Algunos han sido destituidos, otros retienen sus cargos
Irina Santesteban
LA ARENA
Aunque algunos jueces y funcionarios judiciales a quienes se comprobó que
actuaron como cómplices de la dictadura militar-cívica han sido destituidos
mediante los mecanismos constitucionales, otros continúan en sus altas
funciones.
El juez santafesino Víctor Brusa fue destituido en 2000 por el Consejo de la
Magistratura de esa provincia, pero no por su participación en los crímenes
cometidos durante la dictadura sino por haber incurrido en "mal desempeño" de
sus funciones. Es que en noviembre de 1997 protagonizó un accidente con su
lancha del que resultó muerto el joven nadador Miguel Pedernera, y Brusa, como
titular de dos juzgados federales en Santa Fe, se encargó de obstruir y forzar
al personal policial para desincriminarse en esa causa.
Como Al Capone, Brusa fue destituido no por haber sido cómplice y partícipe de
crímenes cometidos durante la vigencia del terrorismo de Estado en la Argentina,
sino por un accidente que reveló su personalidad muy poco respetuosa de la vida
humana, pues luego de pasarle por encima a Pedernera, huyó del lugar.
Nueve años después, Brusa fue condenado a 21 años de prisión por los delitos de
torturas, privación ilegítima de la libertad y apremios ilegales.
En Mendoza
El 11 de marzo de 2011 fue destituido en Mendoza el camarista Luis Miret, por la
causal de "mal desempeño", al haber omitido investigar o efectuar denuncia penal
de vejaciones, torturas y robos a detenidos puestos a su disposición por parte
de las fuerzas represivas en esa provincia en febrero de 1976.
Miret no sólo sufrió la destitución del cargo que ostentaba en la Justicia
mendocina, sino que también perdió su jubilación y quedó a disposición de los
tribunales federales del fuero penal de Mendoza.
El camarista había presentado la renuncia al cargo cuando estaba al borde del
juicio político, pero nunca fue aceptada por el Poder Ejecutivo por lo cual no
pudo evitar la destitución.
Otro fugado
En esa misma provincia, el camarista Otilio Romano también enfrentó el juicio de
destitución por su complicidad con crímenes de lesa humanidad cometidos durante
la dictadura militar-cívica, pero en lugar de renunciar se fugó a Chile donde
obtuvo una visa especial por ocho meses. El pasado 15 de diciembre Romano fue
destituido como camarista de la Justicia mendocina y luego de eso la Cámara
Federal de Apelaciones de esa provincia pidió su extradición. Es de esperar que
ese pedido sea atendido por las autoridades trasandinas, para que este juez
pueda enfrentar los juicios por los delitos de torturas y privación ilegítima de
la libertad agravados, en más de un centenar de causas por el secuestro y
desaparición de ciudadanos en Mendoza durante la dictadura militar.
Personal civil
En Córdoba, también en 2011, fue destituido el asesor letrado penal José Luis
Santi, por haber ocultado, al momento de su designación como magistrado de la
Justicia cordobesa en 2005, sus antecedentes como personal civil de
Inteligencia, bajo el mando del Destacamento 141 de Inteligencia de esa ciudad,
durante los años 1981 y 1982.
Según la información de la Unidad Fiscal de Seguimiento de las Causas por
Delitos de Lesa Humanidad, que dirige el abogado Pablo Parenti, son
aproximadamente 55 los magistrados y funcionarios judiciales que hoy enfrentan
causas penales por haber omitido investigar o directamente por complicidad en
los crímenes que se cometieron durante la vigencia del terrorismo de Estado en
la Argentina.
Juez denunciado
Aunque no tiene causas penales en su contra, uno de los casos que mejor grafica
esa complicidad del Poder Judicial con los crímenes de la dictadura militar, que
se mantuvieron durante muchos años aún luego de la recuperación de la
democracia, fue el del ex presidente de la Cámara de Casación Penal, Alfredo
Bisordi, quien renunció en marzo de 2008, luego de haber sido denunciado por los
organismos de derechos humanos y por el entonces presidente Néstor Kirchner, por
"cajonear" por años y años las causas por delitos de lesa humanidad.
La Cámara de Casación Penal fue creada durante el menemismo y fue una especie de
"filtro" para las causas penales complejas, porque allí se resuelven todos los
recursos y defensas que se interponen en todos los juzgados federales del país,
en materia penal.
Bisordi había ingresado a la Justicia en la época del dictador Juan Carlos
Onganía, y durante la dictadura militar videlista fue el secretario del juez
Giletta, quien se caracterizó en esos años, por negarse sistemáticamente a
tramitar los innumerables recursos de habeas corpus que presentaban los
familiares de los miles de secuestrados y desaparecidos que había en esa época.
El 24 de febrero de 2011, casi tres años después de renunciar a su cargo de
camarista, Bisordi debutó, como no podía ser de otra manera, como abogado
defensor del ex intendente de Escobar y hoy condenado por delitos de lesa
humanidad por el Tribunal Oral Federal Número 1 de San Martín, el ex comisario
Luis Patti.
Freno cómplice
Luego de la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto final, sancionada
por ley en agosto de 2003, las causas por los crímenes de lesa humanidad
volvieron a tomar impulso, pero sin embargo, encontraron un freno casi
inexpugnable en la Cámara de Casación Penal, que llegó a detener hasta por tres
años y más, los recursos que presentaban, uno tras otro, las defensas de los
represores.
Afortunadamente, en la referida Cámara asumió hace pocos días, como nuevo
presidente, el magistrado Pedro David, quien declaró que una de las prioridades
de ese tribunal será, justamente, las causas por delitos de lesa humanidad.
Defensora
Por eso es que causó asombro la información aparecida en el diario "Página 12"
en su edición del lunes 2 de enero, que da cuenta que una secretaria de la
Cámara de Casación Penal, María Laura Olea, actuó y lo sigue haciendo como
defensora de su padre, el general de brigada Braulio Olea, un represor condenado
a 25 años de prisión en Neuquén por su participación en delitos cometidos
durante el denominado Proceso.
Aunque ya se le abrió un sumario administrativo a esta funcionaria, que podría
incluso llegar a la cesantía, lo cierto es que, en 2008, el juez Eduardo Riggi
le había otorgado licencia sin goce de sueldo para que actúe como defensora de
su padre en Neuquén.
Esa decisión fue avalada por los camaristas Liliana Catucci, Juan Fégoli, Juan
Carlos Rodríguez Basabilvaso y Angela Ledesma, ésta última fue quien ordenó
ahora labrar un sumario por esa misma situación que habían autorizado tres años
antes. En ese momento se argumentó que, si bien el Reglamento de la Justicia
Nacional prohíbe a los empleados y funcionarios judiciales ejercer como
abogados, existe una excepción, y es para hacerlo por causas personales o en
representación de familiares directos.
En los dos lados
Braulio Olea fue condenado en 2008 por secuestro, robo, coacción, asociación
ilícita y tormentos, y en ese juicio fue asistido por su hija, María Laura Olea,
quien luego de la sentencia volvió a sus funciones como Secretaria de la Sala
Tercera de la Cámara de Casación Penal. Aunque la revisión de la sentencia de
Olea, por apelación de los condenados, le tocó a la Sala IV de la Cámara de
Casación, a la audiencia recientemente convocada para que las partes expusieran
sus argumentos concurrieron los abogados de ambos lados, incluida la secretaria
en cuestión. La jueza Ledesma fue quien pidió el sumario, pues aunque había
autorizado la actuación como defensora de Olea hace tres años, ahora la etapa es
la de revisión de la sentencia. ¿Cómo va a actuar como defensora una funcionaria
que trabaja en el mismo Tribunal que debe revisar la sentencia?
Muchos cambios hacen falta en la Justicia argentina para hacer realidad la
necesaria democratización de ese poder fundamental de una república, pero la
depuración de aquellos funcionarios que avalaron y lo siguen haciendo, con el
accionar del terrorismo de Estado, es lo más urgente.