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Argentina, la lucha continua....

Rosario, entre los gendarmes y el vuelo del Pájaro

Carlos del Frade

APe

 

-Gracias gendarmes por devolvernos la paz – dicen las letras de una bandera que un grupo de vecinos del Gran Rosario le mostraron a los que desembarcaron el 9 de abril pasado. Los comandantes de la fuerza se emocionan con sinceridad cuando hablan de la imagen ante este cronista. Se sienten reconocidos por una gran parte de la población. La fotocopia está pegada en una de las paredes donde funciona el comando central operativo en el que se mueven referentes de la policía provincial, prefectura, federales, los ya mencionados gendarmes y trabajadores municipales.

Hay varias pantallas con distintos barrios de la ciudad y las terminales de computadoras muestran algunas de las imágenes que vienen de las 101 cámaras que hoy funcionan en la ex ciudad obrera, portuaria, ferroviaria e industrial. Están en el llamado destacamento móvil de Gendarmería sobre calle San Martín a pocos metros del bulevar 27 de Febrero.

-Vinimos a combatir el narcotráfico – dice uno de los oficiales procedentes de La Pampa como muchos de los que llegaron aquel miércoles.

-¿Y cuánta droga secuestraron? – pregunta este periodista.

-Un kilo cuatrocientos de marihuana y novecientos gramos de cocaína – dice el gendarme.

-No es nada…

-Es muy poco, si. Es verdad –admite el comandante.

-¿De dónde viene la droga a Rosario?

-La verdad que no sabemos – dice y no parece mentir.

-Creo que nos están observando y están esperando. Mientras tanto mantienen la clientela con delivery…-afirma.

25 barrios son los controlados por todas las fuerzas. Los que viven en medio de una pobreza que palpita de forma frenética hora tras hora y que no suele aparecer como exigencias para los hipotéticos acreedores de la deuda interna que algún deberá contabilizarse.

"Ahora ya no escuchamos tiros en la noche ni tampoco tanta moto que iba y venía", dicen algunos hombres y varias señoras. Pero esas presencias, armadas hasta los dientes que recorren esos fragmentos de la ciudad archipiélago, meten más miedo que seguridad, tranquilidad ni hablar de algo parecido al significado de la palabra paz. Lita, la mamá de Mono, uno de los tres asesinados en Villa Moreno también denominada Matheu por los gendarmes, dice con claridad: "Esta no es la solución. Necesitamos escuelas, trabajo…y yo me pregunto también, ¿por qué vinieron ahora y no antes?. Y no creo que se termine el narco", dice Lita mientras observa el desplazamiento de las grandes camionetas de la Gendarmería.

La mayor cantidad de secuestros han sido motos y automóviles sin sus respectivas documentaciones. Pero los grandes partidos políticos aplauden las acciones de las fuerzas de seguridad nacionales y le agradecen por todo lo que hacen, tal como sucedió en el reciente acto por el falso día de la bandera que, en realidad, recuerda la muerte en la pobreza y soledad de aquel gran revolucionario que fuera Manuel Belgrano.

Con decenas de gendarmes armados hasta los dientes, la llegada a barrio La Granada, territorio de Los Monos, el principal grupo narco rosarino, generó una doble sorpresa: en la canchita donde está el mural que recuerda al Pájaro Cantero, líder de la banda asesinado el 26 de mayo de 2013, estaba jugando al fútbol uno de los jugadores que hasta no hacía mucho viajaba al Mundial de Brasil. Es que uno de sus primeros representantes, según la justicia, era uno de los lavadores de dinero de la organización.

La segunda sorpresa fue que una mujer nos dijera que "este muchacho hizo mucho bien por el barrio, por la gente, por los chicos. No tienen que hablar mal de él. Era una gran persona", insiste la señora.

-Pero formaba parte de una organización que vende drogas y mató mucha gente – le comento.

-Eso es mentira – dice la señora.

Y un pibe, de no más de once años, también dice que "el Pájaro era un fenómeno".

Para ese chico, el bueno de la peli es el Pájaro.

El bien y el mal no significan lo mismo para todos y eso está mucho más allá de los fusiles, las camionetas y las sirenas de la

Operación Rosario.

Mientras tanto algunas piedras comenzaron a picar cerca de los gendarmes. En un territorio ahora también controlado o pacificado –como le gusta repetir a funcionarios nacionales, provinciales, municipales y norteamericanos- por la policía de proximidad, los uniformados nos dijeron que había llegado el momento de irnos.

Fuentes: Entrevistas realizadas por el autor de este artículo en la tarde noche del martes 17 de junio de 2014 en una recorrida que abarcó Villa Moreno, Flamarión, Fuerte Apache, La Granada y Ludueña, todos barrios empobrecidos de Rosario.

Fuente: lafogata.org