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Argentina, la lucha continua....

Belgrano, los pibes y la revolución inconclusa: Vivir con gloria

Carlos del Frade

ACTA

Manuel Belgrano es uno de los próceres que más sufrió el deliberado proceso de falsificación histórica como consecuencia de un país hecho a imagen y semejanza de las minorías, la concentración y la extranjerización de las riquezas y los distintos gobiernos de la democracia que discursean por izquierda pero que resuelven por derecha.

A 201 años del sueño colectivo inconcluso de la Revolución de Mayo, el principal ideólogo de aquel proceso emancipador todavía presente en las necesidades de los que son más en estos arrabales del mundo, acaba de ser reivindicado en las escuelas de la provincia de Santa Fe. Cuando este 20 de junio se recuerde su muerte en el abandono y la miseria, será preciso preguntarse por qué chicas y chicos menores de dieciocho años comienzan a mirar a Belgrano como un referente. Una buena excusa para pensar en sus ideas políticas y económicas y generar un contraste con la Argentina del presente.

Belgrano le ganó a Sarmiento en pleno 2011 como candidato a gobernador de Santa Fe.

Fueron en las elecciones que llevaron adelante las pibas y pibes de las escuelas santafesinas en el marco del simulacro electoral organizado por el Ministerio de Educación que llevó como candidatos a algunos de los denominados próceres de la historia argentina. Uno de los chicos, Jordi Herrera, habló en nombre del creador de la Bandera y dijo: "Vamos a abrir escuelas gratuitas y trazar caminos para unir las provincias", mientras acompañaba la propuesta con la música "Y apareciste tu".

El trabajo consistió en buscar la biografía de sesenta próceres y después armar cuadros que se pegaron en las paredes de las escuelas.

Las banderas de Don Manuel

Lo económico

Un Estado al servicio del mercado interno. Ágil y capaz de generar educación y trabajo para todos. Dispuesto a introducir avances tecnológicos. Ese es el pensamiento de Belgrano, político economista. "Los hornos del célebre Rumford, sólo se conocen aquí por Cerviño y Vieytes, que los han establecido para sus fábricas de jabón, y seguramente no debería haber casa donde no los hubiese mucho más notándose la falta de combustible, para lo cual no veo que se tomen disposiciones a pesar de nuestros recursos. Estos habitantes tienen todo su empeño en recoger lo que da la naturaleza espontáneamente, no quieren dejar al arte que establezca su imperio, y tratan de proyecto aéreo cuanto se intente con él", escribió en setiembre de 1805.

Denunció como periodista del "Telégrafo Mercantil, Historiográfico, Rural y Político del Río de la Plata" a los estafadores del pequeño comerciante de la colonia. "Otro mal imponderable al labrador y a los pueblos, es el de los usureros, enemigos de todo viviente, a estos que tragan la sustancia del pobre y aniquilan al ciudadano, se les debe considerar por una de las causas principales de la infelicidad del labrador, y como mal tan grande, no hay voces con qué exagerarlo", sostuvo entonces.

El desarrollo del mercado interno era la obsesión de Belgrano: "Es preciso no olvidar que el comercio es el alma que vivifica y da movimiento al Estado, por la importancia de cuanto necesita y la exportación de sus frutos y efectos de industria, proporcionando a los pueblos, la permutación de lo superfluo por lo que les es necesario, y facilitándoles recíprocamente, todas las especies de consumo a precios cómodos y equitativos, y que por este medio los derechos y contribuciones moderadas, ascienden a una cantidad considerable, que siendo suficiente para las atenciones públicas, la pagan insensiblemente todos los individuos del Estado", sintetizó en carta al gobernador de Salta, Feliciano Chiclana, el 5 de marzo de 1813.

Repudiaba la apertura indiscriminada de las fronteras porque "la importación de mercaderías que impiden el consumo de las del país o que perjudican al progreso de sus manufacturas y de su cultivo y lleva tras si necesariamente la ruina de la Nación". Agregó que "si el mercader introduce en su país mercancías extranjeras que perjudiquen el consumo de las manufacturas nacionales. El Estado perderá primero el valor de lo que ellas han costado en el extranjero; segundo, los salarios que el empleo de las mercancías nacionales habría procurado a diversos obreros; tercero, el valor que la materia prima había producido a las tierras del país o de las colonias; cuarto, el beneficio de la circulación de todos esos valores, es decir, la seguridad que ella habría repartido por los consumos sobre diversos otros objetos; quinto, los recursos que el príncipe o la Nación tienen derecho a exigir de la seguridad de sus súbditos", remarcó.

Analizó que los fenómenos de corrupción dentro del estado son proporcionales a la miseria que padecen las mayorías: "Desengañémonos: jamás han podido existir los estados, luego de que la corrupción ha llegado a pisar las leyes y faltar a todos los respectos. Es un principio que en tal situación todo es ruina y desolación, y si eso sucede a las grandes naciones, ¿qué no sucederá a cualquier ramo de los que contribuyen a su existencia? Si los mismos comerciantes entran en el desorden y se agolpan al contrabando, ¿qué ha de resultar al comercio?; que se me diga, ¿qué es lo que hoy sucede al negociante que procede arreglado a la ley? Arruinarse, porque no puede entrar en concurrencia en las ventas con aquellos que han sabido burlarse de ella".

Entiende la necesidad de la distribución de las riquezas cuando escribió que "la repartición de las riquezas hace la riqueza real y verdadera de un país, de un Estado entero, elevándolo al mayor grado de felicidad, mal podría haberla en nuestras provincias, cuando existiendo el contrabando y con él el infernal monopolio, se reducirán las riquezas a unas cuantos manos que arrancan el jugo de la patria y la reducen a la miseria". Pero para lograrlo es fundamental la decisión política desde el Estado.

El rol del Estado

"Nadie duda que un Estado que posea con la mayor perfección el verdadero cultivo de su terreno, en el que las artes se hallen en manos de hombres industriosos con principios, y en el que el comercio por consiguiente se haga con frutos y géneros suyos, sea el verdadero país de la felicidad, pues en el se encontrará la verdadera riqueza, será bien poblado, y tendrá los medios de subsistencia y aún otros que le servirán de pura comodidad", señalaba Belgrano.

Tampoco desconoció el dolor de la desocupación y su huella hacia el futuro: "He visto con dolor sin salir de esta capital una infinidad de hombres ociosos en quienes no se ve otra cosa que la miseria y desnudas; una infinidad de familias que solo deben su subsistencia a la feracidad del país, que está por todas partes denotando la riqueza que encierra, esto es, la abundancia; y apenas se encuentra alguna familia que esté destinada a un oficio útil, que ejerza un arte o que se emplee de modo que tenga alguna más comodidad en su vida. Esos miserables panchos donde ve uno la multitud de criaturas que llegan a la edad de pubertad sin haber ejercido otra cosa que la ociosidad, deben ser atendidos hasta el último punto".

A Güemes le escribió en junio de 1819 una feroz comprobación: "atúrdase V., en la Aduana de Buenos Aires hay depositados efectos cuyo valor pasa de cuarenta millones de pesos; vea V. si lográsemos que se extrajeran para el Interior, como tendríamos los fondos del Estado por derechos cinco millones que todo lo alentarían". Este párrafo es una profunda denuncia de la concentración de riquezas de parte del estado de Buenos Aires en contra del interior y a favor de un proyecto contrario por el que pelean los mejores hombres, "los héroes de la Patria", al decir de Belgrano, las mayorías populares, en términos contemporáneos. Lo cierto que Don Manuel hasta pensó en hacer navegable al río Bermejo, proyecto que hasta ahora, en el crepuscular inicio del tercer milenio sigue siendo una quimera para los argentinos.

En realidad, una clara descripción del movimiento de fuerzas productivas de un país pensado desde adentro en pleno ejercicio del desarrollo del mercado interno para que luego se extienda a otros rubros. Es el mismo plan de Mariano Moreno, Artigas y San Martín. El camino por el cual debería sostenerse "la nueva y gloriosa Nación" sobre "la faz de la Tierra", como dicen los versos nunca cantados del Himno Nacional.

He allí el verdadero proyecto político económico inconcluso. El que todavía no se llevó adelante y que requiere una práctica autónoma y coherente con aquellos deseos incumplidos. En esas ideas fuerzas está la suerte de una Argentina para las mayorías. De allí que Belgrano también sea parte de la necesaria historia política del futuro.

Urgencias, corrupción y compromiso existencial

"A Dios que el tiempo me apura", le dijo en una carta a Moreno, el 8 de octubre de 1810. Confiaba convertir un ejército de gauchos en soldados para presentarlos como tales a sus "compañeros de fatigas por la Patria".

Remató estancias y enfervorizado le indicaba al secretario de la Junta: "Nada, mi amigo. Ya este edificio no viene abajo, Usted como más joven, lo disfrutará tranquilamente, y cooperando con sus conocimientos a su decoración y grandeza". Atacó la corrupción y la describió.

"Mi amigo, todo se resiente de los vicios del antiguo sistema, y como en el era condición, sine qua non, el robar, todavía quieren continuar y es de necesidad que se abran mucho los ojos en todos los ramos de la administración, y se persiga a los pícaros por todas partes, porque de otro modo, nada nos bastará. Basta mi amado Moreno, desde las 4 de la mañana estoy trabajando y ya no puedo conmigo", redactó el 20 de octubre de 1812.

Una y otra vez habla de la corrupción de los dirigentes que ocupan cargos en el naciente estado: "Tomando la máscara de patriotas no aspiran sino a su negocio particular y a desplegar sus pasiones contra quienes suponen enemigos del sistema acaso con injusticia, porque desprecian su conducta artificiosa y rastrera". Repetía: "No veo más que pícaros y cobardes por todas partes y lo peor es que no vislumbro todavía el remedio de este mal".

Es un apasionado. Siente bronca, impotencia, grita y sigue adelante. Se siente empujado por una creencia y tiene ideas políticas y económicas para el futuro.

Por eso dice frases como estas: "En vano se quema uno la sangre"; "dinero y pólvora y vamos adelante"; "la tropa está toda desnuda, después de haber viajado más de 400 leguas, casi siempre con aguas, ni la falta de lienzos, porque estos pueblos se hallan en la mayor miseria"; "tengo al ejército falto de todo"; "que no se oiga ya que los ricos devoran a los pobres y que la justicia es para aquellos"; se queja, arde y exige Belgrano ya transformado en militar, lejos de Buenos Aires, de las comodidades que supo ganarse y a punto de comprobar que la revolución que impulsa lo dejará exiliado en sus propias tierras.

Habla de la "España Americana", una idea que refuerza la interpretación de que la revolución tenía un concepto liberal contra la dominación napoleónica y que fue antimonárquica y antieuropea. Se funda en la identidad que dio el Virreynato del Río de la Plata pero se proyecta continental y autónoma. Por eso insiste en su origen, habla de "los Americanos".

"Siempre me toca la desgracia de buscarme cuando el enfermo ha sido atendido por todos los médicos y lo han abandonado: es preciso empezar con el verdadero método para que sane, y ni aún para esto hay lugar; porque todo es apurado, todo es urgente y el que lleva la carga es quien no tuvo la culpa de que el enfermo moribundo acabase", le dijo a Rivadavia el 30 de junio de 1812. Pero Belgrano seguirá adelante.

"La vida es nada si la libertad se pierde", le escribió a Gaspar de Francia en enero de 1812, en cuyo texto subordina la suerte individual a la colectiva. "No me atrevo a decir que amo más que ninguno la tranquilidad, pero conociendo que si la Patria no la disfruta, mal la puedo disfrutar yo", sostuvo Belgrano. Y era cierto.

El por qué de la Bandera

"He dispuesto para entusiasmar las tropas y estos habitantes que se formen todas aquellas y hablé en los términos de la copia que acompaño. Siendo preciso enarbolar Bandera y no teniéndola la mandé hacer blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional, espero que sea de la aprobación de VE", remitió al Gobierno desde Rosario el 27 de febrero de 1812.

"No había bandera y juzgué que sería la blanca y celeste la que nos distinguiese como la Escarapela y esto con mi deseo de que estas provincias se cuenten como una de las Naciones del globo, me estimuló a ponerla. Vengo a estos puntos, ignoro como he dicho, aquella determinación, los encuentros fríos, indiferentes y, tal vez, enemigos; tengo la ocasión del 25 de Mayo, y dispongo la bandera para acalorarlos, y entusiasmarlos, ¿y habré, por esto, cometido un delito? Lo sería si a pesar de aquella orden, hubiese yo querido hacer frente a las disposiciones de VE, no así estando enteramente ignorante de ella, la cual se remitiría al Comandante del Rosario y la obedecería, como yo lo hubiera hecho si la hubiese recibido", respondió Belgrano a la acusación en su contra por haber inventado la bandera.

"La Bandera la he recogido y la desharé para que no haya ni memoria de ella y se harán las banderas del regimiento número seis, sin necesidad de que aquella se note por persona alguna, pues si acaso me preguntaren por ella, responderé que se reserva para el día de una gran victoria para el ejército, y como esta está lejos, todos la habrán olvidado y se contentarán con lo que se les presente" dijo con amargura y bronca.

"En esta parte VE tendrá su sistema al que me sujeto, pero diré también, con verdad, que como hasta los indios sufren por el Rey Fernando VII y les hacen padecer con los mismos aparatos que nosotros proclamamos la libertad, ni gustan oír el nombre de Rey, ni se complacen con las mismas insignias con que los tiranizan", desafía Manuel.

"Puede VE hacer de mi lo que quiera, en el firme supuesto de que hallándose mi conciencia tranquila y no conduciéndome a esa, ni otras demostraciones de mis deseos por la felicidad y glorias de la Patria, otro interés que el de esta misma, recibiré con resignación cualesquier padecimiento, pues no será el primero que he tenido por proceder con honradez y entusiasmo patriótico", remarcó.

"Mi corazón está lleno de sensibilidad, y quiera VE no extrañar mis expresiones, cuando veo mi inocencia y mi patriotismo apercibido en el supuesto de haber querido afrontar sus superiores órdenes, cuando no se hallará una sola de que se me pueda acusar, ni en el antiguo sistema de gobierno y mucho menos en el que estamos y que a VE no se le oculta...sacrificios he hecho por él", terminaba aquella carta del 18 de julio de 1812.

A pesar de haber sido acusado de insubordinación, juzgado en dos oportunidades más por supuesta impericia y perseguido por la indiferencia de Buenos Aires, Belgrano siguió ocho año más bregando por el nuevo país imaginado y soñado en las febriles jornadas de mayo de 1810.

La osadía de haber creado la Bandera lo exilió en forma definitiva de los intereses del puerto en relaciones carnales ya con Gran Bretaña. Su ardiente pasión sería usada para terminar la Guerra de la Independencia pero sus ideas políticas económicas fueron sepultadas bajo la falsificación histórica y su suerte individual disuelta en la pobreza.

Mitre, sesenta años después, alzaría el pedestal de un Belgrano vacío de contenido, saqueado de sus proyectos y deseos. Redescubrir a Belgrano significa la necesidad de construir un futuro para los que son más en la Argentina del siglo veintiuno.

Artículo publicado en el Periódico de la CTA N° 76, correspondiente al mes de mayo de 2011.

Fuente: lafogata.org