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Argentina, la lucha continua....

Un pueblo tabicado

Guido Dreizik

ACTA

Resultó necesario hacer el viaje a ese pueblo de las sierras cordobesas y tomar contacto con los pibes del grupo de los artesanos. "Cacho" insistió porque les debía la visita, aunque tenía mucho que hacer me decidí, fue imprescindible suspender algunas citas y salimos.

Los pueblitos y los paisajes se suceden unos tras otros durante el viaje convocando a la charla distendida que combina alguna anécdota con expresiones compartidas de admiración por la belleza circundante.

La verdad que el lugar que consiguieron los artesanos es un lujo, después de todo la lucha de los compañeros tuvo su coronación triunfante en el reconocimiento de la sociedad pueblerina que todavía se resiste al cambio que imponen los jóvenes.

A Juan lo felicitamos de entrada, nos pareció que era importante hacerle saber nuestro reconocimiento a la lucha de todos estos años, y cierta admiración por lo que consiguieron.

Nos contó como estaban las cosas, los avances desde el vecinalismo, la perspectiva para las elecciones, e intercambiamos opiniones acerca de la coyuntura política. Todo discurría según lo previsto, una charla entre compañeros plagada de coincidencias y anhelos compartidos.

José fue lo nuevo, manos callosas a pesar de la juventud, maneras educadas, trato directo sin ambages, acostumbrado a hablar poco fue parco en la narración, tardamos en darnos cuenta de lo que se trataba: sus dos hermanos habían sido víctimas de abuso policial, en oportunidad en que se encontraban en la esquina de su casa fueron increpados por dos policías cuyo accionar se caracterizó por el maltrato y la falta de consideración. Una palabra trajo la otra y no tardó mucho el policía más diminuto en golpear a uno de los muchachos y todo se salió de cauces, uno de ellos quedó detenido y muy golpeado al igual que uno de los policías. La condición de prófugo del otro muchacho le otorga al episodio el tono grave que hizo que "Cacho" manifestara su interés y la voluntad de realizar en Córdoba alguna gestión para encauzar la cosa y evitar que todo el aparato represivo cayera sobre este pibe con la cuota de incertidumbre sobre su integridad física debido a la revancha que el policía golpeado podría estar urdiendo.

Nuestro interés provocó en José un sentimiento de gratitud y no tardó en comunicárselo a su padre quien pidió si podía conocernos. Luego de seguir con nuestro vehículo el R12 de José por intrincados senderos de las sierras, llegamos a la casa de su padre y sus hermanos. La charla, los mates, el dulce casero que "Cacho" se encargó de comerlo todo llamando la atención de los perros que especulaban con ligar algo, hizo que el tiempo pasara rápidamente y los comentarios sobre la sequía a la que estaban sometidos en esos días dominó parte de la conversación.

La yegua colorada se destacaba del resto de los caballos al pie del alambrado por su porte y su habilidad para chupar el agua de una manguera, algo nunca visto. Los animales tenían apenas para subsistir aunque el papá de los muchachos sabía que el agua no tardaría en venir.

Cuando el sol le dio lugar a una fuerte brisa arremolinada y la noche comenzó a adueñarse de las formas, nos dispusimos a partir.

Nos acompañaron hasta nuestro vehículo y como parte de los comentarios respecto de la belleza del lugar vino la pregunta sobre cuanto tiempo llevaban viviendo en ese paraje.

La epifanía en la penumbra, la revelación. Fue en el ´77 cuando huyendo de una redada tuvo que dejar a su mujer, la Negrita, y a su hija de 5 meses, y ver donde establecerse. La búsqueda de su compañera y la niña resultó infructuosa debido a la falta de medios y recursos en esa época y la necesaria condición de clandestinidad en la que se encontraba este ex-militante de la JP.

Con la "Internet" y las nuevas condiciones políticas logró establecer contacto con gente remota y sólo presente hasta ese momento en un rincón de la memoria. Contactos que le permitieron dar con el paradero de su compañera la Negrita y de su hijita, hoy de 35 años. El reencuentro y la fusión de las historias personales a fuerza de buscar ser los mismos pies pisando los mismos eternos caminos de los desencuentros sirvieron para recobrar el ánimo y la esperanza.

¿Qué me dirían si yo les dijera que tienen una hermana?- dijo el padre y se sintió cómodo para contar su historia, esa que lo ubica dejando atrás a una hija y una mujer para salvar su vida, esa historia que se niega tenaz a desaparecer, que surge desde nuestras entrañas.

Subimos al vehículo con el "Cacho" y tardamos un rato en hablar, ahora la noche impedía ver el paisaje y en nuestras cabezas sólo se sucedían imágenes de la resistencia, aquella que se repite insistente, que muestra como de una manera u otra somos los mismos, desde aquellos montoneros que con lanzas se enfrentaron a las armas de fuego del ejército unitario, pasando por los bandoleros sociales y las distintas formas de la resistencia popular, hasta los pibes que hoy son víctimas del abuso policial.

¿Ustedes no sabían que tu papá había sido militante?

La verdad que no, nos contó todo cuando apareció mi hermana.

De regreso a Córdoba comentamos como había hecho este hombre para mantener en secreto aquello que seguramente lo había perturbado más de una noche. Como había hecho para mantener "tabicada" tanto tiempo esa historia y cuantas de estas historias están todavía guardadas en la memoria de nuestra gente esperando que vuelva ese compañero o ese hijo que se fue para salvar su vida. La radio, Serrat, Penélope…

Guido Dreizik es Secretario General de la CTA Córdoba Capital.

Fuente: lafogata.org