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Violación: castigo a destajo
A.CH.
Artemisa Noticias
La paquistaní Mukhtar Mai fue violada en el 2002 por cuatro hombres por orden
de un consejo tribal. Ellos fueron condenados a muerte porque Mai eligió hablar
y dijo "no" al suicidio y al exilio, elecciones habituales en estos casos. Sin
embargo, los violadores casi recobran la libertad y la causa aún no concluyó.
Mientras tanto, empezó el reconocimiento internacional por intentar cambiar el
destino de sus congéneres: Mukhtar Mai acaba de recibir el premio Casa Asia por
su defensa de los derechos humanos y de la dignidad de la mujer.
Mukhtar Mai calcula que tiene treinta años, en realidad no sabe cuándo
nació. Es hija de un jornalero analfabeto, y aunque ella nunca fue a la escuela
se las arregló para aprender a leer, y enseña el Corán en una escuela
confesional de niños. Fue engañada y abandonada por su marido, un hombre mayor
con el que la obligaron a casarse. Vive en Meerwala, una aldea de la provincia
de Punjab, al este de Pakistán. Su familia pertenece al clan de los Guijar.
Todo comenzó cuando el hermano de Mukhtar, Abdul Shakoor, de catorce años, fue
acusado de haber tenido relaciones con Selma Bibi, de veintidós, miembro del
clan de los Mastoi. Como castigo, tres Mastoi le dieron una paliza y lo
violaron. Estuvo un día entero secuestrado hasta que la familia pudo rescatarlo.
Pero esto pareció no ser suficiente. El 22 de junio del 2002 se reunió el
consejo tribal, denominado Panchayat, el cual es un tribunal tradicional que
funciona como el único sistema de justicia en muchas áreas rurales de Pakistán,
resolviendo disputas entre familias. Las sentencias con frecuencia las sufren
las mujeres, que deben pagar por los crímenes de sus parientes por medio de los
"castigos de honor". En este caso, el anciano que presidía el consejo dio el
veredicto: para limpiar la honra de los Mastoi (más elevados en rango social),
una mujer del clan Guijar debía ser violada en público. Se lo comunicaron al
padre de Mukhtar, que volvió a su casa a esperar que se llevaran a alguna de sus
hijas. Fue por ella el hermano de Selma Bibi, Abdul Kharik.
La elección fue premeditada: Mai fue abandonada por su esposo y por esa razón
nunca más volvería a salir de su casa paterna, en cambio sus otras hermanas
todavía eran solteras. Este hombre la llevó arrastrando junto a otro más, hasta
una granja, donde había dos hombres más esperándolos. "Me tiraron al suelo, me
agarraron con fuerza y empezaron a violarme uno por uno. No pararon durante una
hora. No sé cómo finalmente logré soltarme. Estaba desnuda e intenté cubrirme
con un chal", explicó la mujer.
Siete días más tarde, Mukhtar Mai reportó la violación. Creía que a partir de su
denuncia "los violadores lo van a pensar dos veces". Allí comenzó la historia
pública de esta mujer.
El Tribunal Supremo tomó cartas en el asunto. En un principio, un total de
catorce hombres enfrentaron cargos en un juicio legal en una corte especial anti-terrorismo
en Dera Ghazi Khan, en agosto del 2002, pero sólo seis de ellos fueron
procesados: cuatro supuestos violadores y dos miembros del panchayat. Cinco
hombres fueron condenados a muerte por violación masiva y un sexto recibió
sentencia perpetua en lugar de la pena capital.
Pese a esto, Mukhtar no paró de trabajar. El Ministerio de la Mujer de Pakistán
la indemnizó con unos ocho mil dólares, que destinó a abrir dos escuelas en su
pueblo, las cuales ella administra. Además, participó en foros sobre la mujer en
Bombay y Madrid, y tuvo brevemente una página propia en Internet.
Sin embargo, el trago amargo de la historia, que ya de tragos amargos tenía
suficiente, llegó hace un año atrás, el 3 de marzo de 2005, cuando Mai se enteró
que los hombres condenados por violarla recuperarían su libertad por
insuficiencia de pruebas. Las violaciones en Pakistán son difíciles de probar
porque la ley islámica exige cuatro testigos de una agresión sexual a menos que
haya concluyentes evidencias físicas. Las noticias de la decisión de dejar en
libertad a los hombres condenados provocaron jubilosas celebraciones entre los
Mastoi, que bloquearon el tráfico y repartieron caramelos el día en que se
anunciaron las exculpaciones.
En ese momento, Mukhtar huyó a Islamabad porque temía por su vida. Allí
permaneció algunas semanas en una organización no gubernamental, hasta que el
primer ministro Shaukat Aziz ordenó volver a detener a los acusados.
"El gobierno está apaciguando a la opinión pública", dijo Khalida Parveen,
activista de derechos humanos. "Mientras se retrase la justicia, estos acusados
encontrarán más y más espacios de maniobras, y el caso seguirá arrastrándose",
agregó.
Hace pocos días, Mukhtar fue galardonada con el premio Casa Asia 2005 por su
trabajo en defensa de los derechos humanos y de la dignidad de la mujer, y por
"revelarse contra la opresión", según el presidente del Consejo Rector de Casa
Asia y alcalde de Barcelona, Joan Clos, ya que Mai ha explicado a activistas
humanos que además de las amenazas que recibió del clan Mastoi después de la
denuncia, también sufrió una fuerte opresión del gobierno paquistaní para
que firme una carta de renuncia al visado que le permite entrar a los Estados
Unidos.
Mai dijo que ella no había perdido las esperanzas y que no lamentaba su decisión
de continuar el caso: "Si yo hubiera optado por suicidarme o huir, el proceso de
cambio que ha comenzado en esta remota región no habría empezado".
También agregó que le satisfacía el rápido crecimiento de las matrículas en
"sus" escuelas, que se acerca a las doscientas alumnas. Entre ellas, la hija
menor de uno de los hombres condenados por violarla.
Fuente: lafogata.org