Argentina, la
lucha continua....
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"El Argentino" de Chascomús
La historia del diario golpista que reivindica el genocidio
Por Daniel Enzetti
Tiempo Argentino
"El Argentino" es la publicación gráfica más antigua del país. Una excelente investigación de Martín Cremonte Larralde analiza el rol del diario como sustento de las clases dominantes. Desde fines de 1800 apoyó las campañas al desierto que masacraron indígenas, acompañó el fraude patriótico, agitó durante los asesinatos de obreros en la Patagonia, combatió al peronismo de los cuarenta, apoyó cada uno de los golpes militares desde 1930, fue tribuna de doctrina en Buenos Aires durante la última dictadura, y demonizó al kirchnerismo.
Hace 130 años que lo solventa la familia Cuence, siempre cercana a las
dictaduras y cuyo último padrino entre los represores fue Ibérico Saint-Jean,
oriundo de la ciudad. Entre sus columnistas figura Laura Moujan, ex concejal del
PRO, e hija de un capitán responsable de varios CCD muerto impune por la ley de
Punto Final. Las notas de la mujer, tituladas "La otra memoria", reivindican
asesinatos y desapariciones.
Se sabe que La Nación no esperó. Con Mauricio Macri recién asumido como
presidente, una editorial de los Mitre titulada "No más venganza" pidió terminar
con los juicios a los genocidas, y deshacerse de una vez por todas de "la
izquierda ideológicamente comprometida con los grupos terroristas". La nota fue
repudiada por los trabajadores del diario, en una reacción rápida y
desmostrativa de que más allá de cuestiones partidarias, no hay discusión
posible a la hora de hacer valer la verdad, la memoria y la justicia. Pero lo
que pasó inadvertido fue un artículo del diario de Chascomús El Argentino,
que se burló de los trabajadores de prensa llamándolos "soviet".
La de El Argentino es una historia tan interesante como desconocida,
teniendo en cuenta que se trata de la publicación gráfica más antigua del país.
Y si hay algo que mantuvo a lo largo de casi 130 años fue la coherencia, como
explica una excelente investigación de Martín Cremonte Larralde que reconstruye
ese siglo largo. Desde finales de 1800 apoyó las campañas al desierto que
masacraron indígenas, acompañó el fraude patriótico, agitó durante los
asesinatos de obreros en la Patagonia, combatió al peronismo de los cuarenta, se
regodeó con cada uno de los golpes militares surgidos a partir de 1930, fue
tribuna de doctrina en Buenos Aires durante la última dictadura, y demonizó al
kirchnerismo. La familia Cuence, dueña del medio, se mantiene allí desde hace
cuatro generaciones, cuando el primer número vio la calle el 3 de agosto de
1887, fundado por Ángel Olmos y David Copello, y con Eduardo Cuence en la
dirección periodística. Él arrancó una dinastía que renueva sus ceos únicamente
cuando mueren, para remplazarlos por sus hijos.
Desde aquellos inicios, las páginas se acurrucaron al calor del poder: apoyaron
la política genocida de Julio A. Roca en las campañas del desierto, y a los
candidatos del mitrismo bonaerense. La militancia de Cuence en el Partido
Conservador lo acercó al entonces referente más importante de esa línea en
Chascomús, Pedro Etchevería. Y juntos adhirieron al golpe de Estado de José
Félix Uriburu. Una marca de agua que hoy se mantiene. El hijo de Eduardo,
Eduardo Antonio ("Tito"), dirigió la publicación denostando al peronismo de los
'40. A lo que siguieron las direcciones de dos Darío E., padre e hijo, y del
hijo del último, Santiago (hasta la actualidad), que convirtieron el diario en
un brazo de la dictadura de los setenta y ochenta.
Fomentista, respetable miembro del Club Social, también militante del
conservadurismo y varias veces candidato a diputado y senador, Darío (p) horadó
al gobierno de Alfonsín, sentando bases para que sus continuadores demonizaran
al kirchnerismo.
En los años de plomo, la redacción incorporó a su staff a Alberto P. Alfonsín,
designado en 1976 como secretario privado del Ministerio de Agricultura y Pesca
bonaerense. Y la familia Cuence se vio beneficiada por la irrupción al poder de
gente cercana: Jorge Girado (ministro de Asuntos Agrarios), Ibérico Saint-Jean
(gobernador de Buenos Aires), el capitán de corbeta César Oscar Moujan (sec.
gral. de la gobernación bonaerense) y Norberto Auld (intendente de la ciudad),
todos nacidos en Chascomús. El mismo Darío logró un nombramiento en la
Secretaría General de la intendencia, lo que al grupo familiar le significó
crear contactos con los represores. Años después, los Cuence no se olvidaron de
sus amigos. En 1987, El Argentino elogiaba a los carapintadas presos en
Magdalena por el motín de Semana Santa.
Fascismo y doble moral
Como era de esperar, los primeros apuntados por El Argentino fueron cuadros del
socialismo y anarquistas de finales de 1800. "Esta turba de desocupados hicieron
su aparición ayer en nuestras calles exhibiendo no sólo sus osos y monos
-octubre de 1889-, sino su aspecto repugnante por el desaseo de sus ropas y
personas." Las páginas segregaban a los gitanos y a la inmigración japonesa. Y
no dudaba en ponerse del lado franquista en la Guerra Civil Española.
El medio siempre demostró un profundo antisemitismo. Acostumbraba publicar
listas de funcionarios judíos nombrados en diferentes gobiernos, y negó más de
una vez el genocidio nazi. Para El Argentino, los bolivianos, paraguayos y
peruanos que trabajan en la Argentina son "personas que entran al país
clandestinamente". Una nota llegó a pedir de manera "urgente" una "fiscalización
severa y permanente", para no permitir la entrada a "indeseables".
El diario también destila machismo. En una nota de Darío Cuence en 1998 bajo el
título "Razón de mujer", el ex director criticaba una medida de la entonces
ministra de Educación Susana Decibe, de prohibir que los jóvenes tomaran clases
de tiro al blanco: "Al parecerle 'horrible porque no es un deporte', la ministra
derogó la autorización para que alumnos secundarios realicen prácticas de tiro.
La funcionaria hizo valer un argumento típicamente femenino, diciendo que hablar
de armas le produce rechazo."
La vuelta de la democracia en 1983 tomó desprevenida a la publicación, que
empezó a hablar de "moral" bastante seguido para tratar de evitar la hemorragia
de chicas desnudas en los cines. Todavía en la ciudad se recuerdan los
escándalos protagonizados por miembros de la redacción cuando se proyectaba en
Chascomús la película "Camila", las notas de José Manuel Uriarte que hablaban de
la "cursilería socialista del cine chaplinesco", o los escritos del presbítero
Carlos Mancusso, que en una nota titulada "Los jóvenes, el rock y el diablo"
dijo: "Qué triste será ver hecho realidad entre nosotros aquello de que para
vencer a una nación hay que infectar a su juventud."
Pero detrás de esta pantalla casi inofensiva a la vista actual, lo peligroso de
la línea editorial de El Argentino siempre estuvo vinculado a su fuerte política
antiobrera en su nacimiento, y la adhesión a dictaduras genocidas cada vez que
asaltaban el poder. La familia no dudó en apoyar y bancar la obra del sacerdote
Julián Quintana en la formación del Círculo Obrero, pantalla con la que el
religioso aportó a la desaparición y eliminación de trabajadores que reclamaban
por sus derechos a comienzos del siglo pasado. Para el diario, esos sucios
reclamos sobre jornadas de trabajo dignas significaban "ideas que degeneran en
corrupción". Por eso apoyaba al CO como "institución que lleva a cabo, por su
perfeccionamiento de las prácticas sociales, una lucha incansable contra los
credos disolventes". Durante la Semana Trágica en la Ciudad de Buenos Aires, y
los asesinatos de trabajadores en la Patagonia, el diario tampoco dudó de qué
lado estaba, el de las bandas parapoliciales de la época. Por eso agradeció que
una revuelta de protesta fruto de la "confraternización entre estudiantes
yrigoyenistas con el proletariado" haya sido impedida "en forma viril por la
juventud nacionalista".
Darío padre adhirió al golpe de Juan C.Onganía en 1966 (cuando se publicó su
famosa frase: "El nuestro es un país joven que todavía no está preparado para la
libertad de expresión"), y no dudó en perfilar las páginas en su enfrentamiento
con el Concilio Vaticano II, sumándose a la corriente oscurantista del obispo
francés Marcel Lefevre.
En 1903, el comisario de Chascomús detuvo por disturbios a dos jóvenes de 27 y
24 años, que andaban revolcándose con dos chicas de mala vida en el burdel del
pueblo. El primero se llamaba Omar O'Kelli, y el segundo, el primer director de
El Argentino, Eduardo D. Cuence. Un informe del policía dirigido al intendente,
después de identificar a las acompañantes como Clara Montero y Amalia Alba
("ambas pupilas del prostíbulo El Miramar", dice el texto), acusa a los
muchachos por haber "infringido la ordenanza municipal sobre desorden".
Una mancha que al moralista de Eduardo, cada vez que se la recordaban, le
parecía como una puñalada.
Un pro-genocidio que no es nuevo
En 2010, la pluma de Darío se mofó de la cifra de 30 mil desaparecidos, y negó
que durante la dictadura hubieran ocurrido delitos de lesa humanidad en
Chascomús. La gente de la ciudad recuerda los rastrillajes en el campo "Sabe"
del paraje Parque Girado, sobre el camino que rodea la laguna, en busca de fosas
comunes, como parte de una investigación encarada por Alejo Ramos Padilla, juez
federal de Dolores, y el Equipo Argentino de Antropología Forense.
Hace poco tiempo, el diario se sumó a la campaña de boicot a la colocación de
placas recordatorias en homenaje a tres asesinados del lugar: Eduardo Hernández,
Miguel Ángel Villa y Raúl Ameri. Con la excusa de que el trámite de pedido no
había seguido los caminos correctos, los entonces concejales del PRO, la UCR y
el GEN rechazaron el gesto. Como ediles, el partido amarillo del actual
presidente Mauricio Macri tenía en ese momento a César Echavarría y Laura Moujan.
Moujan es hija del ex capitán de corbeta César Moujan , intendente de Chascomús
con el golpe de Estado que derrocó a Arturo Illia hasta 1972, y como se mencionó
líneas arriba, secretario general de la gobernación bonaerense de Saint-Jean
durante el genocidio de Jorge Videla. Responsable directo de varios Centros
Clandestinos de Detención en el mapa de la provincia de Buenos Aires, murió
impune por la ley de Punto Final. Moujan, la mujer, llegó a su banca entrando
por la ventana, y remplazando a un concejal de la Acción Ciudadana Independiente
(ACI) entre 1995 y 1997. Pero después desembarcó otra vez en el Concejo en 2012.
En las últimas elecciones presidenciales se la vio fiscalizando para el actual
gobierno nacional. Suele escribir incendiarias columnas de opinión en El
Argentino, dentro de una serie titulada "La otra memoria", donde reivindica el
terrorismo de Estado y bate el parche con el viejo latiguillo de la memoria
completa.
También El Argentino hizo todo lo posible como para que no avanzara una
iniciativa del Dr. Norberto Liwski, actual presidente del Comité para la Defensa
de la Salud, la Etica y los Derechos Humanos (CODESEDH). Cuando era titular del
Observatorio Social Legislativo de la Provincia de Buenos Aires, Liwski impulsó
junto con la Comisión Provincial de la Memoria de Chascomús una investigación
para determinar los pasos de la banda de Aníbal Gordon en la ciudad. Además, se
ofreció como querellante, y aportó a los juicios abiertos varios casos de
asesinatos, secuestros y desapariciones registrados en ese lugar.
En el último aniversario del golpe de Estado de 1976, El Argentino volvió
a insistir en que "el enjuiciamiento de las Juntas Militares fue
anticonstitucional, y además tuvo una motivación política que excedía la
estricta finalidad de hacer justicia". Para los Cuence, los juicios trataron de
"aprovechar la circunstancia del momento para desarmar a la Patria con el
pretexto de que en adelante no hubiese más golpes militares. Hasta dejarnos con
la realidad del día de hoy en que el país está a merced de gobernantes
desorbitados, corruptos en buena medida, quienes dejarán el campo arrasado al
que le suceda, si es que quien viene es de un signo político distinto. Porque
podría ser que el gobierno se sucediese a sí mismo y entonces la tiranía se
convertiría en su única alternativa." En aquellos años donde también la
dictadura asesinó y desapareció gente en Chascomús, el diario rogaba por "un
gobierno autoritario para que las cosas comiencen a marchar". Para el diario,
los represores latinoamericanos en épocas del Plan Cóndor sí que hacían bien las
cosas. Por ejemplo Augusto Pinochet, "uno de esos hombres excepcionales que
aparecen de tanto en tanto".
"No hubo errores, no hubo excesos…", decía una vieja consigna cantada por los
organismos de Derechos Humanos en los ochenta. El Argentino no entendía cómo
esas voces se la pasaban queriendo "democratizarlo todo, hasta la guerra". «
Un agradecimiento por la información enviada a Tiempo a Domingo "Petite"
Francese y Julio Giribaldi, director de FM Volver.
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