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América Latina
Las mujeres siguen segregadas
Adital
Entre 1990 y 2004, 33 millones de mujeres entraron a formar parte del mercado
del trabajo de América Latina. Las mujeres representan ahora 40 por ciento de la
población económicamente activa en las áreas urbanas de la región. Un reciente
estudio de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) sobre los progresos
obtenidos por las mujeres en la participación en la fuerza de trabajo muestra
resultados mixtos en lo que se refiere al acceso a trabajos de calidad,
desempleo, remuneración y protección social.
Casimira Rodríguez Romero, hija única de una familia pobre, comenzó a trabajar a
los 13 años como empleada doméstica. En 2001, esta mujer quechua de 39 años, que
ha experimentado en primera persona la situación de alrededor de 11 millones de
trabajadores domésticos en América Latina, se convirtió en la secretaria general
de la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar (CONLACTRAHO).
En la actualidad, Casimira es Ministra de la Justicia y Derechos Humanos de su
país. Y además ha propuesto una iniciativa legislativa para regular el trabajo
doméstico. La ley fue aprobada por el Congreso boliviano, pero no ha sido
aplicada cabalmente. "La ley no es suficiente", dijo la ministra. "La sociedad
debe comprenderla y asimilarla como un acto de justicia".
Según el nuevo estudio de la OIT, el servicio doméstico, que representa 15,5 por
ciento del total del empleo femenino del subcontinente, está en expansión. "La
segregación laboral que confina a las mujeres en los niveles menos privilegiados
continúa existiendo", dijo Maria Elena Valenzuela, coautora del estudio.
Pero el estudio identifica también tendencias positivas en el mercado laboral de
América Latina. Las mujeres representan ahora cerca de 40 por ciento de la
población activa de las áreas urbanas. La tasa de la participación de las
mujeres creció de 39 por ciento en 1990 a 44,7 por ciento en 2002, mientras que
la tasa masculina permaneció más o menos estable, cerca de 74 por ciento.
"Por otro lado, las tasas de participación femenina en América Latina continúan
siendo muy bajas comparadas con las de los países de la Organización de
Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) donde, en 2001, fue de 62,1 por ciento
en Francia y de 72,5 por ciento en Estados Unidos", comentó Valenzuela. "Estas
tasas varían mucho de país en país en América Latina, entre 42 por ciento en
Chile y 58 en Guatemala", agregó.
Además, el desempleo es más alto entre las mujeres que entre los hombres. En
2004, cerca de 9,4 millones de mujeres de las áreas urbanas estaban
desempleadas, 6,8 millones más que en 1990. Si bien el desempleo afectó ambos
sexos, el aumento fue mucho mayor entre la fuerza laboral femenina: entre 1990 y
2004 la tasa de empleo masculina aumentó de 5,3 a 9,1 por ciento, mientras que
la tasa femenina registró un incremento de 6,5 a 13 por ciento.
El estudio atribuye el auge de la participación de las mujeres en el mercado del
trabajo a la mejor escolarización, al crecimiento urbano, a la disminución de la
tasa de fertilidad y a los nuevos patrones culturales que favorecen su
autonomía. Un aumento substancial del número de hogares encabezados por mujeres,
que varía de 19 a 31 por ciento, también tuvo un papel importante.
Como resultado de la crisis económica en América Latina, un gran número de
mujeres pobres se ha integrado al mercado del trabajo y la brecha en la
participación laboral entre las mujeres pobres y el resto de la población
femenina es menos evidente. En 1990 la cifra para las mujeres pobres era de tan
solo 28,7 por ciento, mientras que la de las mujeres con altos ingresos era de
50,7 por ciento. La distancia se redujo de manera considerable en 2000 cuando
39,3 por ciento de las mujeres pobres y 54,6 por ciento de las mujeres con altos
ingresos tenían empleo.
En 2003 cerca de la mitad de las mujeres con empleo en América Latina trabajaban
en el sector informal. Desigualdad de género agravada por discriminación étnica:
un gran número de mujeres provenientes de grupos indígenas y de origen africano
enfrentan desventajas y varias formas de segregación en el mercado laboral.
En Brasil, por ejemplo, 71 por ciento de las mujeres negras trabajan en el
sector informal, una proporción mayor que los hombres negros (65 por ciento),
las mujeres blancas (61 por ciento) y los hombres blancos (48 por ciento). En
Guatemala, sólo 10,6 por ciento de la población indígena con alguna forma de
empleo trabaja en el sector formal de la economía, comparado con 31,8 por ciento
de los trabajadores no indígenas.
El estudio confirma también que las mujeres continúan en desventaja en lo que se
refiere a la protección social. La mayoría de las mujeres de América Latina con
más de 65 años no recibe jubilación ni ninguna otra forma de pensión porque
pasaron toda su vida adulta haciendo trabajo doméstico no remunerado y labores
del hogar.
Fuente: lafogata.org