Argentina: La lucha continúa
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Guevara: El regreso del pensador insurgente
Eduardo Lucita
Trabajo presentado en la Cátedra Libre
Ernesto Che Guevara. Fac. de Ciencias Sociales – UBA.
Según Hobsbauwn en su Historia del Siglo XX "La destrucción del pasado, mejor
dicho de los lazos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del
individuo con las generaciones anteriores, es uno de los fenómenos mas
característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX".
Efectivamente por estos años pareciera ser que los individuos, y particularmente
los jóvenes, vivieran su existencia con prescindencia del pasado, en una suerte
de presente permanente. Sin embargo, y como contradiciendo esta tendencia, a más
de treinta años de su desaparición en la selva boliviana, la figura de Ernesto
Guevara de la Serna, el Che, ha retornado al centro de la escena de la mano de
historiadores, periodistas, políticos, intelectuales, cineastas… Pero sobre todo
su nombre y su imagen aparecen enarbolados, tanto en manifestaciones como en
canchas de fútbol, y no solo en Argentina, por crecientes franjas de la
juventud.
¿Qué indica esto? ¿Es una expresión del mercado y del consumismo que todo lo
transforma en mercancía? ¿Un intento generalizado de convertirlo en icono
inofensivo? ¿De transformar en punta roma el agudo estilete crítico de su
pensamiento y acción? ¿O será que en este fin de siglo deshumanizado y bárbaro
su figura ética y humanística por excelencia convoca la desesperación y rebeldía
de jóvenes sin horizonte y sin futuro? ¿O tal vez tendrá que ver con que hoy
existen las posibilidades de acercarse a la casi totalidad de su obra, de romper
con la carencia de información, y por lo tanto con el conocimiento fragmentado
que existía hasta no hace mucho, y avanzar en una reconstrucción crítica de su
obra y acción, así como de su vida y pensamiento?
A más de treinta años de aquel 8 de octubre se impone esta tarea, y hay muchos
indicios de que se está realizando. Se trata de realizar un esfuerzo por romper
con el adocenamiento apologético, de evitar que concluyan congelando en frío
monumento –aquellos iconos inofensivos de que hablara Lenin-, la figura del
"guerrillero heroico", que lo fue, del "aventurero consecuente", que también lo
fue, o del "internacionalista consecuente", que también lo fue.
Por el contrario, para nosotros se trata de ir al encuentro de las facetas más
creadoras, aquellas que no por poco conocidas o poco estudiadas, son menos
importantes.
Se trata de ir al rescate del Che como hombre de ideas, portador de un
pensamiento crítico e insurgente, que al decir de Almeyra y Santarelli no es
otra cosa que ir al encuentro de Il pensiero ribelle.
Cualquiera sea el ángulo desde el cual se intente abordar la lectura hay un
vértice de atracción, un hilo conductor que recorre cada uno de los momentos de
su vida revolucionara –el Che y la lucha contra el reformismo, el Che y la
conquista del poder, el Che y la construcción del socialismo, el Che y la
dinámica de la revolución mundial- y ese punto de atracción es el hombre, el
hombre nuevo como hacedor de historia y artífice de las transformaciones
sociales.
Es la revalorización del humanismo marxista, sepultado durante décadas por la
escolástica estalinista, lo que encontramos en su universo de ideas y lo que
Ernesto Guevara coloca en el centro de sus preocupaciones, en su visión
revolucionaria del mundo. Para el se trataba de construir…un sistema marxista,
socialista, coherente, o aproximadamente coherente, en el que hemos colocado al
hombre en el centro, en el que se habla del individuo, de la persona y de la
importancia que este tiene como factor de la revolución.
Arturo Guzmán, ex ministro de Minería y Metalúrgica de Cuba, sintetizaba así su
visión del Che: "…en su prédica constante sobre la necesidad de formar un hombre
nuevo, el hombre producto del socialismo y constructor del comunismo, que
viviera para y por la sociedad, Guevara plantea el desarrollo de la conciencia
como el único camino posible que conduce a la nueva sociedad. Plantea que con
las armas melladas del capitalismo el socialismo no puede formar a su hombre;
que el estímulo material es un mal necesario, pero al que hay que erradicar
definitivamente; ningún hombre consciente puede ser sustituido por hombres que
se muevan empujados por estímulos materiales. Viéndolo en perspectiva histórica
el hombre nuevo ya es viejo para él; en su propia vida vemos las virtudes que él
pregona necesariamente para ese nuevo ser social". (Citado por J. Aricó en el
prólogo a su recopilación).
Pero es necesario ir al encuentro del pensador insurgente, del pensador de la
utopía de su tiempo, que fue y es también nuestro tiempo, de colocar a Guevara
en el contexto de la teoría y de la práctica de la revolución latinoamericana,
de las ideas y las concepciones que emergen de la revolución cubana y que se
entrecruzan, en complementación y disputa, con otras ideas y corrientes en
tensión por los acontecimientos que en el terreno de la lucha de clases
recorrían el mundo de ese entonces.
Aquellos años sesenta, idealizados por algunos y descalificados por otros,
plagados de encantamientos y esperanzas para quienes los protagonizamos e
ignorados muchas veces hasta lo imprevisible en la actualidad.
Ese lapso que va desde 1959 – la irrupción de la Revolución Cubana- hasta 1973 –
el fin de la intervención militar norteamericana en Vietnam-, se desarrolló
sobre un fuerte proceso de acumulación y reproducción de capitales, en un
período de gran expansión de la economía capitalista mundial y de profundas
transformaciones sociales, que se inició no bien concluyó la 2da Guerra Mundial.
Formaron parte así de lo que algunos autores llaman la "edad de oro", "… sin
precedente y tal vez anómala", que se desenvuelve entre 1945-1973.
Los acuerdos de Yalta permitieron la emergencia, en la inmediata postguerra, de
un sistema político internacional de estructura bipolar, sustentado en "una
cuidada relación de guerra fría" entre los EEUU y la hoy ex URSS, que
presentaban su disputa como confrontación ideológica total entre campos
antagónicos, con formas de propiedad y relaciones de producción y organización
social distintas.
La combinación de esta situación de guerra fría con la fuerza de la emergente
revolución colonial abría un extenso "campo" antiimperialista, pero en él, y de
la mano del marxismo oficial, el nacionalismo sustituía al internacionalismo y
la lucha de clases era abandonada por la confrontación entre bloques.
En esta dinámica la emergencia de los movimientos de liberación nacional y de la
nueva izquierda revolucionaria en el mundo, se afirmaban en un fuerte
sentimiento antiimperialista que cuestionaba la hegemonía económica y militar de
los EEUU, así como en una posición crítica frente al comunismo oficial de la
URSS y su política de coexistencia pacífica.
La combinación de estos elementos, a los que hay que agregar el surgimiento de
los movimientos contestatarios al interior de los países centrales y la
aparición de una verdadera contracultura en las artes, en las letras y en la
vida cotidiana (sexualidad, vestimentas, costumbres) que pujaba por
desestructurar la cultura dominante de la época, configuraban un cuadro de
situación que favorecía el desarrollo de la lucha de clases y la confrontación
antiimperialista, otorgándole un formidable dinamismo a las ideas de
transformación social.
Las tendencias revolucionarias que se desarrollaban en todas las geografías del
planeta colocaban como meta de su accionar la superación del capitalismo. Sin
embargo la lucha concreta contra este solo era asumida en toda su extensión,
como no podía ser de otro modo, por aquellas corrientes que se afirmaban en la
lucha de clases, en un anticapitalismo sin concesiones y en el desarrollo de las
contradicciones del sistema. Esto se daba en abierta oposición y ruptura con los
partidos comunistas pro-soviéticos y con la socialdemocracia de ese entonces.
En esa disputa se desarrollaron ampliamente el maoísmo, el castrismo-guevarismo
y el trostkismo, cuya inserción social se veía favorecida en América latina, y
particularmente en Argentina, por la aparición de una franja radicalizada de
obreros, estudiantes e intelectuales que, asumiendo aún con múltiples variantes
las ideas del socialismo, colocaban la cuestión del poder a la orden del día
revitalizando al movimiento revolucionario y al marxismo mismo.
Así las distintas tendencias que vertebraban la nueva izquierda en ascenso
emergían, bien como fracturas de lo existente, bien como estructuras
diferenciadas desde sus inicios de los viejos partidos comunistas y socialistas.
Es en este curso de la historia mundial y latinoamericana en que deben
inscribirse las ideas y el pensamiento de Ernesto Guevara, surgidos al calor de
la revolución cubana, en el seno de su dirección y del joven partido comunista
nacido después de la revolución.
La particularidad de las mismas radica en que se fueron elaborando en el combate
diario por la construcción de una sociedad distinta y en la confrontación con el
marxismo de manual, con el…escolasticismo que ha frenado el desarrollo de la
teoría marxista, con la vulgarización de un pensamiento que, nacido libertario y
creador, resultó convertido en dogma fosilizante.
Y si treinta años después, con la distancia que el tiempo pone respecto de las
pasiones y de las luchas de ese entonces, intentamos una revalorización del
mismo es porque, como Almeyra en La ricoperta del Che, pensamos que es posible
considerar el conjunto de su pensamiento como un aporte a la refundación del
marxismo moderno y una recuperación de los aspectos centrales del pensamiento
marxiano.
Lo paradojal es que Guevara no era un teórico, no disponía de una formación
rigurosa y conocía poco, y tal vez mal, las diversas corrientes y posiciones
históricas que se confrontaron en el movimiento comunista internacional. No era
un teórico, se elevaba desde la práctica para mejor comprender y extraer las
conclusiones teóricas sin prejuicio alguno.
Tal vez no conocía, pero ejercía como pocos, esa vieja máxima leninista
popularizada en aquellos años por el filósofo francés Jean Paul Sastre, "La
teoría nace de la acción y al mismo tiempo la enriquece".
Decía el Che:
…teorizar lo hecho, estructurar y generalizar la experiencia para el
aprovechamiento de otros es nuestra tarea del momento.
Y es en el momento de la construcción del socialismo en Cuba en que aparece en
toda su plenitud y dimensión esta faceta de Ernesto Guevara: es el hombre del
gobierno y teórico de la economía política que encontramos en el artículo Contra
el Burocratismo; en las Conversaciones del Ministerio de Industria y en el
Debate económico de los años 63-64; es el dirigente revolucionario del Discurso
de Argelia y fundamentalmente en la carta a Marcha de Montevideo: El Socialismo
y el hombre en Cuba; es por último el revolucionario integral que despunta en
cada una de las dolorosas páginas de su Diario de Bolivia y también en los
recientemente conocidos fragmentos de su paso por el Congo.
En el siempre difícil período de transición, entendido como aquel pasaje de la
sociedad agotada y caduca, cuya liquidación los revolucionarios no hacen más que
apresurar, a una sociedad nueva que surge con la fuerza propia de las masas en
acción, pero que se encuentra condicionada por los resabios del pasado. Es en
ese pasaje del reino de la necesidad al de la libertad, que …transcurre en medio
de violentas luchas de clases y con elementos del capitalismo en su seno que
oscurecen la comprensión cabal de su esencia, en que es puesta a prueba la
coherencia y la firmeza de los dirigentes revolucionarios.
El cerco imperialista aísla a la revolución – la guerra civil se extiende – el
ejercicio del poder absorbe cada día más a los dirigentes – las formas
autoritarias se montan sobre la debilidad popular – los elementos del pasado
siguen actuando –la situación favorece el desarrollo de hábitos y practicas
peligrosas – la degeneración burocrática acecha en cada esquina – inestabilidad
del poder político, del que no se puede pensar que esté consolidado
definitivamente…
Es conocido que en medio de esta secuencia casi lógica al Che le preocupaban los
indicios, que luego se confirmarían, de que el sectarismo y el autoritarismo
conculcaran el intercambio de opiniones y reemplazaran el debate. La
confrontación solapada entre distintas alas del movimiento y el crecimiento de
la influencia de la llamada tendencia sectaria lo llevaron a prohibir los
interrogatorios ideológicos y las persecuciones políticas.
Es en esta realidad que deben analizarse textos como: Debemos aprender a
eliminar viejos conceptos (discurso agosto de 1960); Contra el sectarismo
(Resolución del Ministerio de Industrias, mayo de 1961); Contra el burocratismo
(artículo, febrero de 1963); El comunismo debe ser también una moral
revolucionaria (entrevista periodística, julio de 1963); Una actitud comunista
frente al trabajo (discurso, agosto 1964).
La relectura de los textos de Guevara en este período resulta una experiencia
singular, una fuente motivadora que inspira reflexiones críticas y estimulantes.
Forjado en la "escuela del hacer", sus escritos, sus conferencias, sus
propuestas de acción práctica toman la forma del discurso de lo concreto,
insertos en la realidad cotidiana de esa sociedad en cambio, alejados de
construcciones abstractas que suelen justificarse por su propia lógica interna.
La economía – a la que privilegia como economía política – es en sus planteos la
instancia fundamental en que el hombre se realiza. Por lo tanto se impone su
transformación para que esa realización alcance su plenitud. Y esta
reorganización socioeconómica requiere de una convergencia dinámica de recursos
y necesidades sociales, pero encuentra obstáculos internos y externos de
consideración.
Incorporación de fuerza de trabajo – incremento de la demanda de bienes y
servicios – escasez de recursos propios – racionamiento – dependencia del
comercio exterior.
Esta parece ser la lógica inevitable por la que atraviesan los procesos de
transformación social. Cuba, el Chile de Salvador Allende y la reciente
Nicaragua, en nuestra América latina, son los ejemplos más que evidentes.
Pero el horizonte de ideas guevariano no se detiene en la articulación de
recursos escasos y necesidades amplificadas. El socialismo como simple método de
reparto social, como nueva conciencia productivista, no le interesa, sí como una
concepción capaz de potenciar las posibilidades del proceso de transformación en
el período de transición.
Así los movimientos de la economía no pueden ser totalmente libres, deben estar
sometidos a la intervención consciente. Es el plan el que ordena la actividad de
los hombres pero, y en esto se escapa una vez más del manual oficial, no debe
coartar las iniciativas y libertad individual. La construcción socialista para
el presupone y requiere un cambio cualitativo de las estructuras mentales de los
sujetos, capaz de liberar las fuerzas de la creatividad para ponerlos al
servicio de la producción y la organización.
La revolución no es como pretenden algunos, una estandarización de la voluntad
colectiva, de la iniciativa colectiva, sino todo lo contrario, es liberadora de
la capacidad individual del hombre.
Es en este contexto que deben ser confrontadas, entre otras intervenciones: El
plan y el hombre (entrevistas, julio de 1964); La planificación y sus problemas
en la lucha contra el imperialismo (discurso, julio de 1963); Consideraciones
sobre los costos de producción (artículo, junio de 1963); Cuba, su economía, su
comercio exterior, su significado en el mundo (artículo, octubre de 1964);
Discurso de Argelia (discurso, febrero de 1965).
En su propuesta los criterios político-económicos se inscriben en lo mejor de la
tradición marxista. El socialismo es, por sobre todas las cosas, un hecho de
conciencia que condensa la formación de un hombre nuevo en una nueva sociedad,
cualitativamente diferenciada de la anterior.
Así, la sociedad va siendo transformada por los hombres pero al mismo tiempo
estos hombres se transforman a sí mismos. Establece, entonces, una íntima
relación dialéctica entre la base material (reorientación del desarrollo de las
fuerzas productivas) y la formación de los sujetos sociales con una nueva
conciencia (revolucionaria).
En la intersección entre las concepciones estructural-cientificistas y las que
provienen de la filosofía de la praxis, que rescatan el humanismo marxiano, se
ubica el núcleo central del pensamiento de Guevara en el período de transición.
En la definición de un socialismo que el solo acepta si desde el primer momento
incorpora elementos del comunismo, en un proceso único, ininterrumpido,
permanente, donde el estímulo moral y el trabajo voluntario juegan un papel
determinante frente a lo material y a las categorías capitalistas. Donde el
protagonismo conciente de las masas, las instituciones del poder popular y la
autoorganización de los trabajadores constituyen la única garantía frente a las
tendencias a la degeneración burocrática, a la cristalización de las direcciones
y a la despolitización de las masas.
Revolución que no se profundice constantemente, es revolución que regresa.
Esta frase sintetiza lo anterior y con ella enfrenta las concepciones etapistas
o la doctrina estalinista, dogma oficial de la época, que institucionalizaba con
fuerza de ley la existencia de "...una correspondencia necesaria entre las
relaciones de producción y los caracteres de las fuerzas productivas".
Esta línea de pensamiento, que recoge los trabajos del joven Marx y se emparenta
con las aportaciones del italiano A. Gramsci, del peruano J. C. Mariátegui y del
argentino Aníbal Ponce, que se expresa puntualmente en cada uno de sus trabajos
económicos e intervenciones públicas, y que al fundirse en ellos constituye sin
ninguna duda un aporte original a la teoría marxista, fue enriquecida con cada
una de sus contribuciones en el debate económico de los años ‘63-64.
El debate que, como señala M. Löwy "…adquirió un carácter sin precedentes en un
país socialista desde la muerte de Lenin", tuvo su origen en las propuestas de
Guevara en relación a los métodos de gestión de las empresas en Cuba. Pero la
riqueza de las discusiones y seguramente de su clara intención de provocar la
discusión, hizo que esta se extendiera al conjunto de los aspectos que hacen al
cuerpo teórico de la economía política socialista en el período de transición,
para concluir en un verdadero examen crítico de las experiencias llevadas a cabo
en los países del bloque socialista.
Es que el Che intuyó tempranamente que en paralelo al crecimiento de la presión
imperialista crecía también la influencia soviética, bajo la forma de ayuda
económico- técnica, pero también como la imposición de un modelo ya definido en
otras latitudes.
Lo que luego K. S. Karol explicaría como "…el vacío político de la revolución,
que en apariencia se llenaba con la definición por el socialismo, tendía a ser
ocupado por la burocracia y el marxismo de manual".
Así el debate giró en torno a: el modelo presupuestario de gestión frente al
cálculo económico o autogestión financiera; la planificación centralizada y el
rol de la ley del valor en el período; la correspondencia entre las fuerzas y
las relaciones de producción; los estímulos morales y los materiales y el papel
de la conciencia en la construcción del socialismo. El peso de los Manuscritos
de 1884 en las intervenciones del Che en estas discusiones es más que evidente.
El proto-modelo cubano que configuraban sus concepciones constituía en la
práctica una búsqueda inacabada de soluciones no dogmáticas que incluían, y en
absoluto esto era una cuestión menor, una nueva relación entre el Partido y el
Estado, privilegiando al primero y su relación con las masas, pero también en la
relación entre estas y el Partido, favoreciendo la autoorganización y una
dinámica distinta entre dirigentes y dirigidos.
Se preguntaba ¿Qué relación hay entre el Partido y el Estado? ¿Entre la
revolución y el pueblo? Y se contestaba: hasta Hoy estas relaciones se han
regido por la telepatía pero la telepatía no es suficientemente buena…No somos
felices con el estalinismo, pero no aceptamos la reacción al estalinismo de los
soviéticos.
Su obsesión era así…elegir correctamente el instrumento de movilización de las
masas. Y se orientaba entonces por caminos inéditos que lo separaban cada día
más de los modelos preexistentes.
Es otra paradoja más, pues el mismo señaló algunas vez que para él el futuro se
encontraba en lo que pasaba detrás de la "cortina de hierro", pero como algún
autor demostró era una etapa en que el Che estaba "…formado en la experiencia
directa, con una visión de la historia del socialismo real muy limitada, sin
conocimiento de lo que realmente pasaba en la URSS y sin los reflejos teóricos
que le permitieran separarse de la experiencia". P.I. Taibo II complementa "Ni
los procesos de Moscú, ni el autoritarismo policíaco, ni los GULAG, ni la
persecución a la disidencia, ni el antiigualitarismo burocrático, ni la economía
mal planificada, ni el marxismo de fachada de cartón y piedra de los rusos,
formaban parte de la cultura política del Che en 1960".
Sin embargo esa "escuela del hacer" que ejercitaba como pocos, en la que
construía a pasos acelerarados su pensamiento, y su honestidad intelectual para
sacar conclusiones sin prejuicio alguno, lo llevó a enfrentarse, a medida que
tomaba contacto con esa realidad desconocida, con las burocracias de Estado del
Este y de la propia URSS.
J. Habel señala que "Desde 1962, esto es, un año después de la proclamación
oficial del carácter socialista de la revolución cubana y dos años después del
establecimiento de relaciones privilegiadas con la URSS, la crisis de los
misiles vendría a sacudir la confianza del dirigente revolucionario en torno a
la solidez de la alianza y a la confiabilidad de la ayuda".
Disputaba por la implantación de una cultura solidaria a la par que era portador
de un nuevo estilo, franco, punzante, autocrítico –como cuando reconoció
públicamente sus errores al forzar la industrialización acelerada o la escasa
participación de los obreros en el control de las fábricas. A.Gilly plantearía
tiempo después que los sindicatos en Cuba no eran representativos y que se iban
convirtiendo en mero apéndice del poder político. Ese estilo del Che lo tornaba
incontrolable para la vieja guardia del PSP (Partido Socialista Popular), que
buscaba recortar su poder y descalificarlo.
La estrategia revolucionaria es otro de los aspectos donde se establecen claras
diferencias con las corrientes mayoritarias de aquella época: descalificación de
la vía reformista – opción por el carácter armado de la confrontación –
debilidad de las burguesías nacionales para llevar adelante este proceso de
enfrentamiento con el imperialismo – carácter continental de la lucha.
Dos experiencias latinoamericanas, de signo diferente, han sido determinantes
para la formulación de su estrategia. De la experiencia de Bolivia en 1952
rescata el desarme del ejercito regular a la par que cuestiona las concepciones
del MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario) –ya comenzaba a entrever las
limitaciones de los movimientos nacional/burgueses - y del trostkista POR
(Partido Obrero Revolucionario boliviano) –con sus tesis de la inestabilidad
dada por la existencia de un "doble poder" entre el gobierno burgués y los
sindicatos obreros.
De la Guatemala de Jacobo Arbenz de 1954, su primera experiencia política
concreta, reconoce la agresión imperialista y deduce la inevitabilidad de la
lucha armada. Es hora de que el garrote conteste, y si hay que morir que sea
como Sandino y no como Azaña…
Estas concepciones son reforzadas y precisadas por su experiencia directa en la
Sierra Maestra, de donde deduce que la guerra de guerrillas es la forma concreta
que adoptará su estrategia de lucha armada, confirmada más adelante por el
conocimiento de la revolución China y la invasión norteamericana a Santo Domingo
en 1965, de donde infiere que la guerra de masas será popular y prolongada.
Al considerar inevitable a la revolución y a la lucha armada sus concepciones se
acercan al maoísmo, pero no comparte con estos su teoría de la alianza de las
cuatro clases, no deposita ninguna confianza en las burguesías nacionales y
define el proceso revolucionario como único e ininterrumpido –permanente- con lo
que se acerca al trotskismo, aunque vuelve a diferenciarse de estos cuando
define al campesinado como el motor de la revolución.
Sin embargo no deja de hacer referencias al movimiento obrero y no descarta una
insurrección obrera en las ciudades, aunque seguramente pesaba en el su visión
del movimiento obrero argentino, al que veía prisionero de la burocracia
sindical peronista y de la ideología nacional burguesa que esto implicaba…
Para el Che la revolución latinoamericana era al mismo tiempo democrática, de
liberación nacional y socialista. En esta definición volvía a emparentarse con
el peruano Mariátegui. Táctica y estrategia de la revolución latinoamericana
(1962, publicado en 1968) y Mensaje a la Tricontinental (1965), conocido como su
testamento político, son los escritos fundamentales alrededor de los cuales es
posible reconstruir su estrategia.
Al mismo tiempo que define el carácter continental de la revolución
latinoamericana propone la Organización de un frente mundial para enfrentar al
imperialismo (entrevista, 1964). En su Discurso de Argel: El Internacionalismo
no tiene fronteras (1965) expresa una fuerte crítica a la política de los países
de burocracia de Estado y a la propia URSS. Sostenía el intercambio desigual: la
ayuda a los pueblos que luchan por su liberación tiene que tener un costo para
los países socialistas y reclamaba la solidaridad incondicional de estos con las
luchas revolucionarias de los pueblos del mundo.
La propuesta de formar un minieje entre Cuba y la Argelia de Ben Bella era un
intento autónomo por mantener alejados a los países que luchaban por su
independencia de la política de bloques acordada por los EEUU y la URSS, y al
mismo tiempo ser prescindentes del conflicto chino/soviético.
Esto forma parte también de la originalidad de su pensamiento, que lo separaba
de la política nacional y del nacionalismo de los partidos comunistas oficiales,
y que era compartida con el joven PCC (Partido Comunista de Cuba), nacido
después de la revolución como resultado de la fusión de las distintas corrientes
del movimiento revolucionario. (las ORI, Organizaciones Revolucionarias
Integradas, primero, y PURSC, Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba,
después, finalmente PCC, que tenía poco que ver con el viejo PSP).
Ernesto Guevara demostraba así tener una concepción integral de la dinámica de
la revolución mundial de su época. Como escribió M. Löwy "…por primera vez en
mucho tiempo un dirigente comunista de dimensión mundial trataba de esbozar una
estrategia revolucionaria internacional que no fuese en función de los intereses
de un Estado. En este sentido su pensamiento significaba también una vuelta a
las fuentes de leninismo, del Komintern de los años gloriosos (1919-1924), antes
de que se convirtiera poco a poco en un instrumento de la política exterior de
la URSS de Stalin."
Nuestro pensador insurgente se anticipó a los acontecimientos, comprendió mejor
que nadie que la revolución cubana y los movimientos de liberación encontraban
límites a su autonomía en el marco de las nuevas relaciones internacionales y
que a el mismo se le iban cerrando espacios para forjar un escenario de debate
receptivo para sus ideas, tan alejadas del escolasticismo como del dogmatismo
cuasi religioso proveniente de le URSS.
En nuestra comprensión el Che expresaba una tendencia crítica al interior de la
dirección revolucionaria cubana, que disputaba en torno al modelo de
construcción del socialismo en Cuba y también sobre el mismo curso de la
revolución mundial.
Y en este debate se apoyaba en las masas, en el debate público, y en quien fue y
es aún el principal dirigente de la revolución, por quién profesaba un enorme
respeto y cariño.
Tal vez ese cerrarse de espacios, ver que la burocracia y el manual se imponían,
que la dinámica de la revolución mundial era cada vez más supeditada a los
intereses del Estado de gran potencia de la URSS, lo llevaron a tratar de abrir
nuevas brechas, a forzar los acontecimientos en Africa primero (aquí se dará el
combate fundamental) y en América latina (el eslabón débil) después. Los
resultados son por todos conocidos.
Treinta años después en un escenario mundial que es sustancialmente diferente,
en un fin de siglo de cambios y transformaciones ¿Qué es lo que queda de su
pensamiento y acción? ¿El paso del tiempo ha logrado mellar el fino estilete de
su pensamiento crítico?
El marxismo revolucionario se ha mostrado en la historia crítico por excelencia
y Ernesto Guevara fue (es) una de sus expresiones más acabadas, y esa fuerza
crítica no puede escapar a él mismo, menos aún frente a lo que muchas veces se
dice y se hace en su nombre y bajo su figura.
Filosofía de la praxis – pensamiento crítico – socialismo revolucionario – son
los ejes que recorren todo su pensamiento.
Antidogmático por excelencia, libertario en sus concepciones, antiburocrático en
la gestión, coherencia política y moral, estilo autocrítico, directo y frontal,
son los atributos de su acción que acompañan la preponderancia casi excluyente
que le daba a la formación de conciencia.
Una inmensa voluntad que muchas veces rozaba con el voluntarismo, una fuerte
preocupación por promover la participación de las masas para lo que depositaba
una excesiva confianza en el ejemplo moral de los dirigentes, como portadores de
fe y generadores de voluntad colectiva, del cual su propia vida era más que
emblemática, una impaciencia revolucionaria que lo llevaba a forzar muchas
situaciones…
Tal vez una mayor continuidad en Cuba lo hubieran llevado a repensar su
concepción del partido de vanguardia, las implicancias de una centralización
económica excesiva, que la participación de las masas no depende solo de los
instrumentos, las consecuencias del partido único, los tiempos para la extensión
de la revolución.
Cualquiera sea el balance que se haga de su corta y meteórica vida política
militante no puede desconocerse que sus ideas tuvieron (tienen) el valor de
haber revalorizado las potencialidades creadoras de un marxismo vivo y abierto.
Sus concepciones éticas y humanistas son hoy, cuando el capitalismo demuestra
que la corrupción y la perdida de valores es esencial a su lógica interna y se
declara incapaz de dar respuestas a las necesidades crecientes de franjas
enteras de la humanidad, profundamente subversivas. Tal vez aquí se encuentren
las razones del regreso de su pensamiento rebelde e insurgente.
Repensar estas cuestiones provoca una renovada búsqueda que hoy, en esta
Argentina de los discursos posibles, parece ajena y lejana, pero que subyace en
las conciencias de todos aquellos que sueñan, soñamos, con recuperar la voluntad
colectiva de un cambio transformador.
Este débil e incompleto trabajo tiene el sentido de un tributo al revolucionario
latinoamericano y un aporte al conocimiento y al debate sobre su teoría y
practica. Pero pretende inducir también a una reflexión a los jóvenes para que
estudien con seriedad y responsabilidad su legado y elaboren su propio juicio
crítico.
Fidel Castro dijo varias veces que el punto débil, su talón de Aquiles, era su
audacia, su desprecio total por el peligro y por su propia vida. Y tal vez sea
cierto, pero tal vez en eso radicara su fuerza y la grandeza de Ernesto Guevara,
al que, aun a la distancia, quienes nos sentimos sus compañeros, llamábamos,
simplemente, El Che.
Textos consultados:
- Guevara, Ernesto Obras Completas. Ed. Cubana
El Socialismo y el hombre nuevo. Ed. Preparada por José Aricó. Siglo XXI.
México, 1977.
Cartas Inéditas. Ed. Sandino, 1977.
- Löwy, Michael El pensamiento del Che Guevara. Ed. Siglo XXI. Argentina, 1974.
- Fanjul, Angel Las tareas de la revolución son indisociables. Folleto.
Argentina, 1983.
- Gilly, Adolfo La senda de la guerrilla 1968, La ruptura en los bordes.
Cuadernos del Sur nº 17. Ed. Tierra del Fuego. Argentina, 1994.
- Almeyra, G. / Santarelli, E. Guevara. Il pensiero Ribelli. Ed. Datanews.
Italia, 1993.
- Lataste, Alban Cuba: ¿Hacia una economía política del socialismo? Ed.
Universitaria- Cormoran. Chile, 1968.
- Taibo II, Paco Ignacio Ernesto Guevara, También conocido como El Che. Ed.
Planeta. México, 1997.
- Habel, Janette El socialismo y el hombre. Inprecor para América Latina nº 9,
1990
- Vuscovic, P. / Elgueta, B. Che Guevara en el presente de América Latina.
Contrapunto Argentina, 1987
* Eduardo Lucita es Director de la Revista Cuadernos del Sur. Integrante del
colectivo EDI-Economistas de Izquierda