Latinoam�rica
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Ensayo cr�tico sobre el nuevo gobierno Bachelet
"Progresismo transformista", neoliberalismo maduro y resistencias sociales emergentes
Franck Gaudichaud
Revista OSAL - CLACSO
Nota: Este texto ha sido escrito entre fines de enero y principios de febrero del 2014, en el momento en que se instalaba en Chile el gobierno de la Nueva Mayor�a. Se public� en el �ltimo n�mero de la Revista OSAL (Observatorio critico de Am�rica Latina) - CLACSO (Buenos Aires) / N* 35 – mayo 2014 (en l�nea en: www.clacso.org.ar/institucional/1h3_libro_detalle.php?idioma=&id_libro=875&pageNum_rs_libros=)
Elecciones en tiempos de neoliberalismo maduro y de despertar de la sociedad [2]
El 15 de diciembre 2013 la candidata presidencial Michelle Bachelet festej� en el centro de Santiago ante militantes y seguidores su nueva victoria electoral. "Chile, ahora, por fin es el momento de hacer los cambios", declar� en el discurso desde la c�ntrica avenida Alameda, para despu�s reconocer: "No va a ser f�cil, pero �cuando fue f�cil cambiar el mundo para mejor?". Con el 62,16% de los votos emitidos, la ex mandataria socialista venci� frente a su rival de derecha Evelyn Matthei, qui�n obtuvo el 37,83% de los sufragios, el peor resultado para la derecha desde el fin de la dictadura militar (1989). En noviembre, en primera vuelta, la nueva titular del ejecutivo hab�a derrotado a su contrincante por el 46,6% (o sea con m�s de 3 millones de sufragios) contra un 25% por ciento para Matthei . El presidente saliente Sebasti�n Pi�era (derecha) tambi�n felicit� p�blicamente a la nueva mandataria, prometi�ndole una actitud "patri�tica y constructiva" de la futura oposici�n: "Ha tenido un gran triunfo, quisiera desearle el mayor de los �xitos" [3] ...
A cuatro d�cadas del derrocamiento del gobierno Allende, Chile sigue siendo un s�mbolo de la implantaci�n - a sangre y fuego- del neoliberalismo en Am�rica Latina. Con la derrota de la Unidad Popular (1970-1973), la dictadura militar del general Pinochet, al mismo tiempo que someti� al pa�s a una contrarrevoluci�n capitalista conservadora, implement� un nuevo patr�n de acumulaci�n, articulado a un "Estado subsidiario". Como lo reconocen hoy en d�a la mayor parte de los investigadores [4] , Chile se situ� como ‘pionero’, a nivel mundial, de un ciclo hist�rico planetario. El pa�s experiment� tanto un nuevo modelo econ�mico, inspirado de las teor�as monetaristas de Friedman, como la refundaci�n de sus instituciones y relaciones sociales: se conform� una "sociedad neoliberal triunfante" (G�mez, 2010) donde predomina una nueva racionalidad y subjetividad individualista, una visi�n de mundo y sentidos comunes, propios de lo que Lipovetsky llam� "era del vac�o" (Lipovetsky, 1983) . Ese car�cter refundacional temprano (comparado con los otros pa�ses de la regi�n) tambi�n le dio su impronta a una "transici�n democr�tica" tard�a, pactada entre una izquierda renovada y la derecha civil como militar, bajo el alero de las clases dominantes y de las fuerzas armadas, edificando un r�gimen hibrido estudiado por los trabajos ya cl�sicos del soci�logo Tom�s Moulian (Moulian, 1998). Asimismo, la coalici�n que ha gobernado Chile durante veinte a�os (1990-2010), denominada "Concertaci�n de partidos por la democracia" [5] -y de la cual Bachelet es una de las mayores figuras-, ha integrado y posteriormente legitimado ese modelo, siguiendo una l�gica de adaptaci�n pragm�tica al orden hegem�nico imperante (Silva, 1991; G�rate, 2012). Con esa in-transici�n democr�tica, se mantuvieron -con reformas- m�ltiples "enclaves autoritarios" [6] , tan importantes como la Constituci�n de 1980, parte del r�gimen electoral, el c�digo laboral, varias leyes org�nicas que validaron la privatizaci�n-mercantilizaci�n de la educaci�n, de la salud, de las pensiones, la atribuci�n reservada (hasta el a�o 2012) del 10% de las utilidades de la Corporaci�n del Cobre (CODELCO - empresa p�blica) a las Fuerzas Armadas [7] , las leyes "antiterroristas" que permiten criminalizar la protesta social, la ley de amnist�a de 1978 que protege a los violadores de los Derechos Humanos, etc…
Una contrarrevoluci�n de larga duraci�n que se convirti� en "neoliberalismo maduro" (Agacino, 2006). Un modelo de ya casi 40 a�os, fuertemente asentado, con un bloque de poder hegem�nico solido, una concentraci�n de la riqueza nunca alcanzado pero tambi�n inmensas desigualdades sociales, un nivel de mercantilizaci�n de los bienes comunes generalizado y un modelo atravesado, de manera dial�ctica, por grandes tensiones. En los �ltimos a�os, este r�gimen pol�tico y socio-econ�mico parece parcialmente agotado, dominado por un poder real que opera fuera del Estado subsidiario y sus instituciones para desplazarse esencialmente hacia poderes facticos, practicados por grandes corporaciones, think tanks neoliberales, y un reducido pu�ado de medios de comunicaci�n: " todas las reformas estructurales – las pensiones, el trabajo, la salud, la educaci�n, el sistema de medios, la gesti�n monetaria, la canasta productiva exportable, etc han dado ya sus "frutos" y ahora comienzan a desplegarse sus contradicciones". En estas condiciones, "la emergencia de la cuesti�n social cambi� el panorama y mostr� la incompletidud de la utop�a neoliberal del "orden del mercado". La instituci�n mercado se revela insuficiente para procesar todos los conflictos y transformarlos en meras contiendas entre partes privadas" (Agacino, 2013a: 40-44).
Sin lugar a dudas, el flamante gobierno empresarial de Sebasti�n Pi�era (2010-2014), primer gobierno de derecha democr�ticamente electo desde 1958, ha significado -en un primer momento- un signo de posible renovaci�n y una clara inflexi�n pol�tica (Gaudichaud, 2012). Pero m�s all� de los reajustes institucionales, unos de los mayores elementos del Chile actual, por lo menos desde el a�o 2006, y m�s aun desde el a�o 2011, es que afloraron y, en un segundo momento, irrumpieron fuertemente movimientos sociales cr�ticos del orden social [8] , comenzando por el estudiantil. L a reciente experiencia chilena "s e ha caracterizado por las masivas movilizaciones y el amplio descontento social por parte de estudiantes y ciudadanos, quienes exigen cambios sustanciales. Es com�n ver tanto, las principales avenidas de la capital chilena, Santiago, como las capitales regionales y provinciales, rebosadas de miles y miles de estudiantes secundarios, universitarios, profesores, due�as de casas, activistas ecol�gicos, trabajadores del cobre, entre otros, indignados exigiendo soluciones claras y concretas" (Mira, 2011). Lo novedoso estriba en que estas acciones colectivas tienden a impactar el campo pol�tico gubernamental y partidario, como a la opini�n p�blica. Ese "despertar de la sociedad" ha acelerado el proceso de desgaste de la democracia neoliberal protegida chilena (G�mez, 2010) y la imagen de las dos coaliciones que dominan la pol�tica del pa�s [9] : "Crisis de credibilidad puede ser la mejor manera de nombrar la actual coyuntura pol�tica en relaci�n al gobierno, pero si se atiende al tiempo largo de los movimientos sociales, y ya no solo a los estudiantes, sino las demandas de los mapuche, los ecologistas, las minor�as sexuales, la perspectiva de an�lisis varia y se puede sugerir que estamos en medio de un asunto m�s complejo y de fondo: el de la legitimidad del sistema pol�tico" (Garc�s, 2012: 16).
La hip�tesis central desarrollada en este art�culo es que este regreso de la conflictividad y de irrupciones masivas desde "abajo" del descontento social, despu�s de d�cadas de miedo, autorregulaci�n y control represivo, evidencian, sin por eso zanjar el an�lisis, la crisis creciente de legitimidad y la fisura parcial de la hegemon�a del neoliberalismo maduro chileno [10] . En estas condiciones, valen las preguntas: �C�mo evaluar en tal contexto la clara victoria electoral de Michelle Bachelet y de su coalici�n? ; �En base a qu� orientaci�n program�tica, reformulaci�n pol�tica y articulaci�n con la sociedad? Y �con qu� perspectivas para el bloque en el poder y las clases dominantes, frente a un complejo escenario de grandes expectativas populares y, a la vez, baja participaci�n electoral? Intentaremos, en un primer momento hacer un balance general de las �ltimas elecciones, y volveremos r�pidamente hacia la figura de las dos principales candidatas. Analizaremos de manera cr�tica el programa y gabinete de la nueva presidenta, as� como los elementos de cambio-continuidad que pretende encarnar. Esbozaremos, en un segundo tiempo, un balance de la parcial recomposici�n pol�tica en curso, para enseguida estudiar la enorme tasa de abstenci�n que marc� el periodo electoral, pensando la politizaci�n de los subalternos, bajo el manto de la sociedad neoliberal triunfante. Nuestra conclusi�n ser� la oportunidad de retomar algunos elementos de un escenario pol�tico convulsionado y su relaci�n con la din�mica del flujo conflictual y protestatario actual [11] .
Las hijas de los generales, la figura de Bachelet y el programa presidencial
Si bien, siguiendo a Pierre Bourdieu, un an�lisis de sociolog�a pol�tica no puede caer en la "ilusi�n biogr�fica" [12] centr�ndose �nicamente en la trayectoria de algunos dirigentes, vale la pena dar aqu� algunos elementos recordatorios de la biograf�a de las dos principales candidatas de esa secuencia electoral. Es menester recalcar que a 40 a�os del golpe de Estado, y cuando la impunidad es todav�a inmensa, el escrutinio fue dominado por dos figuras sobre las cuales sobrevuela la sombra de la dictadura. En ese duelo de damas (dejando atr�s a otros siete candidatos), combati� Evelyn Matthei, proclamada en noviembre 2013 por la ultraderechista Uni�n Democr�tica Independiente (UDI), despu�s de la sorpresiva renuncia –oficialmente por depresi�n- del vencedor de las primarias, el diputado Pablo Longueira. Poco tiempo despu�s, Matthei obtuvo el apoyo de Renovaci�n Nacional (RN - partido de orientaci�n m�s liberal), confirmando as� la oficialista "Alianza por Chile". Frente a la insumergible Bachelet, Matthei (59 a�os) intent� vanagloriarse de su larga trayectoria: diputada, luego senadora y ministra del trabajo en el gobierno de Pi�era. Es hija de un general de la Fuerza a�rea, que form� parte de la junta militar y conoc�a de larga data al padre de Bachelet y eso hasta su muerte: el general Matthei dirig�a el centro militar en el cual el General Bachelet fue encarcelado y torturado por ser un militar legalista opositor al golpe. Evelyn, que en su juventud jugaba con Michelle, era -hasta el momento- conocida como parlamentaria por tener algunas posiciones m�s abiertas que su partido (por ejemplo, sobre uni�n entre homosexuales), pero se aline� r�pidamente y emprendi� una campa�a claramente reaccionaria, a la par de un discurso que vanagloria el �xito del neoliberalismo chileno, la gesti�n del gobierno Pi�era y que busca representar a las llamadas "clases medias aspiracionales" [13] . La nueva mandataria, al contrario, supo cultivar su figura carism�tica y una gran popularidad nunca cuestionada desde 2009 [14] . Medica pediatra de profesi�n y diplomada de la academia de guerra, divorciada y madre de tres hijos, la dirigente socialista es profundamente marcada por la dictadura: no s�lo su padre, pero tambi�n ella y su madre han sufrido encarcelamiento y tortura. Ministra de la salud (2000) y ministra de la defensa (2002), ser� la primera mujer electa presidenta del pa�s en 2006. Bachelet, por su trayectoria, es un "producto" de los gobiernos de la Concertaci�n y ha tenido la capacidad de mantenerse inmune frente al desgaste de los partidos tradicionales. Sin duda, su estancia en Nueva York, a la cabeza del programa "ONU Mujeres" (2010-2013) fue un divino regalo, que le ha permitido permanecer al margen de la pol�tica cotidiana y cultivar una imagen m�tica de gran estadista. Cuando al calor de recientes experiencias como el proceso bolivariano, se ha retomado el estudio de los "leadership carism�ticos" en Am�rica latina (Raby, 2006; Stefanoni, 2011), valdr�a la pena integrar el bacheletismo en alguna categor�a de dirigencia carism�tica-emocional femenina (incluso si es claramente diferente del chavismo y no busca la movilizaci�n controlada de la sociedad civil en torno a sus proyectos). El soci�logo Alberto Mayol recuerda que este fen�meno ha intrigado a varios medios de comunicaci�n en el mundo. As�, en junio de 2012, el peri�dico brit�nico Financial Times afirm� que Bachelet "podr�a traficar osos panda sin da�ar su imagen", cuando en Chile, el diario La Tercera preguntaba: �por qu� Bachelet sigue siendo incombustible? (5 de enero de 2013): "Las respuestas eran las de siempre: liderazgo emocional, el factor de comparaci�n con Pi�era, su distancia con la crisis pol�tica, el silencio, su fuerte llegada a mujeres y sectores pobres. Hab�a buenas descripciones, pero ninguna conten�a el poder explicativo capaz de dar cuenta del rasgo descrito con tanta asertividad por Financial Times". Mayol sugiere, en base a varios estudios, y en particular una investigaci�n sobre la "econom�a de valores" (Mayol, 2007), que habr�a que entender tambi�n el bacheletismo como "fen�meno cristol�gico": "Los estudios cualitativos revelan a Bachelet como el s�mbolo del dolor, del padecimiento, del sufrimiento. Vimos c�mo su ecuaci�n era simple y clara: ella es doctora (sabe del dolor), ella fue detenida y torturada (ha vivido el dolor), su padre muri� torturado (su vida est� rodeada de dolor). En medio de esta ecuaci�n, interviene un elemento central de nuestra cultura: ser del pueblo implica "ser" el dolor". Desde esta �ptica, Bachelet se inscribe en la "dimensi�n pol�tica del sufrimiento", estudiado por Marie-Christine Doran (2009).
No obstante, primero cabe interrogar si la figura de Bachelet no ser�a m�s bien claramente mariana, present�ndose -en el plano simb�lico- como la "madre" de la naci�n, sonriente, protectora y comprensiva, tal como supo forjar su personaje a trav�s de las �ltimas campa�as. Y, ante todo, habr� que descifrar esa conducci�n pol�tica, desde la solidaridad de g�nero: un tema crucial para las elecciones 2013 como de 2005 (Doran, 2010). Investigaciones universitarias han demostrado que el apoyo de las mujeres fue determinante para el primer triunfo de Bachelet, y en particular con una alta votaci�n en familias pobres encabezadas por una mujer (Quiroga, 2008). Por �ltimo, recordemos q ue esta imagen es construcci�n y comunicaci�n desde los aparatos pol�ticos, desde la pol�tica del espect�culo, apoyado en el uso intensivo de la Televisi�n, sitios Web y redes sociales. Dotada de un comando presidencial desmedido (conformado por cerca de 500 personas) y de un presupuesto considerable, la candidata edific� un marketing pol�tico milimetrado, digno de futuros estudios. De hecho, tanto los partidarios de la derecha como algunas revistas cr�ticas de izquierda (Punto Final) han subrayado que su campa�a habr�a recibido tres veces m�s de financiaci�n provenientes de grandes empresas que la candidata oficialista. El diario conservador El Mercurio del 24 de noviembre de 2013 lleg� incluso a denunciar "la disparidad en el aporte del mundo empresarial" entre Bachelet y Matthei [15] . M�s all� de las cifras, un elemento fundamental del �xito del Bacheletismo es que ofrece a la Concertaci�n la posibilidad de superar su falta de credibilidad (despu�s de 20 a�os de gobierno) y, al mismo tiempo, presentar un programa de recambio validado por las principales fracciones de las clases dominantes. Antes de la primera vuelta, algunos miembros eminentes del sindicalismo patronal no dudaron en apoyar a la expresidenta. Empezando por Jorge Awad, dem�crata-cristiano, presidente de la asociaci�n de los bancos chilenos y gran adepto del "capitalismo inclusivo" [16] . Existe un amplio acuerdo t�cito dentro del empresariado y de las instituciones financieras internacionales, para reconocer en Bachelet un factor de estabilidad y garant�a para las inversiones, sobre todo cuando Pi�era se va dejando una imagen negativa y grandes conflictos sociales. El programa de Bachelet sobre temas sensibles como derechos del agua, inversiones mineras, apertura al mercado mundial, da solidas garant�as al capital nacional y transnacional [17] . Es tambi�n el caso para cuestiones aun m�s centrales, como los Tratado de Libre Comercio (Chile es el pa�s del mundo que ha firmado m�s TLC) y la necesidad de seguir con la Alianza del Pacifico (aunque en una perspectiva "no excluyente" con otros proyectos de integraci�n), dejando el camino despejado hacia al Acuerdo de Asociaci�n Transpac�fico (TPP), uno de los mayores proyectos geopol�ticos de Estados-Unidos en la regi�n latino-americana para las futuras d�cadas [18].
Sin embargo, explicar la victoria electoral de la Nueva Mayor�a desde la mera continuidad de los gobiernos neoliberales de la Concertaci�n, despu�s de un breve intermedio de derecha, ser�a un error de perspectiva. Creemos que se puede comprender el nuevo gobierno como un proyecto de reformas en la continuidad en un contexto de cambio de �poca.
La Nueva Mayor�a, las reformas y el "transformismo" pol�tico
Si la coalici�n que defendi� los colores de Bachelet se llama "Nueva Mayor�a" -y ya no Concertaci�n-, es reflejo de un intento (�logrado?) de renovar una coalici�n exhausta, pero tambi�n de los cambios que atraviesan la sociedad chilena. Dentro de esta renovaci�n-reconfiguraci�n, la capacidad que tuvo Bachelet -a pesar de los ruidosos resquemores provenientes de la Democracia Cristiana (DC) - de integrar, por primera vez, al Partido Comunista (PC) no es un hecho menor [19] . El PC, principal fuerza de la izquierda -hasta ahora no digerida por la Concertaci�n-, dio un paso m�s hacia la institucionalizaci�n, despu�s de varios intentos de acercamientos electorales, cuando decidi� defender a la candidata en primera vuelta. La organizaci�n, presidida por Guillermo Teillier, tras haber ganado tres diputados en elecciones anteriores, gracias a acuerdos "por omisi�n" con la Concertaci�n, persegu�a el objetivo de aumentar su representaci�n parlamentaria: un espacio considerado clave para pesar sobre el futuro cuadro pol�tico-nacional. El hist�rico partido de Luis Emilio Recabarren -otrora pilar del gobierno Allende- defiende la idea de que la Nueva Mayor�a representa un avance democr�tico frente a la derecha, y una v�a posible hacia futuros "gobiernos de nuevo tipo". En el estricto plano de la cifras, la t�ctica fue exitosa: el PC duplica su n�mero de diputados (pasando de 3 a 6) y cinco de sus cartas son electas con primera mayor�a en sus respectivos distritos. "Un resultado extraordinario" seg�n Teillier. Logran adem�s hacer entrar al parlamento, a representantes de las luchas estudiantiles, comenzando por Camila Vallejo, expresidenta de la Confederaci�n de estudiantes de Chile (CONFECH), electa con un arrasador 40% en la comuna de La Florida (Santiago) y Karol Cariola, secretaria general de las juventudes comunistas.
Asimismo, los comunistas regresan al gobierno despu�s de 40 a�os de exclusi�n, con el nombramiento de Claudia Pascual como Ministra Directora del Servicio Nacional de la Mujer. Pero, �c�mo explicar tal reconversi�n pragm�tica cuando, durante a�os, la Concertaci�n fue presentada por la direcci�n comunista como herramienta del neoliberalismo? Frente a las cr�ticas que florecen desde la base del partido, e l timonel del PC reconoce: " Esa desconfianza existe, est� latente, sin embargo en los �ltimos 20 a�os nunca hubo un programa como �ste. Los anteriores no se cumplieron porque hab�a otras condiciones, con boinazos y ejercicios de enlace que generaron temor. Despu�s vino la crisis de la Concertaci�n que termin� con un gobierno de derecha, y se dieron cuenta de que no pod�an seguir igual, ni con las mismas ofertas. La novedad fue la Nueva Mayor�a y un programa que interpreta al movimiento social" [20] .
La situaci�n puede entonces considerarse como confusa: �C�mo algunos sectores movilizados o analistas pueden leer el programa de Bachelet como continuismo neoliberal, cuando otros desde la izquierda lo asumen como progresista? Lidiando con precarios equilibrios internos (CIPER, 2013 ), l a flexibilidad discursiva de Bachelet y la inteligencia de los equipos program�ticos, coordinados por el socialista Alberto Arenas, permitieron integrar, por primera vez desde 1990, reformas sustanciales a la agenda de las pol�ticas p�blicas, escuchar lo que suena desde las calles y, a la vez, dar garant�as de gobernabilidad al capital. Una de las fuerzas de la campa�a ha sido centrarse en algunas grandes reformas progresistas. Esta orientaci�n fue validada en las elecciones primarias abiertas de la ex Concertaci�n (en la cuales participaron m�s de 2 millones de votantes), los cuales fueron muy desfavorables para el candidato m�s conservador, Claudio Orrego (DC), marcando as� un acierto para el polo progresista.
Las promesas de cambio tuvieron tres ejes principales. En primer lugar, una reforma constitucional "participativa, democr�tica e institucional", que requerir� un acuerdo en el Congreso con la derecha (para obtener los qu�rums requeridos). La discusi�n podr�a ir precedida de una consulta a la "sociedad civil" y ser validada por refer�ndum. La candidata, reina de la ambig�edad, se ha negado a pronunciarse a favor de una verdadera Asamblea constituyente y popular (AC), para gran desilusi�n de los colectivos que animaron la campa�a �Marca tu voto AC� [21] . El segundo eje se centr� en una reforma fiscal, equivalente al 3% del producto interior bruto (PIB), destinado a tasar "moderadamente" (seg�n reconoci� uno de los nuevos ministros) los enormes beneficios de las principales empresas, en un pa�s con un nivel tributario extremadamente bajo. Y, por �ltimo, una reforma gradual de la educaci�n que busca responder, en parte, a las grandes movilizaciones de los j�venes que repletaron las calles, reclamando el fin de la Educaci�n-Mercado que reina en Chile y la creaci�n de una "educaci�n gratuita, publica y de calidad" (Mayol, 2012). La Nueva Mayor�a supo as� tomar en cuenta el pulso de la sociedad, con la promesa de terminar con " el lucro con fondos p�blicos en educaci�n" y financiar una "educaci�n gratuita en todos los niveles", en particular en el acceso a las universidades acreditadas (p�blicas pero sobre todo privadas, las m�s numerosas), un objetivo a alcanzar dentro de 6 a�os [22] . Tambi�n cabe mencionar los anuncios de algunas evoluciones progresivas del c�digo laboral (que data de la dictadura) o el proyecto de creaci�n de una administradora estatal de fondos de pensiones. Estos anuncios tuvieron un "rendimiento electoral" muy elevado y la Presidenta electa tiene hoy un muy amplio respaldo para llevar a cabo su plan de reformas [23].
Pero no es por eso que el prontuario y las dos d�cadas de pol�tica econ�mica neoliberal de la ex Concertaci�n hayan desaparecidos. La solidez del edificio hegem�nico y la redes de poder construidas durante los �ltimos 35 a�os son extremadamente resistentes, ancladas y resilientes. L a profunda incidencia de los TLC en la econom�a nacional, la participaci�n de personeros claves de la Concertaci�n en el negocio de las universidades, en los consejos de administraci�n de grandes empresas o la colusi�n con los fondos de pensiones [24] , etc. significan que con este gobierno Chile seguir� siendo, de manera indirecta, un "pa�s gobernado por sus due�os" (Fazio, 2011; Fazio y Parada, 2010). Pero ahora con reformas modernizadoras. " La Nueva Mayor�a sabe que la democracia de los acuerdos con la derecha que domin� el Chile de la postdictadura no da para una segunda versi�n y que el andamiaje institucional que contribuyeron a remozar se est� resquebrajando. Si hasta el anterior gobierno de Bachelet, las organizaciones sociales quedaban mordi�ndose los dientes sin que a la elite concertacionista les importara, ahora el equilibrio apuesta a desarrollar pol�ticas que dejen a todos contentos" ( Becerra, 2014). Hasta el Fondo monetario internacional (FMI) defiende esta opci�n reformadora: en una entrevista al Diario Financiero de Santiago a principios de enero 2014, Alejandro Werner, actual Director para el hemisferio occidental del FMI, destacaba la "necesidad de reformas estructurales" y alababa las propuestas de la Nueva Mayor�a, como una importante oportunidad para construir "un sistema educativo y un mayor capital humano que de productividad a la fuerza laboral" del pa�s [25] .Una simple mirada al nuevo gabinete deja entrever lo que viene. Si de los 23 ministros se puede valorar la presencia de nueve mujeres (un record hist�rico) o de 5 ministros que se pronunciaron a favor de una Asamblea Constituyente, los puestos claves est�n en manos de connotados agentes de la hegemon�a neoliberal. As� Javiera Blanco, la ministra del Trabajo, es antigua subsecretaria de Carabineros y exdirectora ejecutiva de la Fundaci�n "Paz Ciudadana" (1998-2006), importante think tank financiado por grandes multinacionales y destinado a instalar el tema de la delincuencia como prioridad p�blica, bajo el alero de la "seguridad ciudadana": un concepto que se desarroll� a la par de mecanismos de control social y criminalizaci�n de la protesta social (Stevenson, 2013). No es menor recordar que "Paz Ciudadana" est� presidida por el exgolpista Agust�n Edwards, due�o de gran parte del duopolio que domina el campo medi�tico chileno (El Mercurio y La Segunda entre otros).
As� se da al mundo sindical una se�al negativa para las futuras discusiones sobre salario m�nimo y flexibilidad laboral. En energ�a, sector estrat�gico, fue nombrado el dem�crata-cristiano M�ximo Pacheco Matte, exponente del mundo empresarial, ex colaborador del presidente Pi�era y que lleg� a ser vicepresidente de la multinacional papelera estadounidense International Paper. Pacheco es adem�s miembro de una de la familia m�s pudiente del pa�s, los Matte, due�os de Colb�n e involucrados en el mega-proyecto energ�tico Hydroaysen, rechazado por las organizaciones ecologistas y ciudadanas [26] . Otra cartera estrat�gica, cuando las expectativas en este plano son inmensas: el ministerio de educaci�n, atribuido a Nicol�s Eyzaguirre, ex alto funcionario del FMI y ministro de Hacienda del gobierno Lagos. Eyzaguirre ha sido denunciado por organizaciones estudiantiles por su gesti�n favorable a los bancos (en particular con la creaci�n del Cr�dito con Aval del Estado para los alumnos de la educaci�n superior) [27] . En el interior, econom�a o exterior aparecen sobre todo hombres de confianza de Bachelet, bajo la conducci�n de Alberto Arenas, ex jefe program�tico de campa�a, ahora "catapultado" ministro de Hacienda en su calidad de economista, haci�ndose notar el estilo personalista-carism�tico de la presidenta, por encima de una conducci�n desde los aparatos partidarios. A penas conocido el nuevo gabinete, Andr�s Santa Cruz, presidente de la Confederaci�n de la Producci�n y el Comercio (CPC), el gremio de la burgues�a residente en Chile, no pareci� impresionado por la presencia de una ministra comunista feminista o de un ministro de medioambiente con cierta cercan�a en las ONG: "Es un buen gabinete, un buen equipo, que tiene las capacidades t�cnicas y profesionales para enfrentar los desaf�os que tiene Chile. A algunos los conocemos y estamos confiados" [28].
Desde una �ptica gramsciana, Moulian ha insistido en el "transformismo" sociopol�tico de la postdictadura, sostenido en un modelo gestionado y, en no pocos aspectos, profundizado por ex izquierdistas y revolucionarios "renovados" en el seno de la Concertaci�n: "Llamo "transformismo" a las operaciones que en el Chile Actual se realizan para asegurar la reproducci�n de la "infraestructura" creada durante la dictadura, despojada de las molestas formas, de las brutales y de las desnudas "superestructuras" de entonces. El "transformismo" consiste en una alucinante operaci�n de perpetuaci�n que se realiz� a trav�s del cambio de Estado. Este se modific� en varios sentidos muy importantes, pero manteniendo un pacto sustancial. Cambi� el r�gimen de poder, se pasa de una dictadura a una cierta forma de democracia, y cambi� el personal pol�tico en los puestos de mando del Estado. Pero no hay un cambio del bloque dominante, pese a que s� se modifica el modelo de dominaci�n" (Moulian, 1997: 140-141). La �poca pol�tico-social que se abre ahora, tomando en cuenta las modificaciones de las relaciones entre clases populares y el bloque en el poder, podr�a definirse como una etapa �ltima del transformismo chileno: m�s que un supuesto neoliberalismo "corregido" por un progresismo "limitado", que se podr�a ir democratizando paulinamente como lo ha sugerido Manuel Antonio Garret�n (Garret�n, 2012), el gobierno de Bachelet 2.0 abre una fase que proponemos denominar como �poca de progresismo neoliberal o social-liberalismo maduro, en un contexto de crisis de legitimidad del sistema de dominaci�n forjado en dictadura.
Leve reconfiguraci�n parlamentaria, abstenci�n masiva y malestar neoliberal
Al mismo tiempo que las presidenciales, Chile enfrent� una secuencia electoral in�dita con otras tres votaciones simult�neas: para senador, diputado y -por primera vez- elecciones directas para consejeros regionales. Si bien no es nuestra intenci�n en estas l�neas, analizar en detalle los resultados por circunscripci�n, vale la pena adentrarse en algunas tendencias notorias que podr�an nutrir nuestra problem�tica. Ten�an derecho de votar 13.573.143, sin contar los centenares de miles de chilenos en el exterior, despose�dos de su derecho a voto por la constituci�n de 1980. Signo de una lenta pero sostenida fragmentaci�n de los dos pactos que han capturado el parlamento desde los a�os 90, nueve candidatos se disputaban el sill�n presidencial (cifra in�dita) [29] ... Y tanto desde la centro-derecha (candidatura de Antonio Parisi) como desde el centro-izquierda (candidatura de Marco Enr�quez-Ominami) se comenz� a cuestionar, desde el propio sistema, la dominaci�n del "duopolio" pol�tico: disput�ndose la posici�n de tercera fuerza (cada uno con algo m�s del 10%), Parisi y Enr�quez-Ominami se negaron expl�citamente a apoyar a una de las dos candidatas en el balotaje.
Los resultados legislativos evidencian tambi�n los reacomodos en curso "en las alturas" del sistema partidario, tanto por la disminuci�n de los parlamentarios de la extrema-derecha (RN aumenta de 18 a 19, la UDI disminuye de 37 a 29), como por el aumento de diputados socialistas (de 11 a 16) y comunistas (de 3 a 6). Desde la Nueva Mayor�a, es notable la p�rdida de figuras hist�ricas como Soledad Alvear o Camilo Escalona, y los resultados de su ala m�s conservadora: la DC gana diputados pero con un importante retroceso en el Senado [30] . Una vez m�s el sistema electoral binominal [31] , enclave autoritario y legado del intelectual org�nico de la dictadura Jaime Guzm�n, funcion� como sistema proporcional (o mayoritario corregido) excluyente, reforzando artificialmente la representaci�n de los dos principales pactos y dando estabilidad a las instituciones de la democracia protegida neoliberal (Couffignal, 2011). Mediante el juego de los "doblajes" en varias circunscripciones, se confirmo -una vez m�s- una situaci�n de copamiento coalicional consensual del campo pol�tico parlamentario por las dos pactos dominantes (Moulian, 2010), impidiendo un cambio real en el sistema de partido y la expresi�n diferida del creciente descontento social. De hecho, como ya hab�a sido el caso en el pasado reciente, la ex Concertaci�n se ve favorecida por los enclaves autoritarios, pues controla 56% de la c�mara baja, con un 47% de los votos… [32] . Adem�s, a diferencia del periodo abierto en 2010, Bachelet puede ahora contar con una confortable mayor�a y su coalici�n mantiene el control del Senado. Ese escenario le da los votos necesarios para aprobar varias reformas como la tributaria e, incluso, si buscase el apoyo de dos de los cuatro diputados independientes y de Carlos Bianchi (�nico senador independiente), alcanzar� el qu�rum de los cuatro s�ptimos, posibilitando cambio de leyes org�nicas y dando cancha a reformas importantes, por ejemplo en la educaci�n. No obstante, en lo que concierne cambios constitucionales, la Nueva Mayor�a podr� invocar -una vez m�s- necesarios "consensos" con la derecha para obtener los qu�rums indispensables, en el momento de explicar a la ciudadan�a su falta de osad�a, as� como lo hizo durante veinte a�os de "democracia tutelada" [33] .
Pero, a pesar del blindaje del r�gimen pol�tico, algunos signos evidentes dan muestra de lo que pasa en la sociedad, de manera todav�a diferida. Ya mencionamos la elecci�n de dos j�venes mujeres comunistas y ex l�deres estudiantiles. Tambi�n se podr�a hacer menci�n en la elecci�n de Iv�n Fuentes, l�der de grandes luchas en el sur del pa�s y diputado cooptado por la DC o, en Santiago centro, en la llegada a la diputaci�n de Giorgio Jackson, exdirigente estudiantil y electo bajo los colores de la reci�n creada "Revoluci�n Democr�tica", esto gracias a la "omisi�n" de la Concertaci�n en esta circunscripci�n. El �nico diputado que logr� romper el binominal fue Gabriel Boric (tambi�n exl�der estudiantil y miembro del colectivo "Izquierda Aut�noma"), diputado independiente por la Regi�n de Magallanes y de la Ant�rtica. Sin dudas, son caras nuevas, que podr�an aportar un aire fresco a un envejecido Congreso. Marcan la nueva geograf�a pol�tica del pa�s, pero esencialmente desde la integraci�n-cooptaci�n y dentro de los espacios dejados por los enclaves autoritarios.
Otro aspecto notable de un panorama fluctuante: la profunda crisis de las derechas. La candidatura de Matthei no convenci� incluso dentro de las propias filas de su partido y varios empresarios sienten que Pi�era no los represent� como lo hab�a anunciado. La UDI, bajo la batuta de Pinochetistas nunca arrepentidos, sigue siendo la principal colectividad parlamentaria del pa�s, gracias a su red de alcaldes y de su inserci�n clientelar en muchos barrios populares. Sin embargo, vivi� un significativo desbande, qued�ndose incluso sin senadores en la regi�n metropolitana de Santiago (zona que hab�a controlado durante 16 a�os). La otra fuerza de la Alianza, RN, est� hecho trizas y la relaci�n con la UDI va de mal en peor, fruto de la derrota y, fundamentalmente debido a orientaciones divergentes dentro de las clases dominantes entre capitalistas modernizadores y nost�lgicos de los tiempos autoritarios. Varios sectores apuestan a la creaci�n de una "nueva derecha", m�s liberal y centrista, abierta a las reformas, objetivo inicialmente seguido por Pi�era y su brazo derecho Rodrigo Hinzpeter (Gaudichaud, 2012). Las luchas fratricidas por el control de RN toman dimensiones insospechadas y dirigentes como el ex alcalde Manuel J. Ossand�n y el actual senador Andr�s Allamand hacen p�blico su descontento. Paralelamente, otros cuadros renunciaron al partido con el fin de crear su propia colectividad, como el movimiento "Evoluci�n Pol�tica" (Ev�poli), conformado por ex ministros del Gobierno Pi�era o el grupo "Amplitud" que estar�a preparando la plataforma electoral para Pi�era, en 2017 [34] . Frente a tal descalabro, las operaciones transformistas de la exConcertaci�n, su comprensi�n m�s fina del periodo son evaluadas con envidia por los sectores m�s pragm�ticos de la derecha. Como lo recalca Sebasti�n Farf�n, dirigente de la Uni�n Nacional Estudiantil y joven candidato a diputado en Valpara�so: "La Alianza fue incapaz de leer adecuadamente el escenario, con lo que qued� con un "relato inconexo", o sea, una lectura y propuestas que aparec�an como anacr�nicas en relaci�n a los nuevos elementos que el sentido com�n hac�a suyo" [35].
Miremos ahora el proceso electoral desde otro �ngulo: la participaci�n. Excluyendo las municipales, �stas elecciones presidenciales y parlamentarias fueron las primeras elecciones organizadas con voto voluntario (con inscripci�n autom�tica), despu�s de d�cadas de voto obligatorio (con inscripci�n voluntaria) [36] . Numerosas son las publicaciones que se enfocaron a discutir los efectos particulares del r�gimen de inscripci�n electoral y los (des)incentivos que este tipo de procedimiento llega a generar en la participaci�n ciudadana (Navia, 2004). Tambi�n desde hace a�os se discute para saber si la adopci�n del voto voluntario iba a reforzar la fuerte abstenci�n que se instal� (a pocos a�os de terminar el r�gimen militar) (Valenzuela, 2004). Es un hecho que despu�s de la importante participaci�n en el plebiscito de 1988, y de la victoria del "No" a Pinochet [37] , comenz� a cundir la desilusi�n y la desafecci�n pol�tica, especialmente en la generaci�n post-plebiscito. Chile se encuentra en el �ltimo lugar de las Am�ricas en t�rminos de participaci�n electoral de los adultos de menos de 37 a�os, superando incluso a aquellos pa�ses que tienen un sistema de voto voluntario, como Venezuela o Colombia ( Sergio Y. Toro , 2008). Queda por estudiar detalladamente los efectos de la adopci�n del voto voluntario en estas �ltimas elecciones, en particular en los barrios pobres donde los niveles de abstenci�n fueron elevad�simos [38] . Pero, esta elecci�n confirma una tendencia profunda del r�gimen pol�tico: la abstenci�n electoral y la desafecci�n juvenil y popular hacia la pol�tica formal representativa. L a mayor�a electoral real del pa�s es abstencionista: casi un 60% en las municipales de 2012, alrededor de 51% en las presidenciales y parlamentarias del 17 de noviembre 2013 y 58% en la segunda vuelta realizada en el mes siguiente. S�lo cuatro de diez chilenos opt� por votar en segunda vuelta, la cifra menor desde 1990. En rigor, se podr�a afirmar que la presidenta Bachelet fue elegida con un reducido 25% de los electores y no s�lo no obtuvo la vaticinada mayor�a absoluta en primera vuelta [39] , sino que incluso perdi� 120.000 votos en comparaci�n con 2005. En las parlamentarias, el fen�meno es aun m�s marcado: los representantes de la Nueva Mayor�a representan s�lo 21% del electorado, y los de la Alianza un escaso 16% [40].
M�s all� de la discusi�n sobre reg�menes electorales, la masividad de esta din�mica confirma la existencia de una politicidad y ciudadan�a neoliberal, analizada por varios estudios anteriores. Emerge una profunda crisis de la pol�tica -entendida en su sentido liberal-representativo- y s e solidifica la figura del "ciudadano-Credit Card" abstencionista, reacio a la acci�n colectiva como al voto, correlato obligado de la sociedad neoliberal triunfante. L a "privatizaci�n del ciudadano", replegado en sus espacios comunitarios y familiares, en el �rea del hiperconsumismo y del mercantilismo individualizado, alejado de la polis y de sus debates, es un dato estructural de la realidad chilena. No obstante, la actual coyuntura de fuertes movilizaciones y en particular en los estratos j�venes, tradicionalmente abstencionistas, permite anticipar que dentro de los cambios actuales se va ampliando lo que Juan Carlos G�mez denomina el "partido de los no electores": "Este grupo de ciudadanos son activos pol�ticamente, pero no participan en los actos electorales por distintas y variadas razones, desde el rechazo a los pol�ticos, a los partidos pol�ticos, a la democracia representativa, etc. Su participaci�n en las elecciones se manifiesta en la abstenci�n, en el voto nulo o en blanco. Su decisi�n electoral es no elegir" (G�mez, 2010: 183).
Si bien todav�a son minoritarias esas fuerzas pol�ticas disruptivas, incluso dentro de los actores de los movimientos sociales, han logrado que se multipliquen los llamados a la "huelga electoral constituyente", a la "abstenci�n activa" o " bulliciosa", a "anular el voto", para priorizar la organizaci�n desde abajo, horizontal, asamblearia y aut�noma. En este campo heterog�neo de la "izquierda desconfiada" (Agacino, 2006), se codean intelectuales cr�ticos, colectivos libertarios, trotskistas o marxistas con organizaciones vecinales, ecologistas o sindicales, tales como la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES). Algunas declaraciones de Elo�sa Gonz�lez, ex vocera de la ACES, grafican bien este sentir: "la abstenci�n es un fen�meno que refleja la situaci�n en la que estamos actualmente. No va a generar cambios, pero como acto pol�tico o como fen�meno que expresa este malestar y esta realidad, tambi�n expresa desaf�os que tenemos que tomar en cuenta. El conjunto de la poblaci�n no siente que sus demandas y problemas vayan a ser resueltos por la v�a institucional" [41] . Este cuestionamiento gana terreno en varios estratos sociales, como lo pudimos constatar a trav�s de conversaciones directas con la gente de a pie y de entrevistas cualitativas, realizando un reportaje para Le Monde Diplomatique, el d�a de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales (Gaudichaud, 2013a).
La reconstituci�n de nuevas subjetividades antag�nicas y algunos escenarios posibles
El "malestar" neoliberal est� en v�a de politizaci�n, gracias a la irrupci�n de nuevas subjetividades subalternas que comienzan a rebasar la democracia tutelada y su baja conflictividad de clase. " La latencia del malestar tuvo su final, o al menos una suspensi�n significativa, durante 2011, a partir de un proceso de movilizaci�n social de gran envergadura que ancl� la energ�a del malestar en los problemas de la educaci�n chilena. La ilegitimidad anterior de la protesta p�blica invirti� su signo y el acto de protesta pas� a ser parte fundamental del modo en que las demandas ciudadanas lograron, leg�timamente, escalar hacia las autoridades, mientras �stas reduc�an su ya menguada aprobaci�n" (Az�car y Mayol, 2011).
Si en la primera parte de este articulo, mencionamos la crisis de legitimad del sistema institucional imperante, podemos constatar que esta crisis tiende a orientarse hacia un cuestionamiento -desde abajo- del neoliberalismo maduro, ahora reconfigurado bajo un reacomodo transformista "progresista". La sola existencia de ese progresismo y las promesas de la candidata Bachelet demuestran, al mismo tiempo, las fisuras del bloque en el poder y de qu� manera el despertar de la sociedad instal� en la polis tem�ticas impensables hace algunos a�os atr�s, como por ejemplo el "no al lucro" o la necesaria renacionalizaci�n del cobre. En el flujo de conflictos que se inicia en 2011-12, fue el movimiento estudiantil que se hizo vocero de las m�ltiples demandas acumuladas: "desde las entra�as del mismo sistema educacional, no s�lo alz� la voz con respecto a un problema que le afectaba como grupo particular de la sociedad, sino que logr� hacer de esa demanda un sentir universal de toda una poblaci�n que ve�a resquebrajadas aquellas promesas de una ‘alegr�a venidera’" (Az�car, 2013: 115). Por otra parte, n o s�lo estas demandas de los j�venes -apoyadas masivamente por la opini�n p�blica- trizaron el "sentido com�n" neoliberal, sino tambi�n reinventaron formas de organizaci�n y repertorios de acci�n m�s horizontales, autogestionarios y democr�ticos. Tomas de liceos, colegios y universidades, actos culturales "alternativos", "flash-mob" y "besatones", vocer�as controladas en asambleas, cacerolazos y marchas multitudinarias festivas, etc. provocaron "un desplazamiento de la pol�tica desde los espacios institucionales cl�sicos a la sociedad misma. Aunque de manera muy rudimentaria a�n, entre los sectores m�s activos e independientes, comienzan a circular ideas c�mo el "control comunitario", una suerte de poder popular resignificado, como contrafuerte del estatalismo y/o del predominio de los mercados, y otra como la recuperaci�n de la "soberan�a popular sobre las necesidades", hilo orientador de las demandas con horizonte emancipador" (Agacino, 2013b). A pesar de su gran creatividad, y en ausencia de alternativas pol�ticas globales y de aliados estables dentro del espacio de los movimientos sociales [42] , esas movilizaciones explosivas tendieron a decrecer a medida que se acercaban las elecciones, pero sin haber sido derrotadas. La enorme bisagra existente entre esa creciente politizaci�n desde lo social y la ausencia de herramientas pol�ticas genuinas para acumular fuerzas, hace parte de las debilidades intr�nsecas de la naciente reconstituci�n de la conflictividad antag�nica en Chile.
Para numerosos colectivos y j�venes que se movilizan desde principios de los a�os 2000, la v�a electoral dentro del sistema heredado de los tiempos de Pinochet, no encarna ning�n atajo posible hacia la construcci�n de alternativas pol�ticas. El rechazo a la figura del partido y su potencial verticalismo es muy fuerte (como en otras latitudes). En paralelo, una tendencia de fondo es la gran fragmentaci�n de las izquierdas extra-parlamentarias, todav�a marcadas por el impacto represivo-destructivo de la dictadura, como por la marginaci�n pol�tica de la transici�n pactada (y no pocos conflictos y dogmatismos internos). El fracaso de la apuesta electoral de las dos candidaturas que afirmaron ideas de ruptura con el neoliberalismo durante la �ltima presidencial, corroboran las inmensas dificultades existentes para la proyecci�n pol�tica del malestar popular. No est� dentro de la ambici�n de este art�culo analizar estas dos campa�as, que intentaron disputar la hegemon�a cultural neoliberal, utilizando el momento medi�tico-electoral como tribuna, teniendo as� un eco nacional, dif�cilmente alcanzable antes. S�lo mencionaremos que el universitario Marcel Claude, apoyado por el Partido Humanista, algunos conglomerados del movimiento estudiantil y el movimiento "Todos a la Moneda" [43] s�lo obtuvo 185.072 votos ( 2.81%), a pesar de un inicio de campa�a notable en el plano medi�tico. Por otra parte, Roxana Miranda busc� representar "la voz de los nadie" dentro de la ronda electoral, con un perfil de mujer combativa y un lenguaje popular sin tapujos. No por eso pudo cosechar muchos votos ( 1.24%), ni aglutinar mas all� del peque�o Partido Igualdad y parte del movimiento de los deudores habitacionales o de algunos sindicatos de trabajadores flexibilizados [44] .
Si nos parece una exageraci�n hablar de "nueva era" (en el sentido de cambios estructurales) o de "derrumbe del modelo de la econom�a de mercado" en las condiciones actuales (Mayol, 2011), es cierto que dicho patr�n de acumulaci�n y de sociedad se encuentra en jaque. " En los �ltimos 20 a�os, la econom�a chilena ha crecido a un promedio anual del 5,1% y el 2010 alcanz� un PIB per c�pita de 14.341 d�lares, no obstante, permanece entre los 15 pa�ses m�s desiguales del planeta. Y aunque la prosperidad econ�mica del pa�s m�s avanzado de Am�rica Latina es perceptible, resulta incuestionable que no se plasma en una mejora de la calidad de vida de las familias chilenas" (Mira, 2012). Los "s�per ricos" estudiados por el Departamento de Econom�a de la Universidad de Chile, son todav�a capaces de capturar "la parte del le�n" del ingreso nacional: el ingreso per c�pita del 1% m�s rico es 40 veces mayor que el ingreso per c�pita del 81% de la poblaci�n y peor a�n: si se suman a los ingresos tributables las utilidades retenidas, se verifica que el ingreso del 0,1% de los m�s ricos es 241 veces el del 99,9 de la poblaci�n restante (L�pez y al., 2013). Pero , el bloque en el poder est� confuso, sintiendo que aborda definitivamente un cambio de �poca, y tal vez de era. A corto plazo, las operaciones transformistas del bacheletismo intentaran responder a este desconcierto. La propuesta de la Nueva Mayor�a es reformar en la continuidad, pero para eso necesitar� tambi�n lograr canalizar y domesticar -en la medida de lo posible- los movimientos sociales m�s cr�ticos y enfrentar un periodo que ser� probamente de fuerte presi�n desde abajo y grandes movilizaciones [45] . El nuevo gobierno tendr� que jugar tanto en el plano de la consulta-cooptaci�n (con la ayuda de sus nuevos integrantes de izquierda y de los nexos que conserva con el espacio de los movimientos sociales), como desde la coacci�n-represi�n estatal. En una nota editorial para El Mercurio, Eugenio Tironi, destacado art�fice intelectual del transformismo social-liberal de la izquierda chilena, lo expres� con todas sus letras y no poca ingenuidad lirica: con Bachelet, "la raz�n de ser de las instituciones pol�ticas no es defenderse de las mayor�as, sino canalizar sus anhelos, que en el caso del Chile actual es el cambio. Reforma o revoluci�n: un viejo dilema que vuelve a tomar actualidad" [46].
El panorama chileno parece todav�a muy lejos de la "revoluci�n", invocada como un temible espectro del pasado por Tironi. Pero, el cambio de �poca es innegable: un cambio lleno de nubes, claroscuros y contradicciones. Mirando a pa�ses vecinos, como Bolivia, Argentina, Ecuador, en los cuales la crisis de legitimidad del modelo neoliberal se transform� en crisis de hegemon�a con grandes movilizaciones y rupturas institucionales, la elite chilena busca evitar un escenario similar. Las tensiones en las derechas, como la recomposici�n de la ex Concertaci�n, dan a ver que las clases dominantes piensan a tientas encontrar nuevos aires y posibles correcciones sustentables para el r�gimen pol�tico. Las grietas del modelo pueden provocar sobresaltos, como reacciones violentas por parte de los de "arriba". "Al terminarse la etapa hegem�nica del neoliberalismo, la dominaci�n neoliberal se resiste a morir. Las resistencias al cambio de �poca se bifurcan entre reacci�n y revoluci�n pasiva [47] : la reacci�n violenta que se asoma en el retorno de pr�cticas represivas focalizadas y la revoluci�n pasiva que asume el rostro de gobiernos que defienden la continuidad mediante correctivos conservadores" (Modonesi, 2008: 139).
Si bien por el momento hablar en Chile de t�rmino de la etapa hegem�nica del neoliberalismo puede sonar a pol�tica ficci�n, podemos constatar que est�n surgiendo nuevos actores sociales antag�nicos y no pocas subjetividades disconformes (aunque minoritarias). En paralelo a las demandas estudiantiles, permanecen las luchas del pueblo Mapuche a pesar de la militarizaci�n de sus territorios; acciones colectivas socio-ambientales en contra de mega-proyectos, movilizaciones feministas y de pobladores. Para coronar este cuadro, el movimiento obrero, actor hist�rico esencial del pa�s, est� reencontrando las v�as del clasismo sindical. Desde 1979, la actividad huelgu�stica aument� paulatinamente hasta llegar, en 2009, pr�cticamente a los niveles del comienzo de los setenta, aunque de forma mucha m�s atomizada y en condiciones legales extremadamente restrictivas (Armstrong y �guila, 2011) [48] . El movimiento sindical sigue siendo fragmentado y d�bil, pero importantes resistencias han contribuido a darle nuevamente centralidad al conflicto de clase, cuando la caracter�stica del neoliberalismo maduro era precisamente la represi�n y posterior des-constituci�n de estos conflictos. La larga lucha de los portuarios es un ejemplo de esta re-constituci�n molecular, adem�s en un sector clave de la acumulaci�n primoexportadora. En 2011, el gremio portuario fue uno de lo m�s activos en solidarizad con el movimiento estudiantil. El a�o siguiente, las uniones portuarias unificaron progresivamente los asalariados contratados y precarios de varios puertos, aun cuando la negociaci�n por rama productiva est� proscrita por ley. Los niveles de cohesi�n alcanzados y la pr�ctica de "huelgas de solidaridad" lograron en 2013, y de nuevo en enero 2014, a pesar de los niveles de represi�n, obligar al empresariado naviero -con el aval del Gobierno- a negociar, alcanzando conquistas hist�ricas frente a un sector patronal muy combativo (Walder, 2013b). Cuando la Central Unitaria de los trabajadores (CUT) est� sumergida en la par�lisis , y control ada por la Nueva Mayo r� a (su presidenta es B�rbara Figueroa, dirigente del PC), el surgimiento de este sindicalismo de nuevo tipo podr�a reanudar progresivamente el hilo roto del poder popular y de las luchas obreras de los a�os 70 (Gaudichaud, 2004). Nada est� escrito todav�a. Sin referentes pol�ticos capaces de vertebrar una masa cr�tica anticapitalista y cuando las subjetividades neoliberales todav�a dominan la sociedad, queda mucho camino por recorrer. Pero ese cambio de �poca podr�a dejar atr�s d�cadas de democracia tutelada y de aislamiento regional para, bajo nuevos horizontes ut�picos, entrar en consonancia con las gram�ticas de emancipaciones en construcci�n que cabalgan en el resto del continente (Gaudichaud, 2013a).
Santiago de Chile, 5 de febrero de 2014
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Notas
[1] Franck Gaudichaud es doctor en Ciencia pol�tica (Universidad Paris 8) y profesor titular en Estudios latinoamericanos en la Universidad de Grenoble – Francia. Es tambi�n miembro del colectivo editorial del sitio Rebelion.org, de las revistas ContreTemps y Dissidences, como colaborador de Le Monde Diplomatique (Francia). �ltimos libros publicados: 2013 Chili 1970-1973. Mille jours qui �branl�rent le monde (Rennes: PUR/Institut des Am�riques) y (coord.) 2013 Emancipaciones en Am�rica latina (Quito: Instituto de Altos Estudios nacionales). Correo: franck.gaudichaud@u-grenoble3.fr .
[2] Agradezco por sus lecturas cr�ticas y comentarios a Rafael Agacino y Roc�o Gajardo (FG).
[3] Declaraciones sacadas de: RFI 2013 "Michelle Bachelet, nuevamente electa presidenta" en acceso 19 de enero de 2014.
[4] Consultar la p�gina y comunicaciones en l�nea del Coloquio internacional que coordinamos con un equipo de j�venes polit�logos de la Universidad de Grenoble - Francia, en septiembre 2013, sobre: "Chile actual. Gobernar y resistir en una sociedad neoliberal", acceso el 19 de enero 2014.
[5] La Concertaci�n de Partidos por la Democracia se fund� en 1988 como una coalici�n de diecisiete partidos pol�ticos de derecha, centro y centro-izquierda que se opon�an a la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), reagrupa sectores que van del Partido socialista renovado la Democracia-cristina, pasando por peque�as organizaciones social-dem�cratas instrumentales como el Partido por la democracia, PPD. Los sucesivos presidentes de la Concertaci�n fueron Patricio Aylwin (1990-1994), Eduardo Frei Ruiz Tagle (1994-2000), Ricardo Lagos (2000-2006) y Michelle Bachelet (2006-2010). En 2011 asume el gobierno de derecha de Sebasti�n Pi�era, empresario multimillonario que pretend�a formar una "nueva derecha", m�s liberal y moderna.
[6] En diversos trabajos el soci�logo Manuel Antonio Garret�n ha insistido sobre la existencia de "enclaves autoritarios", aludiendo a la presencia de elementos "institucionales, �tico-simb�licos, actorales y culturales que son propios de un r�gimen autoritario pero que quedan incrustados en el r�gimen democr�tico, d�ndole el car�cter de democracia incompleta" (Garret�n M.A. y Garret�n R., 2010).
[7] Chile posee la principal reserva de cobre del mundo, hoy en gran parte en manos de concesiones a multinacionales. Entre 2004 y 2010, CODELCO entreg� a las FF.AA. cerca de 9.500 millones de d�lares para la adquisici�n o renovaci�n de material b�lico, en nombre de "la ley reservada del cobre", vestigio de un conjunto de leyes de la dictadura.
[8] Utilizamos aqu� como definici�n m�nima del concepto de movimiento social, considerado como "poder en movimiento", la propuesta de Sidney Tarrow: " Desaf�os colectivos planteados por personas que comparten objetivos comunes y solidaridad en una interacci�n mantenida con las �lites, los oponentes y las autoridades" (S. Tarrow, 1994).
[9] Durante las luchas estudiantiles, el declive de la popularidad del Presidente Pi�era, traducida en la m�s baja aprobaci�n para un gobernante desde 1990 (26% en junio de 2011), tambi�n afect� a la oposici�n, contando s�lo con un respaldo del 17% y una desaprobaci�n del 46% (Mira, 2011).
[10] El soci�logo Nicol�s Fleet (2011) recuerda que "en los t�rminos de Max Weber, quien acu�� el concepto, una crisis de legitimidad plantea una fractura en el esquema de dominaci�n en su conjunto, producida por un grupo social emergente que modifica la identidad de la sociedad a la vez que presiona por mayor participaci�n en la distribuci�n del poder (y a trav�s del poder, del producto econ�mico) y reconocimiento social, conduciendo a la apertura de este esquema, o sea su democratizaci�n, o bien a su cierre, es decir exclusi�n".
[11] Un "flujo de conflictos" representa una serie de momentos de reivindicaciones colectivas y episodios de interacci�n conflictuales y protestar�as, ligados entre ellos y que el investigador a�sla para estudiarlos (Tilly, Tarrow, 2008).
[12] El soci�logo franc�s escrib�a: " Producir una historia de vida, tratar la vida como una historia, es decir como el relato coherente de una secuencia significante y orientada de acontecimientos, es quiz�s sacrificarla a una ilusi�n ret�rica, a una representaci�n com�n de la existencia que toda una tradici�n literaria no ha dejado ni cesa de reforzar" (Bourdieu, 1986: 70).
[13] La "carta a los chilenos" de la candidata se inicia as�: "Los chilenos podemos decir con orgullo que hemos dado grandes pasos en las �ltimas d�cadas. La pobreza ha ca�do fuertemente, la calidad de vida en el pa�s ha mejorado y los problemas que nos ocupan hoy son los de una clase media cada vez m�s grande y que exige sus derechos". Programa de la Alianza por Chile 2013 < programa.evelyn2014.cl/ProgramaPresidencial-Evelyn Matthei .pdf acceso el 24 de enero de 2014.
[14] M. Bachelet lleg� a tener m�s de 80% de aprobaci�n en las encuestas del a�o 2009.
[15] Este texto subraya por ejemplo que "una transnacional don� 300 millones de pesos al comando Bachelet y 25 millones al de Matthei".
[16] La Segunda 2013 (Santiago) 23 de agosto.
[17] Ver: < http://michellebachelet.cl acceso el 24 de enero de 2014.
[18] E l programa reza: " Chile debe consolidar su condici�n de "pa�s puerto" y "pa�s puente" entre las naciones latinoamericanas del Atl�ntico Sur y el Asia Pac�fico, lo que requiere mejorar la interconectividad, aumentar la capacidad de nuestros puertos y perfeccionar nuestros servicios. Chile est� en condiciones de desempe�ar un rol de v�nculo entre las econom�as de ambas orillas del Pac�fico, aprovechando las fuertes relaciones comerciales que tenemos en la regi�n, as� como nuestra extensa red de tratados de libre comercio" (p�gina 154) , < http://michellebachelet.cl acceso el 24 de enero de 2014.
[19] En esta reconfiguraci�n se integraron a la colaci�n tambi�n otros colectivos menores: la Izquierda Ciudadana (IC), surgida de la Izquierda Cristiana y que obtiene el ministerio de Bienes nacionales (V�ctor Osorio) y el Movimiento Amplio Social (MAS) del exsenador socialista Alejandro Navarro.
[20] Revista Caras 2014 (Santiago) 6 de enero.
[21] Algo m�s del 10% de los electores de la segunda vuelta marcaron su papeleta de voto con la inscripci�n �AC� para se�alar su adhesi�n a la perspectiva de una asamblea constituyente: < http://marcatuvoto.cl/ acceso el 30 de enero de 2013. La Concertaci�n como la Alianza se opusieron siempre a un plebiscito que abrir�a camino a una constituyente, alegando que es un mecanismo no contemplado en la Constituci�n… de la dictadura. No obstante, el art�culo 5 de la Carta Fundamental de 1980 establece que "la soberan�a reside esencialmente en la Naci�n. Su ejercicio se realiza por el pueblo a trav�s del plebiscito y de elecciones peri�dicas".
[22] La reforma educativa tiene un costo de unos 8.000 millones de d�lares seg�n el programa de la Nueva Mayor�a, financiado integralmente por la reforma tributaria. El gasto en educaci�n equival�a a 4,3 % del PIB en 2013, muy por debajo del promedio de los pa�ses de la OCDE (integrado por Chile), que llega al 5,8 %.
[23] Seg�n la encuestadora CERC (citado por Reuters), cerca del 80 por ciento de los consultados dijo que est� de acuerdo con la reforma educacional, un 63 por ciento con el ajuste tributario y un 71 por ciento con una nueva Constituci�n: < http://lta.reuters.com/article/idLTASIEA0M04O20140123 acceso el 27 de enero de 2014.
[24] Las AFP gestionan el conjunto de la jubilaci�n de los chilenos desde la reformas de la dictadura (Walder, 2013a).
[25] Diario Financiero 2014 (Santiago) 7 de enero.
[26] El subsecretario de Miner�a que acompa�ara el ministro era hasta el momento gerente de una empresa minera denunciado por sur pr�cticas antisindicales… (CIPER, 2013 en < http://ciperchile.cl/2014/01/30/nuevo-subsecretario-de-mineria-es-gerente-de-empresa-que-cumplio-50-dias-en-huelga/ acceso el 1 de febrero de 2014).
[27] A los inexistentes expedientes de Eyzaguirre en materia educacional, se agreg� la nominaci�n como subsecretaria de esa misma cartera a Claudia Peirano, conocida defensora de la ense�anza privada. Bajo la presi�n y frente a las declaraciones cr�ticas del sindicalismo estudiantil, Peirano finalmente tuvo que renunciar al cargo.
[28] La Tercera 2013 (Santiago) 25 de enero.
[29] Los nueve candidatos que compitieron por llegar a La Moneda fueron: Franco Parisi (Independiente), Marcel Claude (Partido Humanista), Ricardo Israel (Partido Regionalista de los Indepedientes), Marco Enr�quez-Ominami (Partido Progresista), Roxana Miranda (Partido Igualdad), Michelle Bachelet (Nueva Mayor�a), Evelyn Matthei (Alianza por Chile), Alfredo Sfeir (Partido Ecologista y Verde) y Tom�s Jocelyn-Holt (Independiente).
[30] Fuente: Dossier especial Elecciones 2013 del peri�dico El Mercurio (Santiago), 18 de noviembre y 24 de noviembre de 2013.
[31] El complejo sistema binominal establece que el Tribunal Calificadora de Elecciones proclama como elegidos senadores o diputados a los dos candidatos de una misma lista, cuando uno de ellos alcanza el mayor n�mero de sufragios y la sumatoria de la votaci�n de ambos representa el doble de lo obtenido por la lista que lo sigue en n�mero de votos. Este sistema de "doblajes" permite excluir sist�micamente las "peque�as" listas y sobre representar las grandes coaliciones. Como lo anota Moulian, de esta manera "el sistema de partidos dej� de ser un sistema con polaridad y se convierte en un sistema de oposiciones consensuales, en cuyos m�rgenes orbitan con poco �xito partidos m�s izquierdistas" (Moulian, 2010): es precisamente lo que buscaron las reformas institucionales de la dictadura, mantenidas hasta ahora.
[32] La Nueva Mayor�a logra un record de doblajes parlamentarios en 11 distritos y dos circunscripciones senatoriales, es decir elegir a sus dos representantes en cada circunscripci�n. Este desempe�o no se repet�a desde 1993 a nivel del parlamento (Ver el an�lisis de Pablo C�diz y los mapas en < http://www.latercera.com/noticia/politica/2013/11/674-552430-9-mapa-de-los-doblajes-de-la-nueva-mayoria-en-el-congreso-un-escenario-que-vuelve.shtml acceso el 29 de enero de 2013) .
[33] El soci�logo Felipe Portales ha demostrado que, con las reformas de 1989 negociadas con Pinochet, la Concertaci�n renunci� a ser mayor�a y que durante los 20 a�os de gobierno se neg� en hacer uso de ella en el Parlamento, en momentos claves en que hubiese podido comenzar a reformar la institucionalidad espuria heredada de la dictadura (Portales, 2005).
[34] Sobre la crisis de las derechas, se puede consultar las cr�nicas de Manuel Acu�a Aconsejo en el sitio Rebelion.org: acceso el 30 de enero de 2014.
[35] El Mostrador 2014 (Santiago) en < http://www.elmostrador.cl/opinion/2014/01/01/la-victoria-de-la-nueva-mayoria-como-triunfo-de-la-elite/ acceso el 30 de enero de 2014.
[36] Con la inscripci�n autom�tica se ampli� de ocho a m�s de trece millones de personas el padr�n electoral.
[37] Luego de m�s de 15 a�os de dictadura militar, el 96,6% de las personas en edad de votar se inscribi� en los registros electorales y, de ellas, el 89,1% acudi� a las urnas para pronunciarse: el "no" a Pinochet terminando por imponerse con el el 55,99% del total de los votos v�lidamente emitidos (el S� obtuvo 44,01%) .
[38] En Santiago, por ejemplo, si la abstenci�n para las presidenciales en el barrio pudiente de Vitacura fue de 39%, en las comunas m�s pobres se elev� a un promedio de 60% ( Punto Final 2013 (Santiago) N� 796, 20 de diciembre).
[39] La mayor�a de los centros de sondeos anunciaron durante meses la victoria en primera vuelta de Bachelet, el Centro de estudios p�blicos (CEP) otorgando a penas 14% de intenci�n de votos a Matthei…
[40] Para revisar parte de los resultados oficiales, consultar el sitio web del Servicio Electoral (SERVEL): < www.eleccionservel.cl acceso el 30 de enero de 2014.
[41] Radio Universidad de Chile 2013 (Santiago) en < http://radio.uchile.cl/2013/11/17/eloisa-gonzalez-para-los-movimientos-sociales-las-elecciones-no-son-efectivas acceso el 31 de enero de 2014.
[42] El espacio de los movimientos sociales es � un �mbito de pr�cticas y de sentidos relativamente aut�nomo en el mundo social �, dotado de l�gicas, referencias, practicas propias y en las cuales las diferentes organizaciones protestar�as, agentes y causas "son unidas por relaciones, de intensidad y naturaleza variables" (Mathieu, 2012).
[43] Este movimiento logr� reagrupar tambi�n algunas peque�as org�nicas dispersas de la izquierda radical ("Rodriguistas", corrientes trotskytas o libertarias, disidentes del PC), como alguna fuerza sindical, por ejemplo la confederaci�n bancaria dirigida por el sindicalista Luis Mesina.
[44] Otra opci�n electoral fue la de Alfredo Sfeir Younis con tem�ticas ecologistas liberales y espirituales "new age" y que obtuvo el 2.35% de los votos.
[45] Organizaciones estudiantiles, como varios sindicatos y federaciones de trabajadores, han anunciado marchas y acciones a partir de marzo 2014, cuando asuma la presidenta Bachelet.
[46] El Mercurio 2013 (Santiago) 19 de noviembre.
[47] Sobre la noci�n gramsciana de "revoluci�n pasiva" aplicada a la Am�rica Latina actual, ver: Modenesi, 2012 .
[48] En 2008 y 2009, 22% de la fuerza de trabajo estuvo involucrada en alg�n paro, en contraste con un 1%, 4,9% y 7,1% en 2005, 2006 y 2007, respectivamente.
Fuente: lafogata.org