Compañeras
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De fregonas a ilustres
Franciso Alvarez Velasco
La fregona de Cervantes era ilustre por su luminosa belleza; un personaje la
retrató así: «En una mejilla tiene el Sol y en la otra la Luna; la una es hecha
de rosas y la otra de claveles, y en entrambas hay también azucenas y jazmines».
Y era ilustre, además, por ser hija, aunque no reconocida, de una señora
principal de Castilla, con lo que cumplía la primera condición para ser llamada
ilustre, que según el diccionario es ser de distinguida prosapia, casa,
origen... Lo cierto es que la tal doncella, por venir de quien venía, tenía por
oficio ser guardiana de la plata del posadero y nunca la pusieron a fregar ni
platos ni suelos.
Esta última actividad, la más habitual para el común de las mujeres hasta hace
muy poco, se alivió un tanto con los lavavajillas y, desde hace 50 años, con ese
artilugio bautizado con el nombre de las servidoras más humildes en casas de
nobles y ricos.
Medio siglo, pues, se cumple ahora del invento de la fregona. El creador fue el
ingeniero Manuel Jalón, quien se siente muy orgulloso: «Gracias a la fregona
empezó la liberación de la mujer en aquella España. La mujer fregaba de rodillas
en contacto con el agua y el suelo. Las mujeres sufrían desviación de columna,
bursitis y sabañones. Mi invento puso a la mujer de pie».
¿Cuántas horas vivían las mujeres de rodillas? En la iglesia, en aquellos duros
reclinatorios durante las misas y rosarios (los varones sólo practicábamos la
genuflexión -y con sólo una rodilla en el suelo- ante el «alzamiento del
Santísimo») o, remangadas y con la bayeta en la mano y un caldero al lado,
avanzando de hinojos por los largos pasillos de los hospitales, colegios,
conventos, ministerios...; por entre los bancos de los templos.
O por las escaleras; lo dice mejor Gamoneda: «Por la escalera sube una mujer/
con un caldero lleno de penas. / Por la escalera sube la mujer / con el caldero
de las penas. / Encontré a una mujer en la escalera y ella bajó sus ojos ante
mí. / Encontré la mujer con el caldero. / Ya nunca tendré paz en la escalera».
Más aún: por los años 60 conocí a un manchego de numerosa prole a quien sólo se
le despertaba la libido cuando su legítima fregaba de rodillas. Dios sabrá la de
veces que la buena mujer hubo de repasar las baldosas al tiempo que bailoteaba
los glúteos.
Y, aunque mujeres hubo que se resistieron algún tiempo al uso del artefacto de
Manuel Jalón, hoy todas limpian de pie. La ministra de Educación quiere ahora
primar su condición de féminas en los centros de investigación.
Algunos (y algunas) se han indignado. Pero no estaría mal un tiempo de
contrabalanceo discriminatorio: ellos con la fregona por los suelos del
laboratorio (o de rodillas en donde el palo no llegara) y ellas con el
microscopio.
Fuente: lafogata.org