de los negros, la NAACP. Parks, hija de una maestra y un
carpintero, fue testigo desde muy joven de las injusticias contra los de su
clase. Le marcó haber visto cómo su abuelo tenía que empuñar un arma frente a la
puerta de su casa para proteger a la familia al paso de los desfiles del Ku Klux
Klan. Su matrimonio con Raymond Parks, barbero de profesión y también un
apasionado del movimiento antisegregacionista, reforzó sus convicciones.
A pesar de su eventual victoria en los tribunales tras el incidente del autobús,
Parks no lo tuvo nada fácil con su vida. Tanto ella como su marido perdieron el
trabajo. Las amenazas de muerte telefónicas y el acoso a sus simpatizantes, que
sufrieron ataques contra sus casas, le llevaron a abandonar Alabama y a mudarse
a Detroit. Tras muchas dificultades encontró finalmente la estabilidad al ser
contratada en la oficina del congresista demócrata John Conyers, para quien
trabajó hasta su jubilación, en 1988. Un año antes había fundado el Rosa and
Raymond Parks Institute for Self-Improvement, una organización de ayuda a los
jóvenes con problemas de Detroit.
"Rosa fue una verdadera gigante del movimiento de los derechos cívicos", declaró
Conyers tras conocer su muerte. "Hay muy poca gente que pueda decir que sus
acciones y conducta cambiaron la faz de la nación, y Rosa es una de esas
personas", dijo el congresista.
El 1996, el entonces presidente Bill Clinton concedió a Parks la medalla
presidencial de la Libertad. En 1999, recibió del Congreso la medalla de oro,
máxima distinción cívica nacional. Ayer hubo un alud de reconocimientos y
tributos, incluido el del presidente Bush.
La evocación de la figura de Parks se produce en un momento en que el país ha
vuelto a comprobar con mucha crudeza, tras la tragedia de Nueva Orleans, que la
desigualdad social y la situación de atraso de una parte de la población
afroamericana son una asignatura pendiente. El propio Bush, en un discurso
televisado dos semanas después del desastre, reconoció que el huracán sacó a la
luz "la persistente pobreza en esta región". "Esta pobreza hunde sus raíces en
una historia de discriminación racial, que privó a generaciones de las
oportunidades en EE.UU. -dijo Bush-. Tenemos el deber de afrontar esta pobreza
con una acción valiente. Superemos el legado de la desigualdad". Con frecuencia
los actos sencillos como el de Rosa Parks tienen más efecto que las
declaraciones retóricas.