Compañeras
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Sergio Ferrari
De hablar simple y directo, pero no por ello menos profundo, Luciana Passinato Piovesan representa una nueva dirigencia ascendente del movimiento social brasileño (y latinoamericano).
Joven campesina, madre de dos niños y con apenas una formación de base de segundo grado, integra hoy la dirección nacional del recientemente fundado Movimiento de Mujeres Campesinas (MMC).
Su congreso, realizado en marzo pasado, reunió 400 delegadas de todos los rincones del país, aglutinando los más diversos grupos locales, muchos de ellos con más de 20 años de experiencia militante. 'Somos feministas y trabajadoras', enfatiza Passinato marcando el tono de una reflexión madura y sin concesiones.
P: Los campesinos brasileños son conocidos, especialmente en el exterior, por el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST). ¿Porqué la necesidad que exista un Movimiento de Mujeres Campesinas?
R: Desde el mismo momento que comenzaron a ganar auge los movimientos sociales en Brasil, se sintió la necesidad de un espacio propio de mujeres.
Muchas veces nosotras tenemos una percepción diferente de lo social, lo político e incluso lo económico. Nos preocupamos por cuestiones esenciales de cómo mantener la vida o cómo preservar la naturaleza.
Nuestro movimiento es feminista y campesino. Sus integrantes son mujeres, ya sea agricultoras, inquilinas, asalariadas, una amplia diversidad.
Un combate único
P: ¿El hecho de aglutinarse como organización específicamente de mujeres implica que el MMC tiene una estrategia de poder exclusivamente feminista? ¿Qué es lo más importante para ustedes, ser mujeres o ser campesinas?
R: No existe separación entre esas dos identidades. Quienes componen el MMC son trabajadoras. No podría ser un movimiento popular si no tuviera esa dos características: mujeres y trabajadoras. Está claro que tenemos que luchar tanto a favor de la emancipación de la mujer como de la clase trabajadora.
P: ¿Cuáles son las principales potencialidades del MMC?
R: Una, sin duda, la cuestión feminista, todo lo que hace a la participación y la emancipación de las mujeres. Son las mujeres mismas las que impulsan el debate sobre las relaciones humanas y sociales.
Otra potencialidad es la forma como nos confrontamos, por ejemplo, frente a los grandes desafíos de la producción y del desarrollo del campesinado. El gran desafío actual en Brasil es producir nuestra propia alimentación.
P: En concreto, ¿cómo hace el MMC para fortalecer a las mujeres en sus desafíos de la vida cotidiana?
R: Promoviendo los temas de los derechos y la capacitación de las mujeres en los ámbitos de la agricultura, de la política, de la economía, de lo social.
Y también a favor de la recuperación de nuestra autoestima y nuestra propia valorización. Para que las mujeres puedan asumir una lucha liberadora deben, sin duda alguna, sentirse fuertes, valorizadas, estimadas.
P: ¿Cuáles son los instrumentos del MMC para alcanzar eso?
R: El movimiento empieza en el grupo de base con las mujeres que se organizan a ese nivel. A partir de ahí, el movimiento desarrolla actividades de formación, encuentros, seminarios, materiales de estudio. También impulsa luchas, en tanto movimiento popular.
P: ¿Y las limitaciones del MMC?
R: El tipo de sociedad en el que vivimos y la carga histórica que arrastramos y que no facilita la participación activa. Por ejemplo: pocas mujeres se involucran en la gestión del dinero surgido de su trabajo en el campo. Otra dificultad es la visión económica predominante en la familia.
Además, no podemos dejar de lado la cuestión de la violencia que enfrentan las mujeres y que puede ser moral, física y psicológica. La forma en la cual estamos acostumbradas a servir, discutir y vivir relaciones de igualdad en nuestra cotidianeidad implica también un desafío constante.
Prefiero llamar a todo eso desafíos en lugar de limitaciones ya que trabajamos para cambiarlo. Las mujeres tienen que romper con toda una lógica de sociedad arcaica. Y también luchar para conquistar derechos básicos, como la salud pública y el crédito.
P: ¿Cómo se posiciona el MMC con respecto a los otros movimientos sociales rurales y urbanos de Brasil?
R: Hemos establecido alianzas con los movimientos que integran Vía Campesina (MST, MPA, Federación de Agrónomos y otros), con los cuales coincidimos ideológicamente y en la forma de la organización.
Además, tenemos alianzas con movimientos urbanos que coinciden con los principios del MMC. Puntualmente, confluimos con otras organizaciones en luchas puntuales concretas.
P: ¿Cuál es la importancia actual del movimiento en la sociedad brasileña?
R: Estamos presentes en 15 de los 27 Estados (provincias, cantones) y en tres más nos estamos implantando). Alcanzamos a muchas personas, por el material, la discusión, la vecina que habla con la vecina, estimulando la dimensión de intercambio entre las mujeres, informándose mutuamente sobre sus derechos.
Tenemos un peso creciente. Hace 10 años, no estábamos ni siquiera reconocidas como agricultoras o trabajadoras rurales. No teníamos acceso a derechos concretos como el salario de maternidad y la pensión -beneficios a los cuales tendríamos derecho todas las que pagamos impuestos.
Son cosas que conquistamos nosotras. E impulsamos con fuerza el debate sobre la mujer en la sociedad y en la familia.
Trabajadores contra elites
P: Brasil vive hoy un momento político muy particular en el marco de la coyuntura latinoamericana. ¿Cómo se ubican con respecto al gobierno de Lula?
R: A pesar de que elegimos un trabajador como presidente, tenemos muy claro que una cosa es el papel del gobierno, otro el del partido y otro el del movimiento social. Establecemos acuerdos con el Gobierno e impulsamos avances comunes, aunque cada uno tiene tareas diferentes.
P: ¿Ha habido logros concretos en estos dos últimos años?
R: Tenemos más acceso a los funcionarios y espacios públicos que antes, durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso. Esto es innegable. Y el Partido de los Trabajadores (PT) se está esforzando para avanzar en la impulsión de nuevos proyectos.