Argentina, la
lucha continua....
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Manual de operaciones
Carlos del Frade
APE
Parte de la guerra contra los chicos.
Las policías provinciales saben que jamás pueden detener a los delincuentes de guante blanco.
Para eso les pagan. Para liberar zonas, producir cajas negras y tratar de mantener el delito en un índice tolerable.
Así funcionan las fuerzas de seguridad en la mayoría de las provincias argentinas.
Pero hay algo más.
No está escrito en los partes oficiales pero sí en el manual de operaciones cotidianas.
Los chicos sospechosos, es decir, los pibes que andan por las calles, deben ser detenidos y perseguidos con el fin de concientizar que ellos son los verdaderos culpables de la violencia social.
Y, de paso, ver si pueden ser reclutados para los negocios policiales.
Cinco chiquitos que tienen entre diez y once años fueron demorados y llevados en un patrullero a la comisaría octava de la localidad rionegrina de Choele Choel.
Los chicos estaban corriendo cerca de un playón polideportivo cuando fueron capturados.
Según el comisario, Gedeón Parra, los pibes corrían "con ladrillos en las manos" y ante la posibilidad de que rompieran vidrios, les tocó bocina y luego los mandó a arrestar. Fenomenal la eficacia de Parra y sus muchachos.
Toda el peso de la ley sobre cinco chiquitos de diez y once años.
-Al comisario le pareció sospechoso, pero son nenes de 10 y 11 años. Ellos tenían que juntarse para hacer una tarea sobre un volcán cerca del cementerio, pero mi hijo al igual que otros nenes va y vienen corriendo todo el tiempo. Fue a buscar a otro compañero y cuando volvían pasó el comisario que les tocó bocina. Pero después vino el patrullero y se los llevó a todos y los tuvieron como 40 minutos sentados. No nos parece que sea la manera de proceder con criaturas - dijo Miriam Silva, mamá de uno de los chicos.
Agregó: "Cuando llegamos a la comisaría estaban los cinco nenes sentados llorando. Me dijeron que tenía que esperar a que el médico policial los revisara, a lo que le contesté que 'no voy a esperar el médico forense'. Y me lo traje. Recién como a las 10 de la noche el nene pudo calmarse", señaló la mujer.
La noticia fue tomada por varios medios regionales y nacionales y llovieron las críticas sobre la policía provincial.
Pero Parra y los suyos, en realidad, reaccionaron de acuerdo a ese manual de operaciones que hace rato circula en forma no escrita entre las fuerzas de seguridad provinciales.
Porque en la guerra contra los chicos que ha desatado el sistema, los pibes siempre resultan sospechosos.
Sospechosos de rebeldía, alegría, desenfado, juegos, risas, pobreza pero siempre, sospechosos de resistir al imperativo de resignación que baja el sistema.
Y como los policías como Parra son los celosos cancerberos del orden del sistema, los pibes terminaron presos.
Para que aprendan.
Para que sepan que no pueden correr en pleno ejercicio de su libertad y vitalidad existencial.
Para que entiendan que hay una guerra contra ellos y que las fuerzas de seguridad están para cuidar la hipocresía de una sociedad hecha a imagen y semejanza de los que excluyen y hacen de los pibes los permanentemente sospechosos.