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CHE, AYER, HOY Y SIEMPRE

Ernesto Che Guevara, revolucionario y socialista

Carlos Revello

Ingresar Quiz�s como una consecuencia de la crisis del proyecto neoliberal, y del auge del movimiento de masas contestatario, la figura de Ernesto Che Guevara levanta entre una nueva generaci�n, atenci�n y admiraci�n. El Che adem�s de ser profundamente latinoamericano, -su acci�n y su reflexi�n est�n indisolublemente ligadas a la maduraci�n de la revoluci�n en Am�rica Latina- tiene tambi�n una proyecci�n internacional.
Es a la vez un intelectual revolucionario �de los poqu�simos consecuentes- y un socialista renovador. Entre esas dos dimensiones puede quiz�s, intentarse situar su influencia en Am�rica Latina y su influencia internacional. La pasada y la actual.
En vida las cosas no fueron color de rosas, el revolucionario y sus convicciones chocaron m�s de una vez con las exigencias de la pol�tica pr�ctica. A veces exigencias geopol�ticas, a veces las determinadas por la econom�a.
De su observaci�n latinoamericana, el Che tomar� la absoluta convicci�n de que nuestras burgues�as est�n agotadas hist�ricamente. No pueden encabezar las trasformaciones agrarias, burguesas, manifestadas en el latifundio y las plantaciones. No pueden tampoco desarrollar las fuerzas productivas y conducir una industrializaci�n �se los impide el mundo occidental capitalista y en Am�rica Latina, muy especialmente, los Estados Unidos. Esa debilidad de la burgues�a hace que el ej�rcito sea el instrumento que mantenga la dominaci�n sobre la poblaci�n trabajadora por m�todos crueles y directos. En pa�ses que son principalmente agr�colas, que cuentan en sus exportaciones por los productos agr�colas son entonces las masas explotadas del campo la principal cantera social de las fuerzas de la revoluci�n. El proletariado industrial, fuerte en algunos pa�ses y con riqu�simas tradiciones de organizaci�n y de lucha no puede avanzar hacia una sociedad postcapitalista sin el apoyo social de las masas campesinas. Es necesario entonces un bloque revolucionario, donde al lado de esas fuerzas sociales fundamentales se inscribe la intelectualidad cr�tica.
Pero la acci�n revolucionaria del Che se inscribe en un tiempo hist�rico concreto. Los nuevos revolucionarios chocan con la incomprensi�n cuando no la desconfianza de los antiguos revolucionarios. La frialdad hacia el Che de un revolucionario como Mao, que paradojalmente tiene muchos puntos de cercan�a en su experiencia vital con el Che es, por lo menos, curiosa. Mao tambi�n fue guerrillero, t�ctico y estratega brillante e insuperable y despu�s como conductor aport� quiz�s las p�ginas m�s importantes sobre las crisis revolucionarios post-capitalistas. Ambos ten�an una preocupaci�n genuina por las reacciones conservadoras, por la degeneraci�n del proyecto socialista. Y sin embargo en su momento no se entendieron. Lo mismo puede decirse de la Uni�n Sovi�tica, pero all� el proceso era mucho m�s complejo. No exist�a en la conducci�n una generaci�n revolucionaria, sino una generaci�n de bur�cratas stalinistas. Para esa burocracia la estabilizaci�n de las relacciones internacionales era m�s importante que la revoluci�n. El Che y todos los revolucionarios que produc�an revoluciones significaban complicaciones. Tanto en el plano internacional como en el plano interno. Obligaban a la burocracia a renovarse, a contemplar cr�ticamente su propia legalidad antes las masas, legalidad que hab�an usurpado con el stalinismo.
Este es posiblemente el macrocosmos en el que Che se mueve, despu�s viene otra dimensi�n, el microcosmos regional, el de Am�rica Latina.
Cuba est� en el centro de ese microcosmos regional. Es una revoluci�n socialista enfrentada frontalmente al imperialismo norteamericano en su patio trasero y al mismo tiempo en el medio de una pol�mica ideol�gica del campo socialista. Ese enfrentamiento de corrientes fue el fundamento del fracaso de la revoluci�n en Am�rica Latina. Marc� el punto m�s alto de la inmadurez de las conducciones pol�ticas. Las reformistas y la de intenci�n revolucionaria. Aquella inmadurez de las conducciones la han pagado con su sangre principalmente los pueblos, particularmente las masas trabajadoras. En el Che se reflejan personalmente esas tensiones. Su enfrentamiento con Monje las personaliza.
Muy otra hubiera sido la historia, si esas conducciones pol�ticas hubieran estado a la altura de las circunstancias. Si hubieran comprendido que la revoluci�n est� madura en Am�rica Latina, particularmente en las fuerzas sociales. Las masas despu�s, solas, han seguido avanzando, buscando caminos. A veces con un saludable instinto, practicamente sin conducciones. A veinte a�os de la revoluci�n cubana, se produce la revoluci�n nicarag�ense y en pleno retroceso de la acci�n, en Brasil, en Ecuador, en Colombia, en Venezuela y en M�xico asistimos a renovaciones variadas, de diferente signo, con diferentes caracter�sticas, todos movimientos que surgen del hambre de justicia social. A la sombra de estos movimientos maduran otros, que en estos mismos momentos est�n creciendo. Son amenazas reales a este neoliberalismo que Samir Amin ha querido definir como la mundializaci�n desenfrenada.
Al Che muchos han intentado fijarlo en la imagen del guerrillero heroico. Particularmente Cuba. Y sin embargo una parte muy importante del revolucionario que es el Ch� es a la vez participante activo con la acci�n, pero tambi�n pensador cr�tico de la obra. Celosamente vigila lo que construye, revisa cada jal�n, se vuelve cr�ticamente contra su propia obra y tambi�n contra la obra socialista ajena. Su discurso en el balcon de Argel, en momentos de la guerra de Vietnam es una acusaci�n muy seria contra la acci�n de gran potencia de la entonces Uni�n Sovi�tica. Sus discrepancias con respecto a los est�mulos morales o materiales, en el debate interno cubano, son tambi�n conocidas. No quiere decir esto que el Che siempre tenga raz�n, m�s de una vez se equivoc�. Su proyecto de insdustrializaci�n pod�a tener limitaciones. Pero los revolucionarios no nacen como Minerva armados de pies a cabeza. Se forjan construyendo. Lo que separa a un revolucionario de un bur�crata socialista, es que no cree que con la toma del poder en un pa�s subdesarrollado, estamos ya en el socialismo. El Che fue profundamente conciente del problema. Llamaba socialista a lo que sab�a era una sociedad post-capitalista, revolucionaria, en avance hacia el socialismo. En aquellos tiempos el Partido Comunista de la Uni�n Sovi�tica habia proclamado que en la URSS estaban ya en otra situaci�n y de esto hay documentos p�blicos que no dejan mentir a nadie. El Che entonces se bate en un terreno concreto, se bate con mitos inclusive aceptados y casi santificados. Mitos del pensamiento socialista que proclamaba "el primer estado obrero" y mitos en la misma Cuba. Hoy los mismos que lo censuraron en cierto momento, han rectificado rumbos. Bienvenidas sean todas esas rectificaciones. Pero no por ello debemos olvidarnos de ciertos pecaditos que en su momento no fueron tan veniales. Es all� donde quiz�s se encuentra la preferencia por el "revolucionario heroico", la otra dimensi�n implica discusiones muchos m�s pesadas.
En sus dos vertientes, aspectos complementarios de una unidad intr�nseca, el Che pese a su juventud descoll�. Abri� un surco y una marca indeleble. Era indudablemente un pensador original, un observador sagaz. Y ese tipo de personalidades fuertes, hechas en la acci�n, acostumbrados a la admiraci�n de otros hombres, no son seres comunes y corrientes. Est�n en la categor�a de los dirigentes. Pretender apresarlos en un molde es un imposible. Inclusive cierto cubano que fue su mejor soldado en la experiencia boliviana, cuando se�ala que el Che pod�a ser extraordinariamente duro, tiene raz�n.
Despu�s viene su �ltimo combate. Cuando decidi� ser Ram�n en Bolivia. El episodio tiene m�s de un punto oscuro. Lo tendr� a�n en el futuro cuando m�s de un archivo y m�s de una memoria se abra, libre de contrapesos que todav�a pesan. All� el viejo guerrillero joven, el ex-ministro, vuelve a ponerse el uniforme y elige un s�mil: se reconoce como un aventurero al estilo de Don Quijote. El uno montado en su Rocinante, el otro a cuestas de sus maltrechos pulmones. Pero ambos caballeros en un sentido que el mundo entero no puede entender. Caballeros de verdad. Sin tacha y sin mancha. 

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