Argentina, la
lucha continua....
|
![]() |
La Quiaca y un grito que resiste desde lo alto
Emiliano Bertoglio
"La lucha social est� adormecida por unos m�seros ciento cincuenta pesos". As� sintetiza la situaci�n de La Quiaca (Argentina) un joven de unos treinta a�os, desocupado. Es que las demandas de tierras y trabajo genuino [1] -entendidas por estos militantes como condiciones necesarias de una mejor calidad de vida- tienen por adversario al perverso ejercicio pol�tico partidario de la d�diva, de las seductoras promesas jam�s cumplidas luego, del clientelismo, del "puntero". Vicios que fermentan notablemente en un a�o electoral como este 2011 y que van m�s all� del signo y alcance de las dirigencias (local, provincial, nacional), las cuales heredan y usan a su favor todo un perverso andamiaje posibilitador de la reproducci�n de los propios privilegios, a la vez que la conformidad y el enmudecimiento de las mayor�as. Por esto, pocas son las perspectivas de transformaci�n ante un eventual cambio de autoridades a fin de a�o.
De esta manera "se distorsiona la lucha", seg�n otro de los participantes congregados por las mismas necesidades. Son desocupados, artesanos, cesanteados, integrantes de la Corriente Clasista Combativa (CCC), militantes de la Corriente del Pueblo, entre otras procedencias.
En La Quiaca hay aproximadamente 25.000 habitantes. De la Poblaci�n Econ�micamente Activa (PEA) s�lo un 40 por ciento cuenta con empleo formal y salario fijo (maestros, m�dicos, los pocos empleados municipales y de las empresas EJESA y Agua de los Andes). Mientras, el 60 por ciento de la poblaci�n percibe planes sociales.
Las condiciones generalizadas de vida rayan la pobreza y la indigencia, pero los subsidios acallan las urgencias, y como si fuera poco, adem�s atomizan la lucha: "Los que son d�biles y se venden bajan los brazos. Hay un �xodo desde la lucha hacia el bols�n: los pol�ticos ponen en juego las necesidades sociales", explica Ren�, otro de los militantes que persisten en el reclamo y en la propuesta que, aclara, no es partidaria pero s� profundamente pol�tica.
As� es que los movilizados se reconocen como una minor�a (quiz� un 5 por ciento de la PEA), pues "�de qu� consciencia o unidad vamos a poder hablar con ciento cincuenta pesos?". "[…] el poder corrompe tanto a los que est�n investidos de �l como a los que est�n obligados a somet�rsele" dec�a Bakunin [2] , algo m�s que claro para estos hombre y mujeres que reafirman la convicci�n de obtener a trav�s de la lucha verdaderos logros sociales sin tener por ellos que transformarse en instrumento de quien los conceda (hacerse parte del aparato) .
Porque adem�s de la coerci�n f�sica padecida por las fuerzas de seguridad y el clientelismo m�s b�sico, esta resistencia debe luchar contra la cooptaci�n de las organizaciones sociales disidentes con el poder gubernamental. "El gobierno maniobra dentro de las organizaciones nacientes y se las come", explican [3] . La d�diva miserable al que ya no tiene nada y la estrategia de enfrentarlos entre s� desactiva toda posibilidad de movilizaci�n colectiva (h e aqu� una de las causas de la desarticulaci�n de la Multisectorial La Quiaca como bloque, entidad que reun�a a los desocupados, artesanos, etc.).
"Ante el pedido social de empleo genuino, la propuesta gubernamental consiste en planes y represi�n", agrega Ren�.
Tal es el nivel de subestimaci�n y menosprecio al que son sometidas las familias en los confines de Argentina, en una suerte de transacci�n material y simb�lica propuesta por el poder pol�tico y en general aceptada por aquellos que son inferiorizados: ciento cincuenta pesos en un pa�s en donde seg�n los n�meros oficiales y de medidoras privadas –dibujados, manipulados, tergiversados tanto unos como otros- una familia necesita, respectivamente, entre 1.300 y 2.500 pesos por mes para no ser pobres. �Cu�l es el estatus de sujeto que propone esa selecta �lite que reparte los planes, y que es aceptado por quienes no pueden reconocerse ni en s� mismos ni en su historia, apresados como est�n por las urgencias del d�a a d�a?
Pero mientras el com�n de los quiaque�os vive su letargo de colchones y unos pocos pesos, un pu�ado de hombres y mujeres resisten con las armas de la multitud cuando se transforma en pueblo: asambleas, cortes de ruta, radios comunitarias. Escriben su propio manual de lucha pol�tica, hecho de sue�os y convicciones intransigentes. Hombres y mujeres a quienes s�lo les quedan los brazos y la consciencia: por esto es que levantan la palabra clara y el pu�o combativo para pedir cosas tan simples como un trabajo que d� casa y comida.
Porque si bien es cierto que la pol�tica partidaria ha devenido en un juego pragm�tico y oportunista carente de principios, que s�lo busca efectos de corto plazo [4] , la pol�tica como concepto general es organizaci�n popular y conflicto transformador. Y frente a la democracia formal-electiva supone la participaci�n popular.
Cuando la desesperaci�n se encuentra con la consciencia, ya nada puede detener el bello acto creativo de empezar a hacer un mundo nuevo.