Latinoamérica
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El origen de los conflictos sociales y el riesgo de alienación del proceso de cambio
Arturo D. Villanueva Imaña
A tiempo de relativizar y minimizar la trascendencia de los conflictos sociales que han convulsionado el país por algo más de un mes y medio, el Vicepresidente Alvaro García Linera, en una entrevista concedida al periódico Los Tiempos de fecha 15 de abril del presente año, sostuvo que Bolivia se encuentra "ante un periodo de expansión de la economía y un proceso de conflictividad propio por la redistribución de la riqueza que el Estado está generando".
De esa manera, la ciudadanía no solamente encontró una explicación acerca de las causas y motivos que originan los conflictos sociales que, a pesar de los acuerdos iniciales alcanzados sectorialmente aún están provocando violentos disturbios en las calles; sino que además ha conocido una caracterización acerca del periodo o etapa (de expansión) en la que se encontraría la economía nacional y el propio proceso.
Asumiendo que una de las causas fundamentales que han originado los conflictos sociales, se debe a la demanda popular por una mejor redistribución de la riqueza generada por el Estado; el presente artículo estará orientado a reflexionar respecto de las respuestas realizadas frente a esa demanda planteada y el tipo de enfoque que el gobierno nacional está adoptando para resolver los problemas de desigualdad, pobreza y desarrollo que subyacen a dicha situación, en la perspectiva de desentrañar las implicaciones que ambas decisiones tienen sobre la alienación del proceso de cambio.
La hipótesis central del análisis y la reflexión es que de un diagnóstico correcto realizado por el Vicepresidente, en la práctica se ha derivado en una respuesta negativa y de rechazo a las demandas de los sectores sociales, pero que además se está optando por adoptar un enfoque desarrollista y extractivista para resolver los graves problemas de pobreza y desigualdad que terminará alienando el proceso en favor del neoliberalismo y los intereses transnacionales del capitalismo salvaje que, a su turno, contradicen frontalmente el discurso anticapitalista y antiimperialista que se afirma abanderar.
En el primer caso, en cuanto a la demanda social por lograr una mejor redistribución del ingreso que principalmente está planteando la COB, vía el incremento de los salarios, la respuesta del gobierno ha sido la misma que se ha producido durante los últimos 5 años. Es decir, que solo se realizará un incremento que compense el índice de inflación anual de la gestión pasada. Adicionalmente, el Presidente Evo Morales señaló la imposibilidad de efectuar un incremento mayor, en vista de que ello no solamente implicaría una irresponsabilidad que podría desatar la inflación y poner en riesgo el equilibrio macroeconómico tan costosamente conseguido (un argumento permanentemente utilizado por gobiernos neoliberales pasados), sino que se afectaría los programas de inversión previstos, que están destinados al crecimiento de la economía y la industrialización.
Como se puede apreciar, este tipo de respuesta no solo recuerda los argumentos esgrimidos por aquellos gobiernos neoliberales del pasado, sino que al margen de rechazar una justa demanda popular, también se encuentra en franca e irónica contradicción con la enorme acumulación de reservas monetarias. No debe olvidarse que cotidianamente el mismo Presidente señala que Bolivia se ha convertido durante en los últimos 6 años de la gestión gubernamental, en un país que ha logrado acumular más de una decena de miles de millones de dólares de reserva monetaria que, sin embargo, no pueden (o no quieren?) ser utilizados para atender la tan esperada redistribución de los ingresos y la riqueza acumuladas; muy a pesar de que independientemente de los avances logrados en otros campos de la economía y la sociedad, aún persiste mucha pobreza y desigualdad que afecta a la mayoría de los sectores sociales del país. Es decir, que el pueblo no alcanza a comprender razonablemente, por qué no es posible redistribuir la enorme riqueza acumulada, siendo que el propio Presidente se encarga de destacar este logro de manera reiterada.
Desde esa perspectiva, resulta absolutamente claro por qué surgen anual y regularmente los conflictos sociales y los sectores populares se movilizan por lograr una mejor distribución de la riqueza, sino que es previsible que en el futuro continúen haciéndolo; ya no como un rito anual, sino como resultado de una demanda legítima originada en el crecimiento de la economía y la enorme acumulación de reservas. La pregunta que queda pendiente es: hasta cuándo el pueblo estará dispuesto a esperar y permitir que se siga postergando sus demandas o, finalmente, se cumpla con la redistribución de la riqueza nacional.
Con relación al tema y antes de continuar con el segundo aspecto, realicemos una breve digresión que surge como resultado del contenido y los alcances de los conflictos sociales que se han ido haciendo cada vez más recurrentes en la gestión del proceso de cambio. Sucede que no solo se está produciendo una proliferación de los mismos, sino que llama profundamente la atención el hecho de que la generalidad de los conflictos sociales tengan un carácter corporativo, sectorial e inmediatista que no solo descuida el abordaje y solución de asuntos de interés nacional, sino que deja de lado las tareas nacionales inconclusas, para reducirse al salarialismo de la COB y otras demandas sectoriales menores, que paradójicamente llegan a convulsionar al país. Ello refleja claramente lo que podría denominarse como la provincianización del proceso y un empobrecimiento de ideas y perspectivas (tanto en el gobierno como en los sectores sociales) que terminan confluyendo en el marasmo y la rutina de la conflictivitis, donde lo importante ya no es dar cumplimiento a las tareas transformación y cambio democrático cultural, sino de arrancar o desconocer y negar (al más viejo y repudiable estilo corporativo o confrontacional), cualquier conquista sectorial por más mínima que sea. De esa forma no solo se pierde perspectiva, sino que se pierde la oportunidad y se continúan dejando pendientes el cumplimiento de las tareas nacionales que se arrastran desde el pasado. La exteriorización de acusaciones entre el gobierno y los sectores sociales que mutuamente se tildan de ser derechistas, antinacionales o cualquier otro atributo calificativo tan corrientemente utilizados, solo constituye un accidente en un problema de mayor fondo que, de seguir así, solo contribuirá a embargar las perspectivas del proceso de cambio.
En cuanto al segundo punto que ya no tiene que ver con las causas que originan los conflictos, sino con las acciones y políticas que el gobierno ha emprendido para atacar y resolver los problemas de desigualdad, pobreza y desarrollo del país, es importante efectuar y destacar las siguientes reflexiones y puntualizaciones.
a) Así como el discurso del Presidente hace una reiterada referencia a la acumulación de más de 12.000 millones de dólares de reservas, también es recurrente su sistemática preocupación respecto de las bajas ejecuciones presupuestarias de los gobiernos subnacionales y de los propios ministerios, pero sobre todo con relación a la necesidad de agilizar las inversiones y promover el crecimiento económico.
b) Esta insistencia por efectuar inversiones y agilizar el crecimiento de la economía nacional, tiene varias e importantes implicaciones sobe el proceso de cambio que vale la pena enfatizar, puesto que de ello depende si efectivamente nos conducimos y lograremos consolidar la soberanía nacional y la construcción del socialismo comunitario para Vivir Bien.
c) La obsesión por impulsar las inversiones, la ejecución presupuestaria y el crecimiento económico, está íntimamente asociada con la lógica extractivista y la explotación (salvaje) de los recursos naturales y la fuerza de trabajo, porque no es posible imaginar otra fuente para generar riqueza y acumular bienes materiales. Es decir, que este tipo de razonamiento alienta la instalación y funcionamiento de mega proyectos de explotación minera, hidrocarburífera, de infraestructura productiva industrial, caminera y de comunicaciones, con lo cual no solamente existe la presión para flexibilizar la normativa ambiental y restringir los derechos colectivos de los pueblos indígenas y las comunidades rurales que se encuentran en el entorno de dichos emprendimientos, sino que se alienta y profundiza el sometimiento, la dependencia y la pérdida de soberanía nacional, respecto de los intereses capitalistas transnacionales, por la sencilla razón de no disponer del capital necesario para efectuar estas grandes inversiones y tampoco la tecnología. En otras palabras, se provoca la alienación del proceso, puesto que no es posible hablar o pretender abanderar el anticapitalismo y el antiimperialismo, al mismo tiempo de impulsar el extractivismo y la explotación de los recursos naturales (que además nos reducen a la condición de proveedores de materias primas), bajo el argumento de que se necesita impulsar la inversión de capital y ampliar el crecimiento económico.
d) No se distingue el hecho de que existe una gran distancia entre generar riqueza (que surge como consecuencia de la extracción de las materias primas y los recursos naturales) y alcanzar el desarrollo. Parecería como si no se hubiese logrado internalizar aun las experiencias (históricas y recientes) de explotación de los recursos naturales que, como el caso emblemático de Potosí, si bien generaron cuantiosas riquezas, sin embargo, no se tradujeron en desarrollo para la población y los pueblos de su entorno y mucho menos en bienestar para todos. Lo mismo puede decirse con los bosques, los hidrocarburos u otros lugares mineros.
e) No se logra asimilar que la causa fundamental de la pobreza y la desigualdad, es el capitalismo y su lógica extractivista y de explotación. Que el producto principal (estrella) del capitalismo, es precisamente la pobreza y la desigualdad. Que mal se puede esperar que la pobreza y la desigualdad acaben y desaparezcan, si se insiste en utilizar los mismos mecanismos capitalistas de explotación y extractivismo que los originan.
f) Tampoco se comprende que existe un fuerte componente colonial cuando se adopta y defiende el enfoque extractivista y desarrollista, porque al margen de reproducir una lógica de explotación que repite los patrones capitalistas; en realidad lo que sucede es que se mantiene una mentalidad colonizada que desea alcanzar y desea igualarse a aquel capitalismo que constituye el modelo civilizatorio a seguir. De esa forma se aliena y embarga los objetivos de transformación y cambio del proceso, para favorecer la lógica capitalista del consumo, esperando gozar o aproximarse a ese patrón de "tener más" y "consumir más" que caracteriza el modo de vida capitalista. Se sucumbe ante la lógica de saber lo que sucede con los precios, el consumo y los ingresos; y se olvida lo que sucede con la vida de las personas, con el estado de la naturaleza y con los derechos humanos. Bajo el argumento de que la pobreza es sinónimo de carencia material de bienes y servicios, se alienta y defiende el consumismo y la lógica capitalista de tener más. No se ha logrado generar alternativas a la lógica de consumo y se continúa despreciando y rechazando los principios y prácticas de la reciprocidad, la complementariedad, la solidaridad, porque se las entiende como prácticas propias de pueblos y comunidades subdesarrolladas, "salvajes" y carentes de los bienes que les ofrece la "civilización". Desde ese punto de vista, también puede señalarse que prevalece un contenido clasista, que deja de lado el modo de ser y la identidad indígena, cuyas prácticas de vida comunitaria y de una relación armoniosa con la naturaleza, bien podrían constituir un aporte fundamental en la construcción de un nuevo paradigma alternativo al capitalismo, sobre la base de los principios del Vivir Bien que los pueblos indígenas ya han planteado en distintos foros internacionales.
g) En fin, no se logra distinguir la diferencia que existe entre generar riqueza y lograr desarrollo, o que si bien el extractivismo puede generar riqueza y contribuir a la expansión de la economía, ésta no se traduce en desarrollo y mucho menos en bienestar y Vivir Bien para todos. Es decir, que el extractivismo y neodesarrollismo no podrán nunca contribuir a una redistribución equitativa de los ingresos y tampoco podrán corregir las desigualdades entre pobres y ricos (mucho menos lograr alternativas reales de desarrollo y bienestar para el pueblo y los sectores populares), porque esencialmente su lógica está destinada a concentrar la riqueza en pocas manos.
Arturo D. Villanueva Imaña. Sociólogo, boliviano. Cochabamba
Fuente: lafogata.org