Latinoam�rica
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El Canad� indio se moviliza
"Basta de no hacer nada"
Ojarasca
El 11 de diciembre, Theresa Spence, jefa del pueblo cree de Attawapiskat, en el norte de la provincia de Ontario, "empez� una huelga de hambre para protestar contra las condiciones infrahumanas en que viven los mil 200 habitantes de su comunidad, en particular el hacinamiento inaceptable de las familias en viviendas precarias e insalubres en una regi�n donde las temperaturas bajan hasta 40 grados bajo cero. Esta situaci�n, lejos de ser �nica en el pa�s, es desgraciadamente com�n en las reservaciones ind�genas, los territorios donde han sido relegados los pueblos ind�genas tras la llegada de los europeos. La jefa Spence dijo que solamente pondr�a fin a su huelga de hambre si el primer ministro Stephen Harper y el gobernador general aceptaban recibirla para discutir de los problemas agudos que azotan a la poblaci�n ind�gena", escribi� el l�cido antrop�logo canadiense Pierre Beaucage (Alai Amlatina, 11 de enero).
No obstante, el 24 de enero Theresa Spence puso fin a su huelga de hambre tras 44 d�as y fue hospitalizada para que la revisaran y pudiera recuperarse del ayuno. La jefa Spence termin� la huelga cuando los dos principales partidos de la oposici�n, el socialdem�crata Nuevo Partido Democr�tico (npd) y el Liberal (pl), acordaron defender las principales reivindicaciones ind�genas ante el gobierno.
Se�or enmarcado, ciudad de M�xico.
Foto: Graciela Iturbide, 1972
Cuando comenz� el ayuno de Spence, cuenta Pierre Beaucage, "el gobierno federal canadiense, que tiene jurisdicci�n sobre el mill�n de ind�genas del pa�s, declar� que los problemas en Attawapiskat provienen de una ‘mala administraci�n de los fondos’. Pocos meses antes, la mayor�a conservadora en el parlamento forz� la adopci�n de las leyes 38 y 45, leyes ‘mamut’ que incluyen una limitaci�n sin precedentes de los derechos ind�genas sobre sus territorios y sus aguas frente a las empresas que explotan los recursos forestales, hidr�ulicos, mineros e hidrocarbur�feros (petr�leo y gas)".
"Antes de la Ley 45, por ejemplo", dice Winona Laduke en Yes Magazine, "2 millones 600 mil r�os, lagos y una buena porci�n de las costas de tres oc�anos de Canad� se hallaban protegidos bajo la Ley de Aguas Navegables. Ahora s�lo ochenta y siete est�n protegidos".
Y Beaucage recalca: "La huelga de hambre de Theresa Spence fue la chispa que encendi� un descontento ind�gena creciente frente a las pol�ticas neoliberales del gobierno federal. En todo el pa�s surgi� un movimiento de apoyo a sus demandas y de repudio a la actitud gubernamental. Sonaron los tambores indios en las comunidades remotas, en las grandes ciudades y en la capital, Ottawa. Hab�a nacido el movimiento Idle No More ("Basta de no hacer nada"), que agrupa a ind�genas de las zonas rurales y a muchos que residen en las ciudades, en particular a los j�venes. Otros canadienses, preocupados por los derechos humanos y el ambiente, se sumaron a la protesta".
Pero Laduke apunta: "el primer Ministro Harper est� apostando a la promoci�n de la miner�a y el crudo procedente de arenas bituminosas [muy dif�cil de obtener y cuyo proceso es muy contaminante]".
Comenzaron cientos bloqueos por todo Ontario, atravesando camionetas en las v�as del tren y en las carreteras —alterando el tr�fico de fin de semana.
"El centro de la controversia es el ducto Northern Gateway Pipeline, con un costo de 6 mil millones de d�lares, que traer� el producto de las arenas bituminosas de Alberta al Pac�fico. El oleoducto cruzar� m�s de cuarenta naciones nativas, todas las cuales ya expresaron su oposici�n". El coraz�n de la protesta entonces son los cambios legislativos que le ponen en bandeja de plata a las empresas nuevos instrumentos jur�dicos que impiden que los ind�genas puedan defender legalmente sus n�cleos territoriales. Por eso protestan.
Otro aspecto de la crisis, no muy conocido en el exterior de Canad�, es que las mineras canadienses que tanto estrago ocasionan en todo el mundo no se quedan atr�s en su devastaci�n del norte canadiense —sobre todo los territorios ind�genas. DeBeers, por ejemplo, es la empresa de diamantes m�s grande del mundo. En la regi�n donde funciona, la infraestructura para las comunidades es pr�cticamente nula. "No hay camino a la comunidad ocho meses por a�o y los otros cuatro est� congelado", dice Laduke. Los problemas de combustible son perennes y algunas comunidades han tenido que ser evacuadas debido a los tremendos problemas de salud, dado que incluso tienen que importar agua. Y la sobrecarga de los sistemas de drenaje regionales a causa de las actividades mineras es escandaloso. DeBeers afirma que reparti� beneficios a ocho comunidades ind�genas por m�s de 5 millones de d�lares en 2010. Pero sus ventas, tras aumentar a�o con a�o 33 por ciento, llegaron ese a�o a 3 mil 500 millones de d�lares. Casi 700 veces m�s. Y ning�n presupuesto alcanza cuando se agravan las condiciones estructurales de deterioro.
"En Kashechewan, el jefe y el consejo est�n a punto de cerrar una oficina, dos escuelas y un centro de generaci�n de energ�a, la cl�nica de salud y el cuartel de bomberos porque sin calefacci�n ya no pueden operar con medidas de seguridad", reporta Laduke. "Adem�s", seg�n el jefe Derek Stephen, "hay unas 21 casas inhabitables, pues sus s�tanos se inundaron".
"Basta de no hacer nada" es una respuesta a lo que un representante del movimiento, Thomas Muller, llama "el gobierno de extrema derecha de Harper", que intenta vender la riqueza natural de los ind�genas canadienses del norte a los postores m�s grandes en el mercado de las multinacionales. "La famosa ley 45 result� una aplanadora que finiquit� treinta a�os de legislaci�n ambiental, y que fue aprobada en el senado por mayor�a", afirma Laduke.
Aparte de aprobarse sin consulta, las nuevas leyes infringen los derechos a la propiedad ind�gena de la tierra y desprotegen pr�cticamente todos los cuerpos de agua y el medio ambiente. "Ya que la econom�a canadiense se mueve hacia una explotaci�n sin miramientos de los recursos naturales a una velocidad alarmante, y que Canad� se convirti� en l�der mundial en gases con efecto de invernadero, en la fracturaci�n de rocas bombeando fluidos en las grietas para abrir los terrenos a las profundidades, y en la inyecci�n de cianuro a las otrora aguas pr�stinas para prepararle el terreno a la exploraci�n minera, leyes as� son muy convenientes a las empresas aunque se violen las leyes ambientales y los tratados internacionales, incluidos los ind�genas". "Basta de no hacer nada" es una primera respuesta. Vendr�n m�s.
Fuente: lafogata.org