Tras 37 años de desarrollo, el embalse de la Central Hidroeléctrica Yacyretá (CHY) alcanza el 12 de febrero la cota definitiva de 83 metros sobre el nivel del mar. Organizaciones ambientalistas de Paraguay y Argentina señalan que con la elevación del nivel del embalse 56.600 hectáreas fueron inundadas y advierte que unas 55.000 personas tuvieron que ser desplazadas.

Entrevista a Jorge Cappato (60), director general de la Fundación PROTEGER.

P: "Cada vez necesitamos más energía para seguir produciendo y hacer sustentable este proceso de crecimiento económico", dijo la presidenta en el acto de elevación de la cota de Yacyretá. "Es claro -agregó- que cuando se hacen obras de esta importancia, siempre el progreso trae problemas".

R: Seguramente es la opinión de la Secretaría de Energía o el Ministerio de Economía, que tienen una clara visión desarrollista. Esta visión supone que a mayor cantidad de energía, mayor desarrollo; y a mayor desarrollo, mayor bienestar. Localmente, los impactos son de una magnitud tan grande, como en el caso de Yacyretá, que la ecuación no cierra. No basta con generar una cantidad concentrada de energía que va dirigida fundamentalmente a las grandes ciudades y a la gran industria. Gran parte de esta energía no llega a los lugares donde sí se necesita generar desarrollo. Son las múltiples comunidades, aquellas que reciben los impactos, las que deberían ser beneficiadas en primer lugar, por una cuestión básica de compensación.

P: Estos desplazamientos de personas, ¿han sido compulsivos? ¿Adónde fueron relocalizados los afectados?

R: Las personas reasentadas reciben una vivienda, lo cual no asegura otras cuestiones básicas para su vida: el acceso a fuentes de trabajo, a los servicios de salud, de educación. Caso típico es el de los pescadores, los oleros, que eran los que trabajaban con la arcilla en lo que hoy son los bordes del embalse Yacyretá, y pequeños comerciantes. Toda esta masa de población tenía su fuente de empleo en la costa, una costa que ya no existe porque al crecer el embalse han sido inundadas las tierras. Muchos de los que eran pescadores, pequeños comerciantes o campesinos hoy tienen trabajos de menor calidad, como el cirujeo, o directamente no tienen trabajo.

P: ¿Qué impactos ha ocasionado Yacyretá sobre las pesquerías del Paraná?

R: Las pesquerías son uno de los aspectos más impactados. El embalse de Yacyretá tiene cerca de 170.000 hectáreas. Es un ambiente completamente artificial agravado por el hecho de que el cierre frontal corta las rutas migratorias. Pasa por los ascensores menos del dos por ciento de los peces. Tampoco encuentran alimento ni sitio para reproducirse y, por lo tanto, mueren. Aguas arriba, la pesca ha caído a niveles ínfimos, y los impactos se hacen sentir también aguas abajo. Estas represas, en época de bajante, se quedan con mucha del agua de la cuenca para poder producir electricidad, y se cortan las migraciones transversales en las planicies de inundación. ¿Qué significa? Los peces no solamente viajan longitudinalmente, a veces centenares de kilómetros por el cauce principal, sino que necesitan ir a las lagunas secundarias para reproducirse. Cuando el agua baja demasiado, estas rutas transversales se cortan y se provoca un impacto colosal.

P: Un documento presentado en marzo por ex secretarios de Energía sobre la gestión de gobierno durante el período 2003-2010 propone para las próximas dos décadas una política de Estado que, entre otras cosas, asegure un flujo de fondos para la ejecución de obras en el sector hidroeléctrico.

R: Está demostrado en todo el mundo que mayor disponibilidad de energía no implica mejores condiciones de vida para la mayor parte de la población. Los años han pasado y, no solamente en la Argentina, en América Latina y el mundo, se ha demostrado que esta ecuación no funciona. De hecho, producimos muchísima más energía, hay un mayor movimiento económico y una mayor producción de bienes y servicios, pero tenemos también niveles altísimos de indigencia, de desigualdad social. Es una concepción del desarrollo basada en la gran industria, en la mecanización del campo, en la producción de energía concentrada y en el crecimiento ilimitado de las grandes ciudades. Esto es una catástrofe.

P: El mismo texto destaca que la participación de la hidroelectricidad en Argentina ha retrocedido un 8% durante el mismo período. ¿Cuáles son los proyectos que, a corto plazo, la fundación considera que continuarán con este "rumbo equivocado en la generación de energía"?

R: Por la información que llega a través de los medios, que es a la que el ciudadano tiene acceso, ha cobrado mucho auge el impulso de proyectos como Garabí sobre el río Uruguay. Se habla de Corpus y, probablemente, se siga con algunos proyectos en la Patagonia con distintos grados de desarrollo. Está siempre presente el fantasma de Paraná Medio, que es una represa absolutamente irracional que se planificó en los años sesenta y setenta. Esto no sólo ocurre en la Argentina: en la cuenca del río Uruguay correspondiente a Brasil, hay veinticinco represas planificadas, muchas ellas en distinto grado de proyección y ejecución. El auge de las represas y la hidroelectricidad tiene un retroceso a nivel mundial, debido a que se ha visto el gran impacto económico y social de las grandes represas. En América Latina está muy lejos de suceder esto.

Esta entrevista fue realizada por el Observatorio de Conflictos por los Recursos Naturales (OCRN) en alianza con Acción por la Biodiversidad.