Argentina, la
lucha continua....
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Salteñitos y tradiciones
Carlos del Frade
APE
Acá están nuestros chicos, al ritmo del pericón y enfundados en los ponchos de Güemes, celebrando el día de la tradición…-decía una eufórica locutora en la tarde del jueves 10 de noviembre, mientras centenares de pibas y pibes desfilaban alrededor de la Plaza de los Cuatro Siglos, corazón de Salta, "La linda", como se la conoce –desde hace décadas- a la capital de una de las provincias más ricas y, al mismo tiempo, con mayor número de necesidades básicas insatisfechas.
"Nadie se quedó afuera de la lucha contra los españoles. Fue una auténtica guerra popular. Abuelos y abuelas, madres y padres, y hasta los chicos pelearon en la batalla de Salta. Fue, como dice Dávalos, la tierra en armas", dice el historiador y actual funcionario que tiene a su cargo la Dirección Provincial de Bibliotecas, Gregorio Caro Figueroa, en diálogo con este cronista.
"Hasta los chicos", dice el ensayista. Eso fue el 20 de febrero de 1813, cuando las tropas de Belgrano recuperaron la ciudad en poder de Pío Tristán.
-Hoy el número de desnutridos, de los que no comen bien todos los días en pleno centro de Salta es del 20 por ciento de chicas y chicos. Uno de cada cinco pibes no come bien en la ciudad capital. No puede ser. Porque eso solamente se soluciona con comida – dice la cardióloga y pediatra María Lapasset.
Y agrega que la provincia tiene el mayor número de pueblos originarios a lo largo y ancho de su particular geografía. Los mismos que pusieron el cuerpo y el alma en aquella guerra popular por la independencia, hoy son los que más sufren el analfabetismo y la miseria, agrega la profesional con datos en sus manos.
Camino a Yatasto, en Metán, un matrimonio de militantes de toda la vida, antiguos maestros que debían caminar hasta diez horas diarias para llegar a destino y enseñar a leer y sumar, a escribir y leer a chiquitas y chiquitos de estos confines de la Argentina y del mundo, le comentan al periodista: "La falta de trabajo es grande. Pero el problema mayor es cómo se mete la droga entre los changuitos. Incluso se han dado muchos suicidios. Nosotros que también estamos en la iglesia no sabemos bien cómo hacer para darle algún sentido a sus vidas. Corre mucho el poxiram", dicen Lelia y su compañero, mientras comparten un riquísimo guiso de charata –una especie de gallina de monte- y un plato de mazamorra, una de las tantas variantes en que el maíz ha sido buen compañero de los habitantes varios de estos arrabales del universo.
Para Vuenaventura David, titular de la CTA salteña, "en Tartagal y otros pueblos petroleros el problema no es tanto de los ex ypefianos sino de sus hijos. Ya son tres las generaciones sin trabajo. Y para colmo siguen los negociados con los recursos naturales que son cedidos a los empresarios privados. Por eso vamos a seguir peleando", denuncia convencido y también con la alegría que supone la coherencia.
Ese mismo jueves 10 de noviembre no solamente es el día de la Tradición porque recuerda el nacimiento de José Hernández, sino también el aniversario número once del asesinato de Aníbal Verón y otros tres desocupados más en Tartagal, cuando uno de los tantos gobiernos de Juan Carlos Romero, en aquellos días de Fernando De La Rúa en la presidencia, decidieron parar la protesta social con balas y represión.
Esas muertes continúan impunes porque uno de los primeros jueces de la causa, de apellido Cornejo –hoy ascendido-, decidió respetar el linaje de su familia, propietaria del ingenio San Isidro y, entonces, falló a favor de los poderosos.
Una verdadera tradición, no solamente salteña, sino argentina en general.
Mientras tanto, chiquitas y chiquitos, hijos de familias que tomaron algunas hectáreas en los alrededores de la conocida finca Castañares, donde Belgrano pasara la noche previa a la batalla de Salta, no saben bien si allí peleó Güemes u otro. Lo que si saben, como la mayoría de los pibes salteños, como la mayoría del pueblo trabajador salteño, que su futuro dependerá de la lucha y de acercarse a otros que están pasando por las mismas necesidades.
En Salta, La Linda, los fantasmas de Belgrano y Güemes se pasean inquietos en las urgencias cotidianas de los descendientes de aquellos que legaron –nada menos- que la independencia nacional.