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COMPA�ERAS

Se�orita Maestra

Pan y Rosas

"La maestra Patricia es casada pero la llaman �se�orita�. El se�or director es soltero, sin embargo no lo llaman se�orito. Claro, los varones son se�ores siempre. Las mujeres en cambio, para ser se�oras, tenemos que ser se�oras de alg�n se�or."
"Si no nos casamos somos se�oras chiquitas: �se�oritas�. S�lo al casarnos nos hacemos grandes y nos pueden llamar �se�oras�. Bueno, pero yo estaba hablando de la se�orita Patricia, que tambi�n la llaman �segunda madre�. Es madre, entonces, pero madre virgen, porque ser madre soltera no est� muy bien considerado en la escuela."(1)
Parece un chiste y, sin embargo, remite a algo real que, por tan naturalizado, ni se cuestiona. Este detalle empeora si pensamos que la docencia es visiblemente una actividad laboral en la que, mayoritariamente, se desempe�an mujeres. En Argentina hay m�s de 800 mil docentes y las mujeres somos el 85%.
Hacia fines del siglo XIX, el desarrollo del sistema educativo �como un plan conciente de la clase dominante para alcanzar la educaci�n de las masas en pos de la construcci�n del estado nacional- surgi� con la incorporaci�n de mujeres para su formaci�n como docentes. Transcurren s�lo treinta a�os entre la apertura de la Primera Escuela Normal, en 1870, y la conformaci�n de un cuerpo docente predominantemente femenino.
Esto signific� la irrupci�n de una gran cantidad de mujeres que salieron de sus hogares, concebidos hasta entonces como su �nico entorno "natural", para ocupar los nuevos puestos de trabajo que generaba la educaci�n p�blica. �Cu�les fueron los fundamentos que llevaron a esta "feminizaci�n de la docencia" desde sus inicios? �Qu� argumentos legitimaron y fomentaron que nosotras �ramos las "m�s aptas" para llevar adelante la tarea educativa? �Qu� consecuencias trae esto para la valoraci�n simb�lica y material del trabajo docente?

"Naturalmente" reproductoras


"La educaci�n y todos los empleos que se relacionan con ella, necesitan ante todo del don de s� mismo. Y este don de s� mismo, �a d�nde encontrarlo m�s grande y m�s completo que en la mujer? La mujer se sacrifica por naturaleza, ha nacido para sacrificarse. Es lo que hace su fuerza al mismo tiempo que su gracia, es el secreto de su felicidad."(2)
Algunas investigaciones se�alan que, en los inicios del sistema educativo, predominaban los argumentos que mostraban a la mujer como una "educadora natural." Si las mujeres se hac�an cargo de la crianza y la educaci�n de los ni�os peque�os en el hogar �por qu� no lo har�an en los jardines de infantes y en las escuelas elementales? La feminizaci�n de la docencia se legitim�, entonces, alrededor de la identidad femenina concebida como "madre educadora."
As�, las mujeres pasaron a ser educadoras en el �mbito familiar y en el educativo formal, extendiendo el concepto de maternidad m�s all� de lo dom�stico y, por tanto, concibiendo al trabajo docente remunerado como una ampliaci�n de las tareas del hogar: la "segunda mam�".
Es que, para formar a los "nuevos ciudadanos" seg�n las expectativas de la clase dominante en las �pocas de formaci�n del Estado nacional, se necesitaba un gran cuerpo docente, de bajo costo, que llevara a cabo la "cruzada pedag�gica". Las mujeres podr�an, incorpor�ndose a la docencia, perfeccionar lo que entonces se consideraba que era su "don o vocaci�n natural" de cuidar y ense�ar. Las cualidades que se supon�a que ten�a una buena maestra eran prudencia, sencillez, humildad, amor a los ni�os y a la patria, es decir, cualidades morales y c�vicas, pero ninguna relacionada con capacidades intelectuales.
La sabidur�a de la buena maestra se localizaba en su moralidad y no en su intelecto; la base de su trabajo no resid�a en el conocimiento, sino en los sentimientos. En el a�o 1900, para obtener un t�tulo de maestra una mujer deb�a rendir un "examen de moral, religi�n y buenas costumbres", algo que no se exig�a a los pocos varones que estudiaban para ser maestros. Ellas ocupar�n el lugar de la reproducci�n de los valores y los conocimientos; ellos, en cambio, ser�n quienes elaboren te�ricamente, es decir, los encargados de la producci�n de saber.

�Segunda mam� u obrera de la tiza?


"Obrera sublime, bendita se�ora/ la tarde ha llegado, tambi�n para vos,/ la tarde que dice, descanso, la hora/ de dar a los ni�os un �ltimo adi�s./ M�s no desespere la santa maestra/ no todo en el mundo del todo se va/ usted ser� siempre la br�jula nuestra/ la sola querida, segunda mam�."(3)
El estereotipo de la se�orita maestra basado en las "aptitudes maternales innatas", la vocaci�n educadora y el amor a la infancia, tuvo consecuencias significativas en la configuraci�n hist�rica de la funci�n docente: la mala remuneraci�n y la pobre valoraci�n tambi�n simb�lica, que perduran hasta nuestros d�as. Porque si es "natural", no hay esfuerzo, ni preparaci�n, ni capacitaci�n especial para ejercer la docencia. �Por qu� tendr�a que valorarse una actividad que se supone que nos surge espont�neamente s�lo por el hecho de ser mujeres?
La continuidad que se establece entre el rol materno y la actividad de las maestras, incide en c�mo se valora su labor, m�s como un "apostolado" o un "sacerdocio" que como un verdadero trabajo asalariado y, encima, mal remunerado. La investigadora Graciela Morgade propone denominar a las docentes "obreras de la tiza", justamente para visibilizar y poner de relieve la condici�n de trabajadoras por sobre la hist�rica noci�n de "educadoras por naturaleza".(4)
Con la obligaci�n de que siempre tienen que estar dispuestas a ayudar a los dem�s, en los �ltimos a�os, las maestras cargamos sobre nuestras espaldas la tarea asistencial que se ha impuesto en el �mbito escolar por el deterioro econ�mico y social que significaron las pol�ticas neoliberales de los �90. Es por ello que, dentro de las tareas docentes, las maestras no solo educan, sino que adem�s se espera de ellas un papel de observancia de la salud, limpieza, alimentaci�n, cuidado y contenci�n psicol�gica de sus alumnas y alumnos, naturalizando as� una prolongaci�n de las tareas dom�sticas invisibles y no remuneradas, que en la sociedad capitalista recaen abrumadoramente sobre las mujeres. �Las mu�ecas para las chicas y la pelota para los varones?
"Por la escuela como ning�n otro lugar, empeque�ecidas por diminutas, pasan todas las ideas que una sociedad quiere transmitir y conservar, todo aquello en lo que cree o en lo que quiere que se crea."(5)
La escuela moderna, que permiti� la masificaci�n de la lecto-escritura y las operaciones matem�ticas b�sicas, tambi�n es la reproductora de la ideolog�a dominante, y con ello de los roles y estereotipos de g�nero. Al mismo tiempo que el "igualador delantal blanco" intenta uniformizar y ocultar las diferencias sociales al interior de la escuela, tambi�n asemeja y esconde los cuerpos sexuados de ni�as y ni�os, mientras reproduce prolijamente los roles estereotipados que la ideolog�a patriarcal asigna a cada g�nero. Para ellas, el lugar indicado es el "rinc�n de la casita", con los elementos de limpieza y cocina. Para ellos, los camiones y los ladrillitos.
Si hasta el siglo XX no era obligatorio ense�ar a las ni�as a leer y escribir y s� cumplir con las expectativas que se ten�a de ellas destinadas exclusivamente a la futura maternidad, hoy la educaci�n masiva y extendida (aunque no universal) repite, en sus rutinas, la reproducci�n de esos roles que se reproducen en propuestas did�cticas no cuestionadas. Cuentos de hadas y princesas de anta�o se planifican sin ninguna lectura alternativa. "Una revisi�n de los libros de texto editados este a�o brinda un panorama poco alentador: no s�lo queda develada la vigencia de los estereotipos de g�nero m�s arcaicos (...) reproducen cuanto estereotipo se les cruza por el camino: las familias... son t�picas, antes que tipo, hay pap�, mam� y hermanos. Hay tambi�n un mundo dom�stico en el que reina el saber femenino y la �colaboraci�n� masculina..."
Y esto que parece de anta�o, es el comentario de una periodista del diario P�gina/12 publicado en el 2004. Como plantean diversas autoras, las identidades de var�n y mujer se producen culturalmente y la escuela tiene adjudicado su rol en el proceso. "Una construcci�n de las ni�as como sujetos que cumplen con las reglas (se portan mejor), mientras que a los varones se les adjudica peor comportamiento... (...) estas formas de oposici�n y valoraci�n diferentes de los comportamientos imponen distinciones entre chicas y chicos que ayudan a reforzar la �esencialidad del g�nero�."(6)
El f�tbol para los varones o para "la machona", "llorar no es de hombres", que las mam�s compren y los pap�s construyan, que las nenas provoquen y los varones "se tienten", que los pr�ncipes siempre "salven" a las princesas y nunca al rev�s, que ellos nunca fracasen en sus heroicas gestas, que el maestro gay pueda ser respetado siempre y cuando s�lo se lo considere un hombre "dulce y cari�oso", pero las maestras lesbianas sean silenciadas y "un mal ejemplo"... nada de todo esto es neutral, �ni mucho menos naturalmente asignado!

�No queremos ser "guardianas" de este orden!


Las mujeres, durante el transcurso del siglo XX, lograromos acceder masivamente a todos los niveles de la educaci�n. "Aparentemente, hoy el sistema educativo incluye a las ni�as y mujeres y las instruye en igualdad de condiciones. Esta apariencia quit�, en gran medida, la educaci�n no sexista del horizonte de las reivindicaciones de los movimientos feministas de los 70."(7)
Sin embargo, actualmente, a inicios del siglo XXI, 960 millones de personas son analfabetas y el 70% de ellas son mujeres. La apertura de diversos programas de inclusi�n, igualdad de oportunidades, equidad de g�nero y otras pol�ticas de Estado en relaci�n a las mujeres dan la apariencia de estar avanzando en el camino de la igualdad de derechos. Pero lo cierto es que en las leyes de educaci�n, ni siquiera el t�rmino "g�nero" pudo ser incorporado por la abierta presi�n y la persistente ingerencia de la Iglesia. "El derecho a una educaci�n no sexista fue y es el gran asunto pendiente, a pesar de que es una de las m�s antiguas reivindicaciones feministas.", denuncia la feminista Claudia Anzorena.(8)
Es que el Estado sigue avalando la censura impuesta por la Iglesia, considerada como un "agente educador" por las mismas leyes educativas argentinas. Despu�s de tantos a�os de la lucha por la educaci�n laica contra la injerencia eclesi�stica, el Estado no s�lo sigue subsidiando la educaci�n privada a costas de la pauperizaci�n de la educaci�n p�blica, sino que permite que las grandes decisiones estrat�gicas que conciernen a los contenidos program�ticos pasen por el filtro aprobatorio o condenatorio de los monse�ores. Es que a comienzos del siglo XXI, en Argentina, la Iglesia aun no est� separada del Estado.
La escuela es un potente agente socializador, transmisora de creencias, ideolog�as y valores esencialmente de la clase dominante. Es formadora de subjetividades y reproductora de las relaciones sociales existentes. �C�mo podr�a escapar, entonces, a la realidad de un sistema que engendra 1300 millones de pobres en el mundo, de los cuales el 70% son mujeres?
Cambiar el lenguaje por uno no sexista, modificar algunas viejas rutinas escolares, transgredir algunas pautas que impone la burocracia de las curr�culas... no es suficiente. Hay que desnaturalizar lo que est� dado "por hecho", cuestionar lo que se aprende y lo que se ense�a. Pero tambi�n es necesario participar de las luchas docentes, de las luchas por la educaci�n y por subvertir radicalmente el sistema capitalista, un sistema absolutamente irracional, donde la riqueza que generan millones de trabajadoras y trabajadores se acumula en las manos de unos pocos par�sitos, mientras millones de seres humanos sobreviven miserablemente con menos de un d�lar por d�a, sin agua potable, sin electricidad, sin acceso a la salud, en condiciones de desnutrici�n, muriendo de enfermedades curables y sin poder aprender siquiera a leer y escribir.

Notas
1 Fern�ndez, A. (1992): La sexualidad atrapada de la se�orita maestra, Nueva Visi�n, Bs. As.
2 El Monitor de la Educaci�n, 1889-1890
3 "Adi�s a la maestra" (1917), del poeta Pedro Bonifacio Palacios, conocido por el seud�nimo de Almafuerte.
4 Yannoulas, S. (1996): Educar, �una profesi�n de mujeres? La feminizaci�n del normalismo y la docencia (1870-1930), Kapeluz, Bs. As.
5 Moreno Marim�n, M. (1986): C�mo se ense�a a ser ni�a: el sexismo en la escuela, Icaria, Barcelona.
6 Morgade, G. y Alonso, G., comp. (2008): Cuerpos y sexualidades en la escuela. De la "normalidad" a la disidencia, Paid�s, Bs. As.
7 Anzorena, C.: "La participaci�n de las mujeres en el proceso de formaci�n del Estado Nacional en Argentina de finales del siglo XIX. Reflexiones desde una perspectiva de g�nero", Unidad Sociedad, Pol�tica y G�nero, INCIHUSA CONICET.
8 �d.

Fuente: lafogata.org

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