VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Juan Carlos Cena

Breve historia de las masacres en la Argentina
Algunos antecedentes históricos - Parte I

Juan Carlos Cena
 
"-Señor general, si la matanza es tan grande
¿Quién quedará para nuestro servicio?
-Ea. Déjame -respondió Garay-, que es la
primera batalla, si en ella los humillamos
tendremos quien con rendimiento acuda a
nuestro servicio"(1)


Cierto día del invierno de 1580, un tremendo combate tiene lugar a las orillas del arroyo que divide las dos veces fundada Buenos Aires, de los territorios aborígenes... Las crónicas relatan que aquel día -además de establecerse ese transparente diálogo entre Juan de Garay y alguno de sus soldados- fue decisivo en el proceso de extermino de los querandíes. Dicen los cronistas que las aguas del arroyo enrojecieron, ya aún después de la derrota querandí, los españoles continuaron la masacre, dándole nuevo nombre al paraje, que a partir de entonces comenzó a llamarse La Matanza.

¿Usted creía que se trataba de vacas, de una sangrienta faena? Pues no. Matanza, exterminio, servidumbre son palabras (y no sólo palabras) que han fundado nuestra historia. Son palabras (y no son palabras) que refieren al tenor de las relaciones sociales -de las pasadas y vigentes relaciones sociales-establecidas entre los pobladores y estas tierras. - Inés Vázquez, Matanza, Historia de una Margen Izquierdo - Año III º 7 Buenos Aires 1993.

A partir del ominoso año 1976, por lo menos, tres centros clandestinos de detención funcionaron en El Pago de La Matanza: "Sheraton", "Vesubio" y "El Banco". Cuatro siglos después del extermino de los querandíes. Aquellas palabras (y no sólo...) vuelven a encarnar en diálogos y escenas siniestras, que multiplican en sótanos nocturnos.

Podemos inferir a través de este trabajo que la represión se inicia allá por 1580, y que ella no ha cesado hasta nuestros días. La investigación de Inés Vázquez dice además: Cierto es que entre aquellos y estos crímenes median no únicamente las centurias, sino también los cambios económicos, las variaciones de contexto, los distintos sujetos sociales. Sin embargo, ¿cómo no reconocer las líneas de continuidad de una historia que es la nuestra? Una (¿una?) matanza perpetrada hace tiempo y otra que no ha dejado de perpetrarse en tanto y en cuanto los criminales gozan de libertad....Puede pensarse que es un solapado combate en el marco de una antigua y espantosa cacería, porque la matanza está inscripta desde el inicio - 1580, por poner una fecha, en entramado de nuestras relaciones sociales, fuente y meca de nuestro universo simbólico. Una inscripción, termina por pasar inadvertida. O por desplazarse su significado histórico.(Idem I.Vázquez)

La historia de nuestro país, como así la de América Latina, está marcada por matanzas, limpiezas étnicas, represiones, torturas, esclavitud, racismo, desapariciones; violencia ejercida por las clases dominantes para imponer las prácticas culturales de opresión y explotación. Se arrasó a sangre y fuego ancestrales creencias religiosas con sus ritos, costumbres, maneras de vida, relaciones sociales antiguas con su simbología milenaria, modales de comportamientos, de producción y cultivo, organización social y política, despojando al conquistado acobardado por tanta violencia, de su lenguaje, escritura e identidad, implantando el conquistador otra. Toda una cultura de absolutista.

En ese transcurso, hasta nuestros días, se cometieron hechos aberrantes, la ignominia fue una herramienta constante que les permitió a los colonizadores y cipayos instalar la esclavitud y la discriminación, para así, someter a etnias completas. Su posterior humillación y doblegación les permitió instalar sobre los colonizados una explotación descarnada. Las crónicas de la conquista así lo señalan, aunque algunos escribas traten de ocultar estos hechos aberrantes de que todo fue producto del choque de dos culturas.

La nuestra, como la de América Latina, es una historia escrita con sangre del habitante originario sometido. Los relatos realizados a través de los cronistas de esa época, cuentan las formas de vida que llevaban nuestros aborígenes en todas las regiones del país después de la conquista, como posteriormente la de los negros esclavos, señalando estos cronistas como fueron sometidos a vejámenes increíbles, como la explotación en la mita, en el yanaconazgo, en la servidumbre y otros quehaceres.

En cuanto a la eliminación de nuestros aborígenes, podemos señalar la extinción de razas como los indios Quilmes (norte), Yaganes (sur) o Huarpes (oeste), Querandíes, (este), son pruebas ilevantables que muestran la crueldad de los conquistadores, representación impiadosa que perdura hasta nuestros días. Esta es, solo, una parte muy sintética de la feroz historia de los conquistadores de todo pelaje, extranjeros y nacionales, conquistadores y cipayos, coloniales y modernos.

Nuestra historia es la historia de Las Matanzas a través de más de 500 años. Las guerras civiles, el conflicto contra el Paraguay, las conquistas al desierto, la pugna contra el indio, las luchas contra los caudillos del interior y las peleas entre ellos, todos fueron emprendimientos de exterminios. La mentira sobre todo de la última conquista al desierto y, la lucha contra el salvajismo indígena fue el argumento pretextado por la oligarquía terrateniente y, los colonialistas ingleses que subvencionaron estas expediciones a través del Ferrocarril del Sud, de origen británico, a cargo del ingeniero Guillermo White, para expandir el dominio colonial. El general Roca, en agradecimiento ante tan ¨magno gesto civilizador¨, dicta un decreto, homenajeando a este colonizador de galera y bastón, bautizando un puerto ferroviario, cerca de Bahía Blanca, con el nombre de este conquistador. Paradójicamente hoy, a pesar de todas las comprobaciones de exterminio realizado contra las comunidades originarias de nuestro suelo, este genocida del siglo XIX sigue teniendo un gran monumento y este ferrocarril que se llama general Roca. Cabe aclarar que esto, todo este genocidio, salvo honrosísimas excepciones fue realizado con la bendición de la iglesia católica.
El otro embuste que sirvió de argumentación para reprimir a la clase obrera, fue la presencia de obreros extranjeros entre los trabajadores argentinos, calificando a éstos como apátridas, portadores de ideas antinacionales, ácratas sin dios ni religión alguna, agnósticos que perturban a nuestros trabajadores nacionales y, que luego les inducirían a dar batalla por la reducción de las jornadas de trabajo, la de tener un salario digno, gozar del derecho a la salud, la educación para todos, acceso a la cultura, a la recreación, al ocio, a ser libres y dignos, todo un conjunto de ¨reivindicaciones endiabladas y apátridas¨.

Todo este largo período esta signado por la represión contra nuestros aborígenes, el pueblo trabajador y la clase obrera en particular. No bien hace su aparición la clase obrera, la primera acción contra ella es la instalación de la represión para imponer la obediencia y el servilismo. Ideando formas sutiles y no tanto: primero atemorizarla, para más tarde instalar el miedo, y si los obreros no se volvían sumisos y dóciles, y persistían con sus empecinamientos libertarios, se los paralizaba a través del terror.

A pesar de esas perversidades, nunca la clase obrera argentina fue sumisa y doblo la corva, nunca se sometió, siempre resistió, así sea en absoluta desventaja.

Las clases dominantes siempre lucharon, en forma metódica y sostenida, por la apropiación del aparato del Estado. Desde la Matanza en el río Matanza se apropiaron de él, porque tienen claro que ese dominio les permite defender sus intereses y saben que es parte de la lucha de clases; ejerciendo la violencia de las maneras más diversas, brutales y sutiles.

Las clases dominantes nunca olvidaron ese combate, no flaquearon jamás, no titubearon en ningún tiempo ante las clases populares y, en especial ante la clase obrera, su oponente principal. Sólo supieron retroceder en forma estratégica cuando las circunstancias nos los favorecían, para luego, contraatacar con más ímpetu.

Estas clases dominantes descargaron sobre los trabajadores y el pueblo todo el terror a su alcance, se abalanzó sobre ellos para sojuzgarlos en cada contienda, humillarlos y agotarlos para su domesticación. Estas violentas acciones represivas ocurrieron en todos los tiempos. Reprimieron a sangre y fuego, se crearon distintos organismos de represión como los para policiales o para militares.

La clase obrera sufrió derrotas, una y otra vez, pero se levantó una y otra vez obstinadamente, alzándose sobre su talón de hierro con una tremenda dignidad sobre sus hombros.

¡Es que la clase trabajadora Argentina, el Movimiento Obrero organizado nunca fue vencido!.
 
* Historiador del Movimiento obrero, especialista en el tema ferroviario y del transporte nacional

Fuente: lafogata.org