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Ernesto Che Guevara

Recuerdos de una leyenda

Por LOURDES REY VEITÍA

Él es una leyenda en Santa Clara. Y lo es desde el mismo día que llegó por un camino vecinal a las cercanías de la Universidad, para liberar la ciudad. Nadie aquí lo recuerda muerto o estático, sino inmenso, altivo y estoico. Con su regreso y presencia definitiva en 1997, los santaclareños fueron otros. Esta ciudad cambió desde el día en que se convirtió en guardián de la sagrada osamenta. En las casas la tradición de colocar una foto suya sobre cualquier pared creció y esa imagen tan familiar se volvió compromiso doble.
Así creció su leyenda.
En Santa Clara, los más viejos creen haberlo visto caminar cerca del tren blindado entre la pólvora y la metralla o recorrer el parque Leoncio Vidal en los días finales de diciembre de 1958. Otros, con extrema humildad hablan de sus horas como Ministro de Industria, organizando y fundando las fábricas del centro del país, y los más jóvenes lo sienten llegar comandando el destacamento de refuerzo el 17 de octubre de 1997, 30 años después de su partida a Bolivia.
Las leyendas se tejen por el pueblo a partir de hechos reales y del significado que tienen para los testigos y protagonistas. Por eso transitan no tanto en el terreno de lo material, sino en el espiritual, pero siempre queda la verdad que lo convirtió en leyenda.
DE COMANDANTE A CAPITÁN En octubre de 1958 la columna invasora Ciro Redondo llegó a la zona del Escambray; Che tenía órdenes de Fidel de tomar Santa Clara como ciudad centro de la Isla, impedir al ejército batistiano las comunicaciones con el oriente, pero para ello era necesario reorganizar el movimiento insurreccional en Las Villas.
En el Escambray proliferaban indisciplinas, falta de unidad, malos entendidos, y según el testimonio del propio jefe guerrillero, las discrepancias entre los grupos eran evidentes.
A su llegada al territorio, el Che ordenó a Víctor Bordón Machado, Comandante del movimiento 26 de julio, avanzar a su encuentro.
"Esa primera entrevista ocurrió en la finca Las Piñas, cerca de Güinía de Miranda, en Manicaragua. Fue entre los días 17 y 18 de octubre de 1958", asegura Víctor, revisando cada palabra para no faltar a la verdad.
"Son muchos los recuerdos: era un hombre de hablar pausado, que electrizaba; tenía asma, traía la camisa semiabierta, una mirada tan profunda que aún hoy no puedes decir en realidad qué provocaba en ti, era el primer contacto con nuestra tropa de 306 combatientes.
"El Che conocía los problemas que afrontábamos entre los distintos grupos y allí mismo, sin muchos preámbulos, decidió degradarme de comandante a capitán, para empezar -dijo- a arreglar las cosas desde la casa".
Bordón reconoce que en aquel momento no tenía una preparación política para entender en su magnitud la decisión del Che.
"Te voy a confesar lo que pensé y no dije: mire usted, ahora llega aquí este argentinito, me degrada, dice que viene a poner orden. Estaba delante de un tipo que no había tratado nunca, además lo mandaba Fidel y ya eso para mí era una orden.
"Me sentía impotente, pensé decir cuanta cosa se me ocurría, pero no pude, y lo que me atreví a decirle fue lo mejor: ‘Mire comandante, independientemente de los grados, usted tiene un soldado más y 305 hombres incondicionalmente’. Ese fue el combate mejor ganado de mi vida".
Víctor Bordón y su tropa se incorporaron a la columna 8 Ciro Redondo, tomaron el pueblo de Santo Domingo, entre otras acciones, en la campaña de Las Villas y al terminar la lucha Bordón había recuperado el grado de Comandante del Ejército Rebelde.
UN PACTO DONDE ESTUVO EL BARBERO En un intenso fuego de francotiradores, ametralladoras, cohetes de aviación, pólvora y sangre se vio envuelta Santa Clara del 28 al 31 de diciembre de 1958.
Leovaldo Carrazana, el barbero, pertenecía a la Cruz Roja Cubana y junto a otros compañeros comenzó a prestar sus servicios desde los primeros disparos que anunciaban la batalla. En medio de esos trajines llegó un mensaje hasta los miembros de la Cruz Roja: contactar una tregua con los ocupantes del Tren Blindado era el contenido y lo firmaba el Che.
Leovaldo, quien también era miembro del Movimiento 26 de julio, se dispone a cumplir la encomienda junto a otros tres compañeros: "Portando la bandera de la Cruz Roja caminamos unas 15 cuadras hasta el tren. En la calle Cruz, entre Independencia y Santa Rosa, estaba el Comandante Guevara, me trató con mucho respeto y explicó que era necesario una tregua y la rendición del tren, porque alrededor había muchas casas de madera y teníamos que evitar muertes en la población civil.
"El jefe del tren, un comandante llamado Ignacio Gómez Calderón accedió a entrevistarse con el Che, quien le pidió la rendición del tren. El comandante se negó en un inicio, quería continuar camino hacia La Habana alegando que ellos eran tropas de ingeniería y no de combate. El jefe rebelde no aceptó el argumento y con una media sonrisa le dijo: ‘si los dejo continuar nadie creerá que se rindieron y este es un movimiento que va directo al poder’. Antes de las seis de la tarde del 29 de diciembre se rindió el Tren Blindado, con lo cual se fortaleció el arsenal bélico de la tropa rebelde y se le propinó un golpe material y moral al ejército batistiano." FORJÓ LA TENAZA Y MI ESPíRITU Todo estaba prácticamente listo para inaugurar la fábrica. Era exactamente una semana antes del 3 de mayo de 1964. Los talleres de Planta Mecánica, de Santa Clara, fundían las herramientas con las que elaborarían después sus propias producciones.
Arsenio Iglesias confeccionaba una tenaza en el martinete cuando alguien le puso una mano en el hombro tratando de conversar con él. "Cuando me viré, para sorpresa mía, era el Che, quien seguidamente me dijo: ¿tú crees que yo pueda hacer una pieza? Le digo: claro que sí Comandante.
"La confeccionamos; ese proceso duró casi una hora.
Todavía cierro los ojos y me parece estar virando de un lado y del otro la tenaza para que cogiera la forma. Nunca he podido olvidar la firmeza de las manos del Che entre las mías durante el agarre de la pieza. Ese día se forjó la tenaza y también mi espíritu."