Compañeras
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La violencia que justifican los medios
Sonia Santoro
Artemisa
La semana pasada, la Justicia ordenó que Ariel Ortega no se acercara a 300
metros a la redonda de su casa y de sus hijos durante un mes. Esto ocurrió
después de que sus vecinos llamaran al 911 y su mujer lo denunciara por amenazas
y violencia. Ariel Ortega no es cualquier señor, sino un señor del fútbol, un
ídolo que ha sido miembro de la selección argentina y hoy va y viene en River
Plate.
El lunes pasado, cuando se conoció la noticia, los medios futbolísticos, tan
efusivos, apasionados y redundantes en otras situaciones, hicieron mutis por el
foro.
La actitud no es nueva. Hace un tiempo, cuando se habló de la supuesta adicción
al alcohol del jugador, todos acordaron en defender al ídolo en un espíritu
corporativo que puede resumirse en la siguiente frase: 'Ortega tiene un
problema. Todos están de acuerdo en que hay que ayudarlo y no castigarlo'.
Ahora, cuando el problema de Ortega afecta a otras personas, su mujer y sus
hijos, como en este caso, ¿hay que seguir defendiendo al ídolo?
Elizabeth Vernaci, locutora sagaz y destacada, comentando la noticia en su
programa radial de Rock and Pop, hizo el comentario que disparó esta nota de
opinión: 'esas cosas no se cuentan, chicos; son cosas privadas, en todas las
casas pasan cosas que no queremos que se sepan'. Su tono, como siempre, fue
jocoso.
Hay muchas cosas privadas que no queremos que se sepan pero dejan de ser
privadas cuando hay personas que sufren por ese silencio; cuando hay personas
que están en peligro.
'A la tarde, Ortega se comunicó con Simeone para explicarle los motivos del
faltazo. El 'Cholo' tiene la palabra, pero la 'macana' ya estaba hecha.', dijo
el diario Río Negro sobre la vuelta o no de Ortega al entrenamiento después de
la denuncia. ¿La macana está hecha? ¿Cuál macana? ¿La de amenazar a su mujer de
muerte, romper cosas en la casa y demás acciones violentas?
La violencia en el fútbol está a la orden del día y todo el periodismo se rasga
las vestiduras cuando hay una nueva víctima. Por supuesto que es un tema
preocupante pero no puedo dejar de preguntarme ¿por qué las mujeres, las niñas y
los niños violentados no levantan el mismo candor en los repudios?
¿Tenemos que esperar que se conviertan en cadáveres para abrir la boca?
Seguramente entonces el periodismo opinará. Pero esta no es una consecuencia
lineal. Tenemos en nuestro país la historia de un ídolo deportivo que mató a su
mujer y que fue defendido por los medios, como fue consignado en una nota de
Soledad Vallejos publicada en el Suplemento Las/12 en febrero último. El
boxeador Carlos Monzón cometió un crimen: mató a su mujer a los golpes. Sin
embargo, hasta que las fotos robadas por un periodista no hicieron evidente que
era imposible seguir encubriendo a este violento, los medios lo acompañaron en
su supuesta desgracia.
¿Por qué -vuelvo a preguntarme-, es tan difícil pronunciarse sobre estas
cuestiones? ¿Será porque es más sencillo reconocer a los violentos del fútbol
fuera de la propia historia? Los violentos del fútbol son siempre los otros, los
barrabravas, los de la 12, etc etc. ¿Pero quiénes son los violentos en casa?
¿Podemos separarnos tan fácilmente y tirar la primera piedra diciendo 'yo jamás
hice eso'? Entiendo que no y que ese es justamente el problema. La violencia de
género está tan arraigada en nuestra cultura, en nuestras familias, en nuestras
casas que es muy difícil lograr que el periodismo se pronuncie masivamente en su
contra.
Esto por un lado. Por otro, aunque no tan alejada de aquella, otra reflexión. A
Ariel Ortega le dicen 'burrito'. Desconozco por qué y me permito una licencia
que seguramente los futboleros criticarán. La acepción más popular dice que se
llama de ese modo a quienes tienen el miembro grande. En nuestra sociedad, esto
es aún símbolo de estatus, de virilidad, de poder. Y, lamentablemente, parece
que para la mayoría todavía defender la virilidad es más importante que
denunciar los crímenes que en nombre de ésta se comenten.