28 de julio del 2002
Mensaje a los argentinos el 25 de mayo de 1962
Ernesto Che Guevara
Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo
A los compañeros argentinos
Queridos compatriotas de toda América, queridos coprovincianos los que
hoy festejamos una de nuestras fechas patrias:
Este momento, repetido muchas veces en el curso de nuestras vidas, tiene hoy
una significación especial, un tono y un colorido especial. Es aquí
en otro país de América, en nuevas condiciones de América,
donde festejamos una vez más el 25 de Mayo, y esta vez no se escuchan
los discursos consabidos y no existe la fanfarria consabida, las palabras huecas
con que los gobernantes de turno tratan siempre de hacerse copartícipes
en la gloria de los viejos próceres. El 25 de Mayo, aquí en Cuba,
tiene para nosotros pues, características especiales, tan especiales
como que un argentino de voz extranjera, a nombre del gobierno cubano, salude
y agasaje a todos ustedes y les trasmita la felicitación de nuestro gobierno.
Son las nuevas condiciones de América, condiciones que han ido madurando
a través del tiempo, que han ido consolidando esta nueva Era en que vivimos,
este nuevo momento histórico del cual Cuba tiene la gloria especial de
ser el iniciador en América. Por eso al hablar de movimientos emancipadores,
al recordar las viejas gestas de nuestras guerras de independencia, tenemos
forzosamente que recordar la Cuba de hoy, porque esta Cuba de hoy es parte de
un viejo esfuerzo de las masas por obtener su liberación definitiva,
esfuerzo que ni siquiera en Cuba ha alcanzado un éxito total, todavía
tenemos que luchar para liquidar viejas formas económicas que nos oprimen,
para librarnos de todos los problemas que nos ha traído en nuestro desarrollo
la dependencia de los capitales extranjeros, la dependencia fundamentalmente
de los monopolios norteamericanos y para defender la parte de libertad y de
bienestar de nuestro pueblo que hemos logrado en estos años de lucha.
El 25 de Mayo de 1810 significó en América un grito más
dentro de los muchos gritos que se dieron por aquella época en diversos
países. El monopolio español estaba ya llegando a sus finales,
y por todos lados los pueblos trataban de ganar su libertad. En Bolivia, un
año antes se había dado un grito parecido. Por el otro lado de
América, había empezado ya también la lucha por la libertad.
No fue ese grito del 25 de Mayo de 1810 ni el primero ni el único, sin
embargo tuvo la virtud especial de afianzarse y consolidarse, tuvo la virtud
del triunfador en aquellos momentos.
Y la Revolución Cubana hoy ha sido igualmente, no el único grito,
ni siquiera el primero, ha habido en esta época gloriosas revoluciones
que han tratado de dar el paso que hoy dio la Revolución Cubana, pero
todavía no estaban todas las condiciones dadas y los gobiernos surgidos
de movimientos populares fueron derrocados. El caso más avanzado, más
patético, es el de la Guatemala de Arbenz, que fue destrozada por los
monopolios norteamericanos. Cuba también como los héroes del 25
de mayo de 1810, no tiene una virtud especial, no es nada más ni nada
menos, que la exposición de cómo un pueblo puede lograr su victoria,
no original, no en base a planteamientos que se hayan imaginado por primera
vez, no usando una estrategia por primera vez descubierta en la historia, simplemente,
aprovechando el momento histórico en que se desarrolló, utilizando
acertadamente la estrategia revolucionaria, unificando a todas las masas anhelantes
de un cambio mediante el liderazgo de un movimiento que supo en un momento dado
interpretar las aspiraciones del pueblo cubano, bajo la dirección de
un líder de características extraordinarias que, como todos los
grandes líderes, supieron aglutinar a todo el pueblo de Cuba, y en las
condiciones especiales en que nosotros estábamos, luchando desde la Sierra
en las difíciles condiciones de la guerrilla, en los campos, unificar
un ejército campesino que avanzó sobre las ciudades, que unió
a sí a la clase obrera, que derrotó al ejército en una
y en muchas batallas campales, y que llegando desde el campo entró en
la ciudad y después se dedicó sistemáticamente a destruir
el viejo orden establecido, empezando naturalmente por el arma más poderosa
de la reacción que es el ejército, porque no hay revolución
triunfante que no tenga como imposición primera la de cambiar totalmente
al ejército vencido, reemplazarlo por un nuevo ejército y establecer
el dominio de clase. Eso hicimos nosotros, y ésa es nuestra virtud, esa
es la experiencia que podemos mostrar a los pueblos del mundo y sobre todo a
los pueblos de América, con más fuerza, con más patetismo,
porque hablamos el mismo idioma, hemos vivido la misma experiencia, y nos entendemos
muy fácilmente cuando estamos en uno u en otro país.
Por eso mostramos aquí una experiencia naturalmente no la única,
no pretendemos de ninguna manera que esta experiencia cubana marque el único
camino para la liberación de América, pero sí uno importante,
la demostración efectiva de que los ejércitos represivos se pueden
destruir, que el pueblo puede ir armando a su vanguardia combatiente enseñándole
a combatir, a destruir al ejército adversario, a acosarlo y al final
a pulverizarlo. Podemos nosotros también mostrar aquí como crece,
cómo se desarrollan las masas, uno de los fenómenos más
interesantes que es el fenómeno del desarrollo de la conciencia revolucionaria.
Todos sabemos que se necesitan, para que haya una revolución, condiciones
objetivas y subjetivas, y se necesita que el gobierno objeto de la revolución
esté sufriendo embates fuertes y haya perdido su capacidad de reacción.
Las condiciones objetivas están dadas en toda América, no hay
país de América donde no estén en este momento dadas al
máximo, las condiciones subjetivas sin embargo, no han madurado en todos
los países con igual intensidad. Nosotros demostramos que en las condiciones
especiales de Cuba, las condiciones subjetivas iban madurando al calor de la
lucha armada, que la lucha armada, que la lucha armada era un catalizador que
agudizaba las luchas, que llevaba hasta el paroxismo estas luchas y que iba
haciendo nacer una conciencia. Condiciones subjetivas nosotros las llamamos
a la conciencia de la necesidad de un cambio en una situación social
dada y a la certeza de la posibilidad de ese cambio. La necesidad de un cambio
la conocen muy bien las masas de toda América, la posibilidad de un cambio,
la posibilidad de tomar el poder es algo que no siempre se conoce, los pueblos
no siempre conocen su fuerza.
Y la lucha armada en Cuba fue desarrollando esa fe del pueblo en su poder, hasta
convertirlo en una certeza de la victoria y hasta hacer que esa fe nos hiciera
lanzar contra las armas del enemigo, derrotar su superioridad numérica
en cuanto a soldados armados, su superioridad de fuego, la superioridad de sus
armas modernas, atacarlo a veces en condiciones de uno a diez, y destruirlo
en todos sus focos hasta lograr el triunfo. Después llega la otra etapa,
la que estamos viviendo, la más difícil, más ardua quizás
que la misma etapa de la guerra. Una vez más repito que eso es lo que
nosotros tenemos que mostrar ante ustedes, tenemos la obligación y el
deber moral de mostrar tal cual es, no para copiarlo, sí para estudiarlo,
sí para analizarlo.
Cuando el tiempo siga su curso, y también la Revolución cubana
se convierta en objeto de estudios históricos, y algunos de los que participaron
en esta Revolución sean catalogados por las generaciones venideras como
héroes de este momento, entonces la Revolución tendrá estas
virtudes, las que ahora he enumerado, las virtudes de haber demostrado ante
América, lo que puede hacer un pueblo en armas cuando está bien
elegida su estrategia revolucionaria, y cuando está bien dirigido su
ejército revolucionario.
Naturalmente, en América hay condiciones diferentes. Hay países
con grandes condiciones para la lucha de guerrillas, y países con campesinados
muy fuertemente desarrollados donde se hace mejor la guerra. Hay países
donde la clase obrera, las poblaciones urbanas son mucho mayores y donde las
condiciones para una guerra son más difíciles. Nosotros no somos
técnicos especialistas en subversión, como hay técnicos
especialistas contra la subversión. Sin embargo, sabemos una cosa, y
es que un hombre armado vale tanto o más que otro hombre armado, de acuerdo
con la ideología con que lleve su rama, y que para que un hombre esté
armado, tiene que conseguir un arma y que las armas no nacen por generación
espontánea ni están tiradas a la vuelta de la esquina, las armas
están en poder del ejército opresor. Para lograr la liberación
revolucionaria, hay que tomar las armas, las pocas que haya, y con esas quitar
nuevas ramas y convertir el pequeño ejército en un gran ejército
popular.
Perdónenme compañeros mi insistencia castrense en las armas. Sucede
que estamos evocando un día en el cual el pueblo argentino manifestó
su decisión de tomar la independencia contra el poder español
y después de hacer el Cabildo Abierto, y después de aquellas discusiones
de las cuales año tras año recordábamos en actos como estos,
después de escuchar las manifestaciones de los obispos españoles
que se negaban a la independencia y manifestaban la superioridad racial de España,
después de todo eso, hubo que instrumentar aquel triunfo político
de un momento. Y entonces el pueblo argentino tuvo que tomar las armas y expulsar
de todas las fronteras al invasor español, había que asegurar
la independencia de la Argentina, asegurando también la independencia
de las hermanas naciones de América. Y los ejércitos argentinos
cruzaron los Andes para ayudar a la liberación de otros pueblos. Y cuando
se recuerda las gestas libertadoras, siempre nuestro orgullo más que
el haber obtenido la libertad de nuestro territorio, y haber sabido defenderlo
de la intrusión de la fuerza realista, es el haber cooperado a la liberación
de Chile y a la liberación del Perú con nuestras fuerzas, con
nuestros ejércitos. Aquello era más que un altruismo de las fuerzas
revolucionarias, era una necesidad imperiosa, era el dictado de la estrategia
militar para obtener una victoria de alcances continentales, donde no podía
haber victorias parciales, donde no podía haber otro resultado que el
triunfo total o la derrota total de las ideas revolucionarias. Y ese momento
de América se repite hoy.
Aquí en esta pequeña isla del Caribe rodeada de mar, rodeada de
enemigos también, se vuelve a repetir la historia que la Argentina una
vez vivió. Nuestra revolución es una Revolución que necesita
expandir sus ideas, que necesita que otros pueblos la abracen, que necesita
que otros pueblos de América se llenen de bríos, tomen las armas
o tomen el poder, lo mismo da, porque en definitiva al tomar el poder hay que
tomar las armas después. Y nos ayuden, nos ayuden en esta tarea que es
la tarea de toda América, y que es la tarea de la humanidad, la tarea
global de luchar contra la destrucción del enemigo monopolista, imperialista,
que no va a ser derrotado sin cuando el último de sus magnates vaya por
lo menos a la cárcel, sino al patíbulo. Que no puede terminar
antes, que no puede terminar sino con la derrota total del imperialismo. Y la
derrota total del imperialismo se está creando cada día que las
fuerzas populares dan batalla y la ganan en cualquier lugar de América
o del mundo.
Tan hermanos nuestros, tan hermanos en nuestro destino son los pueblos de América
en este momento, como son los pueblos de Asia o del Africa, tan hermanos nos
sentimos nosotros en este momento del pueblo de Venezuela, de Paraguay o del
Perú, o del pueblo de Argentina, como de los pueblos de Argelia que obtienen
su independencia, de los pueblos de Vietnam o de Laos, que todos los días
perecen por obtener la independencia.
Todo es parte de una sola lucha, y es verdad cuando el imperialismo lo llama
con un denominador común, porque aún cuando las ideologías
cambien, aún cuando uno se reconozca comunista, o socialista, peronista,
o cualquier otra ideología política en determinado país,
sólo caben dos posiciones en la historia: o se está a favor de
los monopolios, o se está en contra de los monopolios. Y todos los que
están en contra de los monopolios, a todos ellos se les puede aplicar
un denominador común. En eso los norteamericanos tienen razón.
Todos los que luchamos por la liberación de nuestros pueblos luchamos
al mismo tiempo, aunque a veces no lo sepamos, por el aniquilamiento del imperialismo.
Y todos somos aliados, aunque a veces no lo sepamos, aunque a veces nuestras
propias fuerzas las dividamos en querellas internas, aunque a veces por discusiones
estériles dejamos de hacer el frente necesario para luchar contra el
imperialismo. Pero todos, todos los que luchamos honestamente por la liberación
de nuestras respectivas patrias, somos enemigos directos del imperialismo.
En este momento no cabe otra posición que la de lucha directa o la de
colaboración. Y yo sé que ninguno de ustedes es colaborador del
enemigo, que ninguno de ustedes está ni remotamente a favor del imperialismo,
y que todos están decididamente por la liberación de la Argentina.
Liberación, porque la Argentina está de nuevo encadenada, cadenas
a veces difíciles de ver, cadenas que no siempre son visibles para todo
el pueblo, pero que lo están amarrando día a día.
El petróleo se va por un lado, compañías norteamericanas
entran por todos los lados del país, viejas conquistas van cayendo y
todo eso se produce lentamente, como un veneno sutil que va penetrando así
en la Argentina, como en muchos otros países de América. Sin embargo
el pueblo reacciona, reacciona con vehemencia frente a esta penetración
que es sutil en términos generales, pero que siempre se asienta sobre
las espaldas del pueblo. Y cuando los gobiernos tratan de lavarse las manos
con una elección, suceden para ellos fracasos como el de la última
vez. Entonces viene la intervención descarada del imperialismo, de sus
títeres, de todos sus edecanes. Entonces vuelve una situación
conocida y vuelven las luchas de las masas populares. Si los caudillos de la
reacción son hábiles, tal vez la encaucen hacia nuevas formas
en que pueda permitirse otra burla más. Si los caudillos de la reacción
no son lo suficientemente hábiles, o si el pueblo es más avizor
que ellos, puede ser que el impulso de las masas llegue más allá
de donde se ha llegado hasta ahora, puede ser que se de el paso necesario para
que la clase obrera tome el poder. Puede ser que las masas de obreros y campesinos
de nuestro país aprendan algún nuevo camino, o sigan caminos ya
conocidos y destruyan un poder que está vacilante ya, que se basa en
este momento en el miedo a la bayoneta, en la desunión de nuestras fuerzas,
en la falta de conciencia de la posibilidad del cambio, de la posibilidad de
la lucha, de la fuerza inmensa del pueblo, de la debilidad comparativamente
enorme de la fuerza represiva.
Si nuestro pueblo aprende bien las lecciones, si no se deja engañar de
nuevo, si no suceden nuevas y pequeñas escaramuzas que lo alejen del
objetivo central que debe ser tomar el poder, nada más ni nada menos
que tomar el poder, podrán darse en la Argentina condiciones nuevas,
las condiciones que en su época representa el 25 de Mayo, las condiciones
de un cambio total. Solamente que en este momento de colonialismo y de imperialismo,
el cambio total significa el paso que nosotros hemos dado, el paso hacia la
Declaración de la Revolución Socialista y el establecimiento de
un poder que se dedique a la construcción del Socialismo. En fin de cuentas
el Socialismo es una etapa económica de la humanidad. No podemos escapar,
querámoslo o no a pasar por esta etapa. Podemos sí retardarlo
y podemos también adelantarlo. Esa es la parte que corresponde de la
lucha a los dirigentes de las dos grandes fuerzas en pugna. Si la reacción
sabe manejar sus cañones, sus armas de división, su arma de amedrentamiento,
quizás durante muchos años podrá impedir que llegue el
Socialismo a un país determinado. Pero también si el pueblo sabe
manejar su ideología correctamente, sabe tomar su estrategia revolucionaria
adecuada, sabe elegir el momento para dar el golpe y lo da sin miedo y hasta
el fondo, el advenimiento del poder revolucionario puede ser a muy corto plazo
en cualquier país de América y concretamente en la Argentina.
Eso compañeros, el que se repita la experiencia histórica del
25 de Mayo en estas nuevas condiciones, dependen nada más que del pueblo
argentino y de sus dirigentes, es decir, depende de ustedes en cuanto a pueblo
y en cuanto a dirigentes; de tal manera que también una gran responsabilidad
cae sobre ustedes: la responsabilidad de saber luchar y de saber dirigir a un
pueblo que hace tiempo está expresando en todas las maneras concebibles
su decisión de destruir las viejas cadenas y de liberarse de las nuevas
cadenas con que amenaza amarrarlo el imperialismo. Tomemos pues el ejemplo manido
de Mayo, el ejemplo tantas veces distorsionado de Mayo, tomemos el ejemplo de
la Revolución Libertadora, que salió de sus fronteras, inundó
con una ideología nueva, que no era propia, pero que había encarnado
en sí para trasladarla a América, y pensemos en estos momentos
de América, en estos mismos momentos en que una especie de 25 de Mayo
se ha dado en la zona del Caribe, en que desde aquí se lanzan proclamas
revolucionarias que llegan a todos los pueblos de América, y que en la
Segunda Declaración de la Habana luce algo así como una declaración
de los derechos del hombre para los pueblos de aquella época. Pensemos
en la unidad indestructible de todo nuestro Continente, pensemos en nuestra
economía igualmente distorsionada, igualmente aherrojado cada pueblo
por el mismo imperialismo. Pensemos en que somos parte de un ejército
que lucha por su liberación en cada pedazo del mundo donde todavía
no se ha logrado, y aprestémonos a celebrar otro 25 de Mayo, ya no en
esta tierra generosa, sino en la tierra propia y bajo símbolos nuevos,
bajo el símbolo de la victoria, bajo el símbolo de la construcción
del Socialismo, bajo el símbolo del futuro.
(Cuba, 25 de mayo de 1962)