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Bolivia: La profunda convulsión que llevó al desastre
Por Raquel Gutiérrez
UAM Cuajimalpa
Ensayo la construcción de una explicación: hilar hechos y narrativas
contrastadas porque, en estos momentos, de lo que se trata es de desarmar la
lógica de polarización y enfrentamiento que hoy desgarran las ciudades y
regiones del país. También se trata de aprender de la ferocidad de lo que se
confronta.
Bolivia está atrapada en un fraude desde hace 10 años. Desde que se pactó la
Constitución y la permanencia del latifundio con los terratenientes del Oriente,
desconociendo lo deliberado por una amplia constelación de diputados
constituyentes, varones y mujeres, de las diversas nacionalidades que habitan el
país. Aunque eso sí y también hay que recordarlo: eran personas convertidas en
constituyentes a través de la mediación partidaria MASista que no sólo aceptó y
mantuvo la representación partidaria como única forma de la actividad y
participación política, sino que se dio modos -mañosos- de desconocer cualquier
otra forma en competencia de acuerpamiento político negando, desde entonces, la
ampliación democrática. Es este, para muchas, un agravio añejo.
El 21 de febrero de 2016 se llamó a un referéndum en el que se preguntó a los
hombres y mujeres bolivianos mayores de edad acerca de la reelección del Evo por
cuarta vez, en contra y por encima del texto constitucional -es decir, de lo ya
de por sí pactado en 2009. Y Bolivia dijo NO. No a la reelección indefinida de
un régimen político de fomento al extractivismo aunque con retórica anti-imperialista
y rígidamente autoritario aun vistiendo el disfraz plurinacional. Un régimen
político extractivista pues, ferozmente anti-comunitario y misógino. Después, la
gimnasia jurídica y argumentativa en relación al “derecho político” a la
reelección que ocupó los siguientes años, agravió a muchísimos más cuando
“habilitó” a Morales a permanecer indefinidamente en el gobierno.
El 20 de octubre de 2019 hubo elecciones. Se confrontaban varios candidatos. Los
dos con más posibilidades, Evo Morales postulado a través del MAS y Carlos Mesa
por Comunidad Ciudadana, distinguibles en la forma presentaban, sin embargo,
proyectos económicos que no diferían demasiado: ampliación del extractivismo
como corazón del funcionamiento del país.
El silencio en el conteo, sin explicación alguna, causó una enorme tensión
social en un país donde hasta hace una década, un principio muy presente de la
actividad política comunitaria, popular y sindical era la rotación de las
personas en los cargos altos, justamente para cuidar la no eternización de
alguno en calidad de “líder perpetuo”, como había ocurrido, décadas atrás, con
Juan Lechín en la Central Obrera Boliviana (COB). Esto nos lo vuelven a recordar
hoy, otra vez, los mallkus y mama t´allas de la Nación Qhara Qhara que enuncian
con fuerza que, de lo que se trata, es de que nadie se vuelva indispensable y se
atornille al poder.
El 22, 23 y 24 de octubre se abrió en Bolivia un momento de intensa
deliberación. Múltiples voces comenzaron a ocupar el espacio público alineándose
en torno a dos versiones de los hechos del día 20: “no hay una diferencia de más
del 10% y tiene que haber segunda vuelta” contra “hay una diferencia de más del
10% y Evo se queda”. Comenzaron los días de los grandes Cabildos: inmensas
concentraciones de decenas o centanas de miles de personas, donde los
partidarios de cada postura se enardecen entre sí afianzándose en su posición y
desafiando a la contraria.
María Galindo describió la crisis política que ya se perfilaba como una “pelea
de gallos”, convocando a construir alguna mediación a partir de las mujeres para
la situación de desastre que se vinslumbraba. A muchas tal llamado nos hizo
sentido y buscamos abrir la conversación. Todavía eran momentos para la palabra
y los argumentos: el asunto en disputa giraba sobre números decimales en los
resultados de unas elecciones, de por sí, completamente mal llevadas. Segunda
vuelta si hay hasta 9.9% de distancia o Evo se queda si alcanza 10.1% de los
votos.
La semana que comenzó el 28 de octubre, es decir, la segunda semana de
convulsión, el conflicto político -y crecientemente social- que se expresaba en
bloqueos diversos en las principales ciudades y en innumerables concentraciones
en la calle, se desdobló en cuatro fuentes de producción de sentido en disputa.
1) El gobierno de Evo cada vez más empecinado en su sordera triunfalista
ocupándose en mover a las organizaciones sociales corporativizadas que, cabe
decirlo, no tomaban ninguna iniciativa por cuenta propia y, más bien, esperaban
instrucciones. Confiando, todos ellos, en que la proximidad de la fiesta de
Todos Santos calmaría los ánimos. 2) Carlos Mesa, Comunidad Ciudadana y los
Comités cívicos aliados, apelando a la “defensa de la democracia” y exigiendo
segunda vuelta; convocando una y otra vez a la gente a concentrarse en inmensos
cabildos “en defensa del voto”. Durante esa semana se comenzó a hacer plenamente
visible la participación de muchísimos jóvenes, estudiantes de universidades
privadas. Como fuente de sentido discordante, en tanto se empeñaba en desarmar
el escenario de desastre se comenzó a hacer presente, 3) una creciente
articulación de feministas y mujeres en lucha haciendo enormes esfuerzos por
reunirse para debatir y enlazarse en La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y quizá en
otras ciudades. Las Mujeres Creando, eje fundamental de tal articulación,
organizaron el 30 de octubre una intervención pública en el centro de La Paz a
la que llamaron “aborto colectivo” de los caudillos ecocidas; en otras ciudades,
otras mujeres y colectivas feministas realizaron diversas acciones: “barrieron”
públicamente la basura caudillista en Santa Cruz, se dieron fuerza para abrir un
espacio de deliberación en El Alto y, en Cochabamba, también se reunieron para
discutir y escribieron manifiestos en medio de una situación cada vez más tensa
de peleas en las calles. 4) Una última fuente de producción de sentido en
confrontación que rápidamente adquirió centralidad fue Luis F. Camacho,
presidente del Comité Cívico de Santa Cruz. Este personaje, en un conocidísimo
movimiento de competencia patriarcal, se deslindó poco a poco de su alianza para
respaldar a Carlos Mesa y comenzó, él mismo a presentarse como protagonista,
autorizado nada menos que por “dios”, para encarnar el mensaje “anti-Evo” de las
calles. Es entonces, en la tercera semana del conflicto a comienzos de
noviembre, después de la fiesta de recuerdo a los muertos, cuando la convulsión
se exacerba y compejiza todavía más.
Entre el 31 de octubre y el 4 de noviembre la exigencia colectiva de segunda
vuelta electoral, dado que no hay credibilidad en el 0.1% de votación que
permitirá que Evo ajuste 20 años en el gobierno, la movilización callejera se
recorrió hacia su completo desconocimiento. “Fuera Evo” se volvió la consigna
propagada desde el Comité Cívico de Santa Cruz, y su dirigente, el Macho Camacho
-como a él mismo le gusta que lo llamen- comenzó a ir y venir de Santa Cruz al
aeropuerto de El Alto con una “carta de renuncia” que, según decía, se proponía
entregar a Evo para que la firmara. En cada vuelta se tensaban aún más las cosas
en La Paz entre los que no lo dejaban salir del aeropuerto y los que querían
acompañarlo hacia la ciudad y, mientras tanto, Cochabamba se desbordaba en
virulentas y sórdidas trifulcas que dejaron un muerto y decenas de heridos, al
tiempo que hacían salir los prejuicios racistas y misóginos más brutales como
sucedió en la localidad de Vinto.
De manera intempestiva pues, esta cuarta voz se autonomizó del guión de
Comunidad Ciudadana, con dos efectos inmediatos. Por un lado, borró
completamente a Carlos Mesa y su discurso emitido en clave de defensa de la
democracia liberal procedimental; por otro, aplastó cualquier posibilidad de
mediación que estuviera construyéndose con gran dificultad, para volver a
instalar la confrontación “entre hombres”, es decir, entre machos, como el nudo
del conflicto. Además, el Macho Camacho se auto-invistió de la calidad de
redentor.
Víctima-verdugo-redentor: en la confrontación política se instaló amplificado el
triángulo simbólico patriarcal por excelencia. La aparición de Camacho-redentor
desafía a Evo-verdugo y silencia a Mesa-víctima. Así, la mediación de la palabra
feminista/femenina se hace cada vez más urgente y, a la vez, resulta más
difícil. Se hace cada vez más complicado enunciar las palabras y diseñar las
acciones que puedan hacer entrar aire en ese trágico triángulo que terminará por
tragarnos a todas. Algunas voces se asustan y eligen plegarse a alguno de los
redentores en oferta, otras nos empecinamos en no hacerlo.
La situación se hace cada vez más obscura pues se arrastra a la sociedad
boliviana a las entrañas mismas del orden simbólico patriarcal que sostiene la
lógica de guerra que garantiza la acumulación expansiva y colonial del capital.
Según este guion: ya no se está disputando el poder político sino que se está
“salvando o destruyendo” Bolivia, según sea quien hable. Evo puede jugar en ese
juego, otra vez, con gran comodidad. Ya no está en discusión pública si él ha
desconocido o no, una y otra vez, los mandatos que han brotado desde la sociedad
cuando se le ha consultado; lo que está en discusión es quien “salva” a
Bolivia. Evo-redentor contra Camacho-verdugo/Camacho-redentor contra
Evo-verdugo. Y en esta historia, insistimos, hay ya tres muertos y muchos
heridos.
No es claro cómo desarmar esta situación. No es fértil contraponer un discurso
de “pacificación” a la violenta confrontación que se agudiza. Necesitamos ir más
a fondo y desarmar, tanto como podamos, la lógica que anima la producción
reiterada de esta forma política anti-comunitaria, expropiatoria de la voz y
decisiones colectivas, disciplinadora de los cuerpos, profundamente misógina,
que hoy se exhibe, ridículamente, entre varones enojados que se muestran biblias
entre sí. Revise el/la lectora, el patético discurso del “brillante marxista”
García Linera el día de ayer.
Algo si sabemos: necesitamos reforzar una voz colectiva y pública que vuelva
audibles las palabras, propuestas y deseos feministas, las voces de las mujeres
atrapadas en la pugna patriarcal por el dominio y el control de nuestras vidas,
las decisiones de las comunidades que rechazan el extractivismo acelerado y las
ideas de los varones no violentos. Necesitamos una mediación política que
destrabe la situación. Y la tenemos que construir nosotras mismas en Asamblea
permanente: no será la iglesia, ni las universidades, ni las instancias
internacionales quienes puedan mediar. Necesitamos, como mujeres y como
feministas, reforzar y desplegar nuestra propia capacidad política enlazándola
con las diversas agrupaciones comunitarias, vecinales, sindicales, sociales e
intelectuales que se van desafiliando del escenario de la ruina y del silencio.
Fuente: lafogata.org