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Salvador Allende

 

11 de septiembre del 2003

Chile: Comunicado del Frente Patriótico Manuel Rodríguez
30 años de resistencia, lucha y construccion popular

Con una tesis de guerra y una conducta consecuente con ella, el 11 de septiembre de 1973 las FFAA lanzaron una ofensiva profunda y de aniquilamiento contra el movimiento popular chileno. "Aniquilar, destruir, neutralizar" son los términos empleados en cualquier guerra y están señalados sin ambigüedades en las misiones de todo plan táctico de combate. Aviones sobrevolando Santiago y bombardeando La Moneda instalaban un verdadero escenario bélico otorgándole a este golpe militar una significativa diferencia con relación a todos los demás golpes militares de la época en Latinoamérica. Desde ese mismo momento el ataque total excluía cualquier hipótesis de soluciones pacificas o negociadas. Golpe implacable y rendición incondicional fue desde el comienzo la lógica de los agresores golpistas.

Para la defensa del Gobierno de la Unidad Popular, el número de armas y hombres preparados era insignificante, pero si hubiese existido más cantidad, el problema habría sido el mismo, ya que la debilidad principal de aquella experiencia era consecuencia de una arraigada concepción política que por décadas habían defendido socialistas y comunistas, principales fuerzas conductoras del proceso. No había "Plan de Guerra" pues nunca hubo una concepción política, una apreciación de los probables escenarios de conflicto que obligara a su elaboración. Y si no había política de guerra, no podían surgir entonces necesidades de estructuras militares, mandos, instrucción, avituallamiento, etc. Se argumentó hasta el convencimiento pleno: la vía chilena al socialismo podía ser violenta, pero no armada. "Correlación de fuerzas y lucha de masas" eran categorías que concentraban la dirección principal de este proyecto (ciertamente visto desde la unilateralidad electoralista que lo caracterizó).

Todos los involucrados en el golpe militar, los ejecutores directos, sus teóricos, los cómplices, los condescendientes, los que se solazaron secretamente con la barbarie, los que concientemente justifican todo lo ocurrido, repetirán hasta el cansancio y para la historia que en Chile hubo una guerra con "victimas de ambos bandos". Sin embargo, hasta 1983 la casi totalidad de las "victimas" fueron de un "solo bando". Durante unos 10 años las FFAA "guerrearon" contra un pueblo desarmado.

Al contrario, en las acciones operativas de resistencia a la dictadura posteriores a 1980 que primero desarrollaría el MIR y luego desde 1983 el FPMR, la inmensa mayoría de sus "víctimas" son connotados responsables de violaciones atroces. Los escasos secuestrados que retuvo el Frente siempre regresaron hasta de manera espectacular donde sus familiares. No se les tocó ni un pelo. Sin embargo muchos de los secuestrados de "este bando" hasta hoy yacen en algún lugar del fondo del mar. Los que no eran un ejército regular respetaron las reglas de la guerra que fueron sistemáticamente violadas por los soldados profesionales.

En 1973 se usó en definitiva, la violencia reaccionaria en contra de un proyecto popular y no armado que pretendía modificar el sistema empleando sus propias reglas del juego. El golpe restableció la tranquilidad y la propiedad a los grandes capitales. La democracia burguesa y sus elecciones sirven y son "democráticas" hasta tanto sean funcional a sus intereses, y la gran burguesía chilena una vez más actuó en consecuencia; la estructura de clases y la gran propiedad no se incluyen en ninguna elección.

Variadas son y serán las lecciones que nos lega esta historia, por ello si la mayoría de los chilenos impulsara otra vez un proyecto alternativo al capitalismo, seguro no les bastaría con solo votar y llenar las calles de marchas combativas. En el futuro no se puede amenazar al poder establecido sin tener cómo defenderse de sus agresiones y así garantizar la continuidad y estabilidad de un proyecto de transformaciones.

La guerra es una expresión concreta de los antagonismos que existen en una sociedad dividida en clases, y la dictadura impulsó una con el fin de mantener y proyectar un régimen de explotación por medio del poder político y militar reaccionario, un estado de guerra en contra de todas las fuerzas populares, sus organizaciones políticas y sociales, lo cual no es más que "la continuación de la política por otros medios", y la política que fue "continuada" tiene su esencia ligada al principal promotor de este tipo de conflictos en nuestra América: el imperialismo norteamericano, quien la ejecutó en Chile por medio del régimen militar.

A la luz de esta violenta realidad, la respuesta que se dio el campo revolucionario tuvo su raíz principal en la política de la clase trabajadora, oprimida y explotada; en la mayoría de los chilenos, quienes trabajamos y luchamos de las más diversas formas para terminar con la dictadura. Por unos cuantos años la principal tarea fue resguardar las fuerzas, reorganizarse y sobrevivir, debiendo pasar muchos años para que las organizaciones populares exhibieran una capacidad combativa a través de un camino largo y con muchas dificultades, sólo fortalecidas con el auge de la organización y movilización del pueblo en general, que tuvo sus mejores años en 1985 y 1986.

Todos atisbaron, incluyendo a los gobernantes norteamericanos, que de continuar por ese camino la estabilidad del sistema estaba en peligro. Por ello, a pesar de las grandes diferencias existentes, los diversos partidos burgueses lograron el consenso y triunfaron. Conocido es el resto de la historia y la debacle general de las fuerzas de izquierda que por segunda vez fueron claramente derrotadas a pesar de ser quienes más hicieron por el término de la dictadura.

De la guerra a la "paz neoliberal"

Como se ha visto, el golpe fue la continuación en nuestro país de la política de la burguesía y el imperialismo por medios militares y dictatoriales, los cuales a fines de los años 80 fueron reemplazados por los medios de la democracia burguesa, las negociaciones cupulares y los consensos entre la clase dominante. Hoy día, esa política, esos intereses de clase, siguen buscando los medios más adecuados para lograr sus objetivos. Desde comienzos de 2003 sabíamos que la conmemoración de los 30 años del golpe militar sería una contingencia importante para las diversas estrategias de las fuerzas políticas en el país. Esto quiere decir que bajo el manto del simbolismo, las ceremonias, los balances y recuentos históricos televisivos, o las hipócritas promesas de "nunca más", se esconden intereses muy actuales y concretos del bloque en el poder, entre los cuales está el garantizar la estabilidad del sistema económico, político y social impuesto, y fortalecer el consenso neoliberal mediante iniciativas en distintos ámbitos.

Así lo han hecho con la Agenda Pro Crecimiento, el acuerdo de modernización, el Tratado de Libre Comercio con Europa, Corea y EEUU. Incluso en relación con los derechos humanos, hay acuerdos operando entre la concertación, la derecha y los militares para sacarse el problema de encima más que hacer justicia Porque para que haya de verdad justicia a lo menos en el plano de la actual estructura jurídica, se debe comenzar por derogar la Ley de Amnistía como lo han mencionado amplios sectores, verdadero pilar de la impunidad del terrorismo de Estado en nuestro país, algo que claramente la última propuesta de "solución" de la Concertación en boca de Lagos no aborda.

Por el contrario, el centro de gravedad de la propuesta hecha por el gobierno sólo busca el término de los procesos judiciales que afectan a los militares, con ofertas de impunidad y rebaja de condenas a los cómplices y encubridores del terrorismo de Estado, parapetado detrás de posibles indultos presidenciales, reparaciones a las victimas y declaraciones de hacer justicia a los familiares de violaciones de derechos humanos, reduciendo además este tema a encontrar los restos de los detenidos desaparecidos. Lo único que les interesa al gobierno es sacar el tema de la agenda pública para que la Concertación demuestre su "superioridad moral" y capacidad política que la hagan viable como instancia gobernante en una coyuntura en que se ha visto debilitada por pugnas internas y escándalos por corrupción. Además libera el camino a la derecha, que apoya entusiastamente esta propuesta, para presentarse como alternativa de gobierno desmarcándose de su matriz dictatorial, y los militares tranquilamente seguir manteniendo sus privilegios políticos y económicos, todo en la perspectiva de ir solucionando, después de trece años, algunas de las contradicciones que le impide al bloque dominante "terminar la transición", o con la definición que hace de transición.

Este tipo de arreglos en las alturas sólo son posibles debido a la ausencia del movimiento popular como un actor concreto en la coyuntura, y de hecho el paro-protesta del 13 de agosto puso en la mesa las diversas tareas y desafíos para los distintos sectores que aspiran a incidir en la organización del pueblo, ya sea para fortalecerlo, manipularlo o neutralizarlo. Por todo lo anterior es que la conmemoración de los 30 años del golpe militar debe servirnos para legitimar, reivindicar y sobre todo proyectar la lucha por los cambios radicales que este país necesita, debemos abandonar el sentido tradicional de estas fechas (y que muchas veces cae en la formalidad), entendiendo además que cuando se hable de justicia no debemos reducirla únicamente a un tema de tribunales sino a la sociedad toda, es decir la lucha por la revolución y el socialismo que son la única forma de avanzar hacia los objetivos por los cuales tanto se ha luchado y tantos han dado su vida.

¡Hacia un Proyecto Revolucionario, Patriótico y Popular!

Frente Patriótico Manuel Rodríguez
Septiembre 2003, Año del Primer Congreso
www.fpmr.org