Compañeras
|
Machismo al volante
Además del carné por puntos, hay otras formas de evitar los accidentes de
tráfico
Un análisis sobre las conductas de los automovilistas, desde una perspectiva de género
La información del periódico es importante porque, a tres columnas, va en el
centro de la página, aunque sea par, acompañada de una foto, también a tres
columnas. El titular es muy emotivo: "El triste cumpleaños de Alina" y capta
inmediatamente la atención, el subtítulo nos explica porqué: "Una de las
fallecidas en el accidente de la M-607 de Madrid cumplía 27 años el día del
siniestro"; el día de Año Nuevo, además.
Es una noticia de interés humano que desarrolla la simple noticia del día
anterior en la que se informaba de que un coche, conducido por un joven rumano
que parece que quiso cambiar el sentido de la marcha, produjo una colisión con
un Mercedes que se incorporaba a la vía y, como consecuencia, tres personas
perdieron la vida. La fatalidad del accidente deja claramente al descubierto que
el conductor hizo una maniobra indebida y prohibida que causó no solo su muerte,
sino también la de la mujer que le acompañaba, su esposa, y la de una hija de la
mujer, de cuatro años. Al día siguiente el padre y uno de los tres
hermanos de la mujer declaraban: "No sabemos qué ha pasado. Adelin (el
conductor, de 20 años) era muy joven, tenía muy poca experiencia con el
coche...".
Esta noticia es similar a otras muchas en las que un hombre causa un accidente
que supone la muerte de la mujer que le acompaña en el coche y a veces, de otros
familiares. No es habitual que en los artículos de opinión se analice, desde la
perspectiva de género, este tipo de accidentes nada fortuitos; todo lo
contrario, son absolutamente predecibles y también previsibles: como el de aquel
chico menor de edad que no tenía carné y su madre, que le acompañaba y murió en
el accidente, le había dejado conducir su coche. Hace meses el humorista Forges
denunciaba en el mismo periódico, en una de sus viñetas, el problema de los
numerosísimos accidentes laborales que se producen diariamente y causan cientos
de muertos a lo largo del año. Sin quitar la responsabilidad a las condiciones
de trabajo, la denuncia del humorista, sin embargo, añadía el machismo como
causa de los accidentes laborales. En los artículos de opinión y en los debates
en la televisión o la radio sobre las causas de los accidentes de tráfico no es
habitual que quienes intervienen enfoquen el machismo como una de las causas de
este problema. Y sin embargo, esta variable es un ingrediente que está presente
en muchas prácticas sociales, no sólo como motor principal de la violencia de
género.
Es preciso dar a conocer y denunciar estos comportamientos de riesgo de algunos
hombres cuando se ponen al volante. Seguramente es muy difícil convencerlos de
lo peligroso que es para su vida y la de su familia la ideología que sustentan
sobre su supuesta superioridad y capacidad al volante. De la misma forma que
también es difícil aceptar la responsabilidad de las mujeres en dejar
generalmente en manos del hombre el coche en el que van a viajar. Muy pocas
mujeres exigen ponerse ellas al volante por múltiples razones, la más
determinante es la oposición del varón a dejar conducir a la mujer cuando viaja
en familia. Esta es una manifestación más de la ideología de la supremacía
masculina. Muchos hombres no permiten que el coche que habitualmente conducen
sea utilizado en un viaje familiar por la mujer; aducen generalmente que ella no
tiene experiencia; es lógico, nunca permiten, incluso les prohíben tocar su
coche; por tanto, si hay determinadas circunstancias que les incapacitan para
llevar el coche familiar, siempre, aunque la familia entera corra peligro, el
hombre va a seguir conduciendo aunque haya bebido, tenga sueño o cualquier otra
circunstancia. Las razones del poder masculino son comprensibles pero, por
su gran riesgo, inadmisibles; creen que son los que conducen bien; el mito, una
vez más, funciona perfectamente; es mito todo aquello que se cree, de forma
natural, que es verdad, aunque sea una verdad elaborada que parece normal porque
siempre ha sido así. Los hombres son quienes primero han conducido todo tipo de
vehículos; hoy, en pleno siglo XXI siguen creyendo, con esa supuesta
superioridad que tantas desgracias acarrea, que son mejores conductores que las
mujeres. Los datos estadísticos, sin embargo, les quita la razón y ya se
conocen: Las compañías de seguros son quienes mejor saben que, estadísticamente,
una mujer causa menos accidentes que un hombre (en Europa, de cada cinco
retiradas del carné de conducir, cuatro son a hombres), por eso sus cuotas del
seguro son más baratas que las de los hombres; pero la mayoría rechazará este
argumento. Por definición, y porque sí, serán ellos los que cojan el volante del
coche: del suyo propio y del que no lo es.
Pregunten en una reunión de chicas jóvenes si tienen coche; muchas de ellas les
dirán que sí; pregúntenles después si tienen pareja masculina, muchas de ellas
contestarán afirmativamente; pregúnteles seguidamente quién conduce cuando
viajan en su coche: una gran mayoría les dirán que ellos. Cuando les pregunten
porqué si el coche es suyo dejan que ellos lo conduzcan oirán todo tipo de
razones, ninguna razonable: porque ellos tienen más experiencia (no sería así si
desde el primer día fueran ellas las que condujeran su propio coche, también
cuando van acompañadas); porque ellos no viajan si no son ellos los que
conducen, y porque a ellas, al final, les da igual. Cualquiera de estas
razones pone de manifiesto las relaciones desiguales que existen, todavía hoy,
entre mujeres y hombres y la benevolencia con la que las mujeres valoran las
conductas de riesgo que les pueden afectar también a ellas, dado que, muchas
mujeres han tenido alguna vez en la vida la experiencia de viajar con un
conductor varón que ha puesto en peligro su vida con maniobras inadecuadas,
velocidad excesiva, o excesiva confianza en sí mismo, en las condiciones
atmosféricas o en las de la carretera; conductas temerarias ancladas en
comportamientos machistas, cuando menos inconscientes, sin que ni siquiera,
muchas veces, a ella se le haya permitido protestar (situación que ella acata,
no vaya a ser que se enfade más y termine estrellando el coche contra una
mediana).
El tipo de varón que no permite que la mujer que le acompaña conduzca está
instalado en todas las edades, en todos los niveles de formación, en todas las
razas, de cualquier origen y clase social. Estos comportamientos podrían empezar
a modificarse si, habitualmente, los medios de comunicación informasen de los
accidentes y conductas temerarias con datos desagregados por sexo –como sólo
hicieron al comienzo de la entrada en vigor del carné por puntos, en julio
pasado-, como exigen las leyes; sería mucho más fácil que la sociedad se
concienciara sobre la conveniencia, también, de que hombres y mujeres compartan
la responsabilidad a la hora de conducir el coche familiar. Generalmente, sólo
cuando el comportamiento inadecuado y peligroso es de una conductora dan a
conocer el sexo de la persona; mientras que los comportamientos habituales
peligrosos de los hombres se esconden tras el genérico masculino que distribuye
equitativamente la responsabilidad entre mujeres y hombres: "Los controles de
alcoholemia ‘cazan’ cada día en España a 235 conductores ebrios".
La sociedad tiene derecho a saber si son hombres o mujeres esas 235 personas que
ponen en peligro su vida y la de quienes les rodean. Una de las preguntas que se
le hizo al asturiano que iba a 260 kilómetros por hora, en el juicio en el que
se le condenó por exceso de velocidad, fue si había pedido autorización al
pasajero que le acompañaba para alcanzar esa velocidad. El encausado contestó
que no, y el juez determinó que no sólo había puesto en peligro su vida sino
también la de su acompañante, y le condenó. Seguramente esa información ha
llegado a muy pocas mujeres; sería la forma de entender que también como
pasajeras del coche familiar en el que viajan tienen derechos que deben exigir.
Pilar López Díez es experta en comunicación y género
Fuente: lafogata.org