Argentina, la
lucha continua....
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Rodolfo David Ortega Peña
Por Marco A. Roselli (*) y Maximiliano Molocznik (**)
Abogado,
historiador, periodista y militante político, Rodolfo David Ortega Peña fue una
de las más altas expresiones de la vinculación entre actividad intelectual y
compromiso político en la década del 70.
Nació el 10 de septiembre de 1936. Cursó estudios de Derecho, recibiéndose de
abogado en 1955.
En sus comienzos, fue militante de la Federación Juvenil Comunista vinculándose
luego a través de la revista partidaria Mar Dulce con quien sería luego su
"Maestro": Juan José Hernández Arregui quien lo deslumbró con sus ideas sobre
aquella de que "…la enseñanza de la historia encubre los intereses de la clase
vencedora expuestos como valores eternos de la nación." Invitación más que
sugerente para el replanteo de ideas de un joven historiador asfixiado
seguramente por la ausencia de debate interno en el Partido Comunista en torno a
la cuestión nacional. Esta relación lo llevó a abandonarlo y a militar en el
ancho campo del nacionalismo cultural.
Fue un abogado valiente que defendió a todos los presos políticos (fueran o no
de su tradición política). Fue también diputado de la Juventud Peronista con su
bloque unipersonal de Base (con el pueblo como protagonista), en 1973,
intentando siempre una praxis política peronista antiburguesa. En apenas cuatro
meses de mandato, caminó casi todo el país y estuvo con los obreros en lucha de
Villa Constitución apoyando cada reivindicación que se manifestara. Desde
diversas publicaciones, tales como Mundo Nacionalista y La Patria Fuerte procuró
mantener vivo el espíritu del peronismo victorioso y socialista de marzo del 73
que llevó al justicialismo al poder luego de dieciocho años de proscripción. En
su trabajo periodístico más logrado, siendo editor de la revista Militancia (que
contaba con el apoyo económico del PRT), reivindicaba un peronismo diferenciado,
vale decir, cuestionador, antiburocrático, revolucionario, sin prejuicios ni
oportunismos. Terminó su trayectoria política integrado al FAS (Frente
Antiimperialista por el Socialismo), liderado también por el PRT.
Asimismo, realizó una importante labor historiográfica, de tipo revisionista,
publicando doce obras. Entre ellas, en colaboración con E. L. Duhalde, pueden
citarse: Felipe Vallese, proceso al sistema, Unión Obrera Metalúrgica, Buenos
Aires, 1965; El asesinato de Dorrego, A. Peña Lillo Editor, Buenos Aires, 1965;
Alberdi, el mitrismo y la guerra de la Triple Alianza, A. Peña Lillo Editor,
Buenos Aires, 1965; Felipe Varela contra el Imperio Británico, Editorial
Sudestada, Buenos Aires, 1965; Baring Brothers y la historia política argentina,
A. Peña Lillo Editor, Buenos Aires, 1968; Facundo y la montonera, Editorial Plus
Ultra, Buenos Aires, 1968.
Puede incorporársele, sin dudar al linaje del revisionismo histórico de
izquierda, ya que todas sus obras están orientadas hacia la función política y
pedagógica de la historia, marca de estilo del revisionismo. Su objetivo fue
intentar construir una genealogía de caudillos federales enfrentados a los
próceres del unitarismo liberal, portuario y mitrista. Analizando el que creemos
que es su mejor libro Felipe Varela contra el Imperio Británico podemos
visualizar estos objetivos que comparte con quien fue su colaborador en la
mayoría de sus trabajos: su compañero Eduardo Luis Duhalde.
Veamos como justifica la necesidad de incluir a Varela en el procerato: "En la
República Argentina, fue jefe y abanderado de la unidad continental, frente a la
agresión imperialista, el caudillo catamarqueño Felipe Varela. Rescatado de la
miserable calificación que la historia oficial le ha arrojado, Varela surge como
encarnación heroica de las luchas de las clases oprimidas, en un continente que
se negaba definitivamente a ser balcanizado, luego de la tentativa parcialmente
lograda, de la diplomacia de Canning." Atacando de lleno a los figurones de las
academias, lo acusa de vestirse con un ropaje cientificista a la hora de
defender su ideología pero que no dudan en utilizar terminología nada académica
("salteadores, hordas salvajes, chusmas enardecidas") cuando se trata de
criticar a aquellos personajes que, como los caudillos federales del interior,
cuestionaban la visión oficial de la historia creada por la "oligarquía
portuaria" (según sus propias palabras). Hacen, los autores, en este mismo libro
una verdadera profesión de fe sobre la importancia del trabajo académico, aunque
cuestionan los encuadres ideológicos y los estilos de los "científicos": "Por
estas razones, el estilo de este libro es duro y combativo. Responde, en sus
justos términos a esa falaz actitud académica. Pero a diferencia de esta,
defiende las tesis nacionales en forma documentada (…) Lo expuesto, no debe
interpretarse como un signo de una mal encubierta pedantería intelectual. Los
autores saben perfectamente de las limitaciones de su obra. Ella es solo una
invitación, a los estudiosos con conciencia nacional, para que la continúen,
llevándolas a sus máximas posibilidades." En revisiones posteriores de su obra
completa se han encontrado algunos errores como el forzamiento de algunos hechos
históricos en su libro Facundo y la montonera (1968) donde le atribuye a
Inglaterra la capacidad de generar "capital financiero anticipado" cosa que,
según la historiografía económica clásica, no hubiera sido posible en 1820 dadas
las condiciones del desarrollo capitalista inglés y sí, tal vez, el concepto
hubiese podido ser válido para 1870 a 1880 frente al imperialismo y a otra fase
del desarrollo capitalista.
Un día antes de ser asesinado había presentado en la cámara de diputados de la
nación un pedido de informe acerca de la muerte de seis militantes del ERP,
asesinados por la policía luego de su detención. Como tantos otros compañeros
que ejercieron el pensamiento crítico y adoptaron una posición clara que incluyó
un compromiso con el cambio revolucionario, ético, social y moral de la
Argentina fue acribillado por las bandas fascistas de la Triple A (que se
adjudicaron el hecho de un comunicado público que hicieron circular al día
siguiente de su asesinato) que operaban impunemente durante el gobierno
constitucional de Isabel Perón, el 31 de julio de 1974 en la esquina de Arenales
y Carlos Pellegrini. Se llevaron a uno de los hombres más lúcidos y
comprometidos en la lucha revolucionaria de la década del 70. Su gran amigo y
compañero Eduardo Luis Duhalde sostuvo: "Su discurso vital y político estaba
alejado de toda visión maximalista, asentado en las concretas necesidades y
aspiraciones populares, renunció a todo pacto o acuerdo con represores,
patronales explotadoras o burócratas claudicantes, sacó su banca a la calle y
fue el receptor, apoyo y compañero de la vida social, de las luchas y los
conflictos del pueblo trabajador, fue ejemplo ético y moral, que resistirá las
cortinas del silencio y el impiadoso paso del tiempo."
(*) Director del Instituto Superior Dr. Arturo Jauretche
(**) Profesor en Historia. Docente del ISAJ. Investigador