Compañeras
|
Género y alternativas populares en Latinoamérica y el Caribe
Isabel Rauber
Texto basado en el artículo: "Movimientos sociales, género y alternativas populares en Latinoamérica y El Caribe", publicado en Itinéraires No, 77, IUED, Ginebra, 2005.
Un nuevo mundo a partir de una perspectiva igualitaria entre el género
femenino y el masculino, debe tener como respaldo un grupo constituido por
nosotras/os mismas/os, capaz de evaluar nuestra comprensión del mundo y
ayudarnos a dar nuevos pasos en el claroscuro de nuestra historia.
Ivone Gebara
La problemática
En América latina, en el período de implantación del modelo neoliberal con la
consiguiente aplicación de sus "planes estructurales de ajuste", se han desatado
importantes jornadas de resistencia a tales políticas, protagonizadas en lo
fundamental, por actores sociales que confluyeron en la formación de novedosos,
numerosos y diversos movimientos sociales. [1] Entre ellos:
Los sin tierra de Brasil, los indígenas de Chiapas, de Ecuador, de Bolivia… las
asambleas barriales de Buenos Aires, los desocupados y jubilados de Argentina,
los cocaleros del Chapare, los movimientos barriales de República Dominicana,
Colombia, Brasil y México… A la cabeza de las resistencias y las luchas, ellos
espejan en sus actos la realidad en la que los ha situado el sistema. En todos
ellos las mujeres resultan protagonistas fundamentales.
Nuevos actores y actoras sociales, junto a los tradicionales, han participado de
un modo u otro en revueltas populares, ocurridas espontáneamente (acumulación
social mediante) o impulsadas por movimientos sociales que lograron articularse
entre sí. Las experiencias de los últimos 15 años resultan particularmente
elocuentes al respecto: Chiapas, Brasil, Ecuador, Argentina, Bolivia…
Estos procesos estimularon el debate entre los actores sociales (nuevos y
viejos) acerca de la posibilidad de cambiar la realidad en que viven, acerca del
sentido y el alcance de tales cambios (proyecto alternativo), y acerca de
quiénes serían los sujetos que lo llevarían adelante. Simultáneamente se
replantearon reflexiones acerca de la problemática del poder, cómo se
constituye, cuáles son los mecanismos de su producción y reproducción, cómo se
transforma y por qué medios. A tono con ello, la búsqueda de respuestas a una
interrogante subordinada: ¿el poder se toma o se construye?
Se entiende el poder, en primer lugar, como una relación social, o mejor dicho,
como un modo de articulación de un conjunto de relaciones sociales que
interactúan de un modo concreto en cada sociedad. Estas relaciones no se reducen
a la esfera del poder político, se asientan en las relaciones económicas
establecidas por el dominio del capital, y se reafirman y reproducen a través de
un complejo sistema sociocultural que define un determinado modo de vida. Todo
ello se resume y condensa como poder dominante, poder que produce y reproduce
una compleja trama social, económica, política y cultural, interarticulada a
través de la vida cotidiana. [2]
El modo de articulación sociocultural que reafirma, impone y recrea el tipo de
poder dominante fue definido por Gramsci como hegemonía, concepto que hoy
cobra peculiar significación práctica en el proceso de disputa con el poder, y
de construcción de poder propio (contra-hegemonía popular) desde abajo.
La construcción de poder propio se asume, desde esta perspectiva, como parte del
necesario proceso de de-construcción de la ideología y las culturas dominantes y
de dominación, que es simultáneamente un proceso de construcción de nuevas
formas de saberes, de capacidades organizativas y de decisión y gobierno de lo
propio en el campo popular. Son nuevas formas que constituyen modos de
empoderamiento local-territoriales, bases de la creación y creciente acumulación
de un nuevo tipo de poder participativo-consciente –no enajenado- desde abajo,
de desarrollo de las conciencias, de las culturas sumergidas y oprimidas, con
múltiples y entrelazadas formas encaminadas a la transformación global de la
sociedad.
Esto supone construir desde abajo la hegemonía política, ideológica y
cultural acerca de la nueva sociedad que se desea, simultáneamente que se la va
diseñando y construyendo (a la hegemonía y a la nueva sociedad) desde ahora, en
cada espacio. Postergar la lucha por la superación de la enajenación humana y el
inicio de los cambios necesarios para lograrla para después de la toma del
poder, empaña y aleja la posibilidad de liberación en vez de contribuir a ella.
Y esto implica un cambio radical en la lógica de las luchas sociales, en la
construcción de la conciencia política, de la organización, del poder propio y,
también, respecto al sujeto social y político de las transformaciones.
De conjunto, esto conforma una nueva estrategia de transformación social, de
poder, de liberación, estrategia que –para diferenciar de la que apostaba todo a
la toma del poder- identifico como de construcción de poder desde abajo.
El camino de la construcción de poder desde abajo constituye una mirada integral
radical del proceso de transformación social, que solo puede ser tal si es -a la
vez y en todas sus múltiples y yuxtapuestas dimensiones-, un proceso de
apropiación del mismo por parte de cada uno de los actores sociales que lo
protagoniza (como grupo y como individuo). La construcción entrelazada a la
articulación abre pistas para tender puentes para construir redes y nodos
articuladores -en lo social, en lo político, en lo sociopolítico, en lo
económico-social, en lo cultural-, entre los sectores sociales, sus
problemáticas y sus expresiones organizativas, entre lo político y lo
reivindicativo, entre lo cotidiano y lo trascendente, entre lo local y lo
nacional, entre lo micro y lo macro, entre el territorio barrial y la ciudad,
entre los excluidos y los incluidos, entre las formas de inclusión y exclusión,
entre lo nacional y lo internacional. [3]
Lejos de ser el centro de la transformación social, el poder político es uno de
sus instrumentos. Centrar y limitar la discusión en la antinómica interrogante
acerca de si el poder se toma o se construye, es empobrecer el pensamiento,
achicar los horizontes, y podar las alas de las voluntades de quienes luchan y
construyen inspirados en la posibilidad de concretar los sueños de un mañana
diferente.
Sin embargo, entre los movimientos sociales y políticos del continente, las
posiciones se han complejizado y polarizado, entre otros factores, por la
supervivencia del pensamiento dogmático en sectores del campo político e
intelectual de la izquierda latinoamericana, que mantienen todavía influencias
significativas sobre el conjunto militante. Estos han aferrado su acción
política a la "toma del poder", y la han contrapuesto a la de muchos movimientos
sociales que apuntan a transformar la sociedad en proceso contradictorio de
construcción y deconstrucción permanente de poder, conciencia, organización y
cultura desde abajo. Para quienes comparten esta concepción no hay un
después en cuanto a tareas, enfoques y actitudes se refiere, lo nuevo se va
gestando y construyendo desde ahora, parcialmente, en balbuceos, en cada
resistencia y lucha enfrentada al capital, y se desarrolla y profundiza en todo
el proceso de transformación de modo permanente.
La contraposición entre tomar el poder o construirlo actúa como barrera que
bloquea las capacidades para re-conocer la realidad social compleja y diversa,
mestiza y multifacética de hoy, para pensar y actuar a partir de ella, junto a
la reflexión y re-apropiación crítica de las experiencias del socialismo
predominante en el siglo XX. La presencia de dicha barrera es particularmente
notoria en lo que hace al debate acerca del sujeto (o los sujetos) de las
transformaciones, que no puede circunscribirse hoy –antes tampoco, en América
Latina- a la clase obrera y sus problemáticas sectoriales.
A primera vista pudiera parecer que los movimientos sociales sustituirían el
protagonismo que otrora tuviera la clase obrera, y que -por tanto-, personifican
a los nuevos sujetos de la transformación. Pero ellos son, por un lado,
expresiones sociales de la fragmentación, atomización y ramificaciones de la
clase obrera producidas por la globalización neoliberal del capital y de su
poder destructivo en la esfera productiva y también, por tanto, en la producción
y reproducción de la vida social y natural de los seres humanos. Por otro lado,
son la resultante del agravamiento extremo de la contradicción capital-trabajo y
de las contradicciones ("secundarias") a ella directamente articuladas. Su
existencia se relaciona también, por tanto, con las nuevas contradicciones
sociales.
Los nuevos actores y actoras sociales surgidos en las últimas décadas, junto con
la clase obrera tal y como ella existe hoy, resultan todos sujetos potenciales
de los cambios sociales, con pleno derecho y capacidad.
Esto anuncia el desarrollo simultáneo de un proceso de articulación-conformación
de un actor colectivo, pensador y constructor desde el presente de la sociedad
futura anhelada. La posibilidad actual de (auto)conformación de este actor
colectivo depende de la capacidad de los actores sociales para articularse entre
sí a través de coordinaciones diversas y el desarrollo de procesos de maduración
colectiva. Por esta vía podrá ir conformándose un actor social y político
interarticulado, conciente de sus fines sociohistóricos, capaz de
identificarlos, definirlos y trazarse vías (y métodos) para alcanzarlos, actor
que -en tal situación- defino conceptualmente "sujeto popular". [4]
Ya no es posible pensar (ni aceptar) la supuesta existencia de varios tipos de
sujetos de la transformación subordinados entre ellos: El "sujeto histórico": la
clase obrera; el "sujeto social": el pueblo, los aliados de la clase, el
campesinado, los estudiantes, los sectores medios…; el "sujeto político": el
partido político (de la clase). Consiguientemente no puede admitirse como obvia
la supuesta necesidad de construir la cadena orgánico-política de
subordinaciones jerárquicamente constituidas de arriba para abajo:
partido-clase-pueblo.
Hoy es necesario replantearse la existencia del sujeto de la transformación
social entendiéndolo como un sujeto que es uno y a la vez múltiple, es decir,
heterogéneo, diverso y -por tanto- articulado. Así lo van evidenciando las
tendencias concretas hacia la construcción de articulaciones locales,
regionales, continentales y mundiales que poco a poco van conformándose entre
diversos actores sociales en los distintos escenarios del continente y el mundo.
Todos reclaman para sí el derecho de hacer política, y actúan claramente en ese
terreno de modo directo o indirecto.
A tono con ello –junto a muchas otras variadas razones-, sería erróneo continuar
pensando las alternativas, circunscribiendo la política y lo político a la
acción de los partidos. Resulta fundamental renovar las miradas y las
reflexiones de los procesos sociotransformadores, sus perspectivas, los alcances
de la acción política y sus actores, la relación entre partidos de izquierda y
movimientos sociales populares. El camino de la acción política resulta de la
articulación encadenada de luchas reivindicativas políticas, sectoriales e
intersectoriales, además de las de clase obrera estrictamente.
Todo esto tiene relación directa con la elaboración de propuestas alternativas,
con las prácticas que las van construyendo y los pensamientos que reflexionan
críticamente sobre ellas y las orientan. En este empeño, por su articulación
radical y transversal con los ejes planteados, lo referente a la temática de
género destaca particularmente.
Género, un concepto de significación múltiple
En la definición, interpretación y empleo del concepto existen diferencias,
ambivalencias y no pocas veces significaciones opuestas. Por ejemplo, las que
emplean algunas agencias "de desarrollo" regenteadas desde el Norte, las que
predominan en el ambiente académico cientificista [Lima Costa 2002: 203-206], y
las que lo hacen en los ámbitos sociales y políticos.
Quizá por ello algunas feministas como, por ejemplo, la periodista Margarita
Cordero, de República Dominicana, rechacen el empleo del concepto género
argumentando que su uso tiene "(…) una explicación a la medida de todos los
problemas," por lo que –según ella-, "(…) entorpece más que ayuda a la
construcción de un pensamiento democrático." [Cordero 2002: 2]
Pero sumarse al reclazo indiscriminado del concepto género por sus múltiples
empleos y significaciones, empobrece la perspectiva transformadora acumulada y
construida por el feminismo consecuente a nivel mundial. El desafío es una y
otra vez retomar su contenido deconstructor-cuestionador integral de las
relaciones sociales asimétricas de poder establecidas entre hombres y mujeres en
detrimento de estas, y también entre mujeres de distinta clase, raza,
nacionalidad... Comprender que "la categoría género se construye tanto social
como relacionalmente". [Lima Costa 2002: 206]
Actualizar su contenido, significación y alcances transformadores en cada una de
las realidades del continente es el mayor aporte –académico, social, político y
cultural- que podemos intentar hacer las y los feministas que compartimos esta
visión de género, articulándonos a los movimientos sociales, a sus labores de
formación política, a sus búsquedas y construcciones inacabadas de propuestas
alternativas.
-¿Oriundo del Norte?
Algunos rechazos se refieren al origen del concepto en los países del Norte,
pretendiendo negar por ello su correspondencia con las realidades de las mujeres
del Sur, sin embargo, esta afirmación no se corresponde plenamente con los
hechos. Habría que conocer en detalle microscópico la historia del mundo entero
para poder afirmar con certeza dónde se empleó por primera vez el concepto (no
solo dónde se escribió y publicó), y en qué momento. Ello no es factible por
ahora, por tal razón, puede aceptarse el planteamiento de quienes afirman que su
formulación proviene del Norte, pero ciertamente, como muy bien expone Lima
Costa [2002], desde hace más de un siglo muchos aspectos estaban ya siendo
abordados –aunque con otros términos- por movimientos de mujeres de África y
Latinoamérica.
-¿Sustituto de "mujer"?
Hablar hoy de problemática de género, de enfoques de género, de perspectiva
de género, etc., resulta cada vez más frecuente entre los movimientos de mujeres
o feministas, también en los movimientos sociales campesinos, de trabajadores,
así como en algunas ramas de la investigación y la enseñanza sociológica y
política. Pese a lo elaborado del concepto en el ámbito de especialistas, no
existe una comprensión ni un criterio unificado acerca de lo que se quiere decir
con género. Se lo emplea –sobre todo en los movimientos sociales- como sinónimo
(y sustituto) de "mujer". Así, las anteriores "Secretarías de la mujer" se han
convertido en las actuales "Secretarías de género", con lo cual, como señala
Lima Costa [Op. Cit.: 207] se vuelva a hacer invisible a las mujeres. De
ahí que –pese al empleo generalizado del concepto-, sea menester explicitar cada
vez el contenido y los referentes teórico-prácticos desde los que se sostiene
una posición determinada.
-¿Sinónimo de "sexo"?
Resulta frecuente también que sexo y género sean interpretados
como sinónimos, sobre todo en culturas de origen hispánico, en las cuales, desde
el lenguaje, el "género" femenino corresponde al sexo femenino, a la hembra, a
la mujer, y el "género" masculino al sexo masculino, al macho, al varón. Para
puntualizar nexos y diferencias, de un modo sintético vale decir que: "El género
es la forma social que adopta cada sexo, toda vez que se le adjudican
connotaciones específicas de valores, funciones y normas, o lo que se llama
también, no muy felizmente, roles sociales." [Aquino, 1992, p. 67]
Esto significa que la conformación del género, entonces, no está fatalmente
encadenada a lo biológico, sino a lo cultural, a lo social. La creación
histórico-cultural social de estereotipos de género desde la concepción
patriarcal-machista a partir de la cual se define la identidad (el ser) de cada
sexo, hace que las características y diferenciaciones de cada sexo (lo
biológico) contengan una alta asimetría discriminatoria en perjuicio de las
mujeres.[5]
Las diferencias biológicas entre los sexos se confunden (mezclándose en una),
con las construcciones socio-culturales de valores y significaciones que se
adjudiquen a lo masculino y a lo femenino en cada momento histórico. "(...) esta
relación se plantea como natural, cuando el género se asimila e iguala al sexo,
al pretender que las diferencias entre la mujer y el hombre son estrictamente de
carácter biológico, y por esa vía se rodea de un aura de naturalidad e
inevitabilidad (...). En el actual sistema sexo-género con dominación masculina,
la diferencia biológica oculta la generación social del género y es base de un
sistema opresivo. // Se cree, de esta forma, que la subordinación de la mujer es
natural porque se asienta en el hecho, también natural, de la inferioridad
femenina." [Sojo 1992: 67]
Una bisagra entre lo público y lo privado
Por esta vía, "(...) lo público se valora como resultado de las
interacciones sociales, mientras que lo doméstico (lugar de la individualidad y
lo personal) se aísla de lo político y se rodea de un halo de naturalidad. Ello,
relacionado con el establecimiento de un sistema sexo-género con dominio
masculino, implica que el espacio doméstico, como campo de la mujer se
naturaliza y se aísla de la política, se vive como adecuado a presuntas
características femeninas, también de índole natural, considerando la
utilización de la biología como dispositivo del poder." [Idem: 69-70]
Con el desarrollo de la humanidad, el mundo o esfera pública quedó cada vez más
separado de la esfera privada y con ello también los roles atribuidos a cada
género al interior de la familia. A consecuencia de una secular (incluso puede
decirse milenaria) acumulación cultural de experiencia y saberes, los hombres
adquirieron mayores habilidades para la vida social y pública, la política y las
guerras, la economía y el poder (del Estado, de las empresas, de la esposa, de
la familia y de los hijos [¿patria potestad?]). Las mujeres adquirieron mayores
habilidades para entenderse con el cuidado de la casa y la crianza de los hijos,
debiendo contentarse supuestamente con dar placer a los maridos o amantes, con
el cultivo de labores manuales y, rara vez, de las artes y las letras. Es decir,
se tornaron expertas en hacer todo aquello que necesitaban los hombres para
sentirse cómodos, compensados y complacidos, para dedicarse de lleno a su vida
pública y privada. En esa división-discriminación de roles, el saber también le
fue prohibido, hasta hace poco –más o menos un siglo-, a las mujeres. Hace poco
más de dos siglos las mujeres inclinadas a las ciencias y la sabiduría, si
pertenecían a familias vinculadas a la iglesia, tuvieron que internarse en
conventos para desarrollar sus aspiraciones intelectuales. Allí se dedicaron a
estudiar, aprendieron y desarrollaron sus conocimientos, pero a costa de la
castración de otras necesidades igualmente humanas de su ser.
Con la reiteración secular de semejante asignación de roles, el mundo de lo
privado se fue cargando de un doble sentido: para los hombres, era un ámbito
donde podían hacer y deshacer a su antojo ya que, para ellos, "privado" quiere
decir que es de "su propiedad". Para las mujeres, por el contrario, como lo
acota María Antonieta Saa, el mundo privado significó, más que algo íntimo y
propio, un mundo "privado de" libertad, de saber, de desarrollo pleno como seres
humanos.[6]
El mundo de lo público, predominantemente masculino y autoritario, dueño de la
producción, del saber, de la política y del poder, necesita y crea –a través de
la conjugación de diversos mecanismos económicos, sociales, culturales-, un
mundo privado subordinado a sus necesidades, una de las cuales es mantener,
reproducir, y ampliar dicha subordinación. Es decir, garantizar la producción y
reproducción de las relaciones de subordinación entre ambos mundos y entre los
hombres y las mujeres que los integran. Pese a los mitos que alimentan el
imaginario de que la mujer es la "reina del hogar", la que ejerce el poder desde
atrás del telón, etcétera… la realidad es que la mujer se encuentra en relación
de desventaja en los ámbitos público y privado. Quizá por ello, hoy todos los
ámbitos están en situación de disputa de poderes y derechos entre hombres y
mujeres.
Veamos un ejemplo acerca de la situación de las mujeres en la Cuba actual: "El
transformar la condición de subordinación a la que estaba relegada la mujer y
llevarla fuera del espacio doméstico, al que estaba confinada históricamente,
convirtiéndola no solo en objeto de las transformaciones sociales, sino también
en sujeto de ellas mismas, fue un importante objetivo del Proyecto Social de la
Revolución Cubana." [Vasallo 2002: 19] Sin embargo, como acota la autora unas
páginas más adelante, "A pesar de los avances y logros de las mujeres en estas
últimas cuatro décadas, se mantiene una importante contradicción: ha avanzado
considerablemente en la conquista del ámbito público y en el ejercicio de
derechos fundamentales, pero sigue siendo la protagonista principal del ámbito
privado. Tiene aún la máxima responsabilidad en la reproducción de la fuerza de
trabajo y es aquí donde con más rigor se ha sentido la crisis económica que nos
afecta y que en Cuba se ha dado en llamar Período Especial." [Vasallo 2002: 23]
-¿Género o clase?
En la perspectiva que sostengo, el concepto género trasciende el plano
estrictamente académico analítico. Su estudio cobra también otros sentidos
sociales pues se articula a la búsqueda de la construcción de relaciones
sociales de equidad de género, al visibilizar los nexos genealógicos que existen
entre las relaciones de subordinación de la mujer al hombre, la producción y
reproducción de un tipo de poder (subordinante, discriminante, excluyente y
autoritario), y los intereses de una clase determinada: la explotadora, en
detrimento de todos los otros seres humanos, particularmente, de las mujeres. En
política, esto significa comprometerse con los procesos que buscan transformar
y/o remover desde la raíz los pilares últimos de la producción y reproducción
social de este tipo de poder (y de sociedad que a él corresponde).
Esto implica rechazar la supuesta neutralidad de la ciencia política que, en
algunos casos, no expone sus presupuestos reales de partida o, en otros, aunque
lo haga, no logra superar el horizonte abstracto liberal al analizar las
relaciones de poder y específicamente, las de género, sin desnudar su carácter
explotador discriminatorio, de clase y, junto con ello, su contenido
patriarcal-machista construido social, económica, histórica, y culturalmente a
través de siglos.
Al analizar el proceso de acumulación originaria de capital, Carlos Marx y
Federico Engles, abordan el entrecruzamiento genealógico entre la existencia de
la subordinación y discriminación de género y los intereses de determinada
clase. Entre sus amplias reflexiones, deseo destacar aquí, la siguiente: "Con la
división del trabajo, que lleva implícitas todas estas contradicciones y que
descansa, a su vez, sobre la división natural del trabajo en el seno de la
familia y en la división de la sociedad en diversas familias opuestas, se da al
mismo tiempo, la distribución y, concretamente, la distribución
desigual, tanto cuantitativa como cualitativamente, del trabajo y de sus
productos; es decir, la propiedad, cuyo primer germen, cuya forma inicial se
contiene ya en la familia, donde la mujer y los hijos son los esclavos
del marido. La esclavitud, todavía muy rudimentaria, ciertamente, latente ya en
la familia, es la primera forma de propiedad, que, por lo demás, ya aquí
corresponde perfectamente a la definición de los modernos economistas, según la
cual es el derecho a disponer de la fuerza de trabajo de otros. Por lo
demás, división del trabajo y propiedad privada son términos idénticos:
uno de ellos dice, referido a la actividad, lo mismo que el otro, referido al
producto de esta." [1974: 31. Cursivas en el original. Negritas y subrayado de
IR]
Es curioso notar que tales planteamientos quedaron relegados o directamente
fueron desconocidos por las corrientes predominantes del marxismo dogmático bajo
el prisma reduccionista y mecánico, hicieron de la explotación económica un
problema exclusivo de la clase obrera industrial (mal identificada como
proletariado), y de la economía un ámbito separado de lo social y lo cultural.
La izquierda formada mayoritariamente en este pensamiento hizo de la
problemática de la discriminación y explotación familiar y la explotación
socioeconómica de las mujeres, una cuestión particular, una "contradicción
secundaria" del capitalismo. No la relacionó con la problemática de clase, ni la
consideró una parte importante (fundamental) de la lucha (de clases) para poner
fin a la explotación del hombre por el hombre -según el lenguaje
sexista de entonces-, expresión que hoy debe leerse como la aspiración universal
al fin de toda explotación de unos seres humanos por otros.
Género y clase se dan la mano, y lejos de contraponerse y excluirse logran
desentrañar el contenido del poder patriarcal machista autoritario poniendo al
descubierto su genealogía y pertenencia de clase: La de los que detentan el
poder basado en la explotación, discriminación, subordinación, opresión y
exclusión de los seres humanos en lo económico, político, jurídico, ideológico,
religioso, cultural, en los ámbitos social y familiar. Ello se conforma, moldea
y se asienta, en primer lugar, en la producción y reproducción de un tipo
cultural de relación hombre-mujer en el seno de la familia. Esta relación ha
constituido identidades y fijado roles. De ahí que su modificación y
transformación radical (desde la raíz) suponga un proceso social complejo
interarticulado de múltiples transformaciones y transiciones.
Además de estar al servicio de una determinada clase: la del capital, y
específicamente de los hombres de esa clase: los capitalistas, el poder
discriminador, explotador y excluyente –para afianzarse como tal- ha necesitado
(y necesita) mimetizarse socialmente, invisibilizar su contenido de clase y
presentarse como un componente "natural" de la vida social y, en tanto tal,
eternizable. Para ello apela a todo su aparato político, ideológico, religioso y
cultural, concitando la complicidad (aceptación) –no consciente- de tales
prácticas por parte de la amplia mayoría de hombres y mujeres. La generalización
socio-cultural de la supuesta superioridad y los privilegios de los hombres de
las clases capitalistas –antes artesanos y comerciantes, antes señores feudales,
antes esclavistas- como si fueran características naturales propias de todos los
hombres, le garantiza al poder autoritario machista del capital, por un lado,
invisibilizar su origen, contenido y pertenencia de clase y, por el otro,
contribuir a la reproducción de su esencia explotadora, subordinante,
discriminante y excluyente de la gran mayoría de los seres humanos.
Con el capitalismo se han perfeccionado y modificado viejos mecanismos y modelos
de subordinación de la mujer al hombre. El capital ha acondicionando el
funcionamiento de la vida social pública y privada y los roles de hombres y
mujeres en ellas, acorde con el funcionamiento del mercado y las necesidades de
la compleja producción y reproducción de su hegemonía económica, ideológica,
política y cultural. Las consecuencias deshumanizantes que ello acarrea en la
vida familiar de millones de pobres despojados de sus trabajos, de sus tierras,
de sus casas, de su país, junto a la sobrecarga económica, física y espiritual
que ello representa, alcanza niveles insospechados en la época de la
globalización neoliberal, en las regiones empobrecidas del planeta,
particularmente para las mujeres y los niños. Ellos se ven envueltos en
modalidades de violencia, esclavitud o sumisión que habían sido superadas
históricamente por la humanidad.
¿Cabe continuar haciendo estudios de mujeres?
La problemática de género, sus estudios y sus propuestas transformadoras que
buscan la equidad en las relaciones de género (y de poder), no pueden
considerarse "de mujeres" ni "para mujeres"; sus reflexiones y conclusiones
atañen a hombres y mujeres y, por tanto, a la sociedad en su conjunto. Sin
embargo, como existe una relación asimétrica de poder entre hombres y mujeres,
existen privilegios y espacios a defender por parte de ellos, y oportunidades y
espacios a conquistar por parte de ellas. Sería ilusorio pensar que esta
relación asimétrica cambiará espontáneamente, y esperar que la igualdad y la
justicia para las mujeres llegue a nosotras sin luchar por nuestros derechos.
La experiencia demuestra, por ejemplo, que es errado esperar que nuestra voz sea
escuchada si no logramos hacernos escuchar. Como afirma la religiosa y luchadora
social brasileña, Pompéa Bernasconi: "Es necesario que nos tornemos competentes,
que estudiemos y procuremos participar en los debates, en los diálogos,
perdiendo el miedo de hablar, de exponer nuestras ideas, para ocupar nuestro
espacio porque, por la propia educación, la mujer quedó siempre en un segundo
plano, para los estudios, para la participación en los debates, etcétera.
Colocando nuestra forma de hablar y de pensar iremos quebrando ese machismo,
asumiendo nuestro lugar." [En Rauber 1998: 84]
Por ello, en los estudios de género –teniendo presente la interrelación social
hombre-mujer que subyace y condiciona todo análisis-, considero importante
priorizar el conocimiento de las experiencias de luchas de las mujeres por la
equidad, la participación, las oportunidades… en diversos espacios. Somos
conscientes de que no es todo el problema, pero se corresponde -de las dos
partes- con la más interesada en poner fin a la explotación, subordinación y
discriminación existente. Tales reflexiones buscan así, también, contribuir a la
maduración crítica y el crecimiento colectivo de las mujeres respecto a su rol
en el proceso de transformación social y en la construcción de las alternativas
que dicho empeño reclama.
Coincido con Lima Costa, por tanto, cuando relativiza la pertinencia y utilidad
transformadora de los estudios sobre masculinidad, sobre todo cuando se
desarrollan desarticulados de la perspectiva crítica feminista. "(…) demasiado a
menudo el estudio de la masculinidad parece alcanzarse a costa del estudio de
las mujeres, con la desafortunada implicación de que los problemas sobre las
mujeres han perdido interés o son tan familiares que ya no hay que cuestionarlos
más. Además, cuando la investigación presta mayor atención a las preocupaciones
del género y a la fragilidad de vínculos entre los varones, tiende a ignorar los
fuertes lazos entre masculinidad, poder patriarcal y privilegio." [Op. Cit.:
211]
Luchar por nuestros derechos, resistir los embates de la complicidad masculina
en todos los ámbitos de nuestro quehacer, y crear a la vez nuestros nuevos modos
de ser mujer en el mundo, irá poco a poco modificando los roles, las
identidades, las relaciones… Nada puede lograrse por separado de una
transformación social mayor. Y aunque será difícil convertir el ideal utópico en
realidad, para las mujeres es el único camino: la lucha y la construcción de lo
nuevo que será, en gran medida, engendrado y parido por nosotras. Nos anima la
convicción de que los hombres se irán sumando poco a poco, ganando conciencia
acerca de la importancia de luchar por la equidad de género para construir un
mundo diferente y justo. Esto supone nuevos modos de ser mujer y de ser hombre,
que se irán conformando en la medida que vayamos conquistando espacios y
transformándolos, demostrando que no se trata de una lucha contra ellos -para
desplazarlos y ocupar su lugar, invirtiendo la relación de poder-, sino a favor
de la liberación de todas y todos.
Esta afirmación tal vez no resulte muy académica para algunos porque no existen
hechos tangibles en que la respalden, pero es racional. Y somos optimistas
porque al igual que el gran sabio de la dialéctica, confiamos en que: si todo lo
real es racional, todo lo racional puede llegar a ser real.
Lucha por la igualdad de géneros en los movimientos
sociales
Presencias, comportamientos y enfoques diferenciados
En los estudios realizados con organizaciones barriales de Santo Domingo,
República Dominicana, de Lima, Perú, con organizaciones integrantes de Vía
Campesina, en Brasil, con organizaciones piqueteras de Argentina, entre otras,
hemos notado que la presencia y participación de las mujeres resulta mayoritaria
y decisiva para la dinámica y el desarrollo de tales organizaciones. Ellas
luchan sin frenos para garantizar la alimentación básica, el techo, la tierra,
el agua, y para mejorar las condiciones de vida de la comunidad que son -a la
vez- las de su familia y las de ellas mismas, por ser ellas quienes primero
chocan con las dificultades diarias en el ámbito hogareño. En momentos
diferenciados pude observar que esa presencia militante de las mujeres marca
comportamientos y enfoques específicos:
- Emplean un lenguaje directo, sencillo.
- Las propuestas tienen un sentido práctico de aplicación inmediata.
- Convencen con sus obras, no con discursos.
- Trasladan a la organización sus capacidades administrativas adquiridas en el
manejo del hogar.
- Laboran en la comunidad agregando otra jornada a su jornada familiar, sin
recibir remuneración a cambio.[7]
- Hacen política a través de la lucha diaria por la sobrevivencia.
- El liderazgo se basa en el rol maternal de las mujeres.
a) La comprensión del alcance estratégico de las luchas por la
sobrevivencia
En los barrios empobrecidos, marginados o excluidos, la lucha empieza cada
día por buscar el sustento para ese día. Se trata de una guerra sin cuartel
contra la muerte que asecha en cada rincón, a cada instante. El hambre, las
enfermedades y el analfabetismo son tres implacables soldados de la muerte que
–entrecruzados- deambulan por las realidades cotidianas de los pueblos
saqueados, explotados, empobrecidos y excluidos de Latinoamérica. Estas penurias
son enfrentadas de modo silencioso y cotidiano, sin descanso, por las mujeres de
las barriadas empobrecidas en las periferias de las ciudades, por las indígenas
de los Andes y las ladinas de aldeas y ciudades, por las campesinas con y
sin tierra de los campos del continente: Comedores infantiles, panaderías
comunitarias, almacenes colectivos, centros de salud, núcleos de alfabetización,
huertas colectivas, etc., fueron y son impulsados fundamentalmente por mujeres.
Ellas asumen siempre la conducción de los hilos estratégicos de la sobrevivencia
aunque, aparentemente -para el pensamiento tradicional del quehacer político-,
su mentalidad sea cortoplacista y doméstica. Sin su labor, para millones de
seres humanos el día de mañana sería imposible.
Las organizaciones comunitarias o cooperativas locales cuyo objetivo primero es
la sobrevivencia alimentaria, han sido formadas generalmente por madres de
familia y, al igual que ellas, conjugan diversos intereses: los de las mujeres,
los de las familias, y los del barrio. "A partir de su trabajo en comedores, las
mujeres organizadas brindan salidas alternativas a los diferentes problemas de
supervivencia, se alivia el hambre de las familias abaratando el costo de los
alimentos y se previene y cura enfermedades en la comunidad contando con la
vigilancia nutricional en los comedores y botiquines comunales. Atienden
campañas de vacunación y tratan de prevenir el cólera, la deshidratación, la
diarrea y la tuberculosis." [Córdova Cayo 1995: 109]
En el barrio de Lima en el que ocurre la experiencia mencionada en la cita
anterior, se conjuga la actividad de dos tipos de organizaciones: de la Junta
Directiva Vecinal y de las organizaciones de mujeres. Estas organizaciones "(…)
atienden dos áreas diferenciadas: la primera preocupada por asuntos de
infraestructura y servicios urbanos que cuenta con la dirección y gestión de los
varones y con el trabajo comunal voluntario de los vecinos. El segundo espectro
de problemas, bajo la mirada de las vecinas, atiende aspectos relacionados a la
supervivencia, como la alimentación y la salud. Ambos aspectos afectan a los
pobladores en la vida comunal y en la vida familiar.
"Atender la preparación de cientos de menúes, es asunto asumido por las
organizaciones femeninas y se vincula directamente con la reproducción cotidiana
de la familia.
"La realización de una obra comunal de instalación del servicio de luz eléctrica
o de agua, es realizada bajo la responsabilidad del comité vecinal, dirigido
mayormente por varones y beneficia al conjunto de la población. (…) el trabajo
de los varones en el barrio tiene un impacto visible y tangible, a diferencia
del de las mujeres que se hace invisible." [Córdova Cayo 1995: 109-110]
Como expresa la autora, existe una invisibilización del trabajo de las mujeres
y, por tanto, se hace invisible también el sentido y alcance estratégico de ese
trabajo; es una invisibilización que tiene un alto contenido
ideológico-cultural, pues se anuda a la reproducción de obsoletos paradigmas
respecto a la identidad de la mujer, sus capacidades y ámbitos de desempeño.
La permanencia en ellas del imaginario y estereotipo cultural acerca de lo que
significa -social e individualmente- ser mujer y ser hombre, a pesar de las
prácticas que niegan tales supuestos mostrando su lado intencionado e
ideológico, pone de manifiesto, una vez más, que la incorporación del enfoque de
género en las diversas organizaciones, en su estructuración interior, en sus
objetivos y en el terreno de la formación de su pensamiento estratégico, resulta
vital.
b) Manejo múltiple de la dimensión y concepción espacio-temporal
Las mujeres que participan en labores comunitarias no relacionan "empleo del
tiempo" con "dinero no reembolsando". Tienen un manejo (y concepto) del tiempo
diferente, ya que deben multiplicarlo para poder cumplir con sus
responsabilidades en el ámbito familiar y comunitario, y no pocas veces también
en el laboral.
Hablando de ello con la dirigente indígena peruana, Concepción Quispe, ella
reflexionaba: "La Confederación Campesina del Perú me paga mi pasaje, pero mi
tiempo no. Para venir, por ejemplo, ahora, me han dado mi pasaje, de un
aeropuerto a otro aeropuerto, de ese aeropuerto yo tengo que arreglarme para
llegar, eso no se incluye. ¿Y tú crees que en este momento, con esta crisis, con
esta hambre y con esta miseria, las mujeres van a tener posibilidades? No.
Claro, el hombre dice: ‘¡Carajo!, yo voy a ir y tengo que tener en el bolsillo
siquiera mil Intis[8], tengo que tener diez mil’. Quieras o no quieras le
tienes que dar. Con nosotras no es así." [En, Rauber 1992: 109]
Precisamente por el tipo de labor que desempañan en las organizaciones sociales,
las mujeres que allí se desempeñan tienden a relacionar el empleo del tiempo que
invierten en la realización de actividades comunitarias con el tiempo que ellas
dedican a su familia, haciendo de la comunidad una prolongación del ámbito
familiar. Sin embargo, contradictoriamente con ello, en la mayoría de los
estudios realizados en República Dominicana y en Argentina, las mujeres que
militan en ámbitos comunitarios han manifestado que este es un tiempo que ellas
les "roban" a la familia.
Habiendo interiorizado que su lugar es la casa y su papel atender a la familia,
todo lo que ella haga en la comunidad y por la comunidad –que también es por y
para la familia- se lo impone como labores que puede desempeñar además de
cumplir con "sus deberes" hogareños, es decir, como algo que puede hacer luego
de cumplir con lo que considera "su obligación" como madre y esposa. Esto podría
explicar tal vez, la presencia de sentimientos de culpa que hemos encontrado en
un porcentaje considerable de estas mujeres, en los lugares donde hemos
realizado estudios al respecto: República Dominicana, Cuba, Argentina, Ecuador,
Perú.
La violencia como respuesta
La culpa mencionada podría ser parte del soporte cultural de la tolerancia
de muchas mujeres para soportar los ataques violentos de sus esposos cuando dan
los primeros pasos fuera de la casa.
Es fundamental que la mujer interiorice que ella no es merecedora de tales
"reprimendas", que con su participación en actividades comunitarias o con su
presencia en organizaciones sociales no le está "robando" tiempo a la familia,
no está descuidando a sus hijos, sino desarrollándose como ser social que es,
asumiendo tareas y responsabilidades colectivas que comprenden también a su
familia. Obviamente siempre queda abierto el camino de dar la vuelta y marcharse
del hogar o expulsar al marido, pero esta no es una decisión simple, en primer
lugar, por los vínculos económicos que anudan la vida de ambos y, sobre todo,
debido a la dependencia de la mujer respecto del hombre para mantenerse ella y
sus hijos. En segundo lugar, debido a la carga cultural que la mujer lleva
adentro, aunque no comparta los métodos, tiende a justificar al marido una y
otra vez. No ocurre así en todos los casos, pero es todavía una actitud muy
frecuentemente las mujeres.
c) La interconexión entre lo privado y lo público en la comunidad
Con mucho esfuerzo, a través de las soluciones de sobrevivencia, de la lucha
por la salud y la alfabetización, a través de la vida en campamentos de
asentados sin tierra o en los cortes de rutas piqueteros, ellas construyen redes
que diseñan modos de interdependencia y conexión nuevas entre lo publico y lo
privado. Al integrar el espacio doméstico en la comunidad, ellas logran -de
hecho- la prolongación de lo que Vianello [2001] llama el "espacio ovular"
doméstico. A su vez, ello implica incorporar la vida comunitaria al interior de
la vida ovular, estableciendo relaciones de interacción e interdependencia entre
una y otra. Incluso los problemas familiares, como la violencia del esposo hacia
la esposa, pueden ser tratados de un modo diferente cuando ella es parte de un
movimiento social comunitario.
Así lo refleja, por ejemplo, el testimonio de Marcelo Pereira, dirigente
piquetero argentino, integrante de la Corriente Clasista y Combativa (CCC) en el
barrio San José, en La Matanza. Reflexionando acerca de su experiencia en este
aspecto, comentó: "A este movimiento [piquetero] me trae mi madre, mi esposa. Yo
era muy crítico; viviéndolo fue como cambié de parecer y empecé a profundizar lo
que es este movimiento.
"Una vez vengo de afuera, del Norte, con una camioneta que había ido a probar,
justo era el fin de octubre, cuando se iniciaba el corte de la Ruta 3 de los
seis días... Yo sabía que mi esposa y mi mamá estaban en el movimiento, pero
nada más. Cuando me entero del corte, como sabía que mi mamá estaba en la CCC,
zapateaba, echaba chispas pensando en lo que pasaría, quería saber dónde
estarían ella, mi mujer y mi hijo.
"Pisé el acelerador; de 160 Km. por hora no bajaba, pensaba cómo me iba a
encontrar a mi familia. Con mi pareja iba a ser un desastre el encuentro porque
yo venía enojadísimo, mal... no veía la necesidad. Yo era bastante agresivo con
mi pareja y venía decidido a llevarla a casa a trompadas, pues los problemas los
resolvía siempre a trompadas, con mi pareja, con mis amigos...
"Al llegar allá, me metí al piquete con camioneta y todo: me encuentro a mi
señora toda negra, llena del hollín de las gomas quemadas, pero también estaba
mi madre, mi cuñada, mis vecinos y amigos que se criaron junto conmigo. Me quedé
asombrado al ver a toda mi familia, a todos esos chicos, a mis vecinos, a mis
amigos; me quedé paralizado. Me integré al piquete de inmediato. Durante el
tiempo que duró, trabajé de día, y de noche iba para el piquete, hacía las
guardias de seguridad, lo que fuera.
"He cambiado muchísimo, he aprendido en la discusión con mis compañeros,
haciendo análisis. El movimiento también me enseñó a cambiar, sobre todo, el
comportamiento violento hacia mi esposa, hacia mi familia; poco a poco uno va
tomando medidas, va cambiado." [Rauber 2003]
Como expongo en el artículo sobre las mujeres piqueteras: "En condiciones de
exclusión social, pobreza y género se entremezclan, dotando de
múltiples sentidos a las acciones que hombres y mujeres realizan para enfrentar
la situación impuesta por la guerra de sobrevivencia, a la par que tornan más
complejo cualquier debate sobre las alternativas posibles, particularmente, en
el plano de las relaciones sociales-familiares hombre mujer. Los roles, valores
y patrones de conducta han saltado por los aires junto con la desocupación, el
abandono del Estado de su responsabilidad social para con sus ciudadanos, el
chantaje por migajas de pan, la desnaturalización de la familia y las
responsabilidades de cada cual." [Rauber 2002: 160]
d) La integración de la organización social como parte de su vida familiar
y personal y viceversa
En los estudios realizados en barrios pobres de Santo Domingo, constatamos
que las mujeres organizadas, las no organizadas, y también los hombres, tienen
-en general- una visión positiva ponderada acerca de la importancia de las
organizaciones barriales en la vida de la mujer. Esto se debe, por un lado, a
que las organizaciones ayudan a mejorar la vida en el barrio y –con ello-
contribuyen a mejorar la vida cotidiana en el hogar. Por otro, porque las
mujeres aprecian a la organización barrial como un espacio de igualdad y de
liberación de la rutina gris de las tareas domésticas. Y también, porque las
organizaciones barriales propician una mayor participación de los hombres en las
tareas del hogar.
La organización barrial resulta de hecho un espacio puente entre la casa y el
barrio, entre el claustro doméstico femenino y su salida a la vida pública. Como
lo afirman las propias mujeres: ellas se sienten allí iguales que los hombres.
Este es uno de los resultados positivos más evidentes de la presencia de las
mujeres en las organizaciones barriales y reivindicativas de variado tipo: allí
ellas aprenden a valorarse como actoras sociales activas, capaces de pensar y
actuar con cabeza propia.
e) La participación y la representación
La participación de las mujeres es mayoritaria en la base, pero va
disminuyendo progresivamente en la medida en que se elevan las responsabilidades
en cargos de representación intermedia y, más aún, en la dirección general. Ello
se debe a trabas de diversos órdenes, además de que –tradicionalmente- los
espacios de representación son considerados propios de los hombres, algunas
veces ello ocurre porque las mujeres se niegan a integrar estos ámbitos porque
consideran que no tienen tiempo para ello o por baja autoestima. Otras veces, ni
siquiera son propuestas para cargos con responsabilidad y representación por la
competencia que los hombres desatan contra ellas.
"Porque nosotras tenemos instalado en nuestro ser lo que hemos aprendido por
tiempos inmemoriales. En primer lugar, que nosotras trabajamos para adentro de
la casa, en los sustratos menos visibles, de la alimentación, del cuidado.
Estamos asignadas para ocupar un lugar de servicio, pero no cualquier servicio
sino de servicio a un poder existente. Y tenemos que desandar esto que está
instituido en nuestro ser: estar siempre en el segundo lugar." [En Rauber 1998:
192-193]
Es por ello que, una vez más, surge como tarea imprescindible apuntalar los
procesos concretos de organización con amplia participación femenina,
fortaleciendo las capacidades de acción y representación de las mujeres acorde
con sus realidades y necesidades. Cuando esto emerge en los movimientos sociales
con los que interactuamos, elaboramos conjuntamente los contenidos y los ritmos
del aprendizaje: sobre género y poder, sobre empoderamiento, sobre política,
sobre participación, sobre comunicación, manejo de computación, etcétera. Con
ello nuestra labor funde práctica y teoría en ámbitos sociales concretos. No
basta con denunciar la exclusión de las mujeres de los lugares de toma de
decisiones; es fundamental llegar a conclusiones prácticas y comprometerse con
su realización en la medida que ello sea factible y compartido por las
organizaciones sociales con las que se interactúa.
Aportes de la perspectiva de género a la
construcción de alternativas populares
Las alternativas populares se refieren a las características de la sociedad que
se busca, del tipo de poder que –siguiendo a Gramsci- a ella se corresponde, es
decir, del tipo de interrelación entre democracia, estado y sociedad. Es por
ello que pensarlas y diseñarlas teniendo en cuenta la búsqueda de equidad de
género desde las raíces mismas de la conformación del poder, resulta central. En
este sentido, además de lo ya expresado, subrayando algunos elementos en los que
se destacan particularmente los aportes de esta perspectiva.
· Amplía los fundamentos de la apuesta a la construcción de poder desde abajo
Como se ha planteado, la concepción de género resulta enriquecedora de la noción
del poder, lo es también, por tanto, respecto de las propuestas y las prácticas
de construcción de poder desde abajo impulsadas por los nuevos movimientos
sociales.[9] Incorpora elementos sociopolíticos que profundizan dichos procesos:
aporta elementos claves para transformar -articulada y simultáneamente- las
relaciones de opresión, explotación, discriminación y exclusión, en la sociedad,
en la familia, en el trabajo, en el barrio, en la organización vecinal o
sindical, en el partido, en los movimientos de mujeres, etcétera.
La mirada de género rompe las barreras del pensamiento político tradicional de
la izquierda que separa la cotidianidad, lo reivindicativo social, del quehacer
político. Al desnudar el contenido político de lo que se suponía privado, el
enfoque de género "(…) impacta a la sociedad en dos niveles: por un lado, porque
pone nuevos temas en el debate y evidencia su contenido político, y por otro,
porque politiza lo privado y devela que dentro de las relaciones personales
encubiertas y justificadas por amor, afecto y entrega hay relaciones terribles
de poder entre los sexos." [Vargas Valente S/F: 4]
El reclamo de equidad de género es radicalmente democratizador, precisamente
porque no puede haber una verdadera democratización del mundo público si se
mantienen intactas las relaciones hombre-mujer en el mundo privado, y si se
mantiene, en general, la subordinación de lo privado en función del desarrollo
de lo público. Porque:
-"La democracia sólo para hombres es tan bárbara y tan incompleta como lo fue la
democracia griega, basada en la igualdad de derechos entre los miembros de una
pequeña aristocracia, y en la ausencia completa de derechos para las grandes
masas populares.
-"No hay ni puede haber democracia en donde las mujeres no tienen los mismos
derechos del hombre y en donde, en consecuencia, la vida social en todos sus
aspectos no está constituida y dirigida por hombres y mujeres sin distinción.
-"(...) Sin las mujeres no hay democracia. Sin democracia no hay progreso del
pueblo. Sin democracia no hay sentido profundo de la patria." [Lombardo Toledano
1984: 11-18]
Esto alude a tres elementos importantes:
-El mundo de lo privado es parte del político (aunque más no fuese como
condición de su existencia) y como tal, susceptible de convertirse en político.
-Las luchas por la democratización de las sociedades deben –para llegar hasta la
raíz- incorporar la democratización de las relaciones hombre-mujer en lo público
y en lo privado. En consecuencia:
-Las luchas de las mujeres en contra de su discriminación y marginación atañen a
la democratización de toda la sociedad.[10] Esto supone la transformación
radical del poder, por lo que constituyen una lucha política.
· Acrecienta el significado, contenido y alcances de la acción política y de
la dimensión ciudadana
Al incorporarse al mundo político los nuevos actores y las nuevas actoras
sociales, incorporan a él también sus intereses, sus puntos de vista y
necesidades, sus visiones de la realidad en que viven y la conciencia política
acerca de ella. Si toda acción de transformación de las relaciones de poder allí
donde éstas se den es una acción política, los temas referidos a la sexualidad,
a la violencia contra las mujeres, a las relaciones padres e hijos y hombre
mujer, y, en general todos los que abordan la organización de la vida cotidiana,
cobran una importancia fundamental en la dimensión y acción política actual y
futura.
En este sentido, las luchas por la equidad de género le imprimen un contenido
más complejo a la política y a la acción política,[11] sacándola del ámbito de
la lucha por el poder del Estado, articulándola a los otros ámbitos de la vida
social, enlazando –además de lo público y lo privado-, lo estratégico con lo
cotidiano y reivindicativo. No se trata de luchas o problemáticas separadas. Las
luchas de las mujeres, como la de otros actores sociales, reafirma que la
lucha es reivindicativo-política, es decir, una lucha contra las
estructuras, los medios, los valores, la cultura y los mecanismos de producción
y reproducción material y espiritual del poder de dominación discriminatorio y
discriminante, excluyente y crecientemente marginador de mayorías, y de
construcción de poder y cultura propios.
Entre múltiples aspectos, esto reafirma que:
1. Que lo reivindicativo sectorial no es un "defecto" o traba que debe ser
"superado" por el proyecto político. Este no está ubicado "por encima" de lo
reivindicativo sectorial, sino que parte de ahí, y lo contiene articulándolo en
una nueva dimensión y proyección.
a) Lo político no es jerárquicamente "superior" a lo reivindicativo.
b) Lo reivindicativo no tiene un "techo" o límite, como no sea el que le fija su
propia contraposición con lo político.
La falta de articulación de lo político con lo reivindicativo se traduce en la
fractura entre las luchas por la transformación de la sociedad y las que impone
la dinámica de la vida cotidiana, el ideal de la nueva sociedad ansiada con los
modos alternativos y solidarios de vida generados en ámbitos de la comunidades,
etcétera.
2. Que es necesario articular las protestas (oposición) con propuestas concretas
(posición propia) capaces de orientar en sus luchas a la población del sector en
conflicto en cada caso. Esto es: construir respuestas concretas a problemáticas
también concretas. Reclama elaborar respuestas inmediatas a reivindicaciones
inmediatas, pero ello no implica que la inmediatez y la temporalidad sean su
horizonte y límite "natural". Al contrario, tales propuestas encierran un alto
potencial político que es posible (y necesario) poner de manifiesto en el propio
proceso de lucha por su concreción.
Es allí, cuando el proceso práctico pedagógico de formación de conciencia
política logra su mayor potencialidad. Sobre la base de procesos colectivos de
reflexión-formación sobre sus luchas los actores sociales van conformando
procesos práctico-teórico-pedagógicos de formación de conciencia política. En
ellos se va poniendo de manifiesto la raíz sistémica del problema y también la
dimensión y el alcance altersistémico (no confundir con anti-sistémico)
de la propuesta. En esto radica, de últimas, el contenido y sentido político
central de lo reivindicativo sectorial.
Aceptar esto implica romper con la aún mayoritaria idea de que la práctica
política corresponde sólo a partidos políticos o a especialistas, [12] supone
reconsiderar lo que se entiende por escena política, tradicionalmente entendida
como el campo de acción abierta de las fuerzas sociales mediante su
representación en partidos. Pero la escena política comprende al conjunto de
fuerzas sociales actuantes en el campo de la acción política en un momento dado,
independientemente de que éstas se hallen organizadas o no en estructuras
político-partidarias. Respetando todo lo que son o puedan llegar a ser las
opciones partidarias, la participación política de la ciudadanía, de hecho,
reclama la incorporación de los diversos actores y actoras a una discusión y a
un escenario más amplio que el de los partidos.
La incorporación de las mujeres a la vida política no puede circunscribirse
entonces a su incorporación a los partidos tradicionales de izquierda o derecha,
ni a integrar sus listas electorales. En determinadas realidades, esto resulta
un paso importante para la transformación del mundo público, pero no basta.
Porque no es extraño ni difícil encontrar a las mujeres desempeñando tareas de
contenido infraestructural también en los ámbitos públicos, acondicionando,
agilizando y potenciando con ello el tiempo y las capacidades masculinas para
que los hombres se concentren en la toma de decisiones, y en la ejecución y el
control de las mismas "Se requiere que la responsabilidad del ámbito privado y
las labores domésticas no sigan recayendo sólo sobre las mujeres y que la
presunta inferioridad de esos papeles no se traslade a las labores públicas."
[Ramírez. 1994, p.9].
"Es por eso que la participación de la mujer en la vida política, es
necesariamente subversiva porque concierne al fundamento mismo de la sociedad, a
la vida social, la vida de la familia, los roles tradicionales del hombre y de
la mujer, las reparticiones de carga en el seno familiar." [Saada 1990: 21-22]
La participación de las mujeres tiene que darse a todos los niveles, en lo
"(...) económico social, científico, tecnológico e inclusive en la planificación
de las políticas de desarrollo tan importante para el avance de nuestros países.
La democracia adquiere así un sentido básico de derecho a la vida, a una vida
diferente, a una vida donde no solamente haya bienestar, sino donde haya
posibilidades de desarrollar la igualdad de los seres humanos, respetando la
posibilidad de ser diferentes." [Idem: 3]
· Incorpora con fuerza la cultura teórico-práctica de la educación popular
La articulación de las concepciones y prácticas de la educación popular, resulta
imprescindible en los actuales procesos de construcción de alternativas: ella
orienta la acción del pensamiento a tomar como punto de partida las prácticas
concretas, para reflexionar desde allí y colectivamente, es decir, se propone
construir el conocimiento desde abajo, con todos los y las protagonistas de las
luchas y, por el mismo camino, definir los rumbos, alcances y objetivos de las
mismas.
La educación popular está presente en las organizaciones sociales, en los
procesos de formación y en las prácticas de vida y organización sobre la base de
prácticas horizontales y participativas. Si se tiene en cuenta que en tales
organizaciones las mujeres son la fuerza mayoritaria y clave, puede comprenderse
que el empleo sistemático de la educación popular que se caracteriza por dar la
palabra a los sin voz, contribuye a hacer visible -social y políticamente- la
presencia de las mujeres en los procesos sociotransformadores, contribuye a
dignificar y valorizar su palabra, su pensamiento y su acción. Y esto es así
tanto hacia el exterior de la organización como hacia su interior, y en cada
mujer, en la elevación de su autoestima y su capacidad para constituirse en una
ciudadana plena y activa.
Su práctica educativa -que construye saberes a partir de los modos de vida
concretos-, levanta los puentes básicos que ponen al descubierto los nexos e
intercondicionamientos entre un determinado modo de existir y reproducirse del
mundo privado y un determinado modo de existir y reproducirse del mundo público,
y contribuye a que los que participan del proceso educativo puedan descubrir los
nexos entre una realidad supuestamente privada e individual, aparentemente
casuística, con la realidad de un determinado modo de existencia económica,
política y cultural de la sociedad en que vive.
Saber y poder se conjugan en los procesos de su realización. Por ello resulta,
por un lado, cuestionadora radical del poder hegemónico, discriminador y
excluyente del capital, haciendo visible los nexos que existen entre este y una
determinada conformación –histórico cultural- de las identidades, los roles y
los ámbitos atribuidos -en tal relación-, a los géneros. Por otro, al fortalecer
el conocimiento colectivo de los movimientos sociales acerca de sus
experiencias, al contribuir al mejor análisis de evaluación de logros y
deficiencias, la educación popular es clave también para los procesos de
empoderamiento social,[13] entendiendo que el primero y fundamental de ellos es
el del saber: qué, cómo, para qué, quiénes. Como dice Pompea Bernasconi:
"(…) el poder está vinculado al saber y al hacer. Por eso, en la educación
popular es importante lograr que el pueblo descubra su saber y posea una
conciencia crítica de la realidad para que tenga poder sobre ella y pueda
modificarla." [En, Rauber 1998: 75-76]
Por todo ello, para las mujeres de las organizaciones sociales populares la
educación popular es una herramienta importante: legaliza su participación,
otorga sentido social a su saber supuestamente limitado por lo cotidiano y "sin
importancia", la autodescubre como ciudadana y a través de su saber –formación
mediante- contribuye a profundizar los procesos concretos de empoderamiento en
los que ellas participan, tornándolos "para sí", es decir, fortaleciéndolas como
actoras sociales y políticas plenas.
· Reivindica el reconocimiento positivo de las diferencias, de los y las
diferentes
Reivindicar la diferencia como vía de profundización de la individualidad del
ser humano propia de la modernidad, es el reclamo primero de la posmodernidad.
Junto a ello, emergen también con fuerza los estudios acerca de lo micro, y
muestran su riqueza y pertinencia frente a las anteriores predominantes visiones
macro que invisibilizaron gran parte de las realidades particulares. Ambos
aspectos pueden considerarse –a mi entender- como uno de los importantes aportes
de esta corriente de pensamiento. Pero el centrarse casi exclusivamente en la
explicación de la diferencia, de lo micro, ha mostrado su lado flaco, al tornar
los análisis particulares en abstractos y unilaterales al considerarlos
inconexos con los fenómenos del mundo real (interdependiente, multifacético,
complejo). Esto dificulta pensar la sociedad como totalidad, buscar los nexos
socio-económicos y culturales entre los sectores sociales que la integran,
descubrir –además de sus diferencias- sus intereses comunes y, por tanto, su
capacidad y posibilidad de pensar, luchar y organizarse colectivamente por sus
derechos.
"En los ochentas en los Estados Unidos, surgió la teoría que las opresiones
sociales son interseccionales y no meramente aditivos, y entonces las feministas
no pueden desconectar la identidad de género de las identidades raciales y de
clase e intereses. Esto señala que debemos rechazar la idea de que las mujeres
tienen intereses en común como grupo (Collins 1990, Harris 1990, Spelman 1988).
Pero esta conclusión parece dejar los movimientos de mujeres sin una base social
para unirse a pesar de diferencias de raza, clase y sexualidad. Gayatri Spivak
propone la idea de una "esencial estrategia" de mujeres como grupo social (Spivak
1990). Pero, ¿podemos suponer que las mujeres como grupo social tienen intereses
en común?" [Ferguson 2005]
Transformado en objetivo de sí mismo lo diferente pierde sentido social y
político ya que –por esta vía- la sociedad sería una suma creciente de grupos
humanos e individuos aislados entre sí, fragmentados y clasificados por género,
raza, color de piel, edades, lenguas, identidades, preferencias sexuales, gustos
musicales, etcétera.
¿Qué hacer con las diferencias?
El reconocimiento y destaque de las diferencias, en tanto estas han sido
construidas por actores sociales en el proceso de su vida real, resulta
indispensable, pero para construir alternativas superadoras, es fundamental que
ese reconocimiento se constituya en la base para dar pasos concretos hacia la
articulación de los y las diferentes, respetando sus identidades, sus
problemáticas, sus aspiraciones, imaginarios y necesidades, contribuyendo
también por esta vía a profundizar la matriz democrática de la sociedad.
Esto requiere avanzar en el pensamiento y en las prácticas integradoras de una
realidad tan fragmentada como compleja y diversa, que reúne realidades e
identidades yuxtapuestas intrínsicamente interconectadas, intercondicionadas e
interdefinidas entre sí.
Como señala Ferguson: "Sin un análisis de dominación social a base de sistemas
múltiples, las mujeres pueden lograr empoderamiento en relación a ciertos
hombres, pero quedan sin poder en relación al racismo, imperialismo,
capitalismo." [Ferguson. 2005] Ciertamente, reflexionando sobre experiencias de
empoderamiento de mujeres, pueden obtenerse importantes lecciones sobre el
significado negativo -en el sentido de empobrecedor de las prácticas y sus
alcances-, que contiene la visión estrictamente sectorial, fragmentada, centrada
exclusiva y unilateralmente en la búsqueda de satisfacción de las necesidades de
un actor social "diferente".
No cuesta trabajo darse cuenta de la diversas banalizaciones que se han hecho
sobre la diferencia, mostrándola como el llavín del descubrimiento (y de la
manifestación) de las diferencias hombre-mujer, y también entre las mujeres.
Por este camino, el concepto género puede ser atractivo y útil en ciertos
ámbitos y sectores sociales de mujeres, pero disminuye considerablemente su
importancia crítico-transformadora para conocer, pensar las actuaciones sociales
y construir las alternativas posibles, orientadas hacia un nuevo tipo de
sociedad humana, desde y mediante las prácticas del presente.
Es en este sentido que el destaque de las diferencias, y de las y los diferentes
resulta un aporte importante a tener en cuenta: contribuye a desmitificar la
carga políticamente negativa que ello tiene aún en el seno de gran parte de la
izquierda latinoamericana, donde predomina el pensamiento político tradicional,
que se propone alcanzar la unidad de todas las organizaciones sociales y
políticas apelando a la unanimidad y homogeneización de todos: partidos,
movimientos, pueblo, y –cuando sea posible- de la sociedad toda. El enfoque de
género contribuye a pensar la unidad, lo colectivo, sobre nuevas bases, haciendo
del reconocimiento de las diferencias -en vez de un obstáculo- un
enriquecimiento, un pilar para posibles articulaciones. Es un granito de arena
puesto en el caldero de la construcción colectiva, plural y diversa de lo nuevo.
Esta sigue siendo –desde la perspectiva de los movimientos sociales que
construyen alternativas-, su importancia analítica y práctica fundamental. Ello
no impide, sin embargo, que se sitúe en un terreno de disputas y grandes
controversias ideológicas y de poder.
Conclusiones
1.
Fundar y construir una nueva civilización humana –desafío presente de la
humanidad en busca de supervivencia- significa fundar y construir un nuevo modo
de vida.[14] Esto significa incorporar la noción y visión de género como
elemento constitutivo del pensamiento y las prácticas cuestionadoras de las
sociedades actuales, y de los procesos de construcción de las nuevas. Ello
posibilitará hacer visibles y modificar las relaciones sociales asimétricas
establecidas entre hombres y mujeres, base para la producción y reproducción de
otras tantas asimetrías y discriminaciones: de color de piel, discapacidad
física, etnia, cultura, belleza, identidad sexual, etcétera.
2.
Llegar a la conciencia universal de ello supone un largo proceso histórico –de
transición-, complejo y multifacético que combina procesos de auto constitución
de actores-sujetos en sujeto colectivo (popular), con procesos de construcción
de propuestas y proyecto alternativo, con la construcción de poder –cultura y
organización políticosocial- desde abajo.
En ello, las transformaciones que tienen lugar en las dinámicas de la vida
cotidiana, ocupan un lugar fundamental. No porque de ahí nazca el cambio de toda
la sociedad, sino porque sin enraizarse allí, sin articular la utopía del mundo
nuevo a la vida de la familia, este será un imposible. Para eso -en primer lugar
y a la vez-, la familia debe modificarse a sí misma, en tanto gestante de ese
nuevo ser humano, de esa nueva sociedad y de ese nuevo mundo. Es vital ir
haciéndolo posible desde ahora, transformándolo desde nuestra propia vida
cotidiana doméstica y comunitaria, integrándola a nuestras prácticas familiares,
comunitarias, sociales, políticas, etcétera.
3.
La comunidad se abre paso como un espacio (y un concepto) integrador de lo
público y lo privado. El ámbito comunitario cobra cada día más importancia tanto
en la lucha por la sobrevivencia, en la construcción de redes sociales de
subsistencia -en lo económico, educativo, salud, etc.-, como en el desarrollo de
sólidas redes interfamiliares que distribuyen la dura carga de las labores
domésticas cotidianas y mejoran la posibilidad de integración laboral de las
mujeres. A ellas se le abren puertas en el sector informal, generalmente en el
servicio doméstico, aunque este todavía no es reconocido mayoritariamente como
trabajo, social y jurídicamente (no tienen derechos como trabajadoras, por
ejemplo, no tienen vacaciones pagas, ni aportes jubilatorios, ni cobertura por
enfermedad, etc.). Para poder desempañarse en él, las mujeres han de desarrollar
redes de apoyo mutuo para el cuidado y alimentación de los niños de unas
mientras las otras trabajan, y viceversa. Así, redes solidarias entre mujeres se
abren paso más allá del ámbito familiar.
Un modo de vida diferente, basado en la horizontalidad y democratización
solidaria de responsabilidades y tareas se va conformando a través de de estas
prácticas en la dimensión comunitaria. En ella, a través de la cultura
participativa de las mujeres, se van haciendo cada vez más visibles los nexos
que se establecen entre la posibilidad de participación en el mundo público y
las tareas del mundo privado, articulando tiempo de trabajo y dedicación en uno
con el tiempo y la dedicación en el otro.
4.
Resulta fundamental disputar el sentido común de los hombres y mujeres del
pueblo, en primer lugar el de los trabajadores y las trabajadoras, en la amplia
diversidad en que ellos existen en la actualidad. Valores como la solidaridad,
la justicia social, la equidad de género, razas e identidad sexual, el derecho
efectivo al trabajo, el respeto a la naturaleza, deberán ir conquistando la
cabeza y el corazón de millones y millones de seres humanos.
Solamente cuando la aplastante mayoría de la población en cada uno de nuestros
países descubra la mentira y el fraude para con sus propias vidas llevado a cabo
por el poder clasista, machista y excluyente desarrollado hasta ahora y,
particularmente, por el poder correspondiente al capitalismo contemporáneo,
cuando descubra la trampa mortal a la que el capital los ha conducido mediante
engaños desde las primeras etapa de su acumulación originaria, y vaya
vislumbrando a la par otro modo de vida posible, tendrá deseos de explorar
nuevos caminos y la voluntad para intentarlo prácticamente. Este no resulta
–vale reiterarlo- un camino fácil ni corto; es parte de una larga e
indispensable transición hacia una nueva humanidad.
5.
El planteamiento de género pretende llegar hasta los cimientos mismos de la
cultura del poder patriarcal que fue heredado y desarrollado por el capitalismo.
De ahí su fundamental importancia para un replanteo profundo del conjunto de
relaciones sociales de una sociedad dada y del poder, en el sentido de
posibilidad de construcción de nuevo proyecto social (alternativa). No digo que
sea suficiente, pero sí necesario, imprescindible, insoslayable. Para avanzar
hacia una concepción más integral es importante, además de todo esto, sumar,
articular los enfoques, las críticas y los planteamientos de otros ámbitos, como
la ecología, la ética, la jurisprudencia, etc., siempre atravesados radical y
transversalmente por el enfoque de género y su relación con el poder (o los
poderes).
6.
Las reflexiones en torno a las alternativas -que suponen el cuestionamiento
transformador de las relaciones de poder existentes-, se enriquecen hoy con la
inclusión de la perspectiva de equidad de género en sus análisis y reflexiones
acerca del poder actual y sus posibles caminos superadores hacia una humanidad
constituida con equidad y justicia social. Cualquier concepción que las aborde
prescindiendo de comprender en sus análisis acerca de la naturaleza y alcance
del poder a las relaciones de género que lo sustentan y sobre las que se
sustenta, resulta incompleta y cercenada en su valor práctico y teórico. Y a la
inversa ocurre también, si se aborda la cuestión de género sin vincularla al
cuestionamiento de las relaciones de poder (económicas, culturales, sociales,
familiares, etcétera).
7.
Es necesario edificar nuevos referentes teóricos integrales, visiones del mundo
que ayuden a superar la fragmentación del pensamiento y a reflexionar con
lucidez sobre los procesos de emancipación social y los modos de producir
subjetividades acordes con estos retos.
** *** **
Bibliografía empleada
· Alonso, Luis Enrique. 2004. "El trabajo sin fin". En:
www.pensamientocrítico.org Acceso:
31-03-05.
· Aquino, María Pilar. 1992. Nuestro clamor por la vida. Editorial DEI,
San José.
· Bonini, Celina. 2000. "Las mujeres en el Perú de los 90: un desafío político y
de género." Entrevista a Virginia Vargas. En Socialismo y Participación No. 89,
Diciembre. Lima.
· Cordero, Margarita. 2002. "La mirada de género se ha convertido en el ojo del
cíclope", A primera Plana, Año 1, No. 3. (www.aprimeraplana.org)
· Córdova Cayo, Patricia. 1995. "Madres y líderes: mujeres organizadas en Lima".
En: Mujer, trabajo y ciudadanía, CLACSO, Buenos Aires.
· Federici, Silvia. 1999. "Reproducción de la lucha feminista en la Nueva
División del Trabajo". Traducción por Creatividad Feminista, México.
www.creatividadfeminista.org
· Ferguson, Ann. 2005. "¿Puede el desarrollo propiciar el empoderamiento y la
liberación de las mujeres?". En:
www.globaljusticecenter.org; acceso 31/03/05.
· Gallardo, Helio. 1989. Elementos de Política en América Latina.
Editorial DEI, San José.
· Gebara, Ivone. 2004. « Unas nuevas relaciones de género son posibles. » En :
www.latinoamerica.org; acceso:
31-03-05.
· Hainard, François y Verschuur, Christine. 2001. Femmes et crises urbaines.
Most Unesco, Ginebra.
· Houtart, François. "Convergencia de movimientos sociales: un ensayo de
análisis", texto presentado a la Conferencia Internacional "La obra de Carlos
Marx y los desafíos para el Siglo XXI", La Habana, 5 al 8 de mayo de 2003.
· Jelín, Elizabeth. S/F. "Ciudadanía, movimientos sociales y MERCOSUR." En:
www.utexas.edu; acceso: 31-03-05.
· Lima Costa, C. de. 2002. "Despensando el género: tráfico de teorías en las
Américas." En: Femenías, María Luisa, comp., Perfiles del feminismo
iberoamericano, Catálogos, Buenos Aires.
· Lombardo Toledano, Vicente. 1984. Sin mujeres no hay democracia.
Ediciones del Partido Popular Socialista. México.
· Maruani, Margaret. 2001. "L’emploi féminin dans la sociologie du travail: une
longue marche à petits pas ». En Laufer Jacqueline, Marry Catherine, et Maruani
Margaret, Maculin-Féminin : questions pour les sciences de l’homme. PUF,
Vendôme.
· Marx, C. y Engels, F. "Feuerbach. Oposición entre las concepciones
materialistas e idealistas." Obras Escogidas en 3 tomos, Tomo I. 1974.
Progreso, Moscú.
· Naciones Unidas. 1989. Mujer y Política en América latina y el Caribe.
Santiago de Chile.
· Pagano, Ana. "Los desafíos de la educación popular para el siglo XXI:
elementos para pensar sobre la teorización, la acción cultural y los sentidos de
las prácticas". En: www.ceaal.org;
acceso 31/03/05.
· Partido Demócrata Cristiano de Chile. 1995. "Visión de las mujeres del Partido
Demócrata Cristiano sobre el origen de los problemas de la mujer y la forma de
superarlos." Material de trabajo para la discusión interna. Santiago de Chile.
· Ramirez, Marta. 2002. "El lente sigue siendo masculino". A primera Plana,
Año 1, No. 3. (www.aprimeraplana.org)
· Ramírez, Socorro. 1994."¿Qué impide la participación política de las
mujeres?", Fempress Nº 151, Santiago de Chile.
· Rauber, Isabel. 2004. Movimientos sociales y representación política.
Articulaciones. Ciencias Sociales, La Habana. ----
--2004. "Caminos de la transformación, pensarlos y construirlos desde abajo",
artículo. Archivo de Pasado y Presente XXI. ------2003. La sal en la herida.
Informe de investigación sobre el movimiento piquetero argentino. No
publicado. Archivo de Pasado y Presente XXI. ------2002. "Argentine: femmes ‘piqueteras’".
En Verschuur, Christine y Reysoo, Fenece, Genre, mondialitation et pauverté.
Cahiers "Genre et developpment" No. 3. L’Harmattan-IUED-EFI, Geneve. ------2000.
Género y pobreza. Archivo digital Pasado y presente XXI. ------1998.
Género y poder, UMA, Buenos Aires. ------1997. Actores sociales, luchas
reivindicativas y política popular, Ediciones UMA, Buenos Aires, ------1992.
Hijas del sol. Ixoquib, México. Archivo digital Pasado y Presente XXI.
------Entrevistas a dirigentes y militantes de organizaciones piqueteras y
sindicales de Argentina, de organizaciones campesinas de Brasil, y a miembros de
organizaciones barriales de República Dominicana, y destacadas mujeres indígenas
en Ecuador y Bolivia.
· Saa, María Antonieta. 1985. "Una lectura feminista". Documentos de trabajo del
seminario "Mujer, Política y Partidos políticos". Instituto para el Nuevo Chile.
Ediciones Documenta, Santiago.
· Saada, Alya. 1990. En: Mujer, Política y Democracia. Fundación Mujer y
Sociedad. Ediciones Ciudad. Ecuador.
· Sojo, Ana. 1992. Tomado de: Aquino, María Pilar.
· Vasallo, Norma. 2002. "Ecos del pasado, voces del presente". En: Femenías,
María Luisa, comp., Perfiles del feminismo iberoamericano, Catálogos,
Buenos Aires.
· Vargas Valente, Virginia. S/F. "Feminismo: el poder como acción
transformadora." Centro "Flora Tristán", Lima, Texto mimeografiado.
· Vianello, Mino, y Caramazza, Elena. 2001. Un nouveau paradigma pour les
sciences sociales: genre, espace, pouvoir, L’Harmattan, Paris.
· Wills Obregón, María Emma. 1999. "Feminismo y democracia: más allá de las
viejas fronteras". En: Análisis político, No. 37. Bogotá.
* Isabel Rauber es Dra. en Filosofía de la Universidad de La Habana,
Directora de la revista Pasado y Presente XXI, estudiosa de los
movimientos sociales latinoamericanos; integrante del Foro Mundial de las
Alternativas.
[1] Los movimientos sociales tienen características diversas: a) pueden expresar
a organizaciones y actores sociales pertenecientes a un mismo sector social, por
ejemplo, trabajadores, indígenas, campesinos, desplazados internos, sin techo,
etc.; b) pueden articular a actores sociales e individuales en torno a una
problemática intersectorial, como por ejemplo: la lucha por la paz en Colombia,
la defensa del Amazonas, o la soberanía alimentaria, etc.; c) pueden dar cuenta
de una problemática social transversal: equidad de géneros, de etnias, identidad
sexual, etcétera; d) pueden constituirse para responder a un tema o problema
puntual, coyuntural: ayuda a damnificados por inundaciones, por terremotos,
contra actos represivos, contra gobiernos corruptos, etc. Como su nombre lo
indica, su génesis y sus modos de organización y de lucha varían, ya que se
definen marcados por las identidades, experiencias, dinámicas y problemáticas
que enfrentan los actores sociales que le dan cuerpo en cada momento
histórico-concreto.
[2] Las relaciones de poder parten del interior del funcionamiento del capital
para inundar –a través de las relaciones mercantiles- todas las relaciones
sociales, familiares, culturales, etc. Esto resulta muy marcado en la actualidad
cuando "…la transformación de lo social en mercancía acentúa las relaciones de
poder en todos los sectores de la vida colectiva. En otras palabras, la
imposición de la ley del valor refuerza las relaciones de poder." [Houtart
2004:2]
[3] La expresión desde abajo no alude a una ubicación geométrica, a lo
que está situado abajo, si bien indica ciertamente un posicionamiento
político-social desde donde se produce la construcción, colocando en un lugar
central, protagónico, a la participación de "los de abajo". Construir desde
abajo indica ante todo una concepción –y una lógica- acerca del poder del
capital y del nuevo poder popular, acerca de cómo contrarrestar, destruir y
transformar el primero, y cómo construir el poder propio. Es por eso que dicha
lógica resulta necesaria estratégicamente, independientemente del lugar desde el
cual se piensen y realicen las transformaciones: en la superestructura política,
o en una comunidad, desde un puesto de gobierno o en la cuadra de un barrio.
Construir y transformar desde abajo no implica negarse a construir en ámbitos
que podrían ubicarse "arriba". La ubicación y el rol organizativo institucional
que se ocupe en el proceso de transformación puede estar arriba, abajo, o en el
medio; construir desde abajo indica siempre y todo momento y posición un camino
lógico-metodológico acerca de cómo hacerlo y una apuesta práctica a su
realización.
[4] Ver Rauber 2004-a: 55-57.
[5] Por ejemplo, para los difundidos estereotipos patriarcal-machistas, ser
mujer se equipara con tener sensibilidad y ternura, dejarse llevar por la
emoción, la pasividad, la sumisión, la intuición, en definitiva, por lo
irracional subjetivo y misterioso. Correlativamente, ser hombre se identifica
con tener valor, fuerza y poder, y esto con lo racional, con la capacidad para
actuar fría y decididamente, pensar científicamente, etc. Estos estereotipos,
entre muchos otros, definen identidades y capacidades de cada sexo, y expresan
la base socio-cultural de las asimetrías sociales en las relaciones entre los
sexos sobre las que se asienta la subordinación jerárquica de la mujer al
hombre. Se alimenta así la confusión entre género y sexo, entre lo
socio-cultural y lo biológico.
[6] "(...) si analizamos un poco el concepto de `mundo de lo privado', quiere
decir: privado de. En el fondo, privado de libertad. Es un mundo privado
necesario para el desarrollo del 'mundo de lo público'. Así como el mundo
público está cruzado por una serie de opresiones y de contradicciones de clase,
explotaciones de clase, el mundo de lo privado, de lo doméstico, de la familia,
también está organizado jerárquicamente (...)." [Saa 1985.]
[7] Esto no es un detalle menor si se tiene en cuenta que son millones los seres
humanos que encuentran contención diaria y alimentos a través de la labor de las
mujeres en organizaciones comunitarias. El tiempo de trabajo invertido por ellas
es una riqueza expropiada a las mujeres y no valorada aún. Esto es también parte
de lo que significa la "feminización de la pobreza".
[8] Unidad monetaria del Perú.
[9] Así lo reconoce, por ejemplo, la CEPAL, cuando en su informe para Naciones
Unidas, señala: "El análisis desde la perspectiva de la participación de las
mujeres ilumina muchos otros movimientos sociales, cambios culturales,
incorporación de los marginados, ampliación de la ciudadanía, nueva relación
entre lo privado y lo público, relación con el poder, democracia." [Naciones
Unidas 1989: 6]
[10] Considerando que las mujeres somos la mitad o un poco más de la mitad de
los habitantes del planeta-, incluso si fuera un asunto sólo de mujeres, sería
muy importante su incorporación al debate y a las propuestas sobre la democracia
en nuestras sociedades, con igual centralidad que otros problemas sociales.
Pareciera que hay que recordar siempre que todos y cada uno de ellos comprende a
las mujeres, quienes –al interior de cada problema-, resultan doblemente
afectadas: por el problema y por los maridos, padres, hermanos, religiosos o
compañeros del problema.
11] "(...), la política es básicamente un espacio de acumulación de fuerzas
propias y de destrucción o neutralización de las del adversario con vistas a
alcanzar metas estratégicas." [Gallardo 1989: 102-103] Práctica política, por
tanto, es aquella que tiene como objetivo la destrucción, neutralización o
consolidación de la estructura del poder, los medios y modos de dominación, o
sea, lo político.
[12] Esta interpretación resulta hoy indefendible; sostenerla implica suponer
que existen gradaciones de sujetos: a) aquellos que aportan sólo en número
porque son incapaces de trascender el horizonte reivindicativo inmediato: los
movimientos sociales, barriales, sindicales, estudiantiles, de mujeres,
cristianos, etc., b) los que son capaces no sólo de captar el conjunto de los
problemas y las vías para solucionarlos sino también de guiar a los demás: los
partidos de izquierda (de la clase obrera), tradicionalmente autoconsiderados
vanguardia.
Ya no puede pensarse en los movimientos sindicales, barriales, de mujeres y
otros, como "soportes" de políticas elaboradas por fuera de ellos desde tales
partidos. La actividad política y los actores que la llevan a cabo no puede
definirse fuera del terreno en el que se desarrolla ni al margen de sus
protagonistas. [Ver: Rauber 1997: 7, 8, 23, 30-32]
[13] "Por empowerment [empoderamiento], entendemos un proceso de
desarrollo de las capacidades de negociación, a nivel familiar y colectivo, para
arribar a una apropiación mas igualitaria del poder. No es suficiente interrogar
acerca de las asimetrías de las relaciones de género y sus implicaciones sobre
el medioambiente y el desarrollo, es necesario interrogar de qué manera puede
haber una concientización de la desigualdad de esas relaciones sociales entre
hombres y mujeres y cuáles serían las posibilidades de cambiarlas de modo tal
que permitan a las mujeres una verdadera participación en los procesos de poder
y de toma de decisiones. Esta perspectiva no descansa solamente sobre una
relación más justa en la sociedad entre hombres y mujeres, sino sobre la
hipótesis según la cual el empoderamiento de las mujeres puede impulsar una
transformación de la sociedad que permita no solamente romper con el desarrollo
desigual de manera general, sino también de atacar los problemas
medioambientales que le acompañan." [Hainard y Verschuur 2001: 29-31]
14] Ello implica el desarrollo yuxtapuesto, simultáneo y articulado de procesos
de transformación de la sociedad, de sus modos de producción y reproducción, y
de transformación-autotransformación de los propios seres humanos que realizan
esas transformaciones: los hombres y las mujeres y las interrelaciones sociales
entre ellos establecidas.
Fuente: lafogata.org