Compañeras
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Democracia masculinista, democracia
heterosexual compulsiva
Ximena Bedregal
Creatividad Feminista
También puede llamarse ¿seguiremos dando tanto a cambio de tan poco? o de
cómo se pueden hacer cambios para que ellos sientan que su cultura sirve
Hoy es la última plenaria y este es el último espacio de reflexión colectiva de
este encuentro. Me parecería bueno intentar una suerte de recuento reflexivo de
algunos elementos para desde allí derivar en algunos puntos del tema específico
y ver si podemos reflexionar sobre él.
Veamos primero los puntos en que todas, o casi todas, estamos de acuerdo.
El primer punto en el que todas, o casi todas, estamos de acuerdo es que somos
mujeres feministas lesbianas y desde ahí intentamos enfrentar la realidad,
construir nuestros sueños y vivir la vida.
El segundo punto en que todas, o casi todas, estamos de acuerdo es que este
sistema no nos gusta, nos presenta diversas formas de ajenidad, de violencia, de
injusticia, de miseria existencial que no aceptamos.
El tercer punto en que todas o casi todas estamos de acuerdo es que queremos
cambiarlo.
Me parece que hasta aquí tenemos eso que hoy gusta tanto, tenemos "consenso", o
para no excluir a quienes han manifestado no ser feministas o no sentirse
molestas con el sistema, por lo menos tenemos una mayoría enorme.
A partir de aquí la cosa se complica.
Tener ese consenso básico tiene la importancia de permitirnos sentarnos aquí a
todas nosotras para tratar de dialogar nuestras ideas y nuestros puntos de vista
sobre nuestros deseos, miradas y proyectos de cambio y de mundo. Pero más
importante y más interesante me parece el punto donde se acaban los consensos
básicos y donde la cosa se complica.
¿Por qué me parece más interesante y más importante?
En primer lugar porque el feminismo no es un dogma ni una doctrina, no es un
cuerpo cerrado, no es una metafísica de la verdad, no es un manual de un nuevo
deber ser y deber hacer y no es una fabrica de prefabricación de acciones.
Todos, inventos tan propios del sistema de pensamiento y acción del patriarcado.
El feminismo es apenas un cuerpo teórico e histórico que nos da hilos para
interpretar la realidad y actuar en el mundo, pero es también, y nada menos, que
el cuerpo teórico que ha llegado a tender los hilos más profundos y más críticos
de interpretación de la realidad y lo ha hecho desde la ausencia, desde la
negación, desde la otredad, es decir desde las mujeres, posibilitando, al menos
potencialmente, el estatuto de humanas a esa mitad de la población que solo
estamos definidas como el no-varón, la no-cultura y construidas desde el
universal neutro masculino y su proyección imaginaria.
En otras palabras, allí donde los acuerdos básicos se complican nace la
posibilidad de pensar, de crear, de pensarnos, de crearnos y recrearnos, de
nombrar, nombrarnos, simbolizar y simbolizarnos y eso implica crear, pensar,
nombrar y simbolizar lo no autocreado, lo no autopensado, lo no autonombrado, lo
no autosimbolizado, o sea, lo que no existe; y crear lo no creado, pensar lo no
pensado, nombrar lo no nombrado y simbolizar lo no simbolizado no es tarea de
ese invento masculino que es el genio solitario, en este caso alguna genia
femenina solitaria, sino una tarea colectiva llena de idas y venidas, de
contradicciones y maravillosas certezas… generalmente provisorias.
Evadir esto en la búsqueda de una quimérica hermandad de mujeres es quedarnos en
el silencio de las idénticas que tanto ama y necesita el patriarcado y en lo que
tan fácilmente solemos caer las mujeres deshaciendo con una mano lo que hacemos
con la otra.
Me resulta más importante y más interesante el punto donde se acaban los
consensos por una segunda razón, tal vez más compleja de explicar en pocas
palabras y también más compleja de llevar a la práctica.
Una de las bases vertebrales de la lógica patriarcal es la lógica de lo binario
y excluyente. Lo que llamamos la lógica del 1-0. Esto es por un lado la lógica
que todo lo pone en pares antagónicos, por ejemplo mente-cuerpo, razón-
intuición, hombre mujer, blanco/negro, etc. pero además da a uno de esos pares
un valor de contrarios jerarquizados: la mente vale más que el cuerpo, la razón
es más válida que la intuición, el hombre vale más que la mujer, lo blanco es lo
bueno, lo negro lo malo y así ad infinitum. Una lógica donde toda diferencia
implica la exclusión o invalidación del supuesto antagonista, donde ese
contrario antagónico ha sido definido como tal por esa lógica y no
necesariamente por que lo sea.
Como esto no es un ejercicio de lógica neutra sino la lógica misma con la que se
concibe la realidad y a nosotras y nosotros mismas y mismos, la que ordena la
realidad y el modo de relacionarnos, resulta la base donde se anclan ideas como
"si no estás conmigo estás contra mi" o "si no piensas como yo tu pensamiento no
vale", dejando toda posibilidad intermedia en la oscuridad y la inexistencia.
En este sentido, el punto donde se acaban los consensos y donde debemos ir
analizando nuestras diferencias me resulta más importante que los acuerdos
mínimos porque nos pone el desafío de estar alertas y de ir cambiando y
desentrañando la lógica toda que nos amarra a la cultura masculinista donde las
diferencias se anulan por la vía de deslegitimar al supuesto contrario en vez de
hacer el esfuerzo de desentrañar la lógica del pensamiento y las propuestas con
el que no se está de acuerdo, reinsertando así a nuestras balbuceantes ideas en
la lógica dicotómica y excluyente que queremos cambiar.
Esto es a veces más difícil que analizar el mundo externo porque es hacer del
feminismo un acto del yo, un elemento de lo personal y darle a la política la
capacidad de tocar la subjetividad misma, romper en nosotras y en primera
persona la dicotomía sujeto-objeto.
Evadir esto en la búsqueda de una quimérica hermandad de mujeres idénticas es
repetir la lógica patriarcal entre nosotras y, nuevamente deshacer con una mano
lo que vamos haciendo con la otra.
Finalmente me resulta más importante y más interesante el punto donde se acaban
los consensos por una tercera razón, es en ese punto donde las mujeres empezamos
a nombrar/simbolizar nuestra idea de mundo, de vida y de cambio más allá de la
idea general de que no me gusta y quiero cambiarlo en lo cual podemos coincidir
hasta con muchos machos patriarcas y sus organizaciones.
Es el punto que obliga a aceptar que las ideas no pertenecen a ninguna suerte de
neutral limbo, que no existe ese cientificismo o academicismo neutro como vienen
pretendendiendo los filósofos patriarcales desde Aristóteles hasta Hegel y Marx.
La masculinidad es la propietaria de las ideas y de las construcciones sociales
de mundo. Una parte, frecuentemente importante, de nuestras propias ideas como
mujeres viene y se articula con lo que ellos han pensado por nosotras, para
nosotras y sobre nosotras.
Verbalizar, explicitar, nombrar desde las mujeres, primero el deseo,
fundamental, básico, pero no basta; es necesario luego complejizarlo,
desentrañarlo y -ubicando sus orígenes, sus fuentes, sus destinos y sus trampas
en esta macrocultura- ir generando el acto de pensarnos y hacernos, dándonos la
libertad de ubicar lo que nos entrampa para separarnos de ello; Esto es para mí
el acto propio de la política de las mujeres. El lugar donde nos hacemos, nos
autoconstruimos. Esto es para mí la autonomía, no otra cosa. Esto es para mí la
construcción de mundo y de libertad de las mujeres.
Realizar esto conlleva no solamente decir el deseo sino confrontarlo con la
experiencia, con la historia, con las ausencias o presencias de conocimiento, ir
sacando nuestro decir y nuestro hacer de las trampas de la masculinidad, ir
haciendo autoría y autonomía femenina. Es pensar críticamente no sólo con el
cuerpo doliente y victimizado que nos ha construido el patriarcado, sino con
todo el cuerpo, el cuerpo físico, el cuerpo histórico, el cuerpo filosofal, el
cuerpo divagante, el cuerpo imaginativo. Cuerpos que no hemos tenido o al menos
no hemos retenido para nosotras y que vamos haciendo y rehaciendo al andar.
Evadir esto en búsqueda de una quimérica hermandad de mujeres idénticas es dejar
nuevamente en manos de otros, ahora de otras, nuestra propia responsabilidad de
vida personal y colectiva.
Ahora bien, el que el feminismo no sea una doctrina, el que hay que cuidar las
trampas dicotomizadoras y deslegitimizadoras que anulan la diferencia, el que la
política de las mujeres sea el lugar donde nos hacemos y hacemos mundo, no
implica que todo tenga el mismo sentido y el mismo significado para la
construcción de un mundo gratamente vivible para las mujeres y para todas y
todos.
La postmodernidad, ideología del neoliberalismo patriarcal y que ha triunfado
como pensamiento único, tiene que esconder los sentidos de ese triunfo
vendiéndonos una máscara que lo esconda de si mismo, Y esta máscara no es otro
que la idea de que todo vale. Del uno/cero ahora se trasviste del confuso
infinito/nada.
--Nos ofrece información infinita pero no nos comunica nada.
--Nos ofrece diversidades infinitas pero no acepta ninguna divergencia.
--Nos invita a participar en todo pero no permite intervenir realmente en nada.
--Pone al alcance de nuestros ojos los productos de todo el orbe pero al 80% de
la humanidad no lo deja alcanzar ni el pan nuestro de cada día.
--Abre todas las fronteras del planeta para las mercancías pero hace de los
seres humanos que emigran "ilegales", iguales a la nada misma.
-- Abre espacios de poder para las mujeres pero instala el feminicidio.
-- Asegura que ha triunfado el equilibrio e impone la guerra infinita.
-- Desarrolla la tecnología a límites inimaginables pero al medio ambiente lo ha
enfermado de muerte y una tercera parte de las personas no accede ni a una
aspirina.
-- Desarrolla la mayor retórica sobre democracia y solo nos deja la opción de
votar por el menos peor si es que aún queda esa opción.
-- Habla de mundialización pero divide al mundo en culturas buenas y culturas
malas, "terroristas".
Y cuando la información no comunica nada, la divergencia es terrorista, los
seres humanos son ilegales, la guerra infinita y el feminicidio invade nuestras
vidas, y la democracia nos propone votar por el menos peor, y cuando la gente
empieza a darse cuenta de que algo anda muy mal en todo esto, inventa un nuevo
concepto y una nueva oferta para las mujeres y las llamadas minorías, nos
instala una nueva meta, una nueva zanahoria tras la cual correr: la ahora
llamada "ciudadanía absoluta". Verdaderamente para la risa.
El uno/cero travestido de infinito/nada.
¿Por qué ha tenido que travestirse de esta manera?
Por que su triunfo, el triunfo de la masculinidad patriarcal en su fase
neoliberal globalizadora, es un triunfo frágil. No por que sea menos peligroso;
al contrario, este triunfo, con su capacidad y su impulso destructivo, ha
llevado al planeta y al género humano al mayor riesgo de su historia.
Tampoco porque sea fácil terminar con él, al contrario, su agresividad es mayor
que nunca y los riesgos de combatirlo son equivalentes, sino porque sabe que si
no engaña, el sinsabor, el sinsentido y la injusticia infinita que instaura no
lo dejaría existir.
El patriarcado aprende de sí mismo, el patriarcado toma en serio sus
experiencias, y sabe que necesita generar consensos sobre –al menos- los
elementos vertebrales de su propuesta, necesita que su dominio no sea solo sobre
la fuerza bruta, sino sobre una suerte de aceptación de la población. Una
aceptación que puede ser contradictoria pero que le permita seguir funcionando
en lo que al sistema le interesa. Que parezca neutra y por tanto donde crean
todos y todas que pueden caber. Y además que esa posibilidad de caber parezca
que depende de los sujetos y no del poder. No en vano, el Consenso de Washington
–la primera elaboración estratégica de los grandes poderes económicos, políticos
y militares de la post guerra fria- se puso como una de sus tareas el trabajo
con los movimientos sociales y los organismos no gubernamentales.
El patriarcado es un monstruo de mil cabezas, pero su lógica básica es la misma
en cualquier momento histórico que veamos.
¿Donde está el peligro de aceptar este travestismo para nosotras las mujeres?
Por un lado en poner toda nuestra energía en función de que todo cambie para que
no cambie nada, pero por otro y lo que me parece más grave, en la manera en que
esto imposibilita el pensamiento propio, la elaboración propia, la construcción
propia, la autonomía de pensar, de hacer y de mundo. Y esto no es algo que tiene
que ver sólo con las mujeres, tiene que ver con la humanidad toda y con su
futuro.
El patriarcado no ha podido crear una propuesta válida y llevadera. Todas sus
utopías han fracasado, todas han pasado del breve momento revolucionario al
largo momento de la injusticia, la jerarquía y el poder sobre otros.
Pero si además alguna vez tuvo estas fracasadas ideas de cambio, el patriarcado
tiene hoy una crisis total, ni sus izquierdas tienen más propuesta que
administrar el sistema neoliberal, haciendo –en el mejor de los casos- que el
llamado "chorreo" (los excedentes de la riqueza acumulada por unos pocos) llegue
un poquito más a los más desfavorecidos y siempre como dádiva, como caridad,
como un regalo.
La democracia ya no es ni siquiera pensar la sociedad o la economía que se
quiere sino tan sólo elegir representantes que no representan a nadie, o a muy
pocos. La organización para la democracia se ha limitado a una suerte de mercado
de libre competencia de proyectos pre-etiquetados desde las altas esferas para
recibir donativos. El aprendizaje de la política es el aprendizaje para que
estos proyectos sean competitivos ante tan gran demanda y tan escasa oferta y
por tanto la política es la gestión de estos paquetes preestablecidos. El diseño
de mundo se lo reparten las transnacionales.
La idea de que no es posible cambiar el sistema, que solo hay que administrarlo
mejor es algo que ha permeado a muchos feminismos. Sobre todo a aquellos que
basados en la idea de que para que sea posible hacer un cambio de paradigma es
necesario terminar de construir las ideas de igualdad de la ilustración. Es
decir para aquellos feminismos que –por etapas- todavía siguen cobrándole a la
Revolución Francesa la guillotinada o el exilio de sus preclaras líderes mujeres
y siguen exigiéndole a esta etapa de la historia patriarcal que reivindique la
igualdad de Olimpia de Gauges con Dantón o Marat.
Esto significa que las mujeres se universalicen a través de la igualdad con el
varón, en el universal neutro masculino sin poner en cuestión ni a la lógica, ni
al poder, ni al Estado patriarcal. Que advengamos sujetos desde y como la
cultura vigente produce sujetos: desde ese universal neutro masculino, sin
importar mucho que todas las mediaciones con las que eso tiene que hacerse
nieguen nuestros cuerpos de mujeres.
De allí que el objetivo sea el poder (empoderarse allí donde el poder está), el
camino sea el Estado (sus espacios e instituciones) y la práctica: alianzas de
todas las mujeres, no importa que ideología tengan, siempre que se acumule
fuerza para ganar estos espacios y demostrar que desde allí se pueden lograr
algunas mejoras para ciertas condiciones específicas generadas por la
subordinación y la dominación que el sistema ejerce sobre todas nosotras. El fin
justifica los medios. Desde allí vale igual la Opus Dei Martita Sahún de Fox, la
neoliberal priista Beatriz Paredes o la hiperpragmática y ahumada Rosario
Robles. Total, la perspectiva de género bien vale una candidata.
De allí que el feminismo haya de pronto olvidado el concepto de patriarcado,
sumándose a la idea de que el sujeto universal a muerto y que solo quedan
sujetos individuales y diversos. Las mujeres somos ahora ¡tantas! y ¡tan
diversas! y determinadas por ¡tantas identidades! que ya no existe más la
dominación universal sobre nosotras. Ya prácticamente no hay un nosotras. Solo
mujeres organizadas por identidad y demandas específicas a través de las cuales
vamos a construir nuestra participación en el mundo…, ¡en el mundo de ellos, por
supuesto!.
De allí que se haya olvidado el cuestionamiento al poder, a los poderes. Ahora
el poder, como capacidad de dominación y representación -particularmente
masculino- es algo que desde esta lógica se desea y se siente como necesario, al
que hay que acceder, parece que hubiera vuelto a ser neutro. Se necesitan
mujeres empoderadas que hablen por todas para poder simular esa universalidad.
De allí que se haya olvidado el hablar desde el YO, en primera persona. ¿Para
qué voy a cultivar voz propia si ya vamos teniendo empoderadas que hablen por
nosotras?.
Me parece que esto significa volver a regalarle a la masculinidad su fantasía de
neutralidad universal. Resulta que sólo con más mujeres en el Banco Mundial, en
el Fondo Monetario Internacional, en los gobiernos, en los parlamentos y hasta
en los ejércitos, parece que vamos a hacer un mundo mejor y cambiar la validez
de las mujeres y su legitimidad, seres que gracias a la participación en estos
organismos ya no serán lo otro, el no-varón, gracias al mundo de los varones. Ya
no hay que cuestionar la lógica, parece que esos espacios hacen posible -de
suyo- cuestionarla.
El patriarcado es tan "tonto" que ha construido espacios llenos de resquicios.
Si las y los piquetereos argentinos o los aimaras y quechuas bolivianos no los
cambian es por que no han aprendido esa teoría y no han practicado ese oficio de
meterse al cielo por el ojo de una aguja. Los zapatistas perdieron cuando
vinieron a demandarle al parlamento, nomás porque no tenían la capacitación
necesaria en liderato y democracia moderna y, como el parlamento es el
representante verdadero de las ideas y los proyectos del pueblo todo, ahora que
se jodan y aguanten a la democracia.
Esto es lo quería el Consenso de Washington al que antes me referí. Esto es lo
que quiere la guerra para hacerla una experiencia sin género definido. Esto es
lo que quieren los grandes poderes para hacer ver que ellos abren su democracia
y mostrar que solo la terquedad, la incomprensión o la falta de madurez de las
demandantes impiden los avances.
¡Es cosa de ya no ser contestataria! nos dicen, ¡hay que ser propositiva!, nos
repiten y lo peor lo dicen feministas. ¡El feminismo debe saltar de la protesta
a la propuesta! decía Marta Lamas en un gran espacio que le dio el diario
Reforma a ella junto a una serie de connotados varones intelectuales -fíjense, a
varones no a mujeres- para hablar de feminismo, con motivo del aniversario de su
revista Debate Feminista ! y si no le haces propuestas al sistema es inmadurez
política agregaba Marta.
Se entiende como propuesta sólo la que se le hace al sistema, toda lo demás
queda en el rango de la inmadurez. Resulta que una vez más es el sistema el que
define no sólo lo que es o no es propuesta, sino que además va a definir mi
madurez política. Y ¡caramba! Ahora usando como vocera a una feminista.
Muchos de los aportes del feminismo acerca del debate sobre el poder, los ha
retomado lo que podríamos denominar como la izquierda más crítica y se los ha
apropiado, como siempre, sin darle crédito alguno a las mujeres. Esa izquierda
está planteando hoy, que se debe cambiar el mundo sin tomar el poder. Está
elaborando toda una revisión del Estado y de la no participación en él, ya que
éste representa "la forma de relación social desarrollada históricamente para
suprimir la desobediencia, encerrar al imaginario y al hacer en lo sólo
inmediatamente posible". Jhon Holloway, uno de sus más lúcidos voceros, plantea
incluso que no es cosa de combinar el fuera y el dentro del Estado y del poder
establecido, ya que estos son espacios donde las maneras de hacer y de pensar
sofocan a la imaginación que florece en la rebeldía.
Si la misma izquierda, nada feminista ni antipatriarcal, se da cuenta de ésto.
¿Qué pasa con el feminismo igualitarista que se siente obligado a tomar los
métodos y los lenguajes del poder reproduciendo ahora el masculinismo en
nosotras y ya no quiere ver que la única salida no apocalíptica del mundo es
buscar los caminos y los métodos de cambiar la lógica patriarcal e imaginar la
sociedad que se quiere fuera de las lógicas instaladas?
Ya sé, alguna me va a decir que desde ahí están cambiando las cosas. Reconozco
que algunas, de carácter inmediato, pueden cambiar. Pero no tocan la lógica en
que se funda la miseria simbólica de las mujeres y los cambios en la misma
lógica terminan por reinsertar los enormes esfuerzos en el mismo sistema y no
crean mundo, ni mediaciones, ni simbolizaciones de mujeres. El feminismo con su
política de lo posible ha tenido que cambiar el lenguaje, suavizarlo, hacerlo
políticamente correcto, establecer nuevas jerarquías entre mujeres e incluso
separase de ellas (Por ejemplo: las expertas y las demás), desmantelar lo más
rebelde de nuestras organizaciones para hacerse eficiente, en esa eficiencia que
demanda la política correcta que puede escuchar el poder, adecuar los ritmos y
tiempos a los ritmos de las estructuras patriarcales y minimizar sus sueños.
Mientras llora que las jóvenes ya no quieren ser feministas, va creando un
discurso que ya no es significativo para las mujeres y menos para el conjunto de
la sociedad, máximo se trata de un lenguaje que le resulta útil a políticos e
intelectuales políticamente correctos o necesitados del voto femenino.
No voy a hacer una reseña de las atrocidades que inauguran el siglo, las vivimos
cada día a 24 cuadros por segundo. Me parece que está más claro que nunca que lo
que está en cuestión hoy, es el modelo mismo de la cultura. A las mujeres no nos
pertenece esta crisis. Aunque la suframos y estemos inmersas en ella, es la
crisis de la masculinidad hecha cultura y sociedad, es autoría de esa lógica. Si
el desafío el feminismo es que nuestras democracias se parezcan más a Zapatero
que a Bush, como alguien planteaba ayer por aquí, yo digo ¡Qué desafío tan pobre
ha generado una visión tan rica! ¡Ahora resulta que nuestro desafío es
parecernos lo más posible a las formas menos peores de la masculinidad!
Pensar que desde ahí se puede cambiar la realidad sólo muestra la realidad de
que el poder las cambia a ellas. Si hace unas décadas nos bajamos de los tacones
altos para cuidar nuestro cuerpo y romper un pedacito del imaginario masculino
que manejaba nuestros cuerpos a su antojo, la mayoría de las empoderadas de hoy
se han vuelto a subir a ellos y a los vestidos incomodos y nice para verse
¡inteligentes pero femeninas!, según el patrón masculino (heterosexual y
clasista, por lo demás) de moderna feminidad. Muchas de estas empoderadas
funcionarias feministas tienen maquillista y peluquera que las atiende cada
mañana para verse "como se debe" y hasta en el Instuituto Simmone de Beauvoir se
han impartido clases sobre la apariencia para el "nuevo tipo de liderato
femenino". ¿Puede alguien decirme que el poder tradicional y masculino no
resulta peligroso y nos vuelve a desencontrar de nuestros cuerpos cuando apenas
los estábamos retomando?
Por otra parte oímos a cada rato que las estrategias de empoderamiento y de
ganar espacios dentro del sistema no dan los frutos esperados. Últimamente no
hay conferencia o reunión de evaluación de esas de Beijing, Beijing mas 5, mas
10, Cairo mas tres, mas 7, mas 30 o 50 (¿en qué número van, cuantos millones de
dólares lleva la cuenta en pasajes, hoteles, shoping y demás?), o cumbre de
esto, de lo otro o de lo de más allá donde no se plantee que los gobiernos no
hacen caso, que no se escuchó, que no cumplieron los acuerdos, que no hicieron
lo prometido, que no y que no y que no, que nada, casi nada, funciona. ¿No habla
esto de la necesidad de replantear las cosas, que algo anda mal en la lógica de
esta estrategia? ¿O se va a hacer lo que hace unas semanas, en una de sus
cumbres de líderes empoderados decían las y los del mainstream indígena, esto
es: como la incorporación de indios en los grandes organismos internacionales no
ha logrado que se tomen nuestras demandas, tenemos que…, poner más indios en
estos organismos?
La política de las demandas ha limitado la posibilidad de pensar el mundo
entero, ha adoptado la parcialización que tanto necesita el sistema, ha
encerrado a las mujeres en una suerte de sindicato reivindicativo y sectorial.
Mientras el mundo se cae a pedazos, la gente pierde el sentido de la vida y no
encuentra horizontes significativos, las empoderadas hacen partidos políticos
para levantar sus demandas de sector sin poder ni siquiera balbucer una idea de
mundo, una idea de futuro, nuevas significaciones que abran horizontes a la vida
plena que la humanidad busca desesperada. Por el contrario, se declaran
"realistas", "maduras" y por lo tanto antirradicales socialdemócratas. Para
estar en el poder hay que caerle bien al poder.
Mientras el imperio arma la guerra, las empoderadas feministas del norte
enmudecen y votan a favor de ella en patriotico acto de defensa de su paisito
imperial sin darse cuenta que a su acto patriótico le seguía el "patriotic act"
y las empoderadas no feministas torturan a iraquies en las cárceles de la tierra
donde nacieron las primeras diosas madres de la humanidad.
Si los modelos de organización sociopolítica y de gobierno habían sido hasta
ahora solo masculinistas, casi homosexuales (se relacionaban, amaban y odiaban
sólo entre ellos), hoy se han transformado en democracias compulsivas y
obligatoriamente heterosexuales, heterosexistas.
La heterosexualidad compulsiva patriarcal (con su correlato: la familia) es el
invento masculino para apropiarse de los cuerpos y los productos de las mujeres.
Las democracias del patriarcado neoliberal han inventado la ilustrada igualdad
para ahora apropiarse de nuestros productos i energías intelectuales y
políticas.
El patriarcado siempre se apodera de todo. Lo significativo para las mujeres es
que ahora son mujeres –incluso lesbianas- las que claman por la mirada
masculina, las que plantean que el desafío del feminismo es incorporar a los
hombres, como tan claramente y sin tapujos lo planteo también Marta Lamas en su
artículo escrito para el libro de los 20 años del diario La Jornada. Resulta que
ahora las que discriminamos somos las mujeres y que nuestro pensamiento no podrá
ser ni tendrá estatuto de validez si no lo hacemos en matrimonio heterosexual,
heterosexista diría yo.
Hay sectores que ya no pueden concebir a las mujeres ni siquiera a las
lesbianas, separadas de ellos. Eso es la democracia de hoy. Una democracia
masculinista, compulsivamente heterosexista. Esto es hoy el contenido de un
feminismo heterosexual, de un heterofeminismo.
Finalmente, ya que me apuran tanto con el tiempo, quiero plantear algo que me
parece importante para redondear esta reflexión crítica. El jueves una de las
compañeras, creo que ecuatoriana, decía "pero si es en el Banco Mundial donde
están decidiendo mi destino ¿Por qué no voy yo a estar ahí, porqué no voy a
tratar de incidir en ese destino?" Pregunta e intención que me parece muy
legítima. Janina también me decía: sus planteamientos siempre me mueven, tienen
mucha razón pero, dime ¿Qué hacer ante, por ejemplo, ante los asesinatos de
Ciudad Juárez. ¡El gobierno tiene que resolverlo, tiene que pararlo!
Yo digo sí, todas queremos no sólo estar donde se resuelve mi destino, sino
directamente resolverlo desde mi, de eso se trata, y también digo sí, el
gobierno debería resolver los crímenes de mujeres y parar, los feminicidios,
porque no son solo Ciudad Juárez, ni siquiera sólo México.
Sin embargo sabemos, porque lo sabemos, que ni aunque hayan geniales mujeres
ahí, el Banco Mundial va a cambiar sus políticas vertebrales y que el gobierno
no va a resolver de verdad los feminicidios. Uno va, máximo y con una enorme
energía invertida de nuestra parte, a etiquetar unos fonditos para que desde el
programa Oportunidades (el programa gubernamental mexicano de caridad por
excelencia) lleguen unos pesitos a una que otra señora y esta se lo gaste no en
mejor vivir para sí misma sino en un menos hambrear -que no dejar de hambrear-
de sus hijos; mientras por otra parte seguirá presionando a nuestros países para
que reduzcan el gasto público y malbaraten lo poco que queda en privatizaciones,
es decir para que haya otras millones de señoras como esa y tengamos que volver
a invertir más y más energías en que medio hambree y no hambree del todo.
El otro va, máximo, a dar atole con el dedo y castigar un par de funcionarios
para aparentar estado de derecho mientras divida a las víctimas, esconda las
verdades y proteja a los grandes poderosos que cometen esos crímenes, porque
sabemos quienes son y su poder. Resolución no resuelta ¿hasta el siguiente
feminicidio?
¿Hasta cuando seguiremos dando tanto, ¡tanto! a cambio de tan poco?
Si somos claras, tenemos que aceptar que no es en el Banco Mundial donde se
resuelve mi destino, salvo por lo negativo, pero nunca, jamás, por donde yo lo
sueño y necesito, eso es como creer que el capital tiene la posibilidad de ya no
producir valor y sabemos, porque lo sabemos, que no es en el ministerio público
ni en los tribunales donde se hará justicia a las asesinadas de Juárez. ¿Ha
verdaderamente resuelto el gobierno algún crimen, porqué habría de hacerlo con
mujeres pobres? Eso es creer que el derecho patriarcal se va a deshacer a sí
mismo haciendo justicia a las mujeres. ¿Es el feminicido un acto de delincuentes
o un acto salido del profundo inconciente del patriarcado herido e inestable?
¿Hasta cuando seguiremos dando tanto, ¡tanto! a cambio de tan poco?
Tenemos que replantearnos lo que es hacer política desde y para las mujeres. Una
verdadera otra política que nos de valor y autoridad, en el sentido de autoría.
No podemos ya seguir jugando al poder neutro, al Estado neutro, a la política
neutra, porque solo estaremos jugando al poder masculino, al Estado masculino, a
la política masculina. Para ello no tenemos que seguir haciéndonos las mismas
preguntas, hay que cambiarlas, urge cambiarlas y tenemos que hacerlas desde otro
lugar, desde otro espacio, desde otros imaginarios. Entonces una nueva
imaginación surgirá, porque dejaremos de oír los cantos del poder, su música,
sus sonidos, su ritmo. Las mujeres necesitamos oír nuestra propia voz, confiar
en nuestra propia experiencia y –concientes que no nacimos en una probeta-
complejizarla cada día, revisarla cada día. Entonces se nos van a ocurrir muchas
formas de evitar nuevos feminicidios. Muchas formas de otras posibles economías.
Otras ciudades, otras estéticas, otras formas de enseñar y aprender, otras
formas del derecho, otras relaciones y hasta otras formas del amor.
Necesitamos dejar de ser un sector de la masculinidad para ser humanas
completas. Salirnos de donde el patriarcado nos ha puesto y quiere seguir
manteniéndonos inventando para nosotras algo nuevo cada día, algo nuevo que es
más y más de lo mismo. Necesitamos dejar este movimiento fundamentalmente
identitario para pasar a ser un movimiento con capacidad de generar propuestas
completas para la vida completa, capaz de leerlo todo, de revisarlo todo, de
imaginar y proponer mundos completos, no solo saludes reproductivas (concepto de
por sí cuestionable que amarra nuevamente a mi sexualidad con la reproducción).
Lo necesitamos las mujeres, pero también lo necesita la humanidad entera.
Si no ¿Hasta cuando seguiremos dando tanto, ¡tanto! a cambio de tan poco?