Argentina, la
lucha continua....
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Aniversario del asesinato del escritor argentino Rodolfo Walsh
Carta de un escritor a la Junta Militar
Alejandro Hosne
Milenio
Viajó en tren desde la provincia de Buenos Aires a la capital, con un sombrero
de paja, parte de su disfraz de jubilado. Llevaba una pistola calibre 22, pero
su arma principal, que también llevaba encima, estaba hecha de palabras. Era una
carta. Sabía perfectamente que a causa de sus palabras era que lo buscaban desde
hacía años; tenía el don de hacer de sus ideas duros y reveladores escritos,
siempre denunciantes del poder político y sus crímenes. Ahora, bajo la dictadura
militar más sanguinaria de la historia de Argentina, continuaba persiguiendo a
sus perseguidores, prácticamente solo. Planeaba enviar la carta a medios de
comunicación nacionales y a corresponsales extranjeros.
Ese 25 de marzo de 1977 la ciudad de Buenos Aires debió verse vacía, controlada,
solitaria. Nada de ruido ni gentío, el silencio era el eje de hierro de la vida
diaria, por más que muchos millones de argentinos lo negaran o pretendieran
acostumbrarse. El año anterior, luego del violento golpe de estado, él y un
pequeño grupo de periodistas y militantes habían creado ANCLA (Agencia de
Noticias Clandestina). Sin descanso, informaban sobre lo que nadie quería
informar: las atrocidades cometidas por la dictadura. Los periódicos de la época
recibían esos cables. Jamás los publicaron. Por miedo incluso a veces ni los
leían, aunque en algunos medios extranjeros llegaron a divulgarse.
Su carta, esta vez, iba firmada. Con su nombre y número de documento. Entre
tanta censura y omisión, decidió que firmar y hacerse responsable de su texto
era más necesario que nunca. Es inútil mencionar que se jugaba la vida.
Llegó a la esquina donde debía verse con un compañero de la organización
guerrillera. Algo estaba mal, quizá haya visto demasiado movimiento o demasiado
poco. No tardó en advertir que la cita estaba cantada, lo que significaba que su
compañero había sido apresado y bajo tortura confesó donde iban a encontrarse.
Uno de los represores del grupo de tareas del ejército tenía la orden de
taclearlo (era ex rugbier) y capturarlo vivo. El militar no pudo taclearlo, y
Rodolfo Walsh sacó su pistola, no tanto para matar sino para impedir que lo
capturaran. Lo había dicho él mismo en un escrito meses atrás: ser capturado
vivo significaba torturas indefinidas, delación, humillación.
Encargado de logística, jefe de información de la organización guerrillera, el
escritor y periodista era uno de los objetivos más buscados (¿odiado, temido?)
por los cabecillas de la dictadura. Walsh disparó su pistola y enseguida varias
ráfagas de ametralladora cayeron sobre él. No se sabe si llegó vivo al siniestro
centro de detención clandestino de la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) o
si murió en el tiroteo, lo cierto es que no sobrevivió a ese día. Al final no
pudieron sacarle nada, sin contar con que antes de acudir a la cita-trampa ya
había depositado en un buzón su hoy célebre "Carta abierta de un escritor a la
Junta Militar", dirigida a los principales medios periodísticos. En ella
analizaba con impresionante lucidez, anticipándose a toda investigación
realizada posteriormente en democracia, los horrores que estaba viviendo la
nación argentina; exponía sus infamias, su rendición al capital financiero, su
deliberada entrega del estado a manos privadas, la censura, el control
ideológico, el asesinato, todo estaba ahí.
La carta no fue publicada en su momento. Hoy es un documento histórico y
literario.
Walsh, escritor vivo, hizo de la palabra literatura y denuncia, periodismo y
poesía. Sus ideas, ideales, se siguen expresando porque están vivos y fueron
dichos en voz alta. No sólo son el reflejo de un momento histórico sino de una
ética personal, de un admirable estado de conciencia.