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Julio Cortázar

17 de febrero de 2004

Instrucciones para entender a Cortázar

José Steinsleger
(La Jornada Semanal, 13 de octubre de 2002)

El cronopio cruza San Juan de Letrán rumbo al Sanborn's de los azulejos. Entra a la tienda por 5 de mayo y toma asiento junto a la barra donde lo espera una pareja con un bebé a quien después le contarán que Julio Cortázar acarició sus cachetes. El encuentro dura menos de 20 minutos. Al despedirse, el abrazo facilita el pase de manos de un sobre color manila. "Saluden a los compañeros", dice. Y a grandes zancadas se regresa al Palacio de Bellas Artes donde participa en el Tribunal Russell que ventila los crímenes de la dictadura chilena. Diez años después, en el cementerio de Montparnasse, cerca de la tumba de César Vallejo, sus restos yacen junto a los de su amada Carol Dunlop. En el Teatro San Martín de Buenos Aires, la crema de la cultura rinde homenaje al autor de "Rayuela". Su voz, grabada en un disco de la UNAM, hace caer los mocos.
En el podio, el guión se repite: "Cuando conocí a Julio en París...". Y todos callan que en diciembre de 1983, cuando el cronopio aspiraba las últimas burbujas de oxígeno porteño, su nombre no figuraba en la nómina de artistas y escritores invitados para saludar al presidente electo Raúl Alfonsín. Adelantándose al desenlace, plumas prestigiosas de entonces subrayaban con énfasis las "diferencias políticas" que los distanciaba del "Gran Escritor". Lamentaban que se les hubiese escapado del redil de la mítica revista "Sur", en la que el cronopio escribió apenas 8 reseñas en los 349 números publicados de 1931 a 1970. Un necrófago comentó acerca del "...prolongado capítulo de las relaciones de Cortázar con el castrismo...con una voluntad polémica que terminó por desdibujar el sentido del escritor..." (La Nación, suplemento cultural, 19/01/84).
Sin embargo, el día del besamanos, uno de los miles de chicos que marchaban por las calles pidiendo por los desaparecidos políticos, divisó a un hombre altísimo y barbudo que parado en una esquina los miraba con atención regocijada. El chico exclamó ¡Cortázar! y la columna desvió su ruta. Entre aplausos, vivas y algarabía, Cortázar fue tocado, mirado y fotografiado. Cubriéndolos de besos, todos gritaron ¡gracias! y le preguntaron si la Maga existió. Palacio de Bellas Artes, nuevamente. México conmemora diez años de la muerte del cronopio mayor. Dos grandes autores leen sus textos.
Pero las referencias acerca del escritor solidario con la revolución cubana y las luchas del pueblo nicaragüense, brillaron por ausencia. Ya se vive en un mundo "moderno" y las aclaraciones, el desdén o el silencio en torno a la posición política de Cortázar se han tornado indispensables. Un modo de evitar malos entendidos. Una conducta a seguir. El nudo polémico empezó a desdoblarse entre los "ingenuos" que seguían apoyando las luchas revolucionarias y quienes, al decir de Cortázar, "esconden el miedo a perder un estatus milenario".
Para éstos, Cortázar habría sido una suerte de "niño-grande". Opinión que olvida, como diría Huizinga, que sólo "los niños, los jugadores de fútbol y de ajedrez juegan con la más profunda seriedad". ¿Cortázar "político"?... En todo caso, nada distinto del "literario": un modelo para armar, desarmar y rearmar en dirección contraria al escritor que todo lo embute en calzas simétricas. Pues revisando sus trabajos (incluidos los "políticos"), se advierte que su actitud cuadra con la del niño desarma el reloj para averiguar cómo funciona el tiempo. ¿En qué momento Cortázar empezó a encauzar su "ser y estar" en el mundo? ¿Fue la suerte amarga de la república española? ¿el peronismo? ¿la polémica Sarte-Camus? ¿la derrota de Francia en Vietnam, la guerra de Argelia, la victoria del Che y Fidel, las independencias en cascada de las naciones de Asia, Africa y el Caribe? Hijo latinoamericano de "Dadá" y del surrealismo que minó las bases culturales y artísticas de una sociedad a la que juzgaban radicalmente injusta, Cortázar descubrió "Opio", de Jean Cocteau, a los 18 años. La lectura de este libro cambió su visión de la literatura.
Los recursos literarios de la irracionalidad, el escarnio y el azar también podían ser formas de "lo político" y el cronopio, mucho antes de que Francia conociera el genio de Artaud, recitaba de memoria su poema "Historia del Popocatepetl": "Cuando pienso 'hombre', pienso/ patate, popo, caca, tete, papa/ y en la "l" del pequeño aliento que surge de ello para reanimarlo..."? Si la noción de "ideología" conlleva la pretensión de articular de un modo coherente los términos de una contradicción, convendría no esperar de Cortázar un pensamiento ideológicamente cerrado. Criado en un hogar conservador, hubo un joven que salió con sus compañeros de escuela a la calle para celebrar el golpe fascista que derrocó al gobierno de Hipólito Yrigoyen (1930). Pero también hubo otro igual que andaba por los cafés de Buenos Aires leyendo a Hesíodo y Homero con el candor primigenio que va intuyendo el eje central de su obra futura: que la libertad conlleva la liberación de las formas del lenguaje, y los modos que al lenguaje le permiten modelar los flujos de la conciencia. Muletilla: Cortázar se fue de la Argentina para huir del peronismo.
En realidad, nadie lo echó. Inclusive, antes de partir, le regaló a la crítica la primera valoración seria de "Adán Buenosyares", de Leopoldo Marechal, intelectual y funcionario del primer gobierno de Perón (1949). Borges, que tres años antes habíale publicado el cuento "Casa Tomada" a modo de metáfora antiperonista, se hizo el desentendido. Mas aquí ya estamos ante el escritor formado para quien la crítica profesional no puede condicionarse a lo políticamente conveniente. Veinte años después, filólogos renombrados de habla hispana coincidirán con aquellos comentarios auspiciosos de la compleja novela de Marechal. En sendas entrevistas del poeta Francisco Urondo y el narrador Osvaldo Soriano (1970 y 1983), Cortázar admite que "Las puertas del cielo" fue un cuento reaccionario donde se mofaba de los "cabecitas negras", como se les decía a los peronistas.
A Soriano confiesa que su "...incapacidad para captar el panorama político argentino de la época" debe ser la conclusión final que hay que sacar del cuento. Con todo, en manos del neotomismo hispanista, el clima académico de las universidades argentinas, donde el cronopio se gana la vida, resulta asfixiante. Y no sólo para la izquierda liberal. Intelectuales que han adherido al peronismo se sienten incómodos. "La política pequeña del movimiento triunfante en 1945 no toleraba que llegasen hasta el pueblo los hombres que pudieran tener alguna independencia", apuntó el escritor nacionalista Arturo Jauretche (1901-74). En 1951 Cortázar se instaló en París y en 1953, otro argentino a quien tampoco echó el peronismo, emprendió su viaje sin retorno por América Latina.
Nunca se vieron pero en 1963 ambos confluyeron en Cuba. El uno, escritor consagrado, había tomado notas de "Palabras a los intelectuales", de Fidel Castro (1961); el otro, luchador incansable, las ejercía en la práctica. "Rayuela", un juego, se publica en 1963. Cortázar concluye que la democracia impulsada por el socialismo plantea reglas del juego distintas de la democracia liberal. Una miríada de jóvenes conocía el soliloquio del "Che" que el escritor volcó en su relato "Reunión": "...qué desesperada tarea la de ser un músico de hombres". En octubre de 1967, tras la muerte del guerrillero, leimos "Mensaje al hermano": "...Usa entonces mi mano una vez más, hermano mío...Toma, escribe: lo que me quede por decir y por hacer lo diré y lo haré siempre contigo a mi lado...".
En el medio, la célebre carta a Roberto Fernández Retamar, donde fustiga la "actitud típica del liberal que se imagina de izquierda": "...y me apresuro a decirte que si hasta hace pocos años esa clasificación (n.r. 'intelectual' y 'latinoamericano') despertaba en mí el reflejo muscular consistente en elevar los hombros hasta tocarme las orejas, creo que los hechos cotidianos de esta realidad que nos agobia (¿realidad esta pesadilla irreal, esta danza de idiotas al borde del abismo?) obligan a suspender los juegos, y sobre todo los juegos de palabras...Hechos concretos me han movido en los últimos cinco años a reaunudar un contacto personal con Latinoamérica, y ese contacto se ha hecho por Cuba y desde Cuba..." Cortázar empezó a dirigirse a "...aquellos que leen mis libros por razones vitales y no con vistas a la ficha bibliográfica o la clasificación estética". Son los años del lamentable y archimanipulado "caso Padilla".
El primer adjetivo cabía a quienes se aprovechaban del caso para decretar "el gulag total de la cultura cubana"; el segundo porque quien realmente perdió con el atropello fue el poeta, autor de un libro excelente que irritaba a la burocracia cultural de la revolución. Confundido, Cortázar suscribió el manifiesto de protesta de los intelectuales "independientes" y después se retractó: "...Quien soy yo/ frente a pueblos que luchan por la sal y la vida..." ("Policrítica a la hora de los chacales", 1971). Pero así como a Prometeo, sus pares del Olimpo jamás le perdonaron la diatriba. Con insidia, uno de ellos escribió en un libro de chismes sobre el "boom" editorial: "Era un argentino que lo era más que ninguno, precisamente porque andaba metido en tantas cosas que no lo eran...". Cortázar les respondió en "gíglico", lenguaje de su invención: "...podría flamencarles la cara de un rotundo mofo. No soy inane y no me melgan las arremulgadas de los acarios".
Ya está. Cortázar se ha convertido en un intelectual "políticamente ingenuo". Pero la elección del chacal no es casual. El chacal actúa después, con la seguridad de quien puede entrar al festín y desgarrar. Bicho artero y cobarde el chacal observa y premedita. Y su risa es el autofestejo por anticipado de su astucia. En 1973, con motivo del triunfo del peronismo, Cortázar viajó a Buenos Aires. Celebró un asado y una botella de vino sanjuanino con Rodolfo Walsh, visitó al poeta Francisco Urondo en la cárcel, participó en una asamblea de los obreros gráficos y cedió los derechos de "Libro de Manuel" a la resistencia chilena y a familiares de los presos políticos argentinos. En su visita trató de entrar a la base naval de Trelew, donde el año anterior había tenido lugar una matanza de guerrilleros desarmados, del ERP y Montoneros. Pero no lo dejaron. La madre de María Angélica Sabelli, una de las víctimas, lloró sobre su pecho.
En el suplemento cultural de "La Opinión" (08/12/74), la izquierda impoluta hizo trizas el "Libro de Manuel". Se le reprochó que no estaba facultado para opinar. Que vivía lejos. Que era lo peor de su obra. El único texto generoso lo escribió el narrador Haroldo Conti: "...De hecho hay gente que, estando aquí, es como si viviese en el Himalaya y aún en la Luna. Los clásicos 'espaldistas'. Son capaces de escribir sobre el Renacimiento o sus aburridos fantasmas apoyados en el mismo paredón detrás del cual revientan a sus hermanos". Secuestrado por la dictadura, la de Conti fue la única voz silenciada de aquellas críticas tenaces. No. El enemigo jamás se equivoca. En una tarde invernal y borrascosa de París, abrumado por el espanto sin tregua que día a día engrosaba la nómina de "desaparecidos" y en plática con su amigo Juan "Tata" Cedrón, Cortázar le dijo con su problema de foniatría que le impedía pronunciar la "r" (y que muchos atribuían a su "afrancesamiento"): "Tenemos que hablag, Tata, tenemos que hablag, contagte cosas que estoy entendiendo".
El "Tata" cuenta haberle palmeado la espalda: "Déjate de joder, flaco, ya hablamos mil veces de eso. Acordate de Urondo, de Walsh. Ellos vieron algo en todo eso. Agarrá por ese lado y listo". Urondo y Walsh, sus amigos, el uno gran poeta de su generación y el otro el mejor periodista de América Latina según García Márquez, fueron jefes montoneros que cayeron en combate y murieron matando. Cortázar fue universal en la medida que toda universalidad transmite un mensaje local "...como enérgico empujón hacia lo de veras nuestro" (JC, Leopoldo Marechal: Adán Buenosayres, 1949).
El Whitman, el Rulfo, el Cervantes, el Machado, la Sor Juana dormida que llevamos dentro. Conjugación unitaria de una literatura imposible sin la conjugación simultánea del hacer, con ideas y praxis consecuente que las convalida. La cigüeña quiso que este escritor sensible a las sincronías naciese cuando los "bárbaros atilas" tomaron el mundo por asalto y la parca tocase su puerta el día en que los comandantes de la dictadura argentina fueran citados a declarar ante la Justicia.
Abierto al mundo, el ideal cortazariano brotó en Bélgica, creció en Argentina, maduró en los pueblos de la pampa, en las estribaciones mendocinas, y se realizó en París, Cuba y Nicaragua, tierra de poetas y guerreros a la que amó hasta el fin. Antes de brincar al otro lado Cortázar nos anticipó que las reglas del juego seguirían siendo las del año de su nacimiento (1914), cuando el infierno global se situó en el lado opuesto del "cielo-avión-rayuela" que su mano dibujó para la portada de la novela insignia. En 1994, en una escuela patagónica del ciclo secundaria de Trelew (Chubut), los candidatos para ponerle nombre al establecimiento eran tres: Julio Cortázar, Che Guevara y una expresión de los indios tehuelches. Ganó Cortázar.