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28 de julio del 2002

Intervención de Hebe de Bonafini

Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo

26 de Abril de 2002, en el Auditorio de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo

Hace algunos años me invitaron a participar, en la Universidad de Buenos Aires en una Cátedra del Che. En ese momento ni soñábamos con la Universidad de las Madres, ni menos aún, con poder abrir aquí una Cátedra del Che.
Es una emoción enorme, por lo que significa el Che para las Madres, y para todos nosotros, por supuesto, que en el marco de los 25 años de festejo - 25 años, sí, de festejo de la lucha de las Madres - entre esta actividad creada por Claudia y Néstor - que trabajan tanto en esta Universidad - y que le están poniendo tanto a este amor que pretendemos, en los que no lo tienen que crezca el amor al Che, y en los que tienen amor al Che, que cada vez sea más grande, cada vez sea más transmitido, cada vez tengan más ganas de hablar de él. De hablar de él, para parecerse a él, para imitarlo, para sentir lo que él hacía, porque no hay muchas cosas nuevas.
Pero yo quiero, para esta apertura, que es un honor para las Madres que se haga esta Cátedra aquí, que estén los compañeros Sin Tierra, estos queridos compañeros que viajaron desde Brasil para estar con nosotros en estos días de actividad, yo quiero hablarles un poquito, porque seguramente los demás van a profundizar más en la vida del Che, qué era el Che hace 25 años para mí y para muchas de las Madres, yo no digo todas, porque a lo mejor algunas sabían más que yo.
Para la mayoría de nosotras, y para mí en especial, ¿qué era el Che? Entre nosotros, era alguien que había dado su vida, era alguien que había aparecido en los medios, era alguien que nos miraba desde la muerte, era alguien que parecía que nos quería hablar, desde esa fotografía que recorrió el mundo. Y nada más que eso...
Y a medida que fue pasando el tiempo, y que aprendimos a quererlo, como dice la canción - es verdad que uno aprende, "aprendimos a quererte" es real, es increíble esa expresión el sentido que tiene - ¡hay que aprender a quererlo!
Y nosotras aprendimos. Algunas leyendo, algunas escuchando, algunas participando, y algunas, cuando empezamos a sentir que el Che era parte de muchos de nuestros hijos, que el Che era parte de la vida de nuestros hijos, de los que lo habían amado, de los que habían sentido que la revolución que el Che inició se había iniciado también en muchos de nuestros hijos.
El Che tiene esa maravilla de aprender a quererlo después de la foto, de al menos las fotos que le dieron vida. De aquella foto que circuló, que el mundo conoce y es tan trágica, tan terrible, pero que si uno la mira muy bien - y hoy yo la miraba nuevamente, esta mañana - es como que está un poco vivo, parece que mira. Y después todas las otras: las de su vida, las de su alegría, las de su revolución, con sus hijos, la de sus viajes, la de junto a Fidel, la de la llegada a Cuba... Y uno ahí lo aprendió a querer. Y cuando empezamos a escuchar su voz, que fue muchos años después - porque se imaginan que en la época de la dictadura no se podía pasar la voz del Che - así que muchos años después empezamos a conocer a la voz del Che, para quererlo más. Y es una voz que se identifica: donde uno la escuche ya sabe que es él.
Así que aprendimos a quererlo, como dice la canción, aprendimos a amarlo, aprendimos a ver la belleza que él le puso a todo lo que hizo. Aprendimos que cuando uno ama la revolución no hay medida para la entrega, no hay hora, no hay minuto, no hay momento, todo es poco...
Eso que él decía tantas veces, que un revolucionario tiene que decir siempre la verdad, y que la verdad tiene que ser tan ajustada como un guante en una mano, y hay que luchar tanto para aprender a decir la verdad, y para que la gente no se ofenda cuando uno dice la verdad. Hay gente que cuando las Madres decimos esas verdades que a veces caen para algunos como cachetadas, tendrían que caerles bien, porque saben que no los vamos a traicionar, que no les vamos a mentir, que no les vamos a hablar de atrás, que lo que decimos lo decimos desde acá, desde adelante, desde el momento que lo sentimos. Porque sepan compañeros, que las Madres primero sentimos y después pensamos. Y cuando hablamos, así, de golpe, con la verdad, es porque lo sentimos.
Y tal vez si después nos pusiéramos a reflexionar, hay cosas que no se dirían, pero cuando el sentimiento está primero se dicen, porque se sienten con mucha profundidad. No hay ningún cálculo en lo que se dice, y esto le decía mucho el Che:
"La verdad ajustada como un guante".
Y cuando uno se pone en la vida, y decide qué camino va a seguir, y después se da cuenta que ese camino es revolucionario, también ese camino tiene que ver con la total entrega, cuando uno dice que primero es esto. Primero, más que nada, y antes que nada. ¿Y saben por qué es primero esto? Porque las Madres amamos lo que hacemos, con tanta fuerza como amamos a nuestros hijos. Y por eso es primero, porque primero están ellos, que es esta lucha que las Madres llevamos adelante. ¡Esto es primero! ¡Primero, antes que nada, y más que nada! ¡Pase lo que pase, primero es esta lucha, esta entrega, esta participación, este valor que le damos a la vida!
Cuando hablaba de la foto del Che, que es una foto que caló hondo, también me acordaba - y lo tenemos en la Agenda de las Madres - del discurso de Fidel cuando llegaron los restos del Che a Cuba. Y empleó la misma forma que empleamos las Madres para hablar de nuestros hijos. Nunca muere un revolucionario, y menos el Che. No eran sus restos los que llegaban a Cuba, llegaban sus sueños, sus esperanzas. Y para los cubanos mucho más que eso: llegaba la Revolución nuevamente. Esa revolución que tiene que llegar a cada rato a cada lugar. La revolución no es un día, no es el Moncada, no es el 26 de Julio para los cubanos, o la suerte que tengan los compañeros de las FARC el día que lleguen a ocupar toda Colombia. Es que sigue todos los días y todas las horas. Es que la revolución es cada momento, cuando uno se convulsiona. Cuando pasó lo de Venezuela, que todos nos pusimos un poco tristes y después muy contentos, y ahora estamos expectantes, pero sigue, y permanece, y camina...
Y con los compañeros Sin Tierra, que hacen la revolución todos los días. Cada vez que ven una tierra, cada vez que van a tomar una tierra, cada vez que se asientan, cada vez que siembran, cada vez que recogen lo que siembran, están haciendo la revolución...
Sin dejar un solo instante, de luchar y de pensar en esto que es tan hermoso, porque el Movimiento Sin Tierra es el más revolucionario y el más increíble que hay hoy en todo el mundo. Porque está abierto, porque es enorme, y porque crece con una fuerza impresionante...
Entonces, el Che nos dejó muchas enseñanzas, que no tienen que reducirse a una camiseta o a una gorra o a una bandera, o a "aprendimos a quererte". Eso es reducir una vida maravillosa, increíble y grandiosa.
Hay que ponerse la camiseta, cuando la camiseta te traspasó el corazón, el alma y la cabeza. Hay que llevar la bandera con la foto del Che cuando uno la lleva adentro, todos los días, todas las horas, y no negocia, y no claudica, y no resigna, y no traiciona...
Entonces, abrir esta Cátedra hoy, para nosotros es un honor, es una alegría, es una esperanza de que todos los que lo quieren lo quieran más, y los que todavía no lo conocen y no saben de su vida, como dice la canción: "aprendimos a quererte". Gracias.
Hebe de Bonafini
Presidenta