Argentina, la
lucha continua....
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¡Viva la Constitución!. ¡Abajo la revolución!
Ezequiel Espinosa
La oposición liberal-conservadora se ha vuelto innecesaria, pues la burguesía del país ha comprobado que con el modelo kirchnerista se pueden hacer muy buenos negocios.
"La dominación burguesa, en tanto que emanación y resultado del sufragio universal, en tanto que expresión del pueblo soberano -he aquí es sentido de la Constitución burguesa-. (...). ¿No es deber de la burguesía reglamentar el derecho de voto de tal manera que proteja lo razonable, su dominación?" . Karl Marx
En diciembre de 2001 asistíamos a una revuelta inorgánica en el medio de una crisis orgánica de todo el régimen económico-político que se había venido consolidando en la Argentina desde la dictadura de reorganización nacional instaurada en 1976. Hoy, a casi diez años de aquellos acontecimientos, la burguesía del país debe agradecer -o al menos aceptar resignadamente- los servicios prestados por los gobiernos "nacionales y populares" del kirchnerismo. Es que las administraciones pos-montoneras no solamente han logrado una recuperación de la situación económica general con su petit-desarrollismo, sino que han conseguido recuperar la confianza popular en las instituciones republicanas.
Ése es el sentido profundo de las elecciones primarias del 14 de agosto pasado. El gobierno y la oposición liberal-conservadora lo saben, el primero lo celebró explícitamente -incluso (casi) poniéndolo por encima de su propia victoria electoral-, y la segunda lo admitió como un triunfo del Estado -por decirlo de algún modo-, aun a pesar de su patética derrota en los recientes comicios.
El rotundo éxito estatal en las elecciones primarias ya ha dado para murmurar sobre una posible reforma constitucional. Aunque sea prematuro hablar de ello, su sola mención es sintomática y ya ha puesto los pelos de punta a aquellos analistas liberales-conservadores que temen la hegemonía de los sectores del kirchnerismo que pretenden que su Frente para la victoria tiene una "misión fundacional" (a ellos les gustaría decir kirchnerismo fundamentalista, pero la relación de fuerzas expresada en las urnas les impone pudor y prudencia en su lenguaje otrora desbocado). A decir verdad, las relaciones de fuerza -en términos de popularidad- son más complejas de lo que temen algunos y de lo que celebran descocadamente algunos otros. Con anterioridad a las primarias de las presidenciales, las elecciones provinciales de los distritos electorales más importantes le fueron contrarias a los kirchneristas y, acaso, muy esquivas (tanto que eran los simpatizantes del Frente para la victoria quines se tiraban de los pelos entre ellos).
En suma, todo el reciente proceso eleccionario nos muestra un panorama complejo y de adhesiones entrecruzadas. Muchos de quienes votaron por alguna fórmula de la oposición neoliberal-conservadora en las elecciones de Capital federal, o en las provincias de Córdoba o Santa fe, lo hicieron por el oficialismo "nacional y popular" en las primarias presidenciales. Los posmont
oneros lo saben, aunque lo aceptan muy en voz baja (si hasta nuestra ridícula versión de Willy Wonka -el mediático empresario Ricardo Fort- parece haber votado por la reelección de Cristina Kirchner).Como sea, si bien la última elección lejos está de demostrar una profunda "revolución cultural" como pretende extraoficialmente la militancia pos-setentista, sí ha dejado en claro que la sociedad civil argentina pretende mantener -en términos generales- el actual "modelo" petit-desarrollista del gobierno, ante un preocupante e incierto panorama de la economía mundial. En éste sentido, la relación de fuerzas favorece relativamente al kirchnerismo. No es poca cosa. Después de todo, los sectores subalternos de Argentina recuerdan muy bien que el modelo neoliberal-conservador es francamente excluyente y cínicamente represivo. Y ya lo sabemos; "el que se quema con leche, ve una vaca y llora" (nunca mejor este dicho popular para la actualidad de nuestro país). Por otra parte, como lo ha señalado Eduardo Grüner, la oposición liberal-conservadora se ha vuelto más innecesaria que ineficaz, pues la burguesía del país ha comprobado que con el modelo kirchnerista se pueden hacer muy buenos negocios.
No se trata, pues, de un empate técnico, sino de un equilibrio de fuerzas relativamente favorable al oficialismo nacional. El gobierno gano las elecciones insinuado tímidamente que profundizaría su modelo (sea lo que sea esta profundización), la oposición neoliberal perdió por su rechazo in toto al mismo. No pudieron o no quisieron entender que la sociedad civil argentina se encuentra relativamente satisfecha y cómoda con el mismo. Su mezquindad, su ortodoxia y sus fantasmas anularon su capacidad de comprensión. Por su parte, "el pueblo" puso freno a las ambiciones del kirchnerismo de avanzar sobre las esquivas gobernaciones provinciales y de la Capital federal, al tiempo que le otorgo un contundente apoyo a nivel nacional. Eso es lo que significa eso que se ha dado en llamar por diversos analistas, el voto conservador de la ciudadanía*.
Pero como advertíamos al comienzo. El éxito mayor de los gobiernos pos-montoneros radica en haber restaurado la credibilidad de las instituciones republicanas. El kirchnerismo celebra el retorno de "la militancia" pues expresa la ciudadanización de los movimientos sociales. Ahora, hacia el 2015, la apuesta estará en reestructurar el esquema del bipartidismo bajo una nueva forma -¿socialdemocracia latinoamericana vs. neoliberalismo cosmopolita?-. Y sin embargo, afuera la tierra tiembla y las repúblicas nos muestran sus pies de barro.
(*) La llamada opinión pública ha sido un duro terreno de batalla entre ambos campos contendientes. Mucho se habla de la incidencia de los multimedios de comunicación y de la propaganda oficial. En ese flujo de la opinión pública circulan al menos dos registros discursivos; el de las mentalidades (mezcla de moral y buen sentido), y el de las ideologías (mentalidades elevadas a sistemas de dogmas). Las elecciones han mostrado los cortocircuitos en la comunicación de ambos registros. Por otra parte, se ha vuelto a poner sobre el tapete la capacidad de movilización de los aparatos partidarios en tanto maquinarias electorales. Al respecto, no podremos saber el peso específico de cada aparato para influir en los procesos electorales. Limitémonos a observar que los partidos bonapartistas -término medio- se organizan jerárquicamente en un consejo de estadistas, un cuerpo de -militantes- voluntarios y una sociedad de beneficencia que organiza la masa social que le sirve de soporte a su "popularidad". Los partidos conspiradores tienden a organizar una jerarquía de estadistas y cuerpo de voluntarios. En general, suponen representar a una clase revolucionaria, pero más bien tienden a suplantarla. En los partidos revolucionarios, la liga de voluntarios y autoridades procuran participar de la conformación y coordinación del movimiento social de clase (las ideas que expresan a un movimiento social no necesariamente conforman una ideología. En el mejor de los casos, se tratara de racionalidades que articulan distintos modos de entendimiento que van dando forma a una concepción de mundo compleja y diversa). Por último, los partidos conservadores -a grosso modo-, se conforman como grupo de estadistas representantes de poderosas e influyentes corporaciones civiles de las clases sociales dominantes.